En el centro de la construcción se abre una portada de mármol, concebida más como retablo religioso que como fortificación militar.
Detalle de la Puerta
La Puerta de Tierra es un monumento arquitectónico que supone un reducto de la que fuera muralla de entrada a la ciudad de Cádiz. Levantada por el arquitecto Torcuato Cayón en el Siglo XVIII, la portada está labrada en mármol y está concebida más como retablo religioso que como fortificación militar.
El origen de La Puerta de Tierra se remonta al siglo XVI, símbolo de Cádiz, constituye una de las piezas del sistema defensivo que se articula durante la Edad Moderna. Es como unamuralla que separa, en la actualidad, el Casco Antiguo y la zona moderna de la ciudad. En el siglo XVI se construyó la primera muralla en esta zona; en 1574 se realizó una ampliación para protegerlo con dos baluartes. En el siglo XVIII adquirió su fisonomía definitiva.
En la primera mitad del siglo XX, ante el crecimiento de la ciudad por las áreas de extramuros, se barajó la posibilidad de demoler todo el conjunto y permitir un mayor acceso a los vehículos al centro de la ciudad. Finalmente se decidió el relleno parcial de los fosos y la apertura de dos nuevos arcos en el lienzo de la muralla.
En el lenguaje popular: el Casco Antiguo (conocido como "Cádiz" o "Cádiz Cádiz") y la zona moderna (conocida como "Puerta Tierra" o "Extramuros") de la ciudad.
La primera noticia sobre las murallas de Cádiz aparece con Alfonso X el Sabio que repuebla esta ciudad en 1262. Durante el reinado de Felipe II decide y ordena la reconstrucción de una muralla, que en realidad consiste en un muro almenado con torreones de defensa, comienzan las obras en 1598, los planes de fortificación consisten en la construcción de un castillo al norte de la Caleta (Santa Catalina), el cierre del istmo mediante un nuevo muro en el Frente de Tierra bordeado de dos nuevos baluartes (San Roque en el Atlántico y Benavides en la Bahía) y la protección de la Bahía interior gracias a un castillo en Matagorda y una plataforma artillada en Puntales. La muralla rodeaba el actual barrio del Pópulo, cubriendo levante, poniente y norte con tres lienzos cuyas puertas todavía se conservan con el nombre de Arcos de la Rosa, de los Blancos y del Pópulo
Tras el saqueo por el conde de Essex en 1596, crece en los ciudadanos de Cádiz la necesidad de unas murallas protectoras frente a asaltos similares. Salvo el frente de Tierra, el resto de las murallas se construirán lindando con el mar para dificultar posibles desembarcos.
Destacar tres de las principales fortificaciones:
Castillo de Santa Catalina
El castillo de Santa Catalina es una fortificación situada en La Caleta que se adentra en el mar gracias a unas escolleras. Fue construido a finales del siglo XVI siguiendo los planos del ingeniero Cristóbal de Rojas. De planta pentagonal, llama la atención las puntas que a manera de estrella salen al mar.
Durante el reinado de Carlos II se construyó la capilla y la sacristía en 1693. Esta capilla está dedicada a Santa Catalina de Alejandría y a la Purísima Concepción.
Carlos III en 1769 lo convirtió en prisión militar para personalidades destacadas. En ella estuvieron liberales e independentistas americanos y, a finales del siglo XX algunos implicados en el golpe de estado del 23 de febrero de 1981. El Ministerio de Defensa dejó de hacer uso del castillo en 1991.
El Baluarte de la Candelaria es una fortificación de la Edad Moderna.
Aprovechando una elevada punta de tierra, fue construido en 1672 por iniciativa del gobernador de la plaza Diego Caballero de Illescas. Protegido por un resistente muro que hace de rompeolas, con sus cañones se dominaba el canal de acceso al puerto.
Ha sido cuartel, maestranza de ingenieros y palomar del servicio colombófilo del Ejercito. Rehabilitado, actualmente se utiliza como espacio cultural. Se pensó construir un Museo del Mar en dicha sede y se reinauguró con ese nombre. Posteriormente se dejó como sede permanente de exposiciones.
Arco del Pópulo
Es la primitiva Puerta del Mar, o Puerta principal de la Villa, pues por ella se accedía a la zona portuaria, y estaba flanqueada por dos cubos.
Las aguas de la bahía, en efecto, llegaban muy cerca de ellas, pues lo que hoy día es la plaza de San Juan de Dios y fue Plaza Real, estaba casi ocupada por el Canal Bahía-Caleta y que constituía el verdadero muelle y puerto comercial de Cádiz. El canal, al irse cegando, se convirtió en unas pequeñas lagunas o boquetes (cuyo nombre fue dado a la actual calle Plocia), el segundo de los cuales se cegó hacia 1628 mientras que el otro lo hizo hacia 1618, quedando como una especie de astillero para barcos y navíos de pequeño porte.
A comienzos del siglo XVII se construyó ante ella la capilla de Nuestra Señora del Pópulo, que le ha dado el aspecto de pasadizo que presenta en la actualidad. Las características del paramento interior coinciden con las técnicas edilicias de las murallas islámicas de los siglos X y XI, mientras que el arco es muy posible que originalmente fuese de herradura. La disposición de sus dovelas permite situarlo en el siglo XII, en época almohade, como todo el perímetro murado original.
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Texto refundido y fotografías, tomado de diversas fuentes en internet.
Es media mañana de un día de fiesta de primeros de Noviembre, y he venido a mi lugar preferido para leer, pensar, escribir o hablar por teléfono sin prisas con alguno de mis amigos preferidos. Aquí soy más YO.
El lugar es el aparcamiento situado en primera línea, casi encima del mar, en una de las playas de la ciudad.
Vengo siempre fuera de la temporada de verano, claro. Toda la terraza para mí. Los veraneantes se han ido, dejando la playa para las gaviotas, los paseantes y los “contemplantes” como yo.
Me quedo dentro del coche, que he puesto pegado a la acera, junto a la escalera por la que se accede a la arena. Si llega alguien y se queda un rato, me molesta. Luego se va y vuelve la paz, la soledad de la buena. La mayoría de los coches que van llegando no paran; sus ocupantes miran al mar y se van. Yo no. Yo me quedo y contemplo esta bahía que la Naturaleza tuvo a bien dejar delante de nuestras casas, para deleite y disfrute de todos y “enganche” de muchos.
Cuando más me gusta venir es en días de mal tiempo. Sentir cómo, al llover, el agua discurre por los cristales, o los golpea con fuerza, o cómo resbala lentamente en forma de largas lágrimas. A través de los cristales veo el paisaje distorsionado, tembloroso: los barcos, el mar, Cádiz, la blanca Rota…
Si se avecina una tormenta me da un subidón… Veo llegar los nubarrones negros que parece que tienen prisa por dejar el mar y soltar todo el agua que traen en sus panzas grandotas y gruñonas. Primero llegan los relámpagos anunciando que ya está aquí, que te ha atrapado. Eso me da bastante miedo, pero del miedo malo, de pasarlo mal. Pero con tal de ver el espectáculo que se va a representar en este escenario único, me quedo y cierro los ojos, apretándolos muy fuerte para no ver la cegadora luz. A veces me impresiona por su grandeza y me voy para casa pues presiento que puede ser peligroso estando sola. La mayoría de las veces me quedo; no son tantas las ocasiones de tormenta que se dan por aquí.
¡Y hoy!
Hoy es uno de esos días en que la gente no
sale de casa. ¡Tenemos temporal de Levante! Y está nublado, con nubes bajas;
todo gris.
El que no ha vivido un día de temporal de
Levante, no sabe lo que es un día de viento, parafraseando en parte, lo que alguien
dijo en otro ambiente y quedó grabado en
azulejo.
Aparcada
en mi lugar de siempre, sólo puedo deciros que el coche se bambolea casi
constantemente. La arena azota fuertemente los bajos del coche, golpea la arena
en las ventanas y es imposible abrir la puerta.
Hay algún loco que corre por la playa. Que
digo yo que cómo se le ocurre a ese muchacho correr hoy. Mira que hay días en
el año; pues nada, hoy. La marea está baja y corre muy deprisa en dirección a
Fuentebravía. El viento lo lleva en volandas, que como sea un canijo, no va a poner los pies en el suelo. Cuando viene de
vuelta, camina formando un ángulo agudo con el suelo. Viene peleando con el
viento; no hay otra manera de hacerlo si no quiere ir de nuevo para Rota o
Fuentebravía, que eso nunca se sabe.
Y en otro orden de cosas:
Si
quieres saber si una persona es foránea, sólo tienes que oírla hablar en un día
como el de hoy:
-¡Qué aire hace!- dice.
- ¿Aire? A esto se llama VIENTO. A ver,
repita conmigo: VIEN-TO. Venga, otra vez.
Y ya no se le olvida en
la vida, pero eso sí, al hablarle debes
tenerle bien sujeto en el pretil de la playa, mirando hacia el Este, hacia
Medina. Lo de sujetarle no es por placer, no. Es que si le sueltas sale volando
como una cometa.
¡Bendito
Levante, que “todo lo verde lo seca, menos a los guardias civiles”!- como decía
el Papi, cuando iba por la playa vendiendo las patatas fritas.
Y es
verdad. Si no fuera porque de vez en cuando este viento nos visita o nos ataca,
(según se mire), y con la humedad que padecemos en la costa, estaríamos todos
bien floridos, que no hermosos. Me refiero a floridos de moho, “apurgaraos”
mismamente.
¡
Así que venga el Levante y que remenee mi coche conmigo dentro! ¡No viene mal
que la acunen a una de vez en cuando!
Laurentina Gómez Rubio
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Nota del editor:
Tiny, domina como nadie no solo el arte de contar, sino también el arte de recitar, el tono, la linea melodica de su voz, sus pausas, el movimiento acompasado de las manos, en como une entre si las frases, que parece que una atrae como un imán a la siguiente, que pone en tensión toda la historia, una veces cómica otras trágica, a veces interrumpe la narración para intercalar una poesía, de la que de ningún modo se puede prescindir. Tiene predilección por su admirado José María Gabriel y Galan. También cuenta dichos y relatos de su terruño, en el pueblo de Granja de Granadilla, al norte de la provincia de Cáceres. Siempre la escuchamos como suelen escuchar los niños lo que les maravilla, con los ojos ayudando a la oreja a oir y con la oreja ayudando a los ojos ver.