Entendámonos bien ahora: el lenguaje de la Ciencia, por preciso que sea, no es más que un «mapa» para describir la naturaleza Y no hay que confundir este mapa con el «territorio». Así, no porque hayamos decidido llevar a cabo una «geometrización» del Universo lo más completa posible debemos llegar a la conclusión que el Universo «es» la geometría (a pesar de Platón, que decía: «Dios es el eterno geómetra»). Lo que el Universo «es» no lo sabemos, O más exactamente: si lo supiéramos, sería por una especie de «intuición» interior, muy próxima al sentimiento místico, y que no se podría expresar en ningún lenguaje, aunque fuera matemático. Encontramos aquí la célebre distinción que establecía Henri Bergson entre inteligencia e intuición: «Hay dos maneras profundamente diferentes de conocer una cosa. La primera implica dar vueltas alrededor de la cosa, la segunda penetrar en ella. La primera depende del punto de vista en que uno se sitúe y de los símbolos mediante los cuales se exprese, la segunda no adopta ningún punto de vista y no se apoya en ningún símbolo. De la primera diremos que se detiene en lo relativo; de la segunda ─que hasta donde es posible─ que alcanza lo absoluto». La Ciencia es por naturaleza y porque intenta expresarse mediante un lenguaje objetivo, una descripción de la primera categoría. Da vueltas alrededor de las cosas, las corta, las trocea, y toda la ventaja que obtiene de su objetividad va acompañada del inconveniente de no ser más que un «mapa» que sólo expresa, de un modo simbólico, ciertos aspectos, siempre necesariamente incompletos, del «territorio»... de la realidad.
¿No es quizás más conveniente dirigirse al Arte para solicitar una descripción más profunda del cosmos? ¿No está el Arte más pertrechado de esa segunda manera de asimilar las cosas de que nos habla Bergson, no es acaso una especie de «simpatía intelectual» mediante la cual uno se traslada al interior de un objeto, para intentar coincidir con aquello que tiene de único y, por consiguiente, de sublime? Claro que la obra debe expresarse también finalmente mediante determinado lenguaje; pero este lenguaje, en la medida que sugiere más que describe, ¿no es, acaso, una tentativa del artista para proyectar su visión del cosmos hacia regiones «inconscientes» de los demás; no propone, acaso, una verdadera «comunión» intelectual directa entre el artista y los otros?
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