1.1.21

DISCURSO COMPLETO. LA FÍSICA Y EL ARTE: UNA VISIÓN APASIONADA.



Por la excelencia del Discurso de Investidura del profesor Dr. Ignacio Pérez Blanquer, en su ingreso como académico de Santa Cecilia, titulado: “LA FÍSICA Y EL ARTE: UNA VISIÓN APASIONADA”, Castillo de San Marcos, El puerto de Santa María (6-7-2012) y, en cómo nos transmitió la visión de que el ser humano es capaz de tener una visión exterior sobre: las Ciencias y las Artes, en esa incesante búsqueda para penetrar más profundamente en los secretos y maravillas de la Naturaleza... 
Hemos seccionado su lección magistral en 9 capítulos que iremos publicando semanalmente. Hoy comenzamos con el primer capítulo.

Destacamos algunas de sus reflexiones: 
He dedicado toda mi vida a la enseñanza, jubilado desde hace años, me doy más cuenta de que esa es mi pasión: enseñar, pero enseñar también es aprender. Las materias a las que antes me dedicaba no me interesan demasiado en la actualidad, las respeto, las amo y recuerdo todo lo disfrutado con ellas, pero no están en mi día a día. Ahora intento responder a la única pregunta que he descubierto que me importa de verdad:
"¿Aprendemos a creer en nosotros mismos, para hacer posible lo que parece imposible?”

DISCURSO:
Esa plaza que ahí tienen. A mi espalda. Aún la recuerdo terriza, de amarillo blanco, con unos pocos y desperdigados árboles, uno de tronco grueso y rugoso, frente a la carbonería de la esquina; no supe nunca cómo se llamaba, los niños le decíamos el árbol de los "niños llorones", y nos referíamos a sus frutos. Eran unas pequeñas flores cuyo receptáculo era tan grande como ellas, y formaban racimos. Tenían un sabor ajazminado y dulzón que las hacía muy apetitosas. Los niños mayores subían por las duras ramas y los pequeños esperábamos abajo la caída de ese maná que nos arrojaban.


En la otra esquina del mismo lado, la que ahora está a mi derecha, estaba la lúgubre "Casa de los Millones" adosada aquí al castillo, nunca me interrogué sobre la oportunidad de aquel nombre. La tajante prohibición de acercarme la rodeaba de un halo de atractivo misterio y, por supuesto, siempre había alguna ocasión para desobedecer y acercarme a la puerta grande, de corral, que aquella tenía. Me espantaba el hedor que de allí salía, y la oscuridad, lo dramático era que allí malvivían muchas personas. 

Un teatro ambulante pasó alguna temporada invernal en la plaza y los domingos había funciones de teatro, mi abuelo me llevaba a verlas. En la otra esquina, hacia la pequeña plaza, que entonces la denominábamos simplemente como Cruz de los Caídos, se abría un mundo inmenso de posibilidades cuando finalizaba la primavera y abrían el cine Colón. Nuestra visión se expandía de modo inusitado. 

Desde aquí, o un poco más arriba, la pendiente pronunciada hacia la pescadería era un velódromo ideal para partirse las narices con la bicicleta, cosa que más de una vez me ocurrió. Recuerdo que la mía era verde y fea, me la compró mi padre en el taller de Añino, taller al que la tenía llevar con frecuencia para repararle los daños que le provocaba con mis imprudentes caídas. 

Un día la plaza se llenó de obreros y boquetes, salían de allí muchos huesos de pasados cementerios o batallas, al atardecer después del colegio y cuando ya los obreros se habían marchado explorábamos los agujeros para ver si encontrábamos algún trozo de esqueleto o una calavera entera, que era la culminación de nuestras búsquedas. La obra finalizó y nos trajo una plaza floreada, con naranjos y plantas de color en sus parterres, y con unos duros bancos de piedra.



Se representaron obras de teatro en la nueva plaza, viene a mi memoria "La casa de té y la luna de agosto" (1956) por la compañía de José Tamayo, y un "Soñador para un pueblo" (1958) de Antonio Buero Vallejo. No olvido tampoco aquellos domingos en los que allí enfrente, en un alto escenario, la orquesta de Pepichi amenizaba las veladas de verano en las que dimos los primeros ─torpes─ pasos de baile. 

Hoy estoy, en el castillo, en el castillo de esta plaza, para algo muy distinto, estoy aquí para tener el inmenso honor de ser investido académico de Bellas Artes. Y para hablar de Física y Arte. Y añado: para hacer un bosquejo, un apunte, una visión apasionada, de dos mundos convergentes y que se solapan cada vez más.


Pero para nuestro discurso necesitamos dos premisas fundamentales como puntos de partida, una relativa a la época, pues la Física y el Arte comienzan su relevante maridaje a finales del siglo XIX y a principios del XX, luego ese Arte al que nos referimos es el Arte denominado Contemporáneo. La otra premisa surge de la pregunta que más se ha repetido en todo este tiempo ante una obra de Arte, (obra, movimiento o trayecto) ¿esto qué representa? o su directa variante ¿esto qué significa? Y esa distinción fundamental significa hacernos una pregunta determinante que es esta: ¿Lo conocido es lo real?









El hombre posee un número limitado de sentidos para captar la realidad exterior, y, a su vez, cada sentido tiene también sus propios límites. No cabe duda que el hombre se ha aplicado en construir instrumentos más perfeccionados para ayudarse, pero estos instrumentos tendrán siempre una frontera. Así que todos ustedes coincidirán conmigo que es muy aventurado afirmar que podemos llegar a conocer, a penetrar, en la esencia íntima de las cosas. 
A esa esencia última e íntima de las cosas le vamos a llamar lo Real. Y a todo aquello que el hombre puede percibir de esto le llamaremos lo Conocido. 


Creemos que para nadie es difícil comprender que lo Conocido no es idéntico a lo Real. Y esto equivale a decir que el hombre no puede tener una visión absoluta de las cosas que le rodean ─basta que miremos al cielo o imaginemos las profundidades del mar─ sino relativa y muy dependiente de los medios que tiene a su disposición. No obstante eso, ¿es posible describir lo Real? ¿Es posible describir ese algo a lo que no tenemos acceso? Por otra parte también nos podemos plantear ¿Poseemos algún medio que sea capaz de trascender, de ir más allá, y entrar verdaderamente en lo Real? La Física cuenta con un medio de inestimable potencia que le permite un gran recorrido en el ámbito de lo trascendente, ese medio es la Matemática. 

Sabemos que todo ser humano sensible a la belleza, que se acerque a la naturaleza siente siempre una impresión de maravilla. Y no tarda en darse cuenta que el descubrimiento de las bellezas de la Naturaleza va más allá de la satisfacción de una simple curiosidad y los placeres estéticos que nos provoca: este descubrimiento, se entrelaza con la visión que el hombre busca tener del cosmos, es un factor que, de alguna manera, «asocia» el hombre al Universo, al fusionarlo mediante el pensamiento con el resto del mundo externo. Lo decimos de otro modo: el conocimiento de nuestro Universo se nos aparece como un medio determinante de toda la evolución humana. 


Y si el conocimiento de nuestro Universo se nos aparece como un medio determinante de toda la evolución humana, entonces es claro que necesitamos conceder gran importancia a la descripción que el hombre intenta hacer de este Universo, ya que esa descripción no es más que la expresión de los vínculos que le unen al conjunto del cosmos. 

Los medios de descripción del Universo son numerosos, pero consideramos que hay dos disciplinas que nos parecen particularmente relevantes para traducir esta visión que el hombre es capaz de tener de su realidad exterior: las Ciencias y las Artes. Compararemos aquí un poco los métodos y los resultados de estas dos «expresiones» humanas en esa incesante búsqueda para penetrar más profundamente en los secretos y maravillas de la Naturaleza.

La Ciencia, desde el principio, ha elaborado una especie de «código», una «regla de juego», con la intención de que fuera la misma para todos los hombres y tomara prestado lo menos posible del lenguaje de la vida corriente, en el que cada palabra puede estar cargada de una significación que varía de una inteligencia a otra. La Física, que es precisamente la parte de la Ciencia que pretende «describir» los fenómenos naturales, intentó al principio expresarse por medio del lenguaje ordinario. En seguida advirtió que este lenguaje dependía demasiado de los sentidos y de la psicología del hombre y que para progresar le era preciso expresarse de un modo más «objetivo». Las matemáticas han permitido a la física superar esa etapa de su progreso, y podemos decir, hasta cierto punto, que la física se ha hecho más matemática. A diferencia de la Ciencia, que se ha fabricado un lenguaje impersonal para describir el cosmos, el Arte está unido a la visión individual. «Una obra de Arte —decía Emil Zola— es un rincón de la creación visto a través de un temperamento.»










Entendámonos bien ahora: el lenguaje de la Ciencia, por preciso que sea, no es más que un «mapa» para describir la naturaleza Y no hay que confundir este mapa con el «territorio». Así, no porque hayamos decidido llevar a cabo una «geometrización» del Universo lo más completa posible debemos llegar a la conclusión que el Universo «es» la geometría (a pesar de Platón, que decía: «Dios es el eterno geómetra»). Lo que el Universo «es» no lo sabemos, O más exactamente: si lo supiéramos, sería por una especie de «intuición» interior, muy próxima al sentimiento místico, y que no se podría expresar en ningún lenguaje, aunque fuera matemático. Encontramos aquí la célebre distinción que establecía Henri Bergson entre inteligencia e intuición: «Hay dos maneras profundamente diferentes de conocer una cosa. La primera implica dar vueltas alrededor de la cosa, la segunda penetrar en ella. La primera depende del punto de vista en que uno se sitúe y de los símbolos mediante los cuales se exprese, la segunda no adopta ningún punto de vista y no se apoya en ningún símbolo. De la primera diremos que se detiene en lo relativo; de la segunda ─que hasta donde es posible─ que alcanza lo absoluto». La Ciencia es por naturaleza y porque intenta expresarse mediante un lenguaje objetivo, una descripción de la primera categoría. Da vueltas alrededor de las cosas, las corta, las trocea, y toda la ventaja que obtiene de su objetividad va acompañada del inconveniente de no ser más que un «mapa» que sólo expresa, de un modo simbólico, ciertos aspectos, siempre necesariamente incompletos, del «territorio»... de la realidad. 

¿No es quizás más conveniente dirigirse al Arte para solicitar una descripción más profunda del cosmos? ¿No está el Arte más pertrechado de esa segunda manera de asimilar las cosas de que nos habla Bergson, no es acaso una especie de «simpatía intelectual» mediante la cual uno se traslada al interior de un objeto, para intentar coincidir con aquello que tiene de único y, por consiguiente, de sublime? Claro que la obra debe expresarse también finalmente mediante determinado lenguaje; pero este lenguaje, en la medida que sugiere más que describe, ¿no es, acaso, una tentativa del artista para proyectar su visión del cosmos hacia regiones «inconscientes» de los demás; no propone, acaso, una verdadera «comunión» intelectual directa entre el artista y los otros? 

Es evidente que ahora, aquí, no podemos comenzar examinando la descripción que la Ciencia actual hace del cosmos, únicamente nos limitaremos a unas grandes líneas, y queremos intentar hacer patente la unidad que reina en el Universo, desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande. E intentar determinar en qué medida la descripción artística completa la descripción científica, al intentar dirigirse a zonas más profundamente ocultas del Universo. 
Creemos que es de conocimiento general que cuando se analizan una serie de aspectos conceptuales de las artes plásticas contemporáneas y ciertas obras de la literatura y artes, percibimos vinculaciones y encuentros con diferentes ramas de la ciencia como la astronomía, química, biología y matemáticas y con la física en particular. Hay veces, en que las aproximaciones se perciben en palabras, frases, párrafos, fragmentos, textos, en las figuras de un cuadro o una estructura plástica, en aspectos filosóficos o en el planteamiento estructural de la obra de arte. 


Esas conexiones entre estas materias, aparentemente separadas, son peculiares y también muy notables, y poseen la originalidad y carácter estimulante de lo interdisciplinario así como por el interés que despierta la confluencia de múltiples enfoques de la realidad. De estas articulaciones surgen nuevos mundos y discursos, experiencias inéditas y espacios alternativos que enriquecen el conocimiento universal y el pensamiento creativo de humanistas y científicos.








Pero creo que debemos empezar citando a dos visionarios. El en el siglo XIX, Edgar Allan Poe y Herbert G. Wells (y omito por obvio a Julio Verne), pues introdujeron con anticipación planteamientos relativistas en Eureka y la Máquina del tiempo, respectivamente. En Eureka, Allan Poe concibe la continuidad del espacio y el tiempo, imagina la creación del universo como resultado de la explosión de un átomo generador y primigenio, similar a la concepción relativista del "Big Bang" y sugiere la existencia de agujeros negros en la inmensidad del universo. Por otro lado, Wells describe un viaje a través del tiempo, el cual coincide ─figuradamente─ con las predicciones de la relatividad. Y remontándonos mucho más allá, también debemos mencionar a Epicuro, en la Grecia antigua, él pensó que el tiempo y el espacio estaban conectados entre sí y no podían existir como entidades separadas e independientes. 

              E. Meissonier: El Viajero, luchando contra el viento, golpeado por la lluvia. 


Otro precursor que no me gustaría dejar sin citar es Ernest Meissonier, pintor del siglo XIX, que quizás se adelantó a Einstein, al comprender que el espacio y el tiempo no podían existir separados. Sus cuadros muestran esta vinculación espacio-tiempo, donde los personajes viven su propia historia, dando la impresión de estar asociados mediante una relación espacial-temporal indisoluble, diferente a la del pintor y observadores. 

Entre el Arte Contemporáneo y la Física destacamos la relación con la Teoría de la Relatividad. Los orígenes de la física relativista se remontan a 1905, cuando Albert Einstein postula que el espacio y el tiempo son relativos y dependientes de la posición y velocidad del observador. 

Según esta visión, el espacio y el tiempo dependen de la experiencia del ser y están ligados indisolublemente por una estructura geométrica de cuatro dimensiones que configuran la realidad en la cual vivimos (no debemos decir nunca que el tiempo es "la" cuarta dimensión, el tiempo es sólo "una" cuarta dimensión, y diferente a las otras tres). En la geometría de la teoría relativista, tres dimensiones corresponden al espacio y una corresponde al tiempo. Cuentan, cómo Einstein, para dramatizar la interrelación entre el espacio, el tiempo y el observador, empleaba ejemplos cotidianos, diciendo, que cuando alguien está con su novia, el tiempo pasa más rápido que si estuviera sentado sobre una plancha caliente, o cuando un ser querido está cerca nos parece lejano, o un enemigo lejos lo sentimos cercano. 

Cuarta dimensión

Tal perspectiva es diferente a las concepciones de Aristóteles o Newton, quienes consideraban que el espacio y el tiempo eran absolutos e independientes de la experiencia humana. Estas nociones propagadas desde el siglo IV a. C., influyeron en todos los movimientos científicos, filosóficos, literarios y plásticos hasta principios del siglo XX, cuando aparece la Teoría de la Relatividad. 

Las proposiciones de la relatividad señalan que cuando la velocidad de un objeto aumenta, el espacio y el tiempo se contraen y la masa y la energía se incrementan, y cuando la velocidad decrece, el tiempo y el espacio se dilatan y la masa y la energía disminuyen. 

La Teoría de la Relatividad posibilita estimar la geometría, el tamaño y la forma curva del universo, pronostica la gran explosión creadora del cosmos, y si no se restringe con la constante cosmológica, predice la expansión del universo. Expresa que la máxima velocidad alcanzable en la naturaleza es la velocidad de la luz, cuyo valor es constante, sugiere la existencia de agujeros negros en la inmensidad del espacio sideral, y plantea la posibilidad de viajar a través del tiempo. También expresa que la masa y energía son interconvertibles, y considera a la gravedad como una consecuencia geométrica de la curvatura del espacio y el tiempo en la vecindad de cuerpos con masa. Bajo esta perspectiva, la gravedad se deriva de la geometría del universo y no es una fuerza típica procedente de la acción entre dos cuerpos, como la concebía Newton.







Pero no se trata únicamente de eso, también plantea que la geometría tridimensional de Euclides no reproduce nuestra realidad de cuatro dimensiones, necesitándose una nueva geometría para una interpretación más completa, como las propuestas en el siglo XIX por Lobachevsky, Bolyai, Gauss, Riemann y Félix Klein, quienes, trabajando independientemente, con espacios multidimensionales y diferentes curvaturas, crearon geometrías alternativas llamadas no-euclidianas, las cuales, según Einstein, podían adaptarse a un universo similar al nuestro. 

Estas nuevas visiones geométricas amplían la concepción del espacio a límites absolutamente inconcebibles para la mirada clásica de Euclides, introducen la idea de la cuarta dimensión, revolucionando la noción de la perspectiva tradicional, extendiéndola a universos de múltiples dimensiones con diferentes curvaturas y horizontes. En estas geometrías se modifica el postulado de las líneas paralelas de Euclides, quien enunciaba que por un punto exterior a una recta, se podía trazar solamente una recta paralela en el mismo plano de la línea dada. En contraste, bajo el enfoque no-euclidiano de la geometría elíptica de Riemann, por un punto exterior a una línea recta no existen paralelas, por lo cual todas las líneas pueden cortarse si se prolongan lo suficiente, o según la geometría hiperbólica de Lobachevsky, por un punto exterior a una recta es posible trazar más de una recta paralela en el mismo plano de la recta dada. 


Así, la concepción del paralelismo se relativiza y queda sujeto al modelo geométrico seleccionado: elíptico, esférico, hiperbólico, parabólico o cualquier otra configuración. Las consecuencias de estas interpretaciones hacen que la suma de los ángulos internos de un triángulo cualquiera no sea ciento ochenta grados como ocurre en el sistema euclidiano, sino que esta suma es mayor de ciento ochenta grados en el esquema de Riemann, y menor de ciento ochenta grados en la geometría de Lobachevsky. De este modo, todas las figuras geométricas sufren alteraciones, adoptando configuraciones no comunes y las dimensiones son susceptibles de curvarse e interpenetrarse en variadas formas. Cualquier curva del espacio puede transformarse en otra equivalente, y cualquier universo de múltiples dimensiones es capaz de representarse convenientemente en un modelo hiperbólico, parabólico, elíptico o esférico. Siguiendo esta visión, Einstein escogió la geometría elíptica de Riemann para representar nuestro universo, incorporando el tiempo como una cuarta dimensión de la realidad.

Las imágenes relativistas desarrolladas por los físicos, también fueron previstas y estimuladas por escritores, pintores y otros creadores, quienes dieron origen a obras de arte de notable trascendencia y envergadura. Particularmente, la pintura cubista y el arte cinético muestran rasgos relativistas, que dotan a las obras de movimiento y percepciones espaciales, temporales y energéticas.






Juan Gris  
 
Con el cubismo, Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y muchos otros, introducen en la pintura, desde principios del siglo XX, la sensación del movimiento, la geometría no euclidiana, el tiempo y la relatividad. Tales efectos se logran superponiendo planos, alterando las formas geométricas clásicas y transformando los volúmenes y perspectivas en entidades aproximadamente no euclidianas, manipulando diferentes planos de orientación y creando sistemas de referencia relativos y dependientes de la posición del observador. Estas características generales se notan en las obras de Picasso como “Las damas de Aviñon”, “Guernica”, “Muchacha con mandolina”, “Arlequín”, “La paloma con guisantes”, “Frutero y pan sobre una mesa”, “Cabeza de mujer”, “Hombre con sombrero” y “El aficionado”, entre otras. Así mismo, “El libro, la botella y la jarra” de Gris, y “Frutero y vaso”, “Bodegón con cartas” y el “Portugués” de Braque, revelan las particularidades del cubismo y la relatividad. 

Una obra emblemática de Picasso, “Las damas de Aviñon”, pintada hacia 1907, marca el comienzo del cubismo y las tendencias de ese movimiento, iniciadas casi simultáneamente con la publicación de la primera parte de la teoría de la relatividad. En el cuadro, cinco figuras femeninas "geometrizadas", delineadas con trazos poligonales angulosos y algunas curvas suaves, dominan la escena, donde cada personaje ocupa un espacio y un tiempo particular e individual. Se aprecian formas geométricas distorsionadas en tendencias no euclidianas como cubos, tetraedros, trapecios, triángulos, cuadrados, semicírculos, semiesferas, ubicados relativamente en diferentes dimensiones espaciales y temporales, con distintos puntos de referencia y una sensación de movimiento. Claramente, la apariencia de la nariz de la mujer sentada y las figuras geométricas que llenan el fondo del cuadro, son modelos no euclidianos. 


Es curioso, como, casi simultáneamente con Einstein, Picasso traslada al lienzo la esencia de la relatividad, pudiendo uno preguntarse, si Picasso fue influido por el impacto causado en el continente europeo por la conmoción relativista, o por el contrario, independientemente, alteró las dimensiones espaciales y temporales de la perspectiva clásica, introduciendo la relatividad y la geometría no euclidiana en el arte, siguiendo su inspiración y capacidad de creación artística. Esta interrogante es interesante, pero difícil de responder con precisión. En todo caso, el impacto del cubismo ha dejado una profunda huella en la plástica contemporánea, y sus raíces se conectan a la esencia del espacio y el tiempo concebidos por los físicos y los pintores a principios del siglo XX. 

No obstante debemos decir que Pablo Picasso tomaba posiciones en contra de las interpretaciones y lo hizo con palabras enérgicas: «Matemáticas, trigonometría, química, psicoanálisis, música y no sé cuantas cosas más han sido emparentadas con el 

Cubismo para explicarlo. Todo esto no ha sido más que literatura por no decir una falta de sentido, y ha conducido al mal resultado de cegar a la gente con teorías.» 

Pero a pesar de estas palabras de Picasso se han seguido explorando nuevas alternativas del cubismo, un algoritmo matemático publicado no hace mucho en la revista Physical Review Letters muestra el emerger de un universo “cubista” a partir de de un plasma primigenio. El trabajo pretende explicar cómo uniendo y combinando al azar pequeños trozos triangulares del espacio-tiempo, sumergidos en una nube de gravedad, podría hacer surgir un universo de cuatro dimensiones similar al nuestro. El universo creado parece una insólita escultura tetradimensional integrada por infinitos trozos triangulares, en el más puro estilo cubista. Este sería un universo "unificante" de lo discontinuo y lo continuo, de lo probabilístico y lo determinista, de la mecánica cuántica y la relatividad. Este curioso hallazgo parece sugerir que la esencia del universo está representada en imágenes cubistas. 


Posteriormente al cubismo, se intensifica la percepción del movimiento y la relatividad de la obra frente al observador, y a mediados del siglo XX, surge el arte cinético, que incorpora de manera tangible la cuarta dimensión, manifestando la interacción del tiempo, el espacio, la energía, las vibraciones cuánticas, el movimiento, la fragmentación de la luz y la participación activa del observador. Tales efectos se manifiestan vivamente en “Vonal-ksz” de Víctor Vassarely.






 

También, Salvador Dalí, en 1931, con un enfoque surrealista, vislumbra la relatividad del tiempo en el cuadro “La persistencia de la memoria”, cuyos relojes distorsionados y fluidos, marcan el paso del tiempo y el espacio a un compás diferente, sugiriendo la relatividad, dilución, fugacidad y transitoriedad de la vida y el flujo dimensional. Así mismo, años más tarde, Dalí sigue explorando las conexiones entre el tiempo y el espacio, pintando “En busca de la cuarta dimensión”.

De la misma forma, la relatividad también se puede percibir en la narrativa y poesía como se aprecia en las siguientes obras literarias.

Varios pasajes de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, publicado por etapas entre 1913 y 1927, expresan claramente la impresión de la relatividad del tiempo: “Había vivido tantas horas en unos instantes... esta noche a las pocas horas, habían pasado siglos...” y la relatividad del espacio:
¿Había venido Francisca, o era que yo, cansado de llamarla, iba a buscarla? Un cuerpo humano, aunque sea un cuerpo amado, como era el de Albertina, a unos metros de distancia, a unos centímetros, nos parece estar lejos de nosotros. Y lo mismo el alma que hay en él. Pero si algo cambia violentamente el lugar de esa alma con relación a nosotros, si nos indica que ama a otros seres y no a nosotros, entonces, por los latidos de nuestro corazón dislocado, sentimos que está, no a unos pasos de nosotros, sino en nosotros.
En general, la proposición central de esta novela es la interpretación del tiempo. El tiempo multiforme, no lineal, relativo, que como una serpiente zigzagueante se desplaza a través de las dimensiones temporales y espaciales, hurgando y escarbando en los laberintos de la memoria, el pasado, el presente y el futuro.


La novela Ulises de James Joyce, editada en 1922, incorpora efectos relativistas en su estructura y en algunos párrafos específicos.

En relación con esta novela, tanto los críticos como Joyce mismo coinciden en afirmar que cada episodio, corresponde a una aventura de Ulises, el héroe de la Odisea de Homero. El tono relativista se percibe al equiparar los 20 años de aventuras de Ulises en la Odisea, a través de las costas, islas y amplios mares de la antigua Grecia, con las aventuras que le ocurren en un día al Ulises “irlandés” en la pequeña y moderna Dublín de 1904. Esta sensación se acentúa al imaginar que los acontecimientos en la vetusta Grecia ocurren más lentos, en barcos de vela o remo, a pie o a caballo, mientras que en Dublín los eventos suceden más rápido, en tranvías, trenes, barcos de vapor o comunicándose por periódicos o medios electromagnéticos como el telégrafo y teléfono. Las escenas de la novela parecen seguir la pauta relativista, según la cual, el espacio y el tiempo se contraen cuando la rapidez o velocidad de los acontecimientos aumenta o el espacio y el tiempo se dilatan cuando la velocidad decrece. Así, es razonable pensar, que veinte años de aventuras, en la amplia y lenta antigua Grecia, son relativísticamente comparables, con un día de aventuras en la rápida y pequeña Dublín de 1904. 
También, ingeniosamente, Joyce elabora una imagen sobre el teorema de las rectas paralelas de la geometría de Riemann, empleando el movimiento de los trenes en una estación. Para aclarar esta idea, recordemos el postulado de Riemann el cual expresa: «por un punto exterior a una recta dada, no hay rectas paralelas, y si dos rectas cualesquiera se extienden suficientemente en un mismo plano, se encontrarán». Esta geometría, utilizada por Einstein en la formulación de la teoría de la relatividad, sugiere que las rectas paralelas son aparentes en un universo curvo como el nuestro, y al prolongarse suficientemente pueden cortarse en el infinito, en contraste a la concepción de Euclides.




Pulsar en la imagen para conocer mejor a, James Joyce y su obra: Ulisesla mejor obra en  inglés del siglo XX.
Una premisa en apariencia sencilla, tras la que se conforma una monumental composición de la condición humana. 




Esperando a Godot y Malone muere de Samuel Beckett, son piezas literarias divulgadas hacia 1950, donde lo absurdo y la relatividad de todas las cosas filtran la escena y diálogos de los personajes. Oigamos parte del diálogo de Vladimiro y Estragón en Esperando a Godot:

—¿Es hoy sábado? No, ¿será más bien domingo? 
¿O lunes? ¿O viernes? 
—O jueves. 
—El tiempo se ha detenido. 
— No lo crea, señor. 
—Vaya, ya pasó otro día. 
—Todavía no. 
—Pase lo que pase, para mí no ha pasado (...) 
—Te digo que anoche no estuvimos aquí. Lo has soñado. 
—Y, según tú ¿dónde estábamos anoche? 
—No lo sé. En otra parte. En otro compartimiento. 
—Bueno. No estuvimos ayer aquí 

Estimamos que es de referencia obligada la magnífica novela En busca de Klingsor del mejicano Jorge Volpi, en la que narra la figura de Einstein caminando a través de los pasillos del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton: 

[...] desde su época de Berlín, a Einstein le encantaban las caminatas. Todos los días acostumbraba realizar a pie el recorrido entre el Instituto y su casa y le agradaba compartir esos minutos con alguien con quien charlar. Solo eran unos instantes, pero sus interlocutores los valoraban como sublimes momentos de iluminación. Muchos de los ilustres físicos que visitaban Princeton lo hacían con la esperanza de compartir uno de estos recorridos con el profesor… 

En esta novela Volpi comenta diversos aspectos sobre las ideas de Einstein en relación con la ciencia y la política. Narra la expedición preparada por sir Arthur Eddington para verificar la teoría de la relatividad midiendo la curvatura de la luz durante un eclipse de sol ocurrido en África en 1919. Destaca la paradoja llamada de Einstein-Podolsky-Rosen que trata de demostrar que “Dios no juega a los dados“, como sugiere la mecánica cuántica. 

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Ahora vamos a internarnos en el campo de la poesía
. Comenzaremos citando a Pablo Neruda, que en algunos poemas de Residencia en la Tierracomo en Galope muerto”, “El reloj caído en el mar” y en “Las furias y las penas, difuminadamente, habla en términos relativistas. En Galope muerto“, dice: 

Para conocer su simbología, lo analizan en: Pulsar en los 2 siguientes versos:

En “El reloj caído en el mar”, escribe: 

“...Hay tanta luz sombría en el espacio 
y tantas dimensiones de súbito amarillas... 
Es un día domingo detenido en el mar un día como un buque sumergido... 
Hay meses seriamente acumulados en una vestidura... Los pétalos del tiempo caen inmensamente...”, 

y en “Las furias y las penas”, expresa: 

“…Es una sola hora larga como una vena, 
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado transcurrimos...” 

Igualmente, el poeta venezolano Jorge Enrique Mújica esboza nítidamente la relatividad en un texto de Intentos: 

“Un tren aparece sobre el puente 
en una línea voraz, un avión se pierde 
hasta un punto 
y ellos, los que viajan, son solo un punto 
o una línea 
aunque vean el cielo abierto o a los lados 
el campo desolado”. 


Ciertamente no podemos dejar de citar en nuestro discurso, al poeta, matemático y físico chileno, premio Cervantes 2011, Nicanor Parra cuya obra ha tenido una profunda influencia en la literatura hispanoamericana. Es considerado el creador de la denominada «antipoesía». Parra es, lo dijo el prestigioso crítico Harold Bloom, 
«incuestionablemente, uno de los mejores poetas de Occidente» recita en Cronos: 

En Santiago de Chile 
los 
días
son 
interminablemente
largos:
 Varias eternidades en un día 
...sin embargo las semanas son cortas
los meses pasan a toda carrera 
y los años parecen que volaran.”. 

Con otro enfoque, otra vez el citado premio Cervantes, el poeta Nicanor Parra, en Poemas y antipoemas” publica Los vicios del mundo moderno”, donde expresa: 

“…Los vicios del mundo moderno 
... La desintegración del átomo, 
El humorismo sangriento de la teoría de la relatividad...” 

Estas líneas del poeta Nicanor Parra, están asociadas con las consecuencias negativas de las aplicaciones de la teoría de la relatividad, como la liberación de la energía termonuclear, capaz de destruir todo lo que existe, la proliferación de bombas atómicas y otras armas. En realidad, la relatividad puso en las manos del hombre la posibilidad de usar, para el bien o para el mal, la inmensa e inimaginable acumulación de energía almacenada en el interior de todos los átomos del universo. 



O la reflexión del autor en Relatos cuánticos José Iraides Belandria, sobre el cálculo tensorial de Einstein, y la curvatura de la luz por efecto de la gravedad: 

            No sé cuándo Dios te regaló la hermosa luz curvándose más allá de todas las galaxias, o cuándo grabó sobre una piedra la geometría del tiempo, dibujando el tensor del universo, el misterio de la gravedad y la tangente que cruza la vertiente estelar del punto negro...” 

Podríamos seguir asociando física y arte a través de la energía, de la entropía, del átomo y de la incertidumbre cuántica, y cómo no, a través de las ondas y de la luz hasta llegar a los "atractores extraños" y a la física del caos, y encontrarnos con García Márquez y su descripción de la destrucción de Macondo por un huracán devastador, fue una consecuencia del impredecible efecto mariposa, ya saben que en los sistemas complejos y caóticos se puede generar el efecto mariposa, según el cual, el aleteo de una mariposa en el Amazonas puede causar una tormenta en Japón. ¿No parece una alegoría clara y coincidente con lo ocurrido en el mítico Macondo. 

La Ciencia nos describe las leyes que rigen el comportamiento de la materia el Arte intenta penetrar más profundamente en el corazón de la Naturaleza e incluir en su descripción la parte psíquica del Universo, inseparable de la materia. La Ciencia se limita al exterior de las cosas. El artista ambiciona una comunión directa con el sujeto que observa, para descubrir el interior de las cosas. Como permanece exterior a los objetos, la Ciencia puede describir recurriendo a la inteligencia y al lenguaje claro, racional, de un mismo significado para todos. La obra de arte, queriendo acceder a la parte más íntima de los objetos, se expresa en un lenguaje más intuitivo y es además una proyección del artista hacia lo que hay de menos racional y de más profundo en el individuo. 

Mas sobre Macondo, pulsar AQUÍ.

De todos modos, la Ciencia y el Arte se nos presentan como dos disciplinas humanas que se complementan para permitir al hombre situarse en relación al cosmos y colocarse mejor en la corriente evolutiva. La Ciencia participa tal vez un poco más del Conocimiento, el Arte tal vez un poco más del Amor, pero ambos son de hecho inseparables y conducen a nuestro Universo hacia una siempre creciente unidad. 

Quisiera terminar con esta frase del autor dramático francés ─hoy casi olvidado─ Henri-René Lenormand, que señala los estrechos vínculos del Conocimiento y del Amor, y, por tanto también, de la Ciencia y del Arte: 
«Nada se aprende si no es por el Amor, nada puede saberse si no es entregándose» 

Muchas gracias señoras y señores por su atención.

Ignacio Pérez Blanquer


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