Esperando a Godot y Malone muere de Samuel Beckett, son piezas literarias divulgadas hacia 1950, donde lo absurdo y la relatividad de todas las cosas filtran la escena y diálogos de los personajes. Oigamos parte del diálogo de Vladimiro y Estragón en Esperando a Godot:
—¿Es hoy sábado? No, ¿será más bien domingo?
¿O lunes? ¿O viernes?
—O jueves.
—El tiempo se ha detenido.
— No lo crea, señor.
—Vaya, ya pasó otro día.
—Todavía no.
—Pase lo que pase, para mí no ha pasado (...)
—Te digo que anoche no estuvimos aquí. Lo has soñado.
—Y, según tú ¿dónde estábamos anoche?
—No lo sé. En otra parte. En otro compartimiento.
—Bueno. No estuvimos ayer aquí
Estimamos que es de referencia obligada la magnífica novela En busca de Klingsor del mejicano Jorge Volpi, en la que narra la figura de Einstein caminando a través de los pasillos del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton:
[...] desde su época de Berlín, a Einstein le encantaban las caminatas. Todos los días acostumbraba realizar a pie el recorrido entre el Instituto y su casa y le agradaba compartir esos minutos con alguien con quien charlar. Solo eran unos instantes, pero sus interlocutores los valoraban como sublimes momentos de iluminación. Muchos de los ilustres físicos que visitaban Princeton lo hacían con la esperanza de compartir uno de estos recorridos con el profesor…
En esta novela Volpi comenta diversos aspectos sobre las ideas de Einstein en relación con la ciencia y la política. Narra la expedición preparada por sir Arthur Eddington para verificar la teoría de la relatividad midiendo la curvatura de la luz durante un eclipse de sol ocurrido en África en 1919. Destaca la paradoja llamada de Einstein-Podolsky-Rosen que trata de demostrar que “Dios no juega a los dados“, como sugiere la mecánica cuántica.
Ahora vamos a internarnos en el campo de la poesía. Comenzaremos citando a Pablo Neruda, que en algunos poemas de Residencia en la Tierra, como en “Galope muerto”, “El reloj caído en el mar” y en “Las furias y las penas”, difuminadamente, habla en términos relativistas. En “Galope muerto“, dice:
Para conocer su simbología, lo analizan en: Pulsar en los 2 siguientes versos:
En “El reloj caído en el mar”, escribe:
“...Hay tanta luz sombría en el espacio
y tantas dimensiones de súbito amarillas...
Es un día domingo detenido en el mar un día como un buque sumergido...
Hay meses seriamente acumulados en una vestidura... Los pétalos del tiempo caen inmensamente...”,
y en “Las furias y las penas”, expresa:
“…Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado transcurrimos...”
Igualmente, el poeta venezolano Jorge Enrique Mújica esboza nítidamente la relatividad en un texto de Intentos:
“Un tren aparece sobre el puente
en una línea voraz, un avión se pierde
hasta un punto
y ellos, los que viajan, son solo un punto
o una línea
aunque vean el cielo abierto o a los lados
el campo desolado”.
Ciertamente no podemos dejar de citar en nuestro discurso, al poeta, matemático y físico chileno, premio Cervantes 2011, Nicanor Parra cuya obra ha tenido una profunda influencia en la literatura hispanoamericana. Es considerado el creador de la denominada «antipoesía». Parra es, lo dijo el prestigioso crítico Harold Bloom, «incuestionablemente, uno de los mejores poetas de Occidente» recita en Cronos:
En Santiago de Chile
los
días
son
interminablemente
largos:
Varias eternidades en un día
...sin embargo las semanas son cortas
los meses pasan a toda carrera
y los años parecen que volaran.”.
Con otro enfoque, otra vez el citado premio Cervantes, el poeta Nicanor Parra, en “Poemas y antipoemas” publica “Los vicios del mundo moderno”, donde expresa:
“…Los vicios del mundo moderno
... La desintegración del átomo,
El humorismo sangriento de la teoría de la relatividad...”
Estas líneas del poeta Nicanor Parra, están asociadas con las consecuencias negativas de las aplicaciones de la teoría de la relatividad, como la liberación de la energía termonuclear, capaz de destruir todo lo que existe, la proliferación de bombas atómicas y otras armas. En realidad, la relatividad puso en las manos del hombre la posibilidad de usar, para el bien o para el mal, la inmensa e inimaginable acumulación de energía almacenada en el interior de todos los átomos del universo.
O la reflexión del autor en Relatos cuánticos José Iraides Belandria, sobre el cálculo tensorial de Einstein, y la curvatura de la luz por efecto de la gravedad:
“No sé cuándo Dios te regaló la hermosa luz curvándose más allá de todas las galaxias, o cuándo grabó sobre una piedra la geometría del tiempo, dibujando el tensor del universo, el misterio de la gravedad y la tangente que cruza la vertiente estelar del punto negro...”
Podríamos seguir asociando física y arte a través de la energía, de la entropía, del átomo y de la incertidumbre cuántica, y cómo no, a través de las ondas y de la luz hasta llegar a los "atractores extraños" y a la física del caos, y encontrarnos con García Márquez y su descripción de la destrucción de Macondo por un huracán devastador, fue una consecuencia del impredecible efecto mariposa, ya saben que en los sistemas complejos y caóticos se puede generar el efecto mariposa, según el cual, el aleteo de una mariposa en el Amazonas puede causar una tormenta en Japón. ¿No parece una alegoría clara y coincidente con lo ocurrido en el mítico Macondo.
La Ciencia nos describe las leyes que rigen el comportamiento de la materia el Arte intenta penetrar más profundamente en el corazón de la Naturaleza e incluir en su descripción la parte psíquica del Universo, inseparable de la materia. La Ciencia se limita al exterior de las cosas. El artista ambiciona una comunión directa con el sujeto que observa, para descubrir el interior de las cosas. Como permanece exterior a los objetos, la Ciencia puede describir recurriendo a la inteligencia y al lenguaje claro, racional, de un mismo significado para todos. La obra de arte, queriendo acceder a la parte más íntima de los objetos, se expresa en un lenguaje más intuitivo y es además una proyección del artista hacia lo que hay de menos racional y de más profundo en el individuo.
Mas sobre Macondo, pulsar AQUÍ.
De todos modos, la Ciencia y el Arte se nos presentan como dos disciplinas humanas que se complementan para permitir al hombre situarse en relación al cosmos y colocarse mejor en la corriente evolutiva. La Ciencia participa tal vez un poco más del Conocimiento, el Arte tal vez un poco más del Amor, pero ambos son de hecho inseparables y conducen a nuestro Universo hacia una siempre creciente unidad.
Quisiera terminar con esta frase del autor dramático francés ─hoy casi olvidado─ Henri-René Lenormand, que señala los estrechos vínculos del Conocimiento y del Amor, y, por tanto también, de la Ciencia y del Arte:
«Nada se aprende si no es por el Amor, nada puede saberse si no es entregándose»
Muchas gracias señoras y
señores por su atención.
Ignacio Pérez Blanquer
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