Hoy 26 de noviembre de 2025, miércoles, día de tertulia. Ha amanecido frío, 7 grados C. y gracias a la generosidad de nuestro contertulio, José Luis Meléndez, hemos tenido la suerte de desayunar con migas extremeñas regada además, con un vino tinto especial, también de Extremadura. Parece que adivinó que con el frío las migas y más aún las hechas con la receta extremeña, nos hizo entrar en calor. Al probarla unas lágrimas resbalaron por nuestras mejillas, además sin pimentón de la Vera ni chorizo. Y a pesar de todo, nos supieron a gloria bendita.
Si lo piensas bien, la historia humana no es más que una conversación larguísima, interrumpida mil veces y retomada otras tantas. Pero hoy no aspiro a tanto: me basta con algo parecido a una tertulia entre amigos, aunque el término esté ya tan desgastado por su uso en los medios.
En España siempre hemos tenido buen ojo para las tertulias. Conversar es casi una necesidad vital: nos conecta, nos abre, nos enseña. Al fin y al cabo, “conversar” viene de dar vueltas juntos, de moverse alrededor de las ideas. Y el diálogo, desde Sócrates, ha sido la herramienta para buscar la verdad sin más armas que la ironía, la escucha y las palabras.
Una buena conversación necesita tiempo, calma y un mínimo de respeto. No es un ring para ver quién tiene razón, sino un espacio para disfrutar. Y aunque los interlocutores importan, tampoco demasiado: uno debería poder conversar hasta con el mismísimo diablo, siempre que acepte las reglas básicas. La primera: la cordialidad, esa mezcla de franqueza y amabilidad que nace del corazón.
El tema en sí no es lo esencial. Puede ser profundo o trivial, da igual, siempre que haya respeto y ganas de aprender. A veces aprender es solo ejercitar la paciencia. Pero la vanidad, la repetición, la intransigencia o el orgullo matan cualquier intento de diálogo.
A una conversación real le hacen falta cuerpos, voces, tiempo compartido, hablar para reconocerse, hablar para entender el mundo un poco mejor. No hay cordialidad sin buena educación. Una buena conversación suele ser el comienzo de una buena amistad, pues la crea lazos de afectos y deja asuntos pendientes que obligan a nuevos encuentros.
Ya hemos comentado que el tema no es lo más importante de una buena conversación. Puede ser más o menos trivial, más o menos trascendente, pero siempre debe ser amable y, desde luego, un buen conversador ha de ser respetuoso con la posible ignorancia de la otra parte. Siempre se puede aprender algo, aunque solo sea a tener paciencia. Hablar por hablar es una arte a veces, pero en una buena conversación es más importante pensar lo que se dice que decir lo que se piensa. Aun así, las obviedades, las repeticiones, las vulgaridades no son bue consejeras en una buena conversación. Tampoco la vanidad, la intransigencia y el orgullo.
A la comunicación se le deba llamar conversación, que necesita del contacto, de la proximidad y del sonido de las palabras. Podría pensarse que conversar es un arte en peligro de extinción. Y mientras sigamos hablando, con alegría, con entusiasmo, con vitalidad, renace la esperanza de que esa cosas que llamamos futuro es posible. Lo que no deja de ser un buen tema de conversación.
Reunión de la tertulia "Los Cántaros" Hacer clic sobre la imagen para visualizar el vídeo.
Galería de fotografías:
Tertulianos de Los Cántaros
Envejecer aprendiendo
26 de noviem,bre de 2025

.jpeg)
.jpeg)
.jpeg)
.jpeg)

1 comentario:
Victor Hugo dijo "La melancolía es la felicidad de estar triste"
Por mi parte cambiaría la palabra "melancolía" por "nostalgia"...ya que esta última palabra, está más cerca de la felicidad que de la tristeza.
Vamos, que me gusta reencontrarme en el video con las personas que ya no están y con las que siguen estando.
Gracias Gonzalo
Publicar un comentario