Apreciar la belleza de las pequeñas cosas nos impulsa en el camino hacia la felicidad, valorar lo sencillo, lo sutil y elegante como parte de la belleza.
Para Aristóteles, la belleza es “armonía”, es “medida” y “orden”; es decir, acuerdo y armonía de las partes con el todo. Como en Platón, aparece una identificación entre lo bello y lo bueno. Lo bello es algo más que lo útil, pues esto es bueno para un solo individuo, pero lo bello es bueno para todos.
El ensayo “El elogio de la sombra” del escritor japonés Junichiro Tanizaki, afirma que en Japón todo lo bello brota de la oscuridad, la estética tradicional lo esencial está en captar el enigma de la sombra.
“Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una radiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra”
En Japón todo cobra sentido a través de la sombra. Poner en valor la penumbra, el matiz, lo sutil, es la clave para entender el color de las lacas, de la tinta, aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de la pátina que el paso del tiempo deja en los objetos; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma en sus espacios y elementos arquitectónicos. Incluso el cine japonés, con su trabajo con el contraste de luz y oscuridad y su gusto por los susurros, la elipsis y las pausas, puede relacionarse con este elogio a la sombra y, también, con la estética del vacío, muy presente en las artes y el diseño japonés.
El concepto de yugen, traducido a menudo como la belleza de la sutileza, es otro de los pilares de la estética oriental. Para los japoneses, la belleza se esconde en aquello que se insinúa y se sugiere de manera profunda pero a la vez sutil y misterioso, se refiere a un conocimiento del universo que evoca sentimientos emocionales que son inexplicablemente profundos, y que es demasiado misterioso para las palabras.
Los japoneses, con su visión de la belleza, nos inspiran a la hora de buscar y encontrar lo bello en todo y a apreciar la riqueza en las cosas más sencillas. Dichos ideales pueden aplicarse a todo lo que nos rodea e, incluso, en el desarrollo personal. Así como uno puede admirar la sutileza, encontrar la belleza tras las sombras o admirar una grieta en un cuenco, también puede aprender a apreciar las imperfecciones que nos caracterizan y nos hacen únicos y diferentes. Así, la belleza de las pequeñas cosas nos impulsa en el camino hacia la felicidad.
En cambio el concepto de la belleza en Occidente fue siempre la luz, nos hemos olvidado del poder de la sombra, no se entiende la belleza sin la presencia de la luz, una identificación que viene de la antigüedad. Ya en la Edad media la “estética de la luz” relacionaba, la luz, la luminosidad, el esplendor, con lo divino, un concepto que tuvo una importancia trascendental en el arte gótico, arraigó en la sociedad y se ha perpetuado hasta nuestros días. Hoy, la luz juega un papel fundamental en la arquitectura, pero también en el estado de ánimo y la salud.
El concepto occidental de belleza debe mucho, por supuesto, a las ideas y los ejemplos de la antigua Grecia. Desde el Renacimiento, las obras de arte y la poesía griegas y romanas han sido arquetipos de la perfección estética. Grecia era también conocida como la civilización de la belleza.
El concepto de belleza en la antigua Roma era la más presumida de toda la humanidad. Las mujeres estaban sometidas a mucha presión para mantenerse jóvenes y hermosas. El estándar de belleza era alto: los hombres exigían amantes y esposas bien cuidadas, de piel clara y mejillas sonrosadas..
Mujer andaluza |
El Canon de la belleza del cuerpo reside en la simetría de sus partes.
La proporción áurea indica que un rostro bello es, aproximadamente, una vez y media más largo que ancho. En cuanto a la belleza de un cuerpo, esta proporción establece que la representación ideal de belleza se obtendría multiplicando por 1,618 la distancia que separa el ombligo del suelo.
La ilustración de este párrafo fue elegida bajo una fórmula matemática, pero sabemos que la belleza es completamente subjetiva.
Oda a la inmortalidad
Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la yerba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo…
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.
Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.
Fuente: Wikipedia,
El ensayo “El elogio de la sombra” del escritor: Junichiro Tanizaki.
Para saber más sobre el amor, hacer clic en: Entrevista del "Loco de la colina" a Antonio Gala
Gonzalo Díaz-Arbolí
1 comentario:
Me ha encantado esta entrada de tu blog. Desde su comienzo sobre la apreciación de las cosas pequeñas hasta su final sobre la más humilde al florecer me ha tocado el alma. Muchas gracias.
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