1.11.22

Escribir sobre JRJ, es hacerlo sobre uno de los mayores poetas de la lengua española.

¡Divina Poesía, tú sola me sostienes!
¡Negros, sangrientos, trágicos, me asaltan los instantes…;
pero tú entonces vienes
y me regalas tu corona de diamantes!
Como mujer curiosa, recorro con los ojos
y con las manos la celeste pedrería…
¡Oh, cómo entre mis rojos
duelos, fulge la polícroma fantasía!
JRJ, «A la poesía», Poemas mágicos y dolientes


Retrato. Autor Joaquín Sorolla
Quisiera recordar que el próximo 23 de diciembre de 1881 se celebrará el nacimiento en Palos de Moguer de Juan Ramón Jiménez, ¡han pasado 141 años ya! Falleció en San Juan, Puerto Rico, 29/5/1958)

«Nací en Moguer (Andalucía) (¡qué nombre!), la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; mi madre es andaluza y tiene los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo muy bien que jugaba muy poco y que era gran amigo de la soledad; las solemnidades, las visitas, las iglesias, me daban miedo...»

Es un autor esencial para la poesía en lengua española y para la poesía contemporánea occidental. Sus propuestas éticas y estéticas marcan una línea divisoria entre el Romanticismo de Espronceda y Bécquer, bajo cuya influencia escribe sus primeros versos, y el Modernismo y las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX. El exilio en América durante las décadas de los cuarenta y cincuenta enriquece su poesía, la cual adquiere una dimensión cósmica y mística sin precedentes en la tradición española. El magisterio de Juan Ramón en la poesía española es indiscutible y continúa influyendo en los poetas de las generaciones más jóvenes.

La existencia de Juan Ramón es de una entrega total y absoluta a su obra. Lector infatigable, atento a todas las corrientes de la lírica universal, durante sesenta años produjo incesantemente su obra poética y crítica; animó revistas literarias ─algunas de ellas, redactadas únicamente por él─; renovó la presentación tipográfica de los libros de versos; intentó una ortografía personal; pronunció conferencias y dicto cursos universitarios sobre poesía. La figura de Juan Ramón Jiménez pudo ser (por su entusiasmo y por su calidad) el símbolo de la literatura española del siglo XX.

Alumnos del Colegio de San Luis Gonzaga: Juan Ramón (primero por la derecha en la segunda fila).

Juan Ramón se matriculó en el colegio de jesuitas San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María en 1893  para estudiar el Bachillerato. Durante los cuatro años en que permanece en esta ciudad, su vida transcurre entre las paredes del colegio. Allí se forma en los valores jesuitas de austeridad y estudio. En el Puerto fue compañero de clase del poeta Fernando Villalón con quien compartió numerosas bromas y fechorías. Juan Ramón sacaba buenas notas pero se aburría mucho en las clases y dibujaba en los libros y en los cuadernos.


DIARIO DE UN POETA RECIÉN CASADO (Escribe Inmaculada Moreno)
 

La familia de Zenobia Camprubí ejerció una férrea oposición a la relación de esta con Juan Ramón Jiménez. La madre llegó a llevarse a la joven a Estados Unidos con la excusa de hacer una laaaaarga visita a la familia (cuanto más larga, mejor) para conocer a un recién nacido nietecito. Lo que la buena señora no sabía era que Juan Ramón ya había pactado con la que iba a ser su esposa y valiosísima compañera intelectual, en secreto, ir a buscarla a Nueva York para casarse con ella. Se podrán imaginar el patatús de doña Isabel Aymar cuando llegó a enterarse de que su hija “Zenobita” iba a casarse irremisiblemente con “ese Jiménez” como ella lo llamaba. Zenobia, ante las fuertes presiones y argumentaciones, llegó a tener sus dudas; Juan Ramón, sin embargo, no parece que hubiera dudado nunca. Es divertido imaginarse la situación del hermano preferido de Zenobia, Jo, y los equilibrios de diplomático-malabarista de este cuando una sensatísima pero enamorada Zenobia le pide opinión. La joven lo hace por carta y por carta le responde el hermano lo siguiente: “Yo siempre he tenido recelos de la gente de arte y literatura, en cuanto a la solidez de su psicología y carácter”. Ahí queda eso, debió de pensar.


Pero en fin, estos cotilleos de salón, aunque ya se sabe que distraen mucho, son la cáscara frívola de una almendra muy valiosa, fundamental para la poesía española: la redacción de Diario de un poeta recién casado. El libro se escribió en ese viaje de ida y vuelta que realizó a Estados Unidos para casarse con Zenobia y su redacción se inicia el 17 de enero de 1916 prolongándose hasta finales de ese mismo año. El último poema fechado es de octubre, aunque a este le suceden otros, ya sin datar, que se corresponden con la parte VI del libro: “Recuerdos de América del Este escritos en España”. El volumen se debió de terminar ese mismo año, pues eso indica la cubierta; aunque en los datos de la edición, sin embargo, figura ya la fecha de 1917 que fue cuando debió de quedar impreso y encuadernado.

Con todo, la importancia de estos poemas en verso y en prosa, trasciende con mucho las anécdotas rosas que les he contado arriba. Treinta y seis años después, Juan Ramón diría a Ricardo Gullón que el Diario, es un libro “metafísico” y su “mejor libro” y el propio Gullón escribiría que “después del Diario de un poeta recién casado no se podía seguir escribiendo como antes”.
Hoy sabemos que es verdad y que ese peculiar diario de 1916 ha sido absolutamente renovador para nuestra literatura. 


A propósito de esta entrada comenta el poeta Eugenio W. Martínez que, no tiene rubor en afirmar, que es el mayor poeta de lengua española, por su afán casi enfermizo de alcanzar la poesía pura, que es, según Guillén, "lo que permanece en el poema, después de haber eliminado todo lo que no es poesía" y en cuyo intento el mismo Juan Ramón Jiménez llegó a recriminarse al advertirse: "... no la toques más que así es la rosa"

Y, además, tenemos la devoción que sentían por él los componentes de La Generación del 27, pues el propio Lorca se maravilla de "la cantidad divina de poesía que tiene su alma" y Salinas lo proclama, con fervorosa devoción, "Atlante de la joven poesía" y Alberti afirma que "jamás un poeta español iba a ser más querido y escuchado por una rutilante generación de poetas"

Verán que, no es mi subjetiva apreciación, sino el criterio de insignes colegas suyos, que lo encumbran al primer puesto.

 


Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.

El 25 de octubre de 1956, después de 34 años sin un Premio Nobel de Literatura español, el poeta Juan Ramón Jiménez se alzaba con el premio de la Academia Sueca.


Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Gonzalo Díaz-Arbolí

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu entrada, Gonzalo, es muy ilustrativa y pedagógica para difundir la cultura de nuestra poesía y nuestros poetas tan penosamente descuidados.

LUIS MANZORRO BENITEZ dijo...

¡Ahí es nada tu entrada de hoy! Nada más y nada menos que nos traes a Juan Ramón Jiménez. Cuando he leído su poema enseguida he pensado, "si el sueña con su infancia, yo también soñaré con la mía... una vez más".
"Estoy triste, y mis ojos no lloran..." es para oírla o leerla muchas veces; y eso haré.
Muy educativo lo que escribes y compartes, y te animo a seguir trayendo la vida y obra de poetas.
Un abrazo y muchas gracias.

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