30.5.22

La Sabina de El Hierro una obra de arte del viento. Símbolo de la isla.

Las milenarias sabinas son el testigo fiel de la lucha del pueblo herreño contra los elementos. Sus ramas, duras y retorcidas, acarician el suelo castigadas por el eterno alisio que sacude este lugar. La sabina es el emblema de la isla y forma parte del escudo de El Hierro.

Lo cierto es que afortunadamente en la isla de El Hierro aún quedan algunos mini bosques de sabinas. Y en medio de esas micro poblaciones, los canarios saben que hay un ejemplar con nombre propio, uno que resiste ya más de 500 años… “La Sabina del Hierro” es la sabina por excelencia de todas las islas.

Las Sabinas son árboles con raíces profundas que agarran cepa hasta en terreno rocoso. Ya su tronco apunta maneras retorcidas y ramificadas, como también será luego su copa. La Sabina Canaria no es un árbol al uso, al contrario que la mayoría, este endemismo de las islas Canarias y Madeira, se agarra al suelo con su copa, cosa posible por su inclinación. Es uno de los modelos más representativos de la flora autóctona canaria. Los alisios han ido doblegando las ramas hasta llevarlas al suelo, remodelando las formas de una especie que al natural, puede medir hasta 8 metros de alto.


La corteza es pardo grisácea o pardo rojiza en los brotes jóvenes fácilmente desprendibles. Cuando está en zonas ventosas presenta unas formas retorcidas, tocando en la mayor parte de las veces el suelo. Sus frutos son globosos y carnosos de unos 10 milímetros de diámetro, que llevan de 4 a 10 semillas con una cubierta muy dura que hace difícil la germinación.

El cuervo es la principal ave que favorece la diseminación, de forma que cuando ingiere sus frutos los mezcla con los jugos gástricos de su estómago, disolviendo las resinas que contienen y garantizando una nueva generación de sabinas cuando éstos son defecados.

Este árbol crece en zonas comprendidas entre los 100 y los 650 metros de altitud. Su madera, de gran densidad y resistencia ha formado parte de la actividad doméstica desde tiempos lejanos. Es uno de los ejemplos más significativos de la flora autóctona y aunque existen ejemplares en otras islas, es en El Hierro donde es más abundante formando pequeños bosques abiertos.

TODO UN SÍMBOLO


Este sufrido y legendario árbol ha pasado a formar parte de la simbología de la Isla del Meridiano,. El árbol deja su huella en el pueblo más occidental que tiene España, Sabinosa, debido a la cercanía del más extenso sabinar de la isla y posible bosque de sabinas antes de la deforestación producida en la zona durante el siglo XVI para construir los asentamientos de la población.

De cualquier forma, estos árboles singulares se han ganado el cariño de los herreños y el de sus visitantes, estando presente incluso en la mayoría de los logotipos y anagramas de las empresas herreñas,

El Sabinar de La Dehesa es el mayor y más espectacular de Canarias, estando catalogado en la actualidad como Espacio Natural Protegido. Otros sabinares importantes con los que cuenta la isla son el de El Julan, Frontera y el de Sabinosa.

Este árbol, al igual que el Garoé es uno de los mayores atractivos turísticos con los que cuenta El Hierro. No en vano, está demostrado estadísticamente, que las zonas donde éstos se encuentran, los sabinares, son uno de los puntos más visitados por quienes llegan a esta isla.

LEYENDA


Valentina Sabina Fernández, nació en El Hierro a finales de los años 20 del pasado siglo, de antepasados bereberes. Parecía como si la isla la estuviera esperándola desde siempre, no en vano ella lleva el nombre del árbol emblemático de El Hierro.

Ella explica su historia y la sensación de pertenecer a un mundo que la llenó mágicamente en la Isla del Meridiano: (Ptolomeo pensaba que existía una relación directa entre las claves de la harmonía musical, el movimiento de los planetas y las matemáticas. Los conocimientos del sabio griego abarcaron tanto y llegaron tan lejos que arribaron incluso a las costas de El Hierro. Allí decidió situar a mediados del siglo segundo el meridiano cero, el punto a partir del cual se hacía la oscuridad bajo aguas abismales, en el que fuera el final del mundo hasta el descubrimiento de América en 1492. Esto, sin embargo, no arrebató a El Hierro su carácter de territorio a medio camino entre el mito y la realidad, incluso después de que un congreso científico celebrado en Washington en 1884 decidiera trasladar a la localidad británica de Greenwich la raya que marca la mitad justa del planisferio).

Valentina Sabina tiene un vínculo con el paisaje virgen y salvaje y las formas de vida sencilla y tradicional. De los golpes que le dio la vida aprendió a leer en las arrugas de estos árboles, también la convivencia sana que creó la inundaron de paz.

Y con esa paz, que ha sido su hilo conductor desde entonces, acude todos los días a depositar una flor junto al árbol y a sentarse junto a él para aprender y contagiarse de sus arrugas porque las raíces de las sabinas están ancladas en la isla al igual que ella.

Podría ser que recorriendo el Sabinar la descubras acariciando la rugosa piel de un tronco y comprendas que está hecha del mismo material que el árbol, frágilmente fuerte, orgullosamente inclinada, salvajemente bella.

Aquella pureza de la vida herreña ha cambiado con los tiempos, pero tampoco tanto. Siguen siendo gente sencilla y fuerte que ha sabido preservar sus señas de identidad y proteger la isla de la especulación, gente honesta y respetuosa que permite la vida sin vallas ni cerraduras.

Y la magia de sus costas, sus llanuras y sus montes posee una fuerza telúrica que te reconecta con tu esencia más profunda.

Y aquí su nombre, Valentina Sabina, vuelve a respaldar su opción de vida. Las sabinas eran mujeres de un pueblo de la época de la fundación de Roma. Según la leyenda, fueron raptadas por los primeros romanos que necesitaban esposas y madres para fundar la ciudad. Al tiempo, sus familiares fueron a enfrentarse con los romanos para recuperarlas. Cuando la batalla era inevitable, las sabinas se interpusieron entre los dos ejércitos para evitar una matanza, divididas entre el amor por sus padres por un lado y por sus hijos por otro.


Fuente: Internet
A mi amiga Mayte Guijarro
Gonzalo Díaz-Arbolí

7 comentarios:

Julio dijo...

Gonzalo, que interesante y estimulante entrada.
Tan deformadas, con tantas cicatrices y sin embargo tan vivas...eso debe hacernos pensar a los que somos "mayores".

Nieves Correa dijo...

Gracias por el artículo, Gonzalo; me ha encantado.

Carmen Rasero dijo...

Es muy interesante la información. Gracias por compartirlo.

Carmen C. dijo...

Que bonito Gonzalo. Gracias.

Eugenio M. dijo...

Precioso artículo Gonzalo, donde casi se adivina el misterio de porqué la desmelena Sabina, rebelde y sumisa, se somete a la tiranía de los alisios, al igual que el fuego del Garoe y adquiere, en su humildad, las cualidades y la esencia del hierro

Luis Manzrro Benitez dijo...

Desconocía la existencia de estas bellísimas joyas, ejemplo de resistencia al paso de los años y a las inclemencias del tiempo. Seguro que los sabinares serán muy visitados por pintores paisajistas; ya me imagino un oleo con Valentina sentada en el tronco de una sabina en primer plano, y el Atlántico al fondo. Arboles y mujer tan duras como el hierro, y tan bella como la isla de El Hierro. Interesante tu artículo y precioso el video. Gracias, Gonzalo.

Anónimo dijo...

Buenos días. Bellisimo

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