4.1.21

LA FÍSICA Y EL ARTE: UNA VISIÓN APASIONADA. Capítulo 1 de 8

 

Por la excelencia del Discurso de Investidura del profesor Dr. Ignacio Pérez Blanquer, en su ingreso como académico de Santa Cecilia, titulado: “LA FÍSICA Y EL ARTE: UNA VISIÓN APASIONADA”, Castillo de San Marcos, El puerto de Santa María (6-7-2012) y, en cómo nos transmitió la visión de que el ser humano es capaz de tener una visión exterior sobre: las Ciencias y las Artes,  en esa incesante búsqueda para penetrar más profundamente en los secretos y maravillas de la Naturaleza... 
Hemos seccionado su lección magistral en 9 capítulos que iremos publicando semanalmente. Hoy comenzamos con el primer capítulo.

Destacamos algunas de sus reflexiones: 
He dedicado toda mi vida a la enseñanza, jubilado desde hace años, me doy más cuenta de que esa es mi pasión: enseñar, pero enseñar también es aprender. Las materias a las que antes me dedicaba no me interesan demasiado en la actualidad, las respeto, las amo y recuerdo todo lo disfrutado con ellas, pero no están en mi día a día. Ahora intento responder a la única pregunta que he descubierto que me importa de verdad:
"¿Aprendemos a creer en nosotros mismos, para hacer posible lo que parece imposible?”

DISCURSO:
Esa plaza que ahí tienen. A mi espalda. Aún la recuerdo terriza, de amarillo blanco, con unos pocos y desperdigados árboles, uno de tronco grueso y rugoso, frente a la carbonería de la esquina; no supe nunca cómo se llamaba, los niños le decíamos el árbol de los "niños llorones", y nos referíamos a sus frutos. Eran unas pequeñas flores cuyo receptáculo era tan grande como ellas, y formaban racimos. Tenían un sabor ajazminado y dulzón que las hacía muy apetitosas. Los niños mayores subían por las duras ramas y los pequeños esperábamos abajo la caída de ese maná que nos arrojaban.


En la otra esquina del mismo lado, la que ahora está a mi derecha, estaba la lúgubre "Casa de los Millones" adosada aquí al castillo, nunca me interrogué sobre la oportunidad de aquel nombre. La tajante prohibición de acercarme la rodeaba de un halo de atractivo misterio y, por supuesto, siempre había alguna ocasión para desobedecer y acercarme a la puerta grande, de corral, que aquella tenía. Me espantaba el hedor que de allí salía, y la oscuridad, lo dramático era que allí malvivían muchas personas. 

Un teatro ambulante pasó alguna temporada invernal en la plaza y los domingos había funciones de teatro, mi abuelo me llevaba a verlas. En la otra esquina, hacia la pequeña plaza, que entonces la denominábamos simplemente como Cruz de los Caídos, se abría un mundo inmenso de posibilidades cuando finalizaba la primavera y abrían el cine Colón. Nuestra visión se expandía de modo inusitado. 

Desde aquí, o un poco más arriba, la pendiente pronunciada hacia la pescadería era un velódromo ideal para partirse las narices con la bicicleta, cosa que más de una vez me ocurrió. Recuerdo que la mía era verde y fea, me la compró mi padre en el taller de Añino, taller al que la tenía llevar con frecuencia para repararle los daños que le provocaba con mis imprudentes caídas. 

Un día la plaza se llenó de obreros y boquetes, salían de allí muchos huesos de pasados cementerios o batallas, al atardecer después del colegio y cuando ya los obreros se habían marchado explorábamos los agujeros para ver si encontrábamos algún trozo de esqueleto o una calavera entera, que era la culminación de nuestras búsquedas. La obra finalizó y nos trajo una plaza floreada, con naranjos y plantas de color en sus parterres, y con unos duros bancos de piedra.



Se representaron obras de teatro en la nueva plaza, viene a mi memoria "La casa de té y la luna de agosto" (1956) por la compañía de José Tamayo, y un "Soñador para un pueblo" (1958) de Antonio Buero Vallejo. No olvido tampoco aquellos domingos en los que allí enfrente, en un alto escenario, la orquesta de Pepichi amenizaba las veladas de verano en las que dimos los primeros ─torpes─ pasos de baile. 

Hoy estoy, en el castillo, en el castillo de esta plaza, para algo muy distinto, estoy aquí para tener el inmenso honor de ser investido académico de Bellas Artes. Y para hablar de Física y Arte. Y añado: para hacer un bosquejo, un apunte, una visión apasionada, de dos mundos convergentes y que se solapan cada vez más.


Pero para nuestro discurso necesitamos dos premisas fundamentales como puntos de partida, una relativa a la época, pues la Física y el Arte comienzan su relevante maridaje a finales del siglo XIX y a principios del XX, luego ese Arte al que nos referimos es el Arte denominado Contemporáneo. La otra premisa surge de la pregunta que más se ha repetido en todo este tiempo ante una obra de Arte, (obra, movimiento o trayecto) ¿esto qué representa? o su directa variante ¿esto qué significa? Y esa distinción fundamental significa hacernos una pregunta determinante que es esta:  ¿Lo conocido es lo real?




4 comentarios:

gsaj4847@gmail.com dijo...

Buena definición de la Plaza del Castillo y su entorno...Ay, aquellos
"niños llorones"

Eugenio Martínez dijo...

Esta entrada nos hace adivinar una interesante andadura por los senderos secretos y las maravillas de la Naturaleza, conducidos por el Dr, Ignacio Pérez Blanquer, quien nos promete hacer posible lo que parece imposible

Julio de la Rúa dijo...

Gracias Gonzalo, espero con ilusión las siguientes entregas de "La Física y el Arte", para ver donde nos lleva.

IgnacioPB dijo...

Muchas gracias Gonzalo, por tener la deferencia de poner mi conferencia en tu blog. La acabo de releer y se embota mi mente de hermosos recuerdos de aquellos tiempos, tan perdidos y lejanos. Ayer tuve ocasión de ver en Facebook una fotografía de la plaza del Castillo que fui mezclando con el relato anterior y casi se me caen dos lágrimas gordas...
Probablente, si tuviese que escribir este discurso de nuevo, cambiaría muchas cosas, pero nada de esta primera parte que has seleccionado; no la tocaría.
Mil gracias otra vez.
(La foto a la que me he referido quizás sea posible verla pulsando en este enlace: Foto antigua de la Plz. del Castillo. Aunque se trata de una fotografía unos años posterior a como era la plaza con los "niños llorones".)

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