El tapiz fue durante siglos la máxima expresión artística dentro de la decoración palatina. Considerado una obra completa en sí misma, el proceso previo a su elaboración carecía de importancia en su época. Se trata de una pieza textil, tradicionalmente tejida a mano, en la que se crean figuras semejantes a las de una pintura mediante el entrelazado de hilos de distintos colores. También se utiliza la expresión arte de tapicería, que no debe confundirse con la tapicería destinada a tapizar muebles.
Desde sus orígenes remotos, los tapices tuvieron una función práctica: abrigar las paredes durante el frío y mejorar la sensación térmica de las estancias. Lo más probable es que los primeros tapices fueran paños gruesos colgados de los muros, a modo de cortinajes, o extendidos en el suelo como alfombras. Con el tiempo, comenzaron a incorporar decoraciones elaboradas y materiales lujosos —oro, plata, seda—, transformándose en objetos suntuarios y auténticas obras de arte.
A lo largo de la historia, destacados pintores como Rafael, Rubens y Goya realizaron modelos pictóricos, conocidos como *cartones*, destinados a servir de guía para la confección de tapices.
Este artículo trata sobre las tres piezas que pueden visitarse en el Museo de El Prado, en la planta de Borbones hasta marzo de 2026. Su llegada se enmarca en el acuerdo de préstamo cruzado por el que el Prado podrá incorporar a su próxima exposición de Antonio Rafael Mengs varias obras de Patrimonio Nacional.
La vendimia o el otoño de Goya
En La vendimia o el otoño se muestra cómo un joven vestido de amarillo, color que simboliza el otoño, ofrece a una dama un racimo de uvas negras que un niño intenta alcanzar. Tras ellos, una campesina lleva sobre su cabeza una cesta llena de uvas que trae de los campos del fondo, donde los campesinos recogen el fruto
'El cacharrero', de Francisco de Goya.
El cacharrero capta una escena cotidiana en pleno bullicio del mercado. La obra muestra a un fabricante de vasijas con atuendo característico de Valencia que vende su mercancía de loza a una anciana y dos jóvenes, símbolos de la presunta fragilidad femenina. Al fondo, una carroza pasa con una dama aristocrática en su interior, a la que miran dos caballeros sentados de espaldas, representando la vanidad de las cosas. “Nuestras colecciones son complementarias, tenemos una fantástica historia compartida. Estos préstamos son instrumentos fundamentales para dinamizar nuestra oferta”, ha sostenido Ana de la Cueva, presidenta de Patrimonio Nacional.
'Carlos III, cazador', de Francisco de Goya.
El retrato Carlos III, cazador sitúa al monarca luciendo las bandas de la orden de Carlos III, de San Jenaro y del Santo Espíritu, así como el Toisón de Oro, en las tierras de caza de los reyes, acompañado de un perro que duerme plácidamente en sus pies. La pieza, datada hacia 1786, es dibujada poco antes de su muerte, en 1788, y sigue el estilo de los retratos que Diego Velázquez realizó a Felipe IV. “Queremos que la galería sea un lugar vivo. Estos cuadros nos permiten admirar la maestría de un Goya bastante joven cuando los hizo. Nos brindan la oportunidad de profundizar en su relación con el rey”, ha explicado Víctor Cageao, director de la Galería de las Colecciones Reales.
Fuente: Diario El País, 13-11-2025
Gonzalo Díaz Arbolí
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