Este día fue instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Nos invita a reflexionar sobre los avances logrados en materia de inclusión, pero también sobre los retos que aún persisten para garantizar que todas las personas, independientemente de sus capacidades, puedan ejercer plenamente sus derechos.
La discapacidad no define el valor, la identidad ni el potencial de una persona. Sin embargo, aún existen barreras —físicas, sociales, comunicacionales y culturales— que limitan la participación plena en la educación, el trabajo, la vida social y el desarrollo comunitario:
Promover la inclusión no implica realizar acciones aisladas una vez al año, sino impulsar un cambio sostenido que permita crear entornos accesibles, justos y respetuosos.
La accesibilidad universal es clave para la construcción de sociedades verdaderamente inclusivas. Esto abarca:
La inclusión es una responsabilidad compartida: gobiernos, instituciones, empresas, comunidades y personas. Fomentar la empatía, la escucha y el respeto es tan importante como impulsar políticas públicas y prácticas laborales que garanticen oportunidades reales.
El 3 de diciembre no es solo una fecha conmemorativa, sino una oportunidad para cuestionar nuestros propios prejuicios, revisar nuestras prácticas y sumar acciones que eliminen barreras y amplifiquen la voz de las personas con discapacidad.
Construir una sociedad inclusiva no es un ideal lejano: es un camino que se recorre con decisiones concretas, con la convicción de que la diversidad nos enriquece y nos impulsa a ser mejores.
El objetivo que pretendemos con la edición de este artículo es, dar voz a este colectivo, acostumbrado a no salir en los medios de comunicación, excluidos en actos culturales o religiosos, y en la mayoría de los casos, por dificultades de accesibilidad. Recuerdo un artículo del profesor Dr. A.ntonio Leal, desde siempre obsesionado, comprometido y sensible con esta temática, titulado "Cuatro escalones", escribía: Cuatro altos escalones a la entrada del edificio son un claro ejemplo de cómo las barreras arquitectónicas lo hacen inaccesible e imposibilitan la entrada a personas con diversidad funcional.
Si nos adentramos en el edificio nos encontramos que, la accesibilidad a los baños y su adaptación para uso de discapacitados no existen. Tampoco es posible localizar dentro del museo, elementos ópticos u auditivos que fueran fácilmente identificables, y en ningún caso existen visitas guiadas....
Este artículo fue escrito hace 12 años, aquellas personas interesadas en su lectura pueden hacerlo AQUÍ.
Un testimonio doloroso nos lo cuenta María Eugenia, con una experiencia desgarradora y que es un ejemplo de vida:
Tengo 40 años y soy Ingeniera de telecomunicaciones. Hace tres años, un accidente de tráfico, cambió mi vida de una forma que nunca imaginé. Recuerdo muy poco del impacto, pero sí recuerdo la primera vez que desperté en el hospital y escuché la frase que nadie quiere oír: "Vas a necesitar una silla de ruedas de ahora en adelante." Al principio sentí que mi profesión —mi pasión— se me escapaba entre las manos. Pensaba que ya no podría ser la ingeniera que soñé ser. Pero resultó que el accidente no me quitó las ganas, sino que me obligó a verla desde otro ángulo. Un ángulo más bajo, más lento, más humano. Aprendí a mirar los espacios con otros ojos. Antes me sabía la normativa de accesibilidad; ahora la siento en cada movimiento.
La silla me obligó a pedir ayuda, algo que nunca había sabido hacer. Curiosamente, esa vulnerabilidad me conectó mejor con mis compañeros. Escucho más, interpreto mejor, porque sé lo que es sentirse limitado.
En la actualidad dirijo un pequeño estudio especializado en accesibilidad universal. Diseñamos espacios públicos desde la perspectiva de que todos merecemos movernos con libertad y dignidad.
Sigo visitando obras —con mi casco, mis planos y mi silla— y cada vez que los obreros me ven avanzar entre el polvo y la grava, recuerdo que la profesión se construye con personas reales, no con idealizaciones.
Ya no corro. Pero observo, analizo, pienso, propongo e imagino igual o más que antes. He descubierto que la silla no me detuvo: me reorientó.
Tratamos que este
artículo nos ilumine para entender que la discapacidad es una percepción. Una percepción
para aprender, siempre con dolor, a pervivir en este mundo, porque cuando
ves lo que otros no ven, ya no puedes —ni quieres— mirar hacia otro lado.
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3 de Diciembre - Día Internacional de las Personas con Discapacidad
Gonzalo Díaz Arbolí

2 comentarios:
Muchas gracias Gonzalo por la generosidad de divulgar desde este foro un problema que sufren tantas personas.
El poder caminar oir, ver es un regalo del que muchas veces no somos conscientes,.
Las deficiencias motoras y sicologicas que tantas personas sufren,nos deben hacernos reflexionar de lo afortunados que somos quienes no tenemos esas dificultades.
La gratitud con la vida y la generosidad ante quienes padecen el dolor debería ser una práctica cotidianay hacernos reflexionar
Muchas gracias,por tu aportación
La empatía es algo parecido a lo que dijo Dios: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Si, por un momento, nos ponemos en la piel de un discapacitado, daríamos lo que fuera por librarle de esa discapacidad.
Con poco más de 30 años, María Eugenia, ingeniera de telecomunicaciones, es posible que fuera una joven soberbia pero, ante situaciones así, la soberbia es sustituida por la empatía, la comprensión, la humildad...
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