La
llegada de César Vallejo a Madrid dio ocasión para el inicio de una amistad que
fue decisiva para él. En 1932 comenzó la publicación de sus primeras
composiciones poéticas, de carácter vanguardista (bajo el influjo de la
retórica y la imagen surrealistas), mientras en otros se aprecia, en cambio, la
influencia de Salinas y Guillén. Luego se acercó a Neruda y su círculo (y
publicó un último poema vanguardista, “Por el centro del día”, en Caballo
verde para la poesía).
En
1932 Panero residió en Poitiers y, en 1934, pasó
unos meses en Inglaterra. Al volver a Madrid en 1935 coincidió en la casa de
huéspedes con Luis Rosales, de quien se hizo amigo y que fue para él decisiva
influencia vital y literaria. Es también la época de sus dudas y su
replanteamiento religioso. Pero el curso de 1935 a 1936 lo pasó en Cambridge
(allí entró en relación con exiliados españoles, entre ellos el poeta Luis Cernuda y otros escritores, como el poeta británico T.S. Elliot). Regresó a Astorga
días antes de la sublevación militar. Su hermano Juan, que era oficial de
complemento, se incorporó al Ejército; pero a poco (19 de octubre) Leopoldo fue
denunciado y, en compañía de Ángel Jiménez, novio de su hermana Asunción,
detenido y llevado a San Marcos de León, bajo la acusación de pertenecer al
Socorro Rojo. El día 2 de noviembre, Ángel Jiménez fue fusilado y Leopoldo
salvó la vida por la intervención de su madre cerca de la esposa de Franco.
Poco después de ser liberado, y sintiéndose inseguro, se incorporó como soldado
a la compañía de un pariente lejano, que le reclamó.
La familia pensó entonces que la angustia había terminado, que, así, ya estaban a salvo. Pero el 7 de agosto de 1937 Juan Panero es atropellado por un coche y los Panero se rompen en pedazos. Leopoldo le escribió este poema a los pocos días:
A ti, Juan Panero, mi hermano
mi compañero y mucho más;
a ti tan dulce y tan cercano;
a ti para siempre jamás.
A ti que fuiste reciamente
hecho de dolor como el roble;
siempre pura y alta la frente,
y la mirada limpia y noble.
Terminada la guerra, quedó Panero en Madrid con su madre y alguna de las hermanas. Por mediación de Maravall y de su novia, conoció a Felicidad Blanc, escritora, e hija de un matrimonio, de la alta burguesía madrileña de la que se decía que la que se decía que era la mujer más bella de la capital. Después de un rápido noviazgo se casaron (mayo de 1941), con la que tuvo tres hijos: Juan Luis, Leopoldo María y Michi.
El matrimonio vivió en Londres algún tiempo, de 1945 a finales de esa década, cuando le nombraron a él director del Instituto Español. Allí, Leopoldo padre conoció a Luis Cernuda y a su homónimo republicano, Esteban Salaza Chapela.
Luego, ya en España, entró en la «misión poética», del Instituto de Cultura Hispánica, recién fundado, con Luis Rosales, Antonio Zubiaurre y Agustín de Foxá. Su misión, «propaganda y acercamiento político y cultural a los países hispanoamericanos». Sería con el primero con el que entablaría una amistad profunda gracias a las tertulias que organizaban en Madrid en el Café Lyon y donde también conoció a Gerardo Diego o Luis Felipe Vivanco.
En esa época publicó poemarios, también en revistas, era un grande de la cultura, el régimen de Franco le adoraba, y sus hijos, que veían poco a su padre, sentían una admiración muy fuerte por su profesión y la asumieron como propia. También, como sabríamos más tarde, gracias a Felicidad Blanc. Aquella mujer que se quedó en casa cuidando de los niños era cultísima y no había perdido ni un ápice de talento. Tres chicos criados por dos genios.
Pero aunque Panero vendía una visión modélica de su familia, años más tarde se descubrió que de puertas hacia dentro aquello era un desastre. Aunque no se supo hasta que murió. El poeta se fue en 1962, se lo llevó un infarto de miocardio a los 53 años y su mujer acabó confesando que aquello habría supuesto cierto alivio. También sus hijos contarían en el documental El Desencanto (1976), que se grabó más de una década después de su muerte, las juergas que se corría su padre con Rosales a base de whisky.
Felicidad Blanc llegó a escribir: “habrá tantas mujeres que como yo, habrán dejado que se oscureciera su inteligencia, perdida la curiosidad por todo, anuladas en su renuncia inútil. Mis hijos me han asegurado que hasta la muerte de Leopoldo no me comprendieron a mi, ni se tomaron la molestia de pensar quién era yo”.
Lo que Leopoldo Panero Torbado no vio fue el declive de su familia. El ingreso en distintos psiquiátricos de su hijo Leopoldo, los reproches de Felicidad, el odio de Juan Luis, la indiferencia de Michi. Todos los Panero, de los que ya no queda ninguno, renegando del patriarca. Todos medios locos, todos debiéndole a él una vocación y despreciándole como padre y esposo.
Antes de morir le dijo a su mujer que no se encontraba bien, probablemente había tenido un episodio previo de infarto, pero el médico que lo atendió vinculó su malestar con supuestos excesos de comida y bebida.
Era el 27 de agosto de 1962, trabajaba en su último poema y que encontraría su mujer sobre una mesa camilla.
El hombre coge en sueños la mano que le tiende
un ángel, casi un ángel. Toca su carne fría,
y hasta el fondo del alma de rodillas, desciende.
Es él. Es el que espera llevarnos cada día.
Es el dulce fantasma del corazón, el duende
de nuestras pobres almas, es la melancolía.
¡Es el son de los bosques donde el viento se extiende
hablándonos lo mismo que Dios nos hablaría!
Un ángel, casi un ángel. En nuestro pecho reza,
en nuestros ojos mira y en nuestra mano toca;
y todo es como niebla de una leve tristeza,
y todo es como un beso cerca de nuestra boca,
y todo es como un ángel cansado de belleza,
¡que lleva a sus espaldas este peso de roca!
Y en la poesía de su amigo Dámaso Alonso. Fragmento de “Última noche de amistad”
…) Leopoldo, en tu ternura sin riberas, o en aquellas inmensas erupciones volcánicas de tus honradas iras, siempre mi amigo verdadero,
Leopoldo, aquí solo en la noche de noviembre,
de este sesenta y dos, de este año duro,
en que tú te me has muerto y en que tantos
lienzos de mi ilusión se me han hundido
y en que he visto rozándome, hocicándome, las púas en astillas y el putrescente aliento de las furias (humanas)
-sesenta y cuatro años de niño jamás imaginaron
que tales monstruos daba nuestro mundo-
se me cuaja la pena, y en náusea me rebosa el alma, el cuerpo,
y gritaría (¿a quién?):
«Ah, yo dimito de hombre» (…)
Estos dos versos de un poema largo, dedicado a su mujer, la maravillosa Felicidad Blanc, emocionan: Pertenecen a "Cántico". Lo pueden escuchar en el vídeo.
Tu piel tiene penumbra de paloma
Tu pie tiene costumbre de gacela.
Frecuentó la tertulia del Café Lyón de Madrid, donde entabló amistad con Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco y Gerardo Diego, tertulia que se fundió más tarde con la de Manuel Machado. En 1949 recibió el Premio Fastenrath de la Academia por Escrito a cada instante, y al año siguiente el Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera. Más tarde publicó en la revista Poesía Española (1952–1971). Dirigió la revista Correo Literario. Fue Secretario de una sección del Instituto de Cultura Hispánica.
Rosales, Antonio de Zubiaurre, Panero y Foxá. Misión poética (Costa Rica, 1950)
En 1960 publicó Cándida puerta, considerada una de sus obras maestras. Destacan entre sus libros de poemas La estancia vacía (1944), Versos al Guadarrama (1945), Escrito a cada instante (1949), donde aparecen sus famosas elegías a César Vallejo, que estuvo en su casa invitado por él durante unos días, y a Federico García Lorca; Canto personal (1953), réplica al Canto General de Pablo Neruda escrita en tercetos al que puso prólogo Dionisio Ridruejo, que recibió el Premio 18 de Julio de manos del Ministro Raimundo Fernández-Cuesta, y Cándida puerta (1960); en el póstumo Poesía (1963) se recoge toda su obra lírica, y sus Obras completas se imprimieron en 1973.
Sus hijos:
La aversión de los hijos hacia el padre, las diferencias que mantenían sus hijos, el mayor, Juan Luis que fue un gran poeta y cuya obra ha estado olvidada a la sombra del padre, que se siente expulsado del núcleo familiar, Leopoldo María, y su locura creativa, con momentos de lucidez de los que surge una obra literaria interesantísima, presenta una patología mental que podía haber sido controlada con medicación, que abusa de alcohol y drogas. Michi, un autor sin obra, un vividor, el rey de la noche madrileña, con una inteligencia vibrante, que habría dejado un legado oral probablemente insuperable si a alguien se le hubiera ocurrido grabarlo. La pena es que nadie lo hizo, él era demasiado vago para escribir y bebía mucho.
Unos drogadictos que desbarataron toda la hacienda familiar. Perdieron la herencia de sus padres, que pudo haber sido fantástica. Pero a cambio nos dejaron una obra artística para el futuro.
HIJO MÍO
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,
me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me queda nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
12 comentarios:
Está genial, Gonzalo. Cuánta información y qué retrato tan redondo haces de cada uno. El documental "El desencanto" es tremendo. Los reproches mutuos son durísimos. Las conversaciones tan brillantes, tan inteligentes, tan hondas solo sirven para evidenciar una infelicidad tremenda en la familia. Recuerdo a Leopoldo Panero en mi facultad. Vino a dar una charla recital. No se me olvidará. Fumaba y bebía coca cola compulsivamente, estaba demacrado. Solo verlo ya era impactante. Era un enfermo y se le veía así, enfermo, ido, loco. Pero luego hablaba y lo que decía era brillante y original. Tenía una cultura apabullante. Recitaba en griego de memoria, aludía a fragmentos de obras, a citas de autores y decía de memoria sus poemas sin leer. Despertaba admiración y pena al mismo tiempo. Recuerdo que al terminar la charla en el aula magna se lo llevaron inmediatamente para devolverlo al psiquiátrico donde vivía interno. No había vuelto a recordar todo esto hasta ahora que he leído tu texto. Toda la historia de la familia, empezando por el padre -que siempre planea sobre todos como un fantasma- es interesantísima. Y muy triste. La figura de la madre daría para otra entrada de tu blog. Las revelaciones y conversaciones con sus hijos, a pesar de esa aparente cordialidad y elegancia, son terroríficas.
Leopoldo padre fue un extraordinario poeta, aunque también haya sido un insigne borrachín. Pero predomina, con creces, su primera faceta. En mi época de filósofo, en El Escorial, nos tenía a todos obnubilados. La entrada me gusta el enfoque y el desarrollo.
Gracias Gonzalo por traernos tan bellas y profundas palabras.
He leído la entrada en tu blog. Me parece interesantisima, me lleva a seguir indagando. Gracias por despertar nuestras mentes y llevarnos a conocer a grandes artistas
Después fue más bien acribillado por el rencor de sus hijos y su mujer en la película El Desencanto.
Tiene dos versos en un poema bastante largo, Cántico, dedicado a su mujer, la maravillosa Felicidad Blanc, que me gustan:
Tu piel tiene penumbra de paloma
Tu cuerpo tiene costumbre de gacela.
La película es muy dura, con pero es un clásico de la época. De hecho, el título sirvió para caracterizar el estado anímico del momento: El desencanto con la transición democrática
Hola Gonzalo, es una entrada demoledora, pero necesaria para conocer a esta saga de poetas audestructores, desorientados, con transtornos de personalidad, frustración... pero con mucha sensibilidad y creo que con un fondo de arrepentimiento mostrado en una huída hacia la "locura".
Me ha encantado, Gonzalo, pero me satisface más comprobar que esto es lo único que palia la locución latina "sic tránsit gloria mundi".
De todos modos ,desconocía muchas cosas de su agitada y complicada vida. Un abrazo.
Un epitafio conmovedor. Al muerto se le perdona todo.
Sobrecogedor
Leopoldo María Panero debe ser considerado como un poeta desarraigado, un hombre desclasado que trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, una persona que sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Yo considero a Leopoldo María Panero, un aquejado de malditismo, alguien que se suicida a cámara lenta y, de esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar inacabada, esa misma obra.
Una fantástica publicación llena poesía, de videos, de información... que iré viendo y oyendo con tranquilidad.
EL EPITAFIO, extenso y hermoso. Sí Leopoldo Panero es el que recita "El Cántico", podríamos decir que es un maravilloso poeta con voz acaramelada: ¡me ha encantado su voz!.
Las poesías que has puesto son bellísimas y fáciles de leer; ahora he leído algunas de poetas actuales que no lo son tanto.
Gracias, Gonzalo, por hacer el esfuerzo que requiere este gran trabajo.
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