7.11.22

Leopoldo Panero Torbado, un poeta fuera de lo común.Astorga (León), 17.X.1909 – Castrillo de las Piedras (León), 27.VIII.1962.

Nací en Astorga, como pesa el tormo;
como una catedral desde un cimiento;
y con mi calle en sombra me conformo.

Uno de los poetas mayores de nuestra posguerra. Basta ver el proceso de maduración de su obra para darse cuenta de que Leopoldo Panero Torbado fue efectivamente un gran poeta. Su poesía será algún día, más allá de las vinculaciones políticas y los imperdonables errores como cabeza de familia, una poesía espléndida, un retorno a las emociones primarias de la existencia humana y sus temas los tradicionales: el amor, la muerte, la tierra y el paisaje de España.
En esta paz del corazón alada
descansa el horizonte de Castilla,
y el vuelo de la nube sin orilla
azula mansamente la llanada.

Solas quedan la luz y la mirada
desposando la mutua maravilla
de la tierra caliente y amarilla
y el verdor de la encina sosegada.

¡Decir con el lenguaje la ventura
de nuestra doble infancia, hermano mío,
y escuchar el silencio que te nombra!

La oración escuchar del agua pura,
el susurro fragante del estío
y el ala de los chopos en la sombra.

  

A Leopoldo Panero Torbado lo conocemos por él, por sus hijos y por su mujer. Una familia desequilibrada, de poetas, de mujer presa, de niños mal llevados. Él fue, junto con Luis Rosales, el poeta del régimen, también el que estuvo a punto de morir por rojo durante la Guerra Civil. Este 17 de octubre se cumplió 113 años del nacimiento del patriarca de una saga que sigue provocando fascinación, miedo y, a veces, cierta tristeza.
La historia de Panero es la historia de una España casi gris. Nació entre la catedral y el palacio episcopal de la Astorga de principios de siglo y no sería hasta 1928 cuando aparecería en el panorama poético español publicando en una revista que él mismo había creado mientras estudiaba la carrera de derecho.
Era, dicen, más humano de lo que luego se pensó. Más tierno, más sentimental de lo que jamás imaginaría su familia. También un tipo que tuvo la fortuna de pasar por las Universidades de Tours, de Poitiers y de Cambridge para estudiar lengua y literatura y la poca suerte de pertenecer a una generación, la del 36, que se quedó eclipsada por la grandeza de la anterior, la del 27.

Panero se inclinó claramente en esos tiempos hacia la República, con ideas de izquierda, y celebró su proclamación en 1931. Por otra parte, reconoció literariamente a los poetas del 27 como sus maestros, aunque en privado cultivó una devoción que nunca cedió por la poesía de Machado y, en segundo término, de Unamuno.

La llegada de César Vallejo a Madrid dio ocasión para el inicio de una amistad que fue decisiva para él. En 1932 comenzó la publicación de sus primeras composiciones poéticas, de carácter vanguardista (bajo el influjo de la retórica y la imagen surrealistas), mientras en otros se aprecia, en cambio, la influencia de Salinas y Guillén. Luego se acercó a Neruda y su círculo (y publicó un último poema vanguardista, “Por el centro del día”, en Caballo verde para la poesía).

En 1932 Panero residió en Poitiers y, en 1934, pasó unos meses en Inglaterra. Al volver a Madrid en 1935 coincidió en la casa de huéspedes con Luis Rosales, de quien se hizo amigo y que fue para él decisiva influencia vital y literaria. Es también la época de sus dudas y su replanteamiento religioso. Pero el curso de 1935 a 1936 lo pasó en Cambridge (allí entró en relación con exiliados españoles, entre ellos el poeta Luis Cernuda y otros escritores, como el poeta británico T.S. Elliot). Regresó a Astorga días antes de la sublevación militar. Su hermano Juan, que era oficial de complemento, se incorporó al Ejército; pero a poco (19 de octubre) Leopoldo fue denunciado y, en compañía de Ángel Jiménez, novio de su hermana Asunción, detenido y llevado a San Marcos de León, bajo la acusación de pertenecer al Socorro Rojo. El día 2 de noviembre, Ángel Jiménez fue fusilado y Leopoldo salvó la vida por la intervención de su madre cerca de la esposa de Franco. Poco después de ser liberado, y sintiéndose inseguro, se incorporó como soldado a la compañía de un pariente lejano, que le reclamó. 

La familia pensó entonces que la angustia había terminado, que, así, ya estaban a salvo. Pero el 7 de agosto de 1937 Juan Panero es atropellado por un coche y los Panero se rompen en pedazos. Leopoldo le escribió este poema a los pocos días:

A ti, Juan Panero, mi hermano
mi compañero y mucho más;
a ti tan dulce y tan cercano;
a ti para siempre jamás.

A ti que fuiste reciamente
hecho de dolor como el roble;
siempre pura y alta la frente,

y la mirada limpia y noble.

Terminada la guerra, quedó Panero en Madrid con su madre y alguna de las hermanas. Por mediación de Maravall y de su novia, conoció a Felicidad Blanc, escritora, e hija de un matrimonio, de la alta burguesía madrileña de la que se decía que la que se decía que era la mujer más bella de la capital. Después de un rápido noviazgo se casaron (mayo de 1941), con la que tuvo tres hijos: Juan Luis, Leopoldo María y Michi 

El matrimonio vivió en Londres algún tiempo, de 1945 a finales de esa década, cuando le nombraron a él director del Instituto Español. Allí, Leopoldo padre conoció a Luis Cernuda y a su homónimo republicano, Esteban Salaza Chapela.
Luego, ya en España, entró en la «misión poética», del Instituto de Cultura Hispánica, recién fundado, con Luis Rosales, Antonio Zubiaurre y Agustín de Foxá. Su misión, «propaganda y acercamiento político y cultural a los países hispanoamericanos». Sería con el primero con el que entablaría una amistad profunda gracias a las tertulias que organizaban en Madrid en el Café Lyon y donde también conoció a Gerardo Diego o Luis Felipe Vivanco.

En esa época publicó poemarios, también en revistas, era un grande de la cultura, el régimen de Franco le adoraba, y sus hijos, que veían poco a su padre, sentían una admiración muy fuerte por su profesión y la asumieron como propia. También, como sabríamos más tarde, gracias a Felicidad Blanc. Aquella mujer que se quedó en casa cuidando de los niños era cultísima y no había perdido ni un ápice de talento. Tres chicos criados por dos genios.

Pero aunque Panero vendía una visión modélica de su familia, años más tarde se descubrió que de puertas hacia dentro aquello era un desastre. Aunque no se supo hasta que murió. El poeta se fue en 1962, se lo llevó un infarto de miocardio a los 53 años y su mujer acabó confesando que aquello habría supuesto cierto alivio. También sus hijos contarían en el documental El Desencanto (1976), que se grabó más de una década después de su muerte, las juergas que se corría su padre con Rosales a base de whisky. 


Felicidad Blanc llegó a escribir: “habrá tantas mujeres que como yo, habrán dejado que se oscureciera su inteligencia, perdida la curiosidad por todo, anuladas en su renuncia inútil. Mis hijos me han asegurado que hasta la muerte de Leopoldo no me comprendieron a mi, ni se tomaron la molestia de pensar quién era yo”.

Lo que Leopoldo Panero Torbado no vio fue el declive de su familia. El ingreso en distintos psiquiátricos de su hijo Leopoldo, los reproches de Felicidad, el odio de Juan Luis, la indiferencia de Michi. Todos los Panero, de los que ya no queda ninguno, renegando del patriarca. Todos medios locos, todos debiéndole a él una vocación y despreciándole como padre y esposo.

Antes de morir le dijo a su mujer que no se encontraba bien, probablemente había tenido un episodio previo de infarto, pero el médico que lo atendió vinculó su malestar con supuestos excesos de comida y bebida.
Era el 27 de agosto de 1962, trabajaba en su último poema y que encontraría su mujer sobre una mesa camilla.

El hombre coge en sueños la mano que le tiende
un ángel, casi un ángel. Toca su carne fría,
y hasta el fondo del alma de rodillas, desciende.
Es él. Es el que espera llevarnos cada día.

Es el dulce fantasma del corazón, el duende
de nuestras pobres almas, es la melancolía.
¡Es el son de los bosques donde el viento se extiende
hablándonos lo mismo que Dios nos hablaría!

Un ángel, casi un ángel. En nuestro pecho reza,
en nuestros ojos mira y en nuestra mano toca;
y todo es como niebla de una leve tristeza,

y todo es como un beso cerca de nuestra boca,
y todo es como un ángel cansado de belleza,
¡que lleva a sus espaldas este peso de roca!

Y en la poesía de su amigo Dámaso Alonso. Fragmento de “Última noche de amistad”

…) Leopoldo, en tu ternura sin riberas, o en aquellas inmensas erupciones volcánicas de tus honradas iras, siempre mi amigo verdadero,
Leopoldo, aquí solo en la noche de noviembre,
de este sesenta y dos, de este año duro,
en que tú te me has muerto y en que tantos
lienzos de mi ilusión se me han hundido
y en que he visto rozándome, hocicándome, las púas en astillas y el putrescente aliento de las furias (humanas)
-sesenta y cuatro años de niño jamás imaginaron
que tales monstruos daba nuestro mundo-
se me cuaja la pena, y en náusea me rebosa el alma, el cuerpo,
y gritaría (¿a quién?):
«Ah, yo dimito de hombre» (…)

  Cántico

Estos dos versos de un poema largo, dedicado a su mujer, la maravillosa Felicidad Blanc, emocionan: Pertenecen a "Cántico". Lo pueden escuchar en el vídeo.
Tu piel tiene penumbra de paloma
Tu pie tiene costumbre de gacela.
Lo pueden leer:  AQUI

Frecuentó la tertulia del Café Lyón de Madrid, donde entabló amistad con Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco y Gerardo Diego, tertulia que se fundió más tarde con la de Manuel Machado. En 1949 recibió el Premio Fastenrath de la Academia por Escrito a cada instante, y al año siguiente el Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera. Más tarde publicó en la revista Poesía Española (1952–1971). Dirigió la revista Correo Literario. Fue Secretario de una sección del Instituto de Cultura Hispánica.

Rosales, Antonio de Zubiaurre, Panero y Foxá. Misión poética (Costa Rica, 1950)

En 1960 publicó Cándida puerta, considerada una de sus obras maestras. Destacan entre sus libros de poemas La estancia vacía (1944), Versos al Guadarrama (1945), Escrito a cada instante (1949), donde aparecen sus famosas elegías a César Vallejo, que estuvo en su casa invitado por él durante unos días, y a Federico García Lorca; Canto personal (1953), réplica al Canto General de Pablo Neruda escrita en tercetos al que puso prólogo Dionisio Ridruejo, que recibió el Premio 18 de Julio de manos del Ministro Raimundo Fernández-Cuesta, y Cándida puerta (1960); en el póstumo Poesía (1963) se recoge toda su obra lírica, y sus Obras completas se imprimieron en 1973.


Sus hijos:
La aversión de los hijos hacia el padre, las diferencias que mantenían sus hijos, el mayor, Juan Luis que fue un gran poeta y cuya obra ha estado olvidada a la sombra del padre, que se siente expulsado del núcleo familiar, Leopoldo María, y su locura creativa, con momentos de lucidez de los que surge una obra literaria interesantísima, presenta una patología mental que podía haber sido controlada con medicación, que abusa de alcohol y drogas. Michi, un autor sin obra, un vividor, el rey de la noche madrileña, con una inteligencia vibrante, que habría dejado un legado oral probablemente insuperable si a alguien se le hubiera ocurrido grabarlo. La pena es que nadie lo hizo, él era demasiado vago para escribir y bebía mucho.
Unos drogadictos que desbarataron toda la hacienda familiar. Perdieron la herencia de sus padres, que pudo haber sido fantástica. Pero a cambio nos dejaron una obra artística para el futuro.

HIJO MÍO
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.

Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.

Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,

me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me queda nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
 


Juan Luis Panero Blanc
Su irrupción en la poesía española contemporánea se inició en 1968 con la publicación del libro A través del tiempo, al que siguieron, luego, Los trucos de la muerte, en 1975; Desapariciones y fracasos, en 1978; y Juegos para aplazar la muerte, en 1984. Antes que llegue la noche (1985) le permitió obtener el Premio Ciudad de Barcelona. En 1988, con Galerías y fantasmas, obtuvo el Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe. Sin rumbo cierto, XII Premio Comillas de Biografía, Autobiografía y Memorias, y Enigmas y despedidas, publicado en 1999, son sus últimas producciones. En 2009 Ediciones Vitruvio publicó La memoria y la muerte, una antología que recogió toda su obra poética editada hasta entonces.




Leopoldo Panero Blanc
Poeta loco, alcoholico, drogadicto y homosexual, su vida fue un largo camino hacia el abismo. Admirado y repudiado, cuerdo y extraviado, santo y maldito, fue uno de los mejores  poetas de la segunta mitad del siglo XX. Y también un lúcido pensador. Siempre quiso ser un poeta provocador y maldito, custionaba la normalidad tanto en su vida privada como en sus escritos de marcado carácter autobiogrñafico y tenía un compartamiento imprevisible. 
Un acontecimiento fundamental y al que Leopoldo Panero Blanc, alude con frecuencia es el intento de suicidio y primer ingreso en un hospital psiquiátrico a los 19 años. Aunque lo minimiza, es un hecho al que recurre frecuentemente tanto en su obra literaria como en la biográfica y autobiográfica. La vida adulta de Panero está marcada por un sentimiento amargo de la existencia. Ya en “Teoría”, publicado en 1973, escribe: 

Veintitrés clavos 
han anudado al fin este cuerpo a la nada
 en ella nado
 y que el silencio me bendiga
señor de la locura
máscara de hierro iii
el pájaro dijo sólo iii 
elegí la o como vocal más sonora
 junto con la r que mejor prolonga
el sonido, significando insistencia
 en la desesperación
 que sin o se convierte en muda
desesperaci(ó)n 
n(o)
d(o)l(o)r

Una vida que vivencia como una tortura, pero a diferencia de la tortura que podría experimentar el neurótico, es una tortura estudiada para que el sufrimiento aumentara poco a poco. No es la tortura existencial que toda persona ha podido experimentar alguna vez, es una tortura premeditada, creada ex profeso para Leopoldo Panero Blanc. Transmutado en una ruina física, murió en 2014 en un hospital público de Las Palmas. Tenía 65 años. Nadie reclamó su cadaver.

             Leopoldo María Panero:  Te mataré mañana cuando la luna salga...

Testimonio de una estudiante -hoy doctora en Filología-.
Recuerdo a Leopoldo María Panero en mi facultad. Vino a dar una charla recital. No se me olvidará. Fumaba y bebía coca cola compulsivamente, estaba demacrado. Solo verlo ya era impactante. Era un enfermo y se le veía así, enfermo, ido, loco. Pero luego hablaba y lo que decía era brillante y original. Tenía una cultura apabullante. Recitaba en griego de memoria, aludía a fragmentos de obras, a citas de autores y decía de memoria sus poemas sin leer. Despertaba admiración y pena al mismo tiempo. Recuerdo que al terminar la charla en el aula magna se lo llevaron inmediatamente para devolverlo al psiquiátrico donde vivía interno. No había vuelto a recordar todo esto hasta ahora que he leído tu texto. Toda la historia de la familia, empezando por el padre -que siempre planea sobre todos como un fantasma- es interesantísima. Y muy triste. Las revelaciones y conversaciones con sus hijos, a pesar de esa aparente cordialidad y elegancia, son terroríficas.



José Moisés Victor Santiago Panero Blanc, más conocido como Michi Panero.

Nació en 1951 en la casa familiar de Madrid, creció en un ambiente de sofisticación intelectual y cierta holgura económica. El apodo con que es comúnmente conocido, Michi, se lo dieron sus dos hermanos. Estudió en el prestigioso Liceo Italiano de Madrid y comenzó varias carreras universitarias, que nunca terminaría, como Filosofía, Ciencias Políticas o Cine.  
A mediados de los años setenta Michi comenzará su vida de diletante y su conexión con gran parte de la intelligentsia literaria y artística madrileña de la época. Dandi vocacional, Michi se granjeó merecida fama de noctívago y mujeriego.
Perteneció a la estirpe de escritores malditos que pulularon por Malasaña, licuándose con la fauna noctámbula y haciendo de los bares mundo interior. 
La troupe Almodóvar le parecían unos horteras y unos analfabetos.
Su gran sueño, siempre en clave muy irónica, era “dejar de ser un niño pobre, salido de un cuento de Dickens” y casarse con una millonaria como Bárbara Hutton para divorciarse pronto de ella, y desde luego no tener que escribir. Curiosamente, escribía muy bien, pero no fue nunca un escritor.

En enero de 2017 se publica de la mano de Javier Mendoza, una obra que recoge algunos relatos inéditos de Michi, junto con artículos de prensa y otros textos ya conocidos. Su título es Funerales Vikingos. Este libro incluye asimismo, bajo el nombre de El desconcierto, una suerte de biografía escrita por el propio Javier Mendoza sobre Michi en la que realiza un recorrido a lo largo de la amistad que ambos mantuvieron.



El desencanto.
En 1976 Jaime Chávarri inició el rodaje de lo que tenía que ser un reportaje sobre el padre: Leopoldo Panero, el material se convirtió en la película El desencanto que acabó siendo un símbolo tanto de la familia como de la época y fue una película de culto para toda una generación. En El desencanto  participan la madre, paradójicamente llamada Felicidad y sus hijos. De lo más interesante de la película, es la irrupción de Leopoldo, después de escuchar a Felicidad, al hermano menor Michi y al mayor Juan Luis retrataron a través de sus recuerdos al poeta, siempre ausente. Pero sobre esta peculiar y decadente estampa familiar pesó el reflejo de una época que se agotaba. Los últimos coletazos del franquismo se dejaron ver a través de la evocación de la vieja gloria de quien fuera uno de los escritores oficiales del régimen. El desencanto fue además la última película mutilada por la censura cinematográfica en España y una de las obras de Chávarri más reconocidas por la crítica. Ya en 1994 llegó Después de tantos años, película en la que Leopoldo María, el hijo, se convirtió en el eje central del film y Ricardo Franco retomó la labor de retratista emprendida por Jaime Chávarri dos décadas antes.


Secuencia 4


Secuencia 5


Secuencia 12

"El desencanto es sobre todo, uno de los mayores ajustes de cuentas generacionales que se han podido ver sobre la pantalla."
"Un moribundo Michi Panero reconoció: Fuimos un poco cabrones con mi padre."

Fuentes: Real Academia de la Historia, Blog de Daniel J. Rodríguez, Wikipedia, 

Gonzalo Diaz-Arbolí

12 comentarios:

Olga R. I. dijo...

Está genial, Gonzalo. Cuánta información y qué retrato tan redondo haces de cada uno. El documental "El desencanto" es tremendo. Los reproches mutuos son durísimos. Las conversaciones tan brillantes, tan inteligentes, tan hondas solo sirven para evidenciar una infelicidad tremenda en la familia. Recuerdo a Leopoldo Panero en mi facultad. Vino a dar una charla recital. No se me olvidará. Fumaba y bebía coca cola compulsivamente, estaba demacrado. Solo verlo ya era impactante. Era un enfermo y se le veía así, enfermo, ido, loco. Pero luego hablaba y lo que decía era brillante y original. Tenía una cultura apabullante. Recitaba en griego de memoria, aludía a fragmentos de obras, a citas de autores y decía de memoria sus poemas sin leer. Despertaba admiración y pena al mismo tiempo. Recuerdo que al terminar la charla en el aula magna se lo llevaron inmediatamente para devolverlo al psiquiátrico donde vivía interno. No había vuelto a recordar todo esto hasta ahora que he leído tu texto. Toda la historia de la familia, empezando por el padre -que siempre planea sobre todos como un fantasma- es interesantísima. Y muy triste. La figura de la madre daría para otra entrada de tu blog. Las revelaciones y conversaciones con sus hijos, a pesar de esa aparente cordialidad y elegancia, son terroríficas.

Eugenio W. dijo...

Leopoldo padre fue un extraordinario poeta, aunque también haya sido un insigne borrachín. Pero predomina, con creces, su primera faceta. En mi época de filósofo, en El Escorial, nos tenía a todos obnubilados. La entrada me gusta el enfoque y el desarrollo.

Pedro González dijo...

Gracias Gonzalo por traernos tan bellas y profundas palabras.

Luisa Fernández dijo...

He leído la entrada en tu blog. Me parece interesantisima, me lleva a seguir indagando. Gracias por despertar nuestras mentes y llevarnos a conocer a grandes artistas

Luis Muñiz dijo...

Después fue más bien acribillado por el rencor de sus hijos y su mujer en la película El Desencanto.
Tiene dos versos en un poema bastante largo, Cántico, dedicado a su mujer, la maravillosa Felicidad Blanc, que me gustan:
Tu piel tiene penumbra de paloma
Tu cuerpo tiene costumbre de gacela.

Luis Muñiz dijo...

La película es muy dura, con pero es un clásico de la época. De hecho, el título sirvió para caracterizar el estado anímico del momento: El desencanto con la transición democrática

Julio de la R. dijo...

Hola Gonzalo, es una entrada demoledora, pero necesaria para conocer a esta saga de poetas audestructores, desorientados, con transtornos de personalidad, frustración... pero con mucha sensibilidad y creo que con un fondo de arrepentimiento mostrado en una huída hacia la "locura".

Laureano dijo...

Me ha encantado, Gonzalo, pero me satisface más comprobar que esto es lo único que palia la locución latina "sic tránsit gloria mundi".
De todos modos ,desconocía muchas cosas de su agitada y complicada vida. Un abrazo.

Manoli dijo...

Un epitafio conmovedor. Al muerto se le perdona todo.

Flora dijo...

Sobrecogedor

Javier Díaz Arbolí dijo...

Leopoldo María Panero debe ser considerado como un poeta desarraigado, un hombre desclasado que trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, una persona que sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Yo considero a Leopoldo María Panero, un aquejado de malditismo, alguien que se suicida a cámara lenta y, de esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar inacabada, esa misma obra.

LUIS MANZORRO BENITEZ dijo...

Una fantástica publicación llena poesía, de videos, de información... que iré viendo y oyendo con tranquilidad.
EL EPITAFIO, extenso y hermoso. Sí Leopoldo Panero es el que recita "El Cántico", podríamos decir que es un maravilloso poeta con voz acaramelada: ¡me ha encantado su voz!.
Las poesías que has puesto son bellísimas y fáciles de leer; ahora he leído algunas de poetas actuales que no lo son tanto.
Gracias, Gonzalo, por hacer el esfuerzo que requiere este gran trabajo.

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