18.11.25

Juan de la Cierva, Inventor del autogiro y uno de los mayores pioneros de la aviación mundial,(1895–1936

Juan de la Cierva en uno de sus autogiros

Juan de la Cierva y Codorníu nació el 21 de septiembre de 1895 en Murcia, en el seno de una familia acomodada y culta. Desde muy joven mostró una imaginación desbordante y una fascinación temprana por el vuelo, alimentada por las noticias de los primeros logros de los hermanos Wright y de los pioneros europeos.
Según los recuerdos familiares, Juan era un niño volador, obsesionado con construir modelos que reprodujeran el comportamiento de un avión. Su hermano pequeño, Ricardito, se convirtió en el pasajero de pruebas de sus ingenios caseros, que muchas veces acababan en pequeños accidentes, anécdotas que la familia recordaría siempre con cariño.
Aquella etapa infantil marcó el nacimiento de una vocación imparable: hacer volar máquinas con seguridad.

Juan se trasladó a Madrid para estudiar Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, una de las carreras más prestigiosas de la época. Paralelamente, siguió experimentando con modelos aerodinámicos y colaboró en la construcción de aviones con otros jóvenes apasionados de la aeronáutica.
Como proyecto final presentó un innovador modelo de avión bautizado como “El Cangrejo”, por estar pintado de rojo. La maqueta impresionó tanto que le otorgaron, además del título de ingeniero, un reconocimiento honorífico equivalente a Ingeniería Aeronáutica, inexistente aún como titulación formal en España.
Aunque participó en algunos proyectos de aviones convencionales, quedó marcado por un problema recurrente en la aviación de la época: la pérdida de sustentación, que provocaba accidentes fatales. De ese desafío nacería su gran contribución.

Autogiro “la Cierva” C-19. Este modelo fue el primer autogiro con el que se completó un vuelo controlado, el 10-01-1923. 

Es original y se considera la mayor aportación de España a la Aviación. Foto: Juan Luis Martín.


A principios de la década de 1920 concibió una idea radical: crear una aeronave que **no pudiera entrar en pérdida**, que fuera capaz de descender de forma controlada incluso sin motor. Así nació el concepto de autogiro, una aeronave de rotor libre en autorrotación.
Los primeros modelos —el C1, C2 y C3— no llegaron a volar, pero Juan siguió perfeccionando su idea. Su perseverancia dio fruto en 1923, cuando el modelo C4 logró un ascenso estable gracias a la autorrotación del rotor: un hito sin precedentes en la historia de la aeronáutica.
A partir de ese momento, su invento llamó la atención de ingenieros, gobiernos y pilotos de todo el mundo.

Y llegaron los éxitos internacionales y se consolidó la realidad del autogiro en los años: (1923–1933)
De la Cierva creó empresas en España, Reino Unido y Estados Unidos, donde trabajó con grandes fabricantes y organismos públicos. El autogiro fue perfeccionándose con modelos cada vez más avanzados: C6: primer vuelo significativo entre Cuatro Vientos y Getafe.
C19 (1929): primer autogiro con verdadero vuelo controlado, introduciendo mejoras decisivas en estabilidad.
C30 (1933): su obra maestra. Incorporó el paso variable de las palas, un sistema capaz de ajustar la sustentación en distintas fases del vuelo.
Este avance es considerado uno de los desarrollos técnicos más importantes de la aviación del siglo XX, y es la base de los helicópteros actuales.
Durante estos años, Juan realizó demostraciones espectaculares, colaboró con fuerzas aéreas y organismos de medio mundo, y trabajó con algunos de los mejores ingenieros y pilotos internacionales.

Estos últimos párrafos lo dedicaremos a su vida personal
Juan de la Cierva tuvo ocho hijos. Destacó por su carácter afable, su intensa dedicación profesional y su profundo sentido de responsabilidad. Pasó largas temporadas en el extranjero investigando, especialmente en Estados Unidos, desde donde enviaba cartas llenas de reflexiones personales y científicas.
Sus manuscritos revelan a un hombre apasionado, meticuloso y generoso, muy consciente de que su trabajo podía salvar vidas al mejorar la seguridad aérea.

El 9 de diciembre de 1936, a los 41 años, Juan de la Cierva falleció en un accidente durante el despegue del avión en el que viajaba desde el aeropuerto de Croydon (Londres). La aeronave no era un autogiro; el accidente obedeció a circunstancias ajenas a su invento.
Su muerte truncó una carrera extraordinaria, pero su legado ya se había consolidado en la historia de la ingeniería aeronáutica.

Pero nos dejo el gran legado técnico e histórico: El sistema de rotor en autorrotación y el paso variable creado por de la Cierva son fundamentos estructurales de los helicópteros modernos. Cada aeronave de rotor que vuela hoy es, en cierto modo, heredera directa de sus ideas.
Además, su enfoque en la seguridad aérea, pionero para su tiempo, influyó en la filosofía de diseño de la aeronáutica mundial.
Aunque en España su figura no ha recibido el reconocimiento proporcional a su importancia, en otros países es considerado un genio comparable a los grandes nombres de la aviación.

Su bisnieta Laura de la Cierva, diseñadora y piloto, se ha dedicado a reivindicar su figura mediante su compañía BIS de la Cierva–Autogiro CO, conferencias en más de 50 países, la construcción de nuevos autogiros y el proyecto de un museo dedicado a Juan.
Su labor está reavivando el interés internacional por el inventor y por el autogiro como pieza clave de la historia tecnológica.

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JUAN DE LA CIERVA Y EL AUTOGIRO (1923)

Juan de la Cierva fue un visionario que cambió para siempre el mundo de la aviación. Su autogiro inauguró una nueva forma de entender el vuelo vertical. Su figura representa una de las mayores contribuciones españolas a la ciencia y la ingeniería del siglo XX.

Gonzalo Díaz Arbolí

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