27.1.21

HOMBRES DE MAR Y SU POESÍA

 


 Que tu mente, como la mar, sea profunda, inquieta, 
lúcida y amplia de horizonte. 

Que tu alma, como la mar, sea limpia, generosa, 
seductora y atrayente. 

Hay hombres que sueñan con volar y perseguir a los vientos. Nosotros, los marinos, los acompañamos en cada singladura y los ayudamos a henchir las velas, hasta que éstas con cielo y mar se funden... y es aquí cuando comienza la aventura. 

Alberti, nuestro "Marinero en tierra", dice de nosotros: 

 Hombres de mar, 
eterno buscador que nunca encuentra 
en el horizonte azulado de cielo y mar... 

Hombre, cielo y mar: hermosa trinidad.

Rafael Alberti, en el verso 2º, tiene en cuenta que, para el marino, el horizonte es una meta virtual que nunca llegará a alcanzar. 
Yo, que no quiero ser “marinero en tierra”, a los hombres de mar, les dedico este soneto: 

De cara al mar, el pensamiento en casa, 
el sueño confortado en la ventura 
de terminar feliz la singladura 
que el afán hogareño ya rebasa. 

Un afán, un amor, Quién pone tasa 
al corazón del hombre y su ternura? 
Pienso que tal empeño no es cordura. 
Si es imagen de Dios ¿Quién pone tasa? 

Si el hombre tiene mezcla de divino, 
es fácil comprender sus avatares 
y la imponente gesta del marino. 

Lo divino lo arrastra hacia los mares 
a la busca tenaz de su destino, 
mientras sueña constante con sus lares. 

El mar, incluso en calma, trabaja y vive con afán, murmurando entre las algas, o susurrándole a los escarpes de un farallón, o lamiendo la arena de una cala, pero el vasto océano mantiene su murmullo sin que la silenciosa y salada bruma de la mañana tiemble ante su continuo y monótono ronroneo. 

Pío Baroja dice que el mar "Es como una reflexión del alma del hombre. 
                                                Su flujo es su alegría; su reflujo, la tristeza".

Fue Platón el primero que llamó la atención sobre los marinos, a los que engloba en un tercer estado, creado por él y para nosotros. Decía que el hombre pasaba por tres estados: vivo, muerto y navegando. 


Aseveración basada en la leyenda de Caronte, barquero de los infiernos, hijo de Érebo - personificación de las tinieblas - y de Nix - la noche - que, según cuenta Virgilio en La Eneida, y Dante en el Infierno de La Divina Comedia, en su barca llevaba, a través de la laguna Estigia, a las almas errantes de los difuntos a la otra orilla del río Acheronte, previo pago de un óbolo, mas aquella que no pudiera pagarlo sería condenada a vagar - más bien a navegar, diría yo - cien años por el río. Pasado este tiempo, Caronte accedía a llevarla sin cobrarle el óbolo. 

De esta leyenda viene la tradición, en la antigua Grecia, de enterrar a los muertos con una moneda bajo la lengua. 

Jorge Luis Borges, en su poema “El otro. Yo mismo” se pregunta y responde quién es el mar, mas también cuestiona quién es él, como si formara parte de él. 

" El mar. ¿Quién es el mar? 
¿Quién es aquel antiguo y violento ser 
que roe los pilares de la tierra, 
y es uno y muchos mares, 
es abismo y resplandor y azar y viento? 

¿Quién es el mar? ¿Quién soy? "

Es tanta la atracción que siento por el mar, tanto lo que me ha dado y enseñado que, una vez más, hago mías las palabras de profundo agradecimiento que Alberti le dedica: 

"Yo soy, Mar, bien lo sabes, tu discípulo. 
¡Que nunca diga, Mar, que no eres mi maestro." 


Y parafraseando al poeta, pero llevándole la contraria, Yo no quiero ser marinero en tierra,  por ello escribo estos versos: 

Si mi voz se quebrara en tierra, 
si ya nadie la entendiera, 
llevadla a la orilla del mar 
y dejadla en la ribera. 

Si mi piel las caricias no sintiera, 
si mis manos, frías y yertas, 
acariciar no pudieran, 
¿Para qué las quiero muertas? 

Si mis ojos no apreciasen la belleza, 
si no supieran, un libro, ojear, 
inundadlos de azul de mar 
fondeadlos con la sondaleza, 

Si mi mente, sin rumbo y al garete, 
derivara en noche sin estrellas, 
brizadla entre dos olas, 
dejadla navegar con ellas. 

Con estos versos, también hago eco de esta reflexión de Juan Ramón Jiménez: en su poema "Nocturno Soñado".

La Tierra lleva por la tierra; 
mas tú, Mar, llevas por el cielo. 

¡Con qué seguridad, 
con luz de plata y oro, 
las estrellas marcan la ruta! 

Se diría que es la tierra 
el camino del cuerpo; 
que la mar es el camino del alma. 

¡Que semejante es el viaje del mar 
al de la muerte, al de la vida eterna!"

Y, a los hombres de mar, con la esperanza de la buena fortuna, les digo: 

¡Adiós, marino adiós! 
Que envidia me das. 
Mientras tú sales a navegar 
yo me quedo mirando al mar. 

Que la mar y el viento 
te sean favorables en la aventura. 
Templa jarcia y arboladura, 
gana siempre barlovento. 

¡Feliz singladura! 

AL BOLARDO: 
Asomado al cantil del muelle, 
diciéndole adiós al barco que zarpó 
y esperando a aquél que ha de arribar. 

Ombligo de hierro fundido, 
donde la maroma de mi barco 
se encapilla cual cordón umbilical. 

¡Qué firmeza la del bolardo! 
¡Cuán estoica es su resistencia! 
¡Como aguanta los embates del mar! 

Después desencapillar del bolardo la última estacha - el “cordón umbilical” –, y dar por finalizada la maniobra de salida del abra del puerto, dada y contestada la orden del telégrafo “FINISH WITH ENGINE”, el barco comienza la primera singladura de su viaje. 

Leyendo un escrito de John Ross-“The Old Man”- recordé una escena vivida en uno de mis primeros viajes, tal vez el más complicado por el estado de la mar y por la temperatura ambiente, que ha sido la lección más provechosa que he recibido en más de treinta años en la mar. La protagonizó un viejo capitán, de Azpeitia, que antes de iniciar un viaje,en el mes de septiembre, pasado el deshielo y antes de que la superficie del mar se helara nuevamente,recibimos la orden de ir, con un buque de productos refinados, hasta el puerto de Resolute, en la isla de Cornwallis, en el estado de Nunavut, al N de Canadá y al NE de la bahía de Baffin que lo separa de Groenlandia, uno de los lugares habitados más fríos del planeta, donde residen los Inuits, población indígena que llama a esta isla Quanasuittuq, que en lengua Inuquitul quiere decir: "donde no existe la aurora", denominación más que acertada, pues allí no sabes cuándo es de día ni cuándo las noches son. Sus coordenadas: 74º 42’N / 94º 50’ W, y la seguridad del barco, nos obligaban a llevar un buque rompehielos abriéndonos camino para poder llegar a puerto. 
Consciente de los riesgos que podían acaecer, nos reunió a toda la oficialidad y nos dio, más que órdenes, recomendaciones y maneras de comportarnos, tanto profesionalmente como personalmente, ante los contratiempos y adversidades que se nos podían presentar en tales circunstancias, con tal amabilidad y firmeza que han dejado una huella que aún perdura en mi memoria. 

Este es el relato que hace John Ross de un “Viejo Capitán” que, para mí, es el vivo retrato de ese Viejo Capitán de Azpeitia: 

"Nunca había conocido a un hombre más recto, más honesto y amable dando órdenes. Era afectuoso y generoso con su tripulación, respetuoso con sus pensamientos y sentimientos, haciendo todo lo posible por su bienestar. Al mismo tiempo, mantenía la disciplina y a cada hombre en su lugar. 
Cada capitán mantiene que, delante de él, está la verdad eterna, que para ser bien obedecido ha de ser perfectamente estimado. 
Nunca mejor marino paseó por la cubierta de un barco. "

Ahora, después de más de treinta años en la mar, puedo decir que navegar requiere voluntad, inquietud, curiosidad, tesón, esfuerzo, habilidad, conocimientos y, sobre todo, estar enamorado del mar. Si se da este último condicionante, nunca te sentirás solo en tan inmensa soledad. 

Para los marinos, “La Mar”, no es un concepto genérico,pues su extensión se circunscribe al círculo que abarcamos con nuestra mirada cuando nos apoyamos en la tapa de regala de nuestro barco. Es nuestro horizonte, nuestro mundo. Dos tercios de nuestra vida activa transcurren dentro de este círculo que cambia constantemente. Unas veces es amplio y diáfano, y otras, oscuro, angosto y tenebroso. En nuestra relación, como en la de cualquier pareja, hay momentos de calma y de dicha, dulces y sosegados, y otros tensos, bruscos y turbulentos, mas no te enfrentes nunca a ella. El buen marino debe hacerse a ella. 


Esta expresión "Hacerse a la mar" no es una frase hecha, es la expresión que decimos en las primeras horas de navegación después de ver el estado de la mar. 
Otra expresión marinera es "A son de mar" que nos dice cuando el barco está bien pertrechado y listo para zarpar. 

Ambas expresiones no sólo indican la acción de salir a la mar, expresan mucho más: hacerse a algo es acomodarse, acoplarse, aclimatarse a un lugar o situación; e ir al son de alguien, es ir acompasado, llevar el mismo paso y bailar al mismo ritmo y, si no sabes, déjate llevar. 
Ignacio Pantojo Vázquez

1 comentario:

Eugenio Martínez dijo...

Te veo, Ignacio, apoyado en la tapa de regala, con tu mirada rebasando el horizonte inmóvil y cambiante, poniéndole alas a tu pensamiento, para que visite todos los mares, templando jarcia y arboladura, pero también sin poder evitar que una parte del corazón quede de esta lado de la ribera

Publicar un comentario