30.11.25

3 de diciembre. El mundo conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.



Este día fue instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Nos invita a reflexionar sobre los avances logrados en materia de inclusión, pero también sobre los retos que aún persisten para garantizar que todas las personas, independientemente de sus capacidades, puedan ejercer plenamente sus derechos.
La discapacidad no define el valor, la identidad ni el potencial de una persona. Sin embargo, aún existen barreras —físicas, sociales, comunicacionales y culturales— que limitan la participación plena en la educación, el trabajo, la vida social y el desarrollo comunitario:

Promover la inclusión no implica realizar acciones aisladas una vez al año, sino impulsar un cambio sostenido que permita crear entornos accesibles, justos y respetuosos.

La accesibilidad universal es clave para la construcción de sociedades verdaderamente inclusivas. Esto abarca:
La inclusión es una responsabilidad compartida: gobiernos, instituciones, empresas, comunidades y personas. Fomentar la empatía, la escucha y el respeto es tan importante como impulsar políticas públicas y prácticas laborales que garanticen oportunidades reales.

El 3 de diciembre no es solo una fecha conmemorativa, sino una oportunidad para cuestionar nuestros propios prejuicios, revisar nuestras prácticas y sumar acciones que eliminen barreras y amplifiquen la voz de las personas con discapacidad.

Construir una sociedad inclusiva no es un ideal lejano: es un camino que se recorre con decisiones concretas, con la convicción de que la diversidad nos enriquece y nos impulsa a ser mejores.


El objetivo que pretendemos con la edición de este artículo es, dar voz a este colectivo, acostumbrado a no salir en los medios de comunicación, excluidos en actos culturales o religiosos, y en la mayoría de los casos, por dificultades de accesibilidad. Recuerdo un artículo del profesor Dr. A.ntonio Leal, desde siempre obsesionado, comprometido y sensible con esta temática, titulado "Cuatro escalones", escribía:  Cuatro altos escalones a la entrada del edificio son un claro ejemplo de cómo las barreras arquitectónicas lo hacen inaccesible e imposibilitan la entrada a personas con diversidad funcional.
Si nos adentramos en el edificio nos encontramos que, la accesibilidad a los baños y su adaptación para uso de discapacitados no existen. Tampoco es posible localizar dentro del museo, elementos ópticos u auditivos que fueran fácilmente identificables, y en ningún caso existen visitas guiadas....
Este artículo fue escrito hace 12 años, aquellas personas interesadas en su lectura pueden hacerlo AQUÍ.

Un testimonio doloroso nos lo cuenta  María Eugenia, con una experiencia desgarradora y que es un ejemplo de vida:  
Tengo 40 años y soy Ingeniera de telecomunicaciones. Hace tres años, un accidente de tráfico, cambió mi vida de una forma que nunca imaginé. Recuerdo muy poco del impacto, pero sí recuerdo la primera vez que desperté en el hospital y escuché la frase que nadie quiere oír: "Vas a necesitar una silla de ruedas de ahora en adelante." Al principio sentí que mi profesión —mi pasión— se me escapaba entre las manos. Pensaba que ya no podría ser la ingeniera que soñé ser. Pero resultó que el accidente no me quitó las ganas, sino que me obligó a verla desde otro ángulo. Un ángulo más bajo, más lento, más humano. Aprendí a mirar los espacios con otros ojos. Antes me sabía la normativa de accesibilidad; ahora la siento en cada movimiento.
La silla me obligó a pedir ayuda, algo que nunca había sabido hacer. Curiosamente, esa vulnerabilidad me conectó mejor con mis compañeros. Escucho más, interpreto mejor, porque sé lo que es sentirse limitado. 
En la actualidad dirijo un pequeño estudio especializado en accesibilidad universal. Diseñamos espacios públicos desde la perspectiva de que todos merecemos movernos con libertad y dignidad.
Sigo visitando obras —con mi casco, mis planos y mi silla— y cada vez que los obreros me ven avanzar entre el polvo y la grava, recuerdo que la profesión se construye con personas reales, no con idealizaciones.
Ya no corro. Pero observo, analizo, pienso, propongo e imagino igual o más que antes. He descubierto que la silla no me detuvo: me reorientó.

Tratamos que este artículo nos ilumine para entender que la discapacidad es una percepción. Una percepción para aprender, siempre con dolor, a pervivir en este mundo, porque cuando ves lo que otros no ven, ya no puedes —ni quieres— mirar hacia otro lado.



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3 de Diciembre - Día Internacional de las Personas con Discapacidad

Gonzalo Díaz Arbolí

Orígenes de la "Nuba" o "Nawba" (cuyo significado es "turno" o "sesión")


La música clásica andalusí constituye uno de los legados culturales más singulares surgidos de al-Ándalus. Su estructura y evolución reflejan una síntesis entre oriente y occidente que, como la propia civilización andalusí, continúa asombrando a los estudiosos. Esta tradición se articula en torno a la nuba, una forma musical que anticipó en varios siglos las suites instrumentales europeas, desarrolladas en Occidente a partir del siglo XVI.


Orígenes en el Califato de Córdoba
Se considera que la música andalusí nació durante el Califato de Córdoba, en el siglo IX. El músico iraquí Ziryab —discípulo de la escuela de Bagdad y artista en la corte de ʿAbd al-Raḥmān II ha sido históricamente reconocido como su creador. "Ziryab cuyo nombre real era Abu l-Hasan ‘Ali Ibn Nafi’ nació en Bagdad alrededor del año 789 d.C.  Era de origen persa o posiblemente kurdo. Tras su llegada a Córdoba, introdujo innovaciones musicales, estéticas y pedagógicas que sentaron las bases de esta tradición: nuevos modos, técnicas interpretativas, reformas en la enseñanza musical y la incorporación de una quinta cuerda al laúd.

Difusión y esplendor
Durante el siglo XI, los territorios musulmanes de la península ibérica se consolidaron como un centro de producción y difusión musical. La cultura musical de al-Ándalus llegó gradualmente a Francia e influyó en los trovadores, extendiéndose más tarde al resto de Europa. De esta época datan también numerosos términos de instrumentos cuya raíz árabe aún permanece en lenguas europeas: laúd (ʿūd), rabel (rabāb), guitarra (qīṯāra) u órgano (urghun).

Twisya primera de la nuba Al-Istihlal perteneciente a la tradición andalusí. Música del siglo IX hasta la expulsión de los moros de la península Ibérica en el siglo XIV. Se ha conservado hasta nuestros días por tradición oral en el norte de áfrica. Las Twisyas son piezas instrumentales.


La estructura de la nuba
La nuba andalusí adquirió su forma definitiva entre los siglos XI y XII, quedando configurada como una secuencia de movimientos basados en un mismo modo musical, sobre el que se suceden variaciones ordenadas. Se trata, por tanto, de una estructura comparable a la suite occidental, aunque desarrollada antes que esta.

Cada nuba está regulada por un modo o escala. Según la tradición, existían originalmente 24 nubas, cada una asociada simbólicamente a una hora del día. Sin embargo, de este corpus solo han sobrevivido 16 en Argelia y 11 en Marruecos, que en conjunto conservan 25 modos andalusíes.

En Marruecos, cada nuba se divide en cinco secciones llamadas mīzān caracterizadas por ritmos distintos que se suceden de manera progresiva. Aunque una nuba completa puede durar entre seis y siete horas, en la práctica contemporánea se interpreta normalmente un solo mīzān.

La herencia en el Magreb
Aunque sus raíces se remontan a al-Ándalus, la nuba moderna se desarrolló con mayor claridad en el norte de África, donde esta tradición musical encontró continuidad tras la caída de los reinos andalusíes. Este legado dio origen a estilos como el al-âla magrebí, que conserva la estructura modal y rítmica heredada.
Las primeras notaciones de la música andalusí se realizaban en un sistema precursor del pentagrama actual, formado por cuatro líneas y tres espacios. Aunque menos detallado que los sistemas modernos, permitía fijar patrones melódicos y rítmicos esenciales.


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Nuba Andalusí  ¿transformada? en el Himno Nacional de España

¿A qué le suena? Parece una versión del himno de España. Esta nuba fue compuesta en el siglo XII por el filósofo y músico Ibn Bayya.
¿Cómo Espinosa de los Monteros pudo escuchar esa nuba andalusí, que refleja que la huella de Al Andalus llega hasta el propio himno de España? Hay muchas claves, que se hunden directamente en la historia musical de Al Andalus y de cómo sus notas han ido pasando de generación en generación.

Esperamos que disfruten de esta entrada realizada con criterio pedagógico y, reforzado con vídeos.  

EN UNA NOCHE MARAVILLOSA (Moaxaja) - NUBA GARÎBAT AL-HUSEYN [BITÂYHÎ]

Gonzalo Díaz Arbolí

29.11.25

La legendaria rivalidad entre Turner y Constable



La exposición Turner and Constable: Rivals and Originals, en Tate Britain (27 de noviembre – 12 de abril), aprovecha el 250º aniversario del nacimiento de ambos para desmontar ese falso duelo. En lugar de rivalidad, revelados trayectorias que se reforzaron mutuamente y que, juntas, transformaron el paisaje británico del siglo XIX

Un alumno copia obras de la exposición sobre Turner y Constable, en la Tate Britain.TOLGA AKMEN (EFE)


Durante décadas, la historia del arte ha narrado la relación entre J. M. W. Turner y John Constable como un enfrentamiento épico: fuego contra agua, poesía frente a verdad, pasión contra minuciosidad. Críticos, historiadores y el imaginario popular alimentaron la idea de que había que elegir un bando.

Al arte le encantan las rivalidades, recuerda Amy Concannon, comisaria de la muestra. Como Leonardo y Miguel Ángel o Picasso y Matisse, Turner y Constable han quedado grabados como opuestos. Turner, el explorador de la luz y el color; Constable, el pintor profundamente inglés de los paisajes rurales.

Sin embargo, la exposición muestra cómo ambos fueron, a su manera, revolucionarios. Críticos como Ruskin defendieron ferozmente a Turner —hasta criticar sus obras tardías—, mientras despreciaban a Constable, cuyo estilo acabaría influyendo en el paisajismo moderno francés.
La exposición reúne 190 piezas, algunas poco vistas en el Reino Unido en décadas. Entre ellas:
   
      El incendio de las Casas de los Lores y los Comunes de Turner, una explosión de luz y dramatismo.


El caballo blanco de Constable, una obra icónica que vuelve desde la colección Frick de Nueva York

Pero más allá de los grandes lienzos, son las pequeñas joyas —acuarelas, estudios del cielo, cuadernos de viaje— las que permiten ver la evolución íntima de ambos artistas.

El Turner maduro, capaz de convertir el Castillo de Norham en un amanecer casi abstracto, anticipa la modernidad con veladuras de luz que recuerdan a la pintura contemporánea.
Constable, por su parte, lleva la observación de la naturaleza al extremo. Sus estudios de nubes, inspirados en la clasificación del meteorólogo Luke Howard, revelan una obsesión casi científica por captar la luz cambiante del cielo inglés.

La vida de ambos parece concebida para contraponerse:
Turner, hijo de un barbero londinense, tuvo una carrera precoz y viajera. Expuso en la Royal Academy a los 15 años.
Constable procedente de una familia acomodada de Suffolk, luchó por el apoyo familiar y tardó una década más en lograr ese mismo reconocimiento.

Aun así, ambos compartieron un objetivo: convertir el paisaje en una categoría mayor, en un arte con voz propia en plena Inglaterra industrial.
La muestra en Tate Britain invita a mirar más allá del mito del enfrentamiento. Turner y Constable no solo fueron contemporáneos: fueron pioneros de una nueva forma de entender el paisaje, testigos de un país en transformación y artistas que, desde caminos distintos, se influyeron más de lo que nunca reconocieron.
Su rivalidad fue, en realidad, un diálogo silencioso que definió una época.

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Biografía y obras del pintor William Turner




JOHN CONSTABLE - LA PINTURA INGLESA DE PAISAJE DEL SIGLO XIX
Fuente: RAFA DE MIGUEL|Londres

Música y Matemáticas dos universos con muchas cosas en común.

Órbita del Sistema Solar

La relación entre música y matemáticas ha sido estudiada desde la época de Pitágoras, quien observó patrones numéricos en las vibraciones y en el orden del cosmos. Siglos después, Johannes Kepler profundizó en esta conexión al interpretar las órbitas planetarias como proporciones armónicas capaces de traducirse en notas musicales, creando lo que llamó un “coro cósmico”. Esta visión refuerza la idea de que ambas disciplinas comparten un pensamiento abstracto y una búsqueda de belleza universal. Dentro de esta tradición, Johann Sebastian Bach destaca como uno de los máximos exponentes por la estructura matemáticamente precisa de su música.
Las matemáticas están en todos lados. Se dice que los músicos y matemáticos tienen una forma de pensar muy parecida, con lenguajes universales, abstractos y en busca de la belleza. De ahí el famoso teorema expresado en la frase “hay geometría en la vibración de las cuerdas, hay música en los espacios entre las esferas”.
Pero quizás el mejor representante de esta tradición matemático-musical es Johann Sebastian Bach, el músico barroco alemán que nació el 31 de marzo de 1685 en Eisenach, y murió el 28 de julio de 1750 en Leipzig.

La estructura de sus obras es pura geometría La genialidad alcanza su cénit con el contrapunto y la fuga, composiciones en las que la estructura geométrica es incuestionable. Se parte de uno o varios temas y se les somete a transformaciones geométricas que mantienen la forma del tema: traslaciones, giros y simetrías que confieren a la obra una estructura muy rígida, pero en la que el compositor encontró una fuente de inspiración. Se planteaba las fugas con el mismo rigor estructural que un geómetra, pero les añadía una velocidad y brillantez en la improvisación, que resultaron admirables.
Bach vivió en una época de auténtica revolución intelectual a la que, sin duda, contribuyó desde la Música. Probablemente ningún músico haya innovado y aportado tanto a la música en síntesis, organización y maestría técnica como él. En la inscripción de "Quaerendo Invenietis" (Busca y deberás encontrar) en su colección, Ofrenda musical, BWV 1079, una de las grandes obras maestras de simetría musical y en la cual se revela la visión toral de Bach.

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Se denomina BACH, en música a la secuencia de notas siguiendo la anotación anglosajona que asocia las notas con las letras:
B:   Si bemol 
A:   La  
C:   Do            
H.   Si 
por lo que al componerlo resulta : BACH.
Alguien que oculta su nombre en sus composiciones es aficionado a los enigmas muy enrevesados.

Como demostración pueden escuchar: El arte de la fuga, BWV 1080.
Está considerada una de las obras maestras de la historia de la música, la más teórica con una compleja y magnífica demostración de su conocimiento contrapuntístico. Fluye como una secuencia matemática, su melodía está compuesta a partir de las lineas melódicas, primero plantea el tema en el preludio, como si nos diera una pista, después va sumando las lineas, las combina trenzadas una con otras, sumando las líneas y todo eso con dos manos, es como un puzle.

Lo que resulta mágico de Bach es que cuanto mas lo escuches, más consigue diferenciar mentalmente una de otras. Su música no deja nada al azar y ayuda a reflexionar.

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El arte de la fuga, BWV 1080.

La música y las matemáticas son dos milagros extraordinarios de la raza humana. Lévi-Strauss considera la invención de la melodía como “una clave para el misterio supremo” del hombre, una pista que nos podría conducir, si pudiéramos seguirla, a entender la estructura y el carácter diferencial de la especie.
No hay ninguna duda: la música y la ciencia son dos universos con muchas cosas en común.

Interesados en profundizar en el estudio de los campos intelectuales (música y matemáticas) donde el ser humano realizó importantes hazañas, pulse en el siguiente enlaceFragmento de “Muerte de reyes”, en Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución del lenguaje (Ed.Adriana Hidalgo, trad. Edgardo Russo).

Disfruta con Aire. El sueño es un arte poético involuntario (Kant)

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Aria para la cuerda de sol es un arreglo musical hecho por el violinista August Wilhelmj del segundo movimiento de la Suite orquestal nº 3 en re mayor, BWV 1068 de Bach.

La audición musical implica una actitud que es subjetiva y objetiva al mismo tiempo. Lo que el lector debe procurar, pues, es una especie de audición más activa. Lo mismo si escuchamos a Beethoven que a Elvis Presley, podremos hacer más honda nuestra comprensión de la música con sólo ser unos oyentes más conscientes y enterados, no alguien que se limita a escuchar, sino alguien que escucha algo.

Fuente:  
Serie de TV "Bright minds. T. 1 capítulo 9
Artículo de Pablo Javier Piacente. 10 marzo 2022
George Steiner en su libro Extraterritorial, Seix Barral
                                                                                                                          Gonzalo Díaz-Arbolí

28.11.25

José Tomás Pérez Sellés: La guitarra en la segunda mitad del siglo XX

 


José Tomás Pérez Sellés (Alicante, 26 de agosto de 1934 – 7 de agosto de 2001) fue guitarrista clásico, transcriptor y profesor, considerado una de las figuras más influyentes de la guitarra del siglo XX. Su papel fue decisivo en la consolidación de una escuela guitarrística española renovada, heredera de Andrés Segovia pero con un enfoque técnico y musical profundamente personal, más analítica y meticulosa. Aunque su proyección como concertista fue notable, su impacto histórico se debió sobre todo a su labor pedagógica, que transformó la formación profesional del guitarrista moderno.

Tomás comenzó sus estudios musicales junto al compositor alicantino Óscar Esplá, figura clave del panorama musical español. Este contacto temprano marcó su futura concepción de la guitarra como instrumento capaz de articular discursos con claridad pianística. Transcribió para guitarra la Sonata Levante de Esplá y redescubrió Tempo di sonata, estrenándola en 1978, lo cual refleja su interés por ampliar el repertorio más allá del canon guitarrístico tradicional.

Aunque mayormente autodidacta, complementó su formación con maestros de la talla de Regino Sainz de la Maza, Emilio Pujol y Alirio Díaz, tres pilares de la tradición guitarrística española. Esta combinación moldeó en Tomás una síntesis muy personal. Por recomendación de Díaz estudió con Andrés Segovia en Siena, lo que lo situó directamente en la línea del maestro que había revolucionado la guitarra en el siglo XX. Tras esos cursos, se convirtió en su asistente en Música en Compostela, un reconocimiento que Segovia solo otorgó a quienes consideraba dotados no solo técnicamente, sino también intelectualmente.

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José Tomás interpreta "Habanera" de E. Sainz de la Maza

Durante las décadas de 1950 y 1960 la guitarra clásica vivía una expansión sin precedentes: surgían nuevos conservatorios, concursos internacionales y un creciente interés por el repertorio antiguo. Las técnicas de transcripción y los criterios interpretativos se encontraban en plena revisión. En este contexto, José Tomás destacó por aportar un enfoque crítico, basado en el respeto al texto original y en una lectura menos romántica y más estructural de la música.
Uno de los gestos más reveladores de su visión artística fue la invención de una guitarra de ocho cuerdas, construida por José Ramírez III especialmente para él. Estas dos cuerdas adicionales respondían a su interés por interpretar repertorio renacentista y barroco sin sacrificar notas.

La verdadera huella histórica de José Tomás está en su labor como profesor. En el Conservatorio Superior de Música “Óscar Esplá” de Alicante —del cual fue catedrático durante décadas— instauró una metodología basada en el análisis estructural, la técnica consciente y la disciplina auditiva. Muchos de los guitarristas formados a su lado llegaron a ocupar cátedras y escenarios en diversos países.
Desde mediados de los años 70, y tras la retirada progresiva de Andrés Segovia, fue primero asistente y luego sucesor en los cursos de Música en Compostela. Allí estableció un estándar interpretativo basado en la limpieza del fraseo, el equilibrio polifónico y una interpretación fundamentada en la comprensión profunda del estilo de cada época, alejándose de las lecturas excesivamente románticas o de virtuosismo superficial.
Su figura es muy respetada por guitarristas de todo el mundo. Su influencia, por tanto, trascendió fronteras y contribuyó a internacionalizar la pedagogía guitarrística española.

Como intérprete, Tomás era admirado por su sonido equilibrado, siempre al servicio de la claridad y de la arquitectura musical. Su repertorio se caracterizó por la búsqueda de coherencia estilística: desde las transcripciones renacentistas y barrocas que ampliaban el alcance del instrumento, hasta la música del siglo XX.

Su capacidad para combinar erudición y humildad lo convirtió en un referente pedagógico único, creando un estilo interpretativo que influyó en generaciones posteriores y que hoy sigue presente en la enseñanza de la guitarra clásica.

El maestro José Tomás, en una grabación realizada en Tokio en 1968

Gonzalo Díaz Arbolí

26.11.25

Tertulia de los Cántaros. Los hombres inteligentes aprenden, los demás, enseñan. , Antón Chéjov.



Hoy 26 de noviembre de 2025, miércoles, día de tertulia. Ha amanecido frío, 7 grados C. y gracias a la generosidad de nuestro contertulio, José Luis Meléndez, hemos tenido la suerte de desayunar con migas extremeñas regada además, con un vino tinto especial, también de Extremadura. Parece que adivinó que con el frío las migas y más aún las hechas con la receta extremeña, nos hizo entrar en calor. Al probarla unas lágrimas resbalaron por nuestras mejillas, además sin pimentón de la Vera ni chorizo. Y a pesar de todo, nos supieron a gloria bendita.

Si lo piensas bien, la historia humana no es más que una conversación larguísima, interrumpida mil veces y retomada otras tantas. Pero hoy no aspiro a tanto: me basta con algo parecido a una tertulia entre amigos, aunque el término esté ya tan desgastado por su uso en los medios.
En España siempre hemos tenido buen ojo para las tertulias. Conversar es casi una necesidad vital: nos conecta, nos abre, nos enseña. Al fin y al cabo, “conversar” viene de dar vueltas juntos, de moverse alrededor de las ideas. Y el diálogo, desde Sócrates, ha sido la herramienta para buscar la verdad sin más armas que la ironía, la escucha y las palabras.
Una buena conversación necesita tiempo, calma y un mínimo de respeto. No es un ring para ver quién tiene razón, sino un espacio para disfrutar. Y aunque los interlocutores importan, tampoco demasiado: uno debería poder conversar hasta con el mismísimo diablo, siempre que acepte las reglas básicas. La primera: la cordialidad, esa mezcla de franqueza y amabilidad que nace del corazón.

El tema en sí no es lo esencial. Puede ser profundo o trivial, da igual, siempre que haya respeto y ganas de aprender. A veces aprender es solo ejercitar la paciencia. Pero la vanidad, la repetición, la intransigencia o el orgullo matan cualquier intento de diálogo. 
A una conversación real le hacen falta cuerpos, voces, tiempo compartido, hablar para reconocerse, hablar para entender el mundo un poco mejor. No hay cordialidad sin buena educación. Una buena conversación suele ser el comienzo de una buena amistad, pues la crea lazos de afectos y deja asuntos pendientes que obligan a nuevos encuentros.

Ya hemos comentado que el tema no es lo más importante de una buena conversación. Puede ser más o menos trivial, más o menos trascendente, pero siempre debe ser amable y, desde luego, un buen conversador ha de ser respetuoso con la posible ignorancia de la otra parte. Siempre se puede aprender algo, aunque solo sea a tener paciencia. Hablar por hablar es una arte a veces, pero en una buena conversación es más importante pensar lo que se dice que decir lo que se piensa. Aun así, las obviedades, las repeticiones, las vulgaridades no son bue consejeras en una buena conversación. Tampoco la vanidad, la intransigencia y el orgullo.

A la comunicación se le deba llamar conversación, que necesita del contacto, de la proximidad y del sonido de las palabras. Podría pensarse que conversar es un arte en peligro de extinción. Y mientras sigamos hablando, con alegría, con  entusiasmo, con  vitalidad, renace  la esperanza de que esa cosas que llamamos futuro es posible. Lo que no deja de ser un buen tema de conversación.

Reunión de la tertulia "Los Cántaros" Hacer clic sobre la imagen para visualizar el vídeo.

Galería de fotografías:



Tertulianos de Los Cántaros
Envejecer aprendiendo
26 de noviem,bre de 2025

Cristóbal Domínguez Durán, poeta y crítico literario.


Nace en Vejer de la Frontera el 7 de agosto de 1993, vive allí hasta los 18 años cuando, a la edad de empezar sus estudios universitarios, se traslada a Sevilla para realizar el grado en Filología Hispánica. Tras una estancia en Varsovia, en 2016 pasa a vivir a Granada para estudiar un máster en Estudios Literarios y Teatrales.

Poeta reflexivo, su modestia le niega ser conocido, parece haber tomado desde un comienzo la honesta decisión de pasar desapercibido. Es una persona que no se deja tentar por la vanidad, no hace alarde de su talento, antes al contrario, cree, que es más bello iluminar que brillar.
Por esa razón opina que, el poema no se escribe, el poema se gesta, para después alumbrar.

Si los nombres invocan a las cosas
y a mí nadie me llama
es que no existo.

Altamente comprometido con temas sociales y culturales, es una voz crítica con la realidad actual.
Aunque convencido dice: 
“Se puede vivir de la poesía. Yo sin poesía no viviría”

“Para mí la poesía no es emoción ni belleza, es una forma de interpretación del mundo para arreglarme conmigo mismo, tanto como lector como poeta”.

“Vivimos en un mundo en el que cuesta mucho pronunciar palabras alejadas del materialismo como alma o inspiración”.

“Pienso en
tener un sueño ajeno
No de otra persona
sino un sueño animal
De vaca o de ballena
Quiero vivir

De su libro “Secuelas” tomo estos versos con una carga filosófica trascendental:

Un fuego se ha extinguido
Ya no arde pero es cierto
en la mente y el humo.

O este otro, donde atraviesa la puerta del optimismo esperanzador:

Tengo que abrir los ojos.
No me resigno, aunque lo que vea
sea muerte manando de los vuestros.
Veo un fanal de luz, hacia él voy […]


Ganador del II Premio de Poesía de la Universidad Carlos III de Madrid, por su poemario “Nadie nos cuida en el sueño”; un certamen que en su segunda edición ha contado con la participación de más de 600 autores. El jurado ha destacado que “se trata de un libro que rebosa talento imaginativo, con multitud de imágenes sencillas, claras y luminosas; se inscribe en una determinada tradición de la poesía, pero muestra un distanciamiento que le otorga una voz poética propia, original y sorprendente", según ha publicado la propia Universidad de Madrid.

Este galardón, promovido por el Vicerrectorado de Comunicación y Cultura en colaboración con la editorial Pre-Textos, pretende "estimular y reconocer la producción poética contemporánea en lengua castellana".

El acto de entrega contó con la presencia de la Vicerrectora de Comunicación y Cultura de la Universidad Carlos III de Madrid, Pilar Carrera; el presidente del jurado, Nuno Júdice y el editor de Pre-Textos, Manuel Borrás. Durante el acto, la actriz Fernanda Orazi recitó algunos versos del poemario ganador acompañada a la guitarra por Sohta Nakabayashi.

Ganador del XXXIX Premio de Poesía Arcipreste de Hita con su obra ‘Secuelas‘.
Este libro constituye el descubrimiento de las invocaciones desbordantes de esperanzas. Es un regalo para el lector.
Destaco este poema: 
Noche descubierta

Un haz de hogueras ilumina
los bloques de otras calles.
La noche se desnuda
allá, sobre las azoteas de otro barrio.

Déjame beber de tu nervio más mediano,
de la terminación que canta en tu sexo.

Ni tú, ni yo, ni el deseo.
Son las luces de enfrente
las que descubre esta grieta
y propician que te llame hoy.
Ni tú, ni yo, ni el deseo,
ni el triste adiós en la ceniza
que nos demos mañana.
Sí las ventanas encendidas
de los otros.


Presenta su libro "Nadie nos cuida en el sueño" la Dra. en Filología Hispanica: Olga Rendón

Comparto con el poeta esta frase leída en una de sus entrevistas: "Mucha gente de mi generación no vive en Vejer aunque le gustaría. Se debe acabar con la idea de que la gente sale del pueblo para triunfar. No, salimos del pueblo porque la falta de oportunidades nos obliga”

A propósito de la frase anterior. Permítanme una declaración, recordando los versos de otro gran poeta vejeriego: Francisco Basallote:  “Los hermosos días perdidos de la adolescencia”. 

Para siempre perdí el tiempo de mi adolescencia;
y con él, los hermosos días de corazón enardecido
por vendavales de ternura
que solo en su añoranza estérilmente vuelven.

"Cuando rememoro la noche en que dejé tantas cosas queridas, todavía hoy caen lágrimas de mis ojos".

La nostalgia me suscitan recuerdos de otros tiempos, las oportunidades que la inocencia dejó pasar; y tengo la sensación de que la vida, en realidad, fueron aquellos años fundamentales en que empezábamos a mirar la existencia; la luz de la adolescencia es, en verdad, la que nos acaba iluminando para siempre. 
Decía Pío Baroja que “En buena parte somos la prolongación de nuestro pasado; el resultado de un recuerdo “

Con mi admiración y enhorabuena a Cristobal Domínguez, joven y prometedor poeta, un cordial abrazo.

EN OCTUBRE

Hay en las hojas de la tarde
una luz leve
que podría volarse
con un poco de viento.

Sé muy bien
el largo tiempo que llevo preparándome
para verla.

La observamos.

En los ojos se nos quema el verde
y de la tarde apenas queda nada
sin consumir.

Permanece la luz,
como todo lo que no vive.

Te doy la mano para cruzarla juntos,
para no arder, absortos, con el verde,
sin darnos cuenta.

 

Gonzalo Díaz-Arbolí
                                                  Académico de Bellas Artes Santa Cecilia



Acto de Presentación del Libro: 
Galería de imágenes, tomadas del muro de facebook de Don José Ortiz Galván, Concejal del Ayuntamiento de Vejer de la Frontera.




BONITA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “NADIE NOS CUIDA EL SUEÑO” DE NUESTRO VECINO CRISTÓBAL DOMÍNGUEZ DURÁN, II PREMIO DE POESÍA DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID

Esta tarde se ha presentado en Vejer el nuevo libro “Nadie nos cuida en el sueño” de Cristóbal Domínguez Durán, reconocido con el II Premio de Poesía de la Universidad Carlos III de Madrid.
En su día el jurado destacó que “se trata de un libro que rebosa talento imaginativo, con multitud de imágenes sencillas, claras y luminosas; se inscribe en una determinada tradición de la poesía, pero muestra un distanciamiento que le otorga una voz poética propia, original y sorprendente.” 
Hoy lo hemos podido comprobar en un salón lleno de vecinos y vecinas y sobre todo de personas que admiramos a Cristóbal. Cuánto valor tienen sus poemas y sus palabras llenas de sentimientos y de vivencias. 
Felicidades a ti y también a tu familia por el apoyo he siempre te han brindado. Felicidades también a Olga Rendón por su presentación. Olga siempre es buena garantía. 
¡Enhorabuena Cristóbal! Vejer, tu pueblo, a tu disposición.
José Ortíz
Concejal del Ayuntamiento de Vejer

25.11.25

José María Gabriel y Galan. Dedicado a Tiny Gómez Rubio, extremeña, de la Granja de Granadilla (Cáceres)

Retrato de José María Gabriel y Galán / Óleo sobre tela 92 x 33 cm / Colección Universidad
de Extremadura (UEX) / Pintor Alejandro Cabeza 2015


José María Gabriel y Galán nació en el seno de una familia campesina con profundas raíces charras por parte paterna y materna, salvo su abuelo materno, que era médico-cirujano de Coria (Cáceres). Su padre, Narciso Gabriel Panadero, labrador y ganadero acomodado, representaba el prototipo del charro tradicional, mientras que su madre, Bernarda Galán Casquero, destacaba por una sorprendente cultura para su entorno rural y por su inclinación hacia la poesía, siendo inspiración directa de “El ama”. La familia tuvo ocho hijos, de los cuales sobrevivieron cinco; José María fue el séptimo.

Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Y fui como mi padre, y fue mi esposa
viviente imagen de la madre muerta.
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!

Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
la patria idolatrada,
la casa solariega,
con la heredada historia,
con la heredada hacienda.
¡Qué buena era la esposa
y qué feraz la tierra! …
.................
Pero yo ya sé hablar como mi madre,
y digo como ella
cuando la vida se le puso triste:
«¡Dios lo ha querido así! ¡Bendito sea!»

La infancia del poeta no tuvo particularidades notables, salvo su temprana inclinación literaria. Desde muy joven compuso poemas de tono satírico sobre la vida política local, lo que llamó la atención de su maestro. Tras insistencias de éste, su padre aceptó que estudiara Magisterio. José María cursó la carrera en la Escuela Normal de Salamanca, donde obtuvo brillantes calificaciones. Pronto, ya como maestro elemental, ganó por oposición una plaza en Guijuelo. Antes de incorporarse, realizó un cuarto curso en Madrid para poder acceder a cátedras en el futuro. Su estancia en la capital fue su primer encuentro con la gran ciudad, experiencia que posteriormente reflejaría en su obra.

En 1889 pasó un verano en Galicia, única ocasión en que vio el mar, antes de comenzar su labor docente en Guijuelo. En 1892 obtuvo una plaza de mayor categoría en Piedrahita (Ávila), donde permaneció hasta 1898. Ese año contrajo matrimonio con Desideria García Gascón, joven de familia acomodada del Guijo de Granadilla (Cáceres). Los tíos de su esposa, sin descendencia, le propusieron abandonar la docencia para encargarse de sus tierras y ganados, oferta que aceptó tras meditarlo, pues sentía una profunda afinidad con la vida rural. El matrimonio tuvo cuatro hijos.

Durante su etapa en Piedrahita, el poeta comenzó a publicar regularmente en periódicos y revistas como Revista Popular, Heraldo de Ávila y La Lectura Dominical. En 1898 se trasladó a Guijo de Granadilla, donde inició una vida plenamente dedicada a la literatura. Allí nació su primer hijo, ocasión en la que escribió “El Cristu benditu”, poema que atrajo la atención de Unamuno, quien se convirtió en uno de sus principales valedores. A partir de este poema también estableció contacto con Ramón Menéndez Pidal, interesado por las hablas dialectales extremeñas, con quien mantuvo correspondencia sobre temas folclóricos y lingüísticos. Durante estos años trató asimismo con figuras literarias como Emilia Pardo Bazán, Pereda o Sánchez Rojas.

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Vídeo-Poema. El Cristu Benditu, poema en castúo, en la voz de Mercedes Pérez
Es una pena que no podamos escuchar el poema en la voz de Tiny Gómez

En 1901, tras la muerte de su madre, compuso “El ama”, elegía que presentó a los primeros Juegos Florales de Salamanca por recomendación de su hermano Baldomero. Ganó la Flor Natural y alcanzó una enorme notoriedad. Desde entonces comenzó un período de intensa actividad literaria, con múltiples colaboraciones en prensa regional y nacional. En 1902 publicó su primer libro, Castellanas con prólogo de F. Fernández Villegas. Ese mismo año dio un recital muy exitoso en el Ateneo de Madrid, aunque la prensa liberal lo silenció, reflejo de la imagen erróneamente clerical con la que se le identificaba por su religiosidad.

Su prestigio se consolidó al ganar numerosos premios en certámenes poéticos: la Flor Natural en Zaragoza (1902), diversos galardones en los Juegos Florales de Murcia y Béjar (1903), y en 1904 la Flor Natural y el premio especial del Centre Catalá de Buenos Aires. Publicó Extremeñas en 1903, obra escrita en el dialecto de la Alta Extremadura, año en que fue nombrado Hijo Adoptivo del Guijo de Granadilla, donde leyó “Solo para mi lugar”.
En 1904 publicó Campesinas y ganó nuevos premios por composiciones de tema religioso y social. Su popularidad era entonces enorme.

José María Gabriel y Galán murió prematuramente a los treinta y cuatro años en Guijo de Granadilla, donde reposan sus restos. Su fallecimiento causó un profundo impacto, reflejado en numerosos homenajes y necrológicas. Pese a su breve vida, dejó una obra poética ampliamente valorada, estrechamente unida al mundo rural, a las tradiciones y lenguas locales, y a una visión ética y religiosa muy personal.

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EL EMBARGO. JOSÉ Mª GABRIEL Y GALÁN

Gonzalo Díaz Arbolí
Destinado a mis
amigos extremeños de la tertulia 
de Los Cántaros.

Discurso íntegro de Landero en las Medallas de Extremadura



Cuando yo era niño (de esto hace ya más años de los que yo quisiera), mis padres, mis abuelos, mis mayores, y en general la gente de entonces, solían darme un consejo que yo creo que explica algo muy significativo de la mentalidad de aquella época. Me decían: «No des que hablar», «no te signifiques», «no llames la atención». Nada que ver, desde luego, con ciertas tendencias actuales, donde tantos y tantas se esfuerzan y cifran el éxito personal en dar que hablar, en significarse, en llamar la atención. Y ese consejo, que entraña una visión moral de la vida y del mundo, está para mí relacionado con otro, que es acaso el mejor consejo que yo haya recibido nunca. «Haz las cosas con jeito», me decían a menudo mis padres, sobre todo cuando hacía algo de mala gana, o de cualquier manera, o lo dejaba a medio hacer.

He hablado ya muchas veces de esta palabra, y no me canso de hacerlo, porque hay pocas palabras de un significado tan hondo, tan palpitante, tan extraordinario como esta. Esa palabra no existe ni tiene un equivalente en español. En Alburquerque, como en toda la Raya, hubo siempre mucho contrabando. Y, entre otros productos, también había contrabando léxico. Era un gusto oír hablar a aquella gente en una graciosa mezcla babélica, donde a menudo el español ponía la letra y el portugués la música. Pues bien, jeito es una palabra tomada del portugués, de «jeitu», que significa «disposición, actitud, gesto, modo, manera, con que se hacen las cosas». Esa palabra es una construcción semántica maravillosa, comparable a una catedral. Es el resultado de muchos siglos de vida, de civilización, de refinamiento moral y cultural. De la misma raíz proviene el gallego xeitoso, «gracioso», «gentil». Hacer las cosas con jeito es, por consiguiente, hacer las cosas bien, con gracia, con gentileza, con cuidado y esmero, y no tanto por un interés inmediato sino porque sí, por el gusto de hacerlas bien, por el orgullo del trabajo bien hecho, por la satisfacción de poner lo mejor de uno mismo en lo mínimo que se haga, como dice Pessoa.

¿No habéis visto en el campo esas paredes de piedra seca construidas por gente anónima muchos años atrás? Yo vi levantar algunas en mi infancia y recuerdo el cuidado con que el artesano, casi orfebre, elegía y encajaba las piezas. Cualquier pared medianamente sólida habría servido para cercar una tierra. Pero no: había que hacer las cosas con arte, con finura, con jeito. Ese era el añadido que confería brillo al instante, que hacía único e irremplazable al artífice. Con jeito se tejían los pobres sus humildes capotes de juncos para protegerse de la lluvia (y que tenían un empaque de capas pluviales en día de gran liturgia), o los garlitos para pescar en los regatos, cuyo diseño y pompa parecían más hechos para atrapar tritones y sirenas que no los insignificantes bordayos y colmillejas que se estilaban por allí. Eso es el jeito. El niño, que juega en soledad y se esmera en lo suyo, sin necesidad de ser mirado ni admirado, nos resulta jeitoso. Y también lo es Sócrates, y con qué profunda levedad, cuando aprende a tocar un aire de flauta en su última noche de condenado a muerte. «¿Por qué, maestro, si vas a morir en breve?» «Por el gusto de saber algo más antes de morir», fue la respuesta de Sócrates. De niños nos decían que había que hacer las cosas siempre bien porque Dios nos estaba observando y juzgando en cada instante. Pero a los que no somos creyentes nos debería bastar con el valor que de por sí tienen las cosas bien hechas para hacerlas por eso mismo lo mejor que sepamos. Óscar Tusquets analiza obras arquitectónicas antiguas donde hay detalles magníficos en emplazamientos recónditos, que escapan a la mirada del curioso. ¿Para qué se hicieron entonces, y por qué tanto afán en algo que nadie lo va a ver? Y aquellos artistas y artesanos decían: «Dios lo ve». Sí, es un placer trabajar con jeito, hacer las cosas lo mejor posible, aunque solo sea por ese anhelo de perfección que late en lo más profundo del alma. Pero es que, además, como es fácil deducir, en esa palabra hay todo un programa político y moral.

Quizá algunos de vosotros esperaban que viniese aquí a hablar del tren, de ese dichoso tren que nunca acaba de llegar a estas tierras. Pues sí, de eso precisamente voy a hablar. Porque, es oír hablar del tren, y a mí se me revuelven las entrañas, me da un sofocón, se me caen los palos del sombrajo. Una pregunta: ¿os imagináis que la mayoría de nuestros políticos (los de hoy, los de ayer, los de siempre) fuesen jeitosos? No hace falta decir que, si algo así fuese posible, ya hace tiempo que habría un tren digno para Extremadura. No hablo de un AVE: solo digo un tren digno. Pero no: Extremadura sigue estando muy lejos, es el Lejano Oeste, y esa lejanía es en verdad un oprobio, una humillación y una burla. Una más entre tantas que hemos sufrido en nuestra historia. Así que, a cuantos políticos y mandamases les corresponda responsabilidad en este desafuero y esta afrenta, les digo: Queridos políticos, iréis de cabeza al infierno. Pero no por haber sido perezosos, bebedores o puteros o codiciosos o serviles o cobardes o descreídos. No, eso Dios lo perdona. Iréis al infierno por no haber traído a Extremadura el tren que Extremadura se merece. Ese pecado sí es imperdonable, porque detrás de él está la persistencia en el pecado durante muchos años, y está la deslealtad, el desprecio, la injusticia, la arrogancia, la ineptitud… y por supuesto la absoluta y lamentable falta de jeito. Queridos políticos, en confianza y cordialmente: sois unos canallas.

Yo soy de Alburquerque, como muchos de vosotros sabéis. En 1960, mi familia, como tantas, emigró a Madrid. Íbamos en aquellos trenes de carbón que tardaban…bueno, a veces casi tanto como los de ahora. Y uno llegaba a Madrid con la cara manchada de carbonilla y los ojos llenos de asombro, de miedo y de esperanza. Así fue: así comenzaba aquella aventura, aquella tremenda desbandada que fue la emigración. Allí culminó lo que ahora se llama, como si fuese una novedad, la España vaciada. Ninguna región sufrió una emigración tan masiva como Extremadura. Los emigrantes no se fueron: los echaron de su tierra, de una tierra donde no había futuro para ellos ni para sus hijos, y donde, por eso mismo, eran poco menos que forasteros. Forasteros en su propia tierra. Recuerdo que una vez, hace muchos años, un librero de Cáceres (siento no recordar su nombre), que tenía su negocio en la Plaza Mayor, me dijo: «Los extremeños no tenemos pasado». «¿Y todo eso?», señalé yo la ciudad antigua. «Ese pasado no es nuestro», dijo él, «sino de los dominadores, de la aristocracia y la púrpura que señoreó aquí y esquilmó estas tierras». Queridos políticos de la edad contemporánea, es decir, de los siglos XIX y XX, todos los que fuisteis responsables y cómplices con la aristocracia y con la púrpura del abandono de estas tierras, donde tantas indignidades sociales se han dado cita, escuchadme desde el infierno: lo que fueron los sacamantecas, los hombres del saco, las pantarujas, los cocos y camuñas para los niños, lo habéis sido vosotros para los mayores.

Pero vengamos al presente. La Extremadura de hoy tiene poco que ver con la Extremadura que, por ejemplo, yo conocí de niño y no tan de niño, y no digamos la de nuestros padres y abuelos. La educación, la sanidad, las infraestructuras, el comercio, la cultura, la mentalidad, las formas de vida…, todo eso y más, convierten a Extremadura en una autonomía moderna y pujante como la que más. Y, sin embargo, los tópicos siguen vigentes, al menos en parte. Y es que los tópicos, cuando fraguan, cuesta muchísimo ya desmontarlos. Tópicos que vienen de muy atrás. Que vienen de Larra, por ejemplo, que entre otras lindezas dice que los extremeños somos «indolentes, perezosos, hijos del clima», pero obsequiosos, nobles y pacíficos. «Hijos del clima», dice, así, sin sonrojo, o como se dice coloquialmente, con un par. ¿Y qué decir de Unamuno? Unamuno viajó a Extremadura cargado ya de tópicos, y lo único que hizo fue confirmarlos, remacharlos. ¡Qué de generalidades y tontunas dice don Miguel sobre Extremadura! Por ejemplo, dice que el extremeño es, sobre todo, casinero. He aquí que alguien detecta al fin el gran mal que aflige a Extremadura: los juegos de azar. Esa pasión por el juego explica que de aquí hayan salido tantos conquistadores, razona Unamuno. Dice: «El Perú fue el tapete verde en que echaron sus cartas los Pizarro». Acabáramos. Ya me imagino yo a Hernán Cortés dudando ante el casino: «¿Qué hago? ¿Me echo una partidilla al cinquillo o me embarco para las Indias?» Los extremeños tenemos un carácter aventurero, nos dice Unamuno, algo que en tiempos nos hizo conquistadores y luego ludópatas.* ¿Cómo es posible, me pregunto, que se haya tomado en serio toda esa palabrería tan estrafalaria y ridícula? Y lo que digo de Unamuno, lo podría decir también de Ortega y de otros muchos. Eso sí, siempre hay unos elogios acerca de nosotros, elogios también tópicos y huecos, que están ahí como para compensar los daños.

Los tópicos son hijos de la pereza mental y de la estupidez. Son muy agradecidos, sí, porque quien se encomienda a ellos, ya no necesita pensar, ya está todo pensado. Pensado de una vez para siempre. Así que Extremadura es víctima de los tópicos, es decir, de la pereza mental y de la estupidez. Todavía hoy, hablando con unos y con otros, al saber que uno es extremeño, te dicen: «¡Ah, pues Extremadura es muy bonita!, ¡y se come muy bien!, ¡y los extremeños son muy majos!», donde late un halago que minimice los prejuicios que aún laten sobre nosotros. Dan ganas de responder: «Pero ¿tú estás tonto o qué?» O bien te dicen: «Pues en Extremadura hay muy buenos escritores», como si eso tuviese algo de sorprendente. Pues claro que hay buenos escritores. Y malos y regulares. Como en todas partes.

Y sin sin embargo, ocurre que también nosotros, los extremeños, somos a veces víctimas de esos tópicos y prejuicios. Por mi parte, yo soy radical es esto, y creo que todos deberíamos serlo: ni un menoscabo más, ni una bromita más, ni una chorrada más sobre Extremadura y sobre los extremeños. Aunque solo sea por higiene mental, por no incurrir en la pereza y en la estupidez.

Solo una cosina más para acabar, que ya está bien de cháchara. Ya he contado muchas veces, y con mucho orgullo, que yo nací en una familia campesina. Mis padres, mis abuelos, mis tíos, todos sin excepción, eran campesinos. Apenas habían ido a la escuela. El tiempo justo para aprender malamente a escribir, a leer y a hacer las cuentas. Algunos eran analfabetos o semianalfabetos. En ninguna casa de mi numerosa familia había libros. Todos, sin embargo, respetaban mucho la cultura, respetaban a los maestros, respetaban el saber, y se esmeraban en hablar lo mejor que sabían y en comportarse con dignidad y educación. Pocas veces he conocido a gente tan digna y educada como los viejos campesinos.

 Algunos podrían pensar que eran incultos. ¿Lo eran? Desde el punto de vista de la cultura académica, sí, pero desde el punto de vista de la cultura popular, no, de ningún modo. Mi abuela Francisca, por ejemplo, que era completamente analfabeta, no era en absoluta inculta. Había recibido, y ella lo había atesorado con fervor y talento, el legado de sus antepasados. Porque así es como se trasmite la cultura popular, y más aún la campesina, oralmente, de padres a hijos, de generación a generación, para que de ese modo no se pierda el caudal de sabiduría y de experiencia acumulado durante siglos.

Pues bien, yo recibí parte de ese legado oral, esa especie de libros hablados, y junto con ellos me llegó la música, la maravillosa música de nuestra lengua, la lengua popular (no la vulgar, sino la popular), que es donde más brilla el genio creativo del idioma. ¡Qué bien se hablaba en mi familia campesina! Daba gusto escucharlos. Y cuántas historias, canciones, versos, adivinanzas y sucesos y anécdotas del pasado sabían, y qué bien los sabían contar, porque lo habían aprendido de sus mayores, y estos a su vez de los suyos, durante siglos, de modo que esa lengua venía rebotando desde los tiempos de Cervantes, y de más atrás, y cada generación la iba puliendo y ensanchando según las necesidades de los nuevos tiempos. Mi modelo de buena escritura literaria, la mejor y la más brillante y emotiva, es la que sabe mezclar el lenguaje popular con el lenguaje culto. Así están escrito el Lazarillo o el Quijote, sin ir más lejos. En cualquier caso, mi mejor maestro literario ha sido y es el lenguaje popular que escuché de niño, a mi familia y a la gente del pueblo. Sin ese legado, yo no sería escritor, o al menos el escritor que soy.

 Y luego, de adolescente, comencé a devorar libros, con la misma pasión y el mismo asombro con que escuchaba de niño las historias habladas de mis mayores. De modo que me considero muy afortunado, porque alcancé a recibir el doble legado de la cultura oral y de la escrita. Una y otra me han regalado tres mil años de cultura, es decir: la memoria de la tribu a la que pertenecemos. Junto con mi infancia, esa es mi más honda y verdadera identidad, ahora que se manosea tanto esa palabra. Sin esa memoria, no somos nada. Somos huérfanos, abandonados a la intemperie y a los caprichos de la actualidad, donde casi todo es simpleza, tópicos y palabrería.

Así que me permito disentir con el librero de Cáceres. Es cierto que nuestro pasado es en parte el que nos dejó la púrpura y la aristocracia, que es un pasado espléndido, pero también está el pasado del pueblo, en el sentido más noble de la palabra, cuyo legado intangible es para mí aún más significativo, más hondo y más vital, porque en la cultura popular es donde mejor late el corazón inmortal de la tribu.

Y, en fin, mientras llega y no llega el tren, seamos jeitosos, y rindamos homenaje a nuestros antepasados, a nuestros queridos antepasados, a los que les tocaron vivir tiempos más duros que los nuestros, y cuyo legado forma parte del patrimonio y de los valores de esta tierra extremeña: he ahí un motivo más para quererla y sentirse orgulloso de ella. Y ¡viva Extremadura, coño!