Hay películas que uno ve con agrado, que pasa un buen rato siguiendo su historia, que disfruta de ella pero que, al cabo de poco tiempo, olvida. Otras sin embargo, se ven con esfuerzo, sin ningún tipo de satisfacción, hasta con cierto aburrimiento, pero al cabo de un tiempo, al día siguiente o un mes después, sus imágenes continúan formando parte de nuestros pensamientos, damos vueltas y mas vueltas a escenas que no olvidamos y que no nos gustaron en su momento y ahora estamos deseando poder volver a ver. Es la diferencia entre cine de consumo, cine Kleenex de usar y tirar y cine creativo, cine de autor…..¡¡¡CINE!!!.
Esto pasa con la última película de Woody Allen, “Rifkin´s Festival” (“El Festival de Rifki”) recientemente estrenada en nuestros multicines tras su paso por el festival de San Sebastián, precisamente el festival y la ciudad que vemos reflejados en la película que se rodó allí íntegramente el pasado año y que es un personaje mas de la historia como lo fue París en su película “Medianoche en Paris” o Nueva York en “Manhattan”.
Es imposible negar la importancia que ha tenido en su carrera la sospecha de abuso sexual a su hija Dylan Farrow. Separar la última etapa de la carrera de Allen de su vida privada es negar la importancia de las condiciones materiales, puesto que sus películas se han visto afectadas, si no en el fondo, sí en la “arquitectura” de sus producciones y no podemos olvidar que este director es mucho mas conocido (y reconocido), en Europa que en América.
Como en casi todas las películas de Woody Allen en esta etapa de su carrera, a sus ochenta y cuatro años, ya no interpreta a los protagonistas de sus películas, pero para todo el que conoce a este director, los actores que pone en sus películas no dejan de ser un “alter ego” de sí mismo. Aquí es Wallace Shawn, un actor secundario entrañable, cuyo nombre pocos recuerdan, pero al que reconocemos en cuanto le vemos en la pantalla, con un físico y una voz poco dados al triunfo y al éxito……como el propio Woody Allen. En Rifkin es imposible no ver al personaje que Allen creó de sí mismo, acomplejado, pero ingenioso, analítico y apasionado.
En la película está casado con una agente de prensa (Gina Gershon)que debe acudir al Festival de San Sebastián para controlar la imagen de Philippe (Louis Garrel), un director joven y atractivo que une la reputación de cineasta comprometido y “progre” con sus ideas artísticas, pero a la vez, aprovechándose del éxito comercial de las películas en las que interviene y con el que tiene un descarado romance sentimental del que su marido no parece enterarse. Rifkin, sin embargo,es todo aquello que la sociedad contemporánea (sobre todo la americana), desprecia, intelectual, escritor frustrado, físico poco agraciado y demasiado preocupado por la trascendencia intemporal.
Mientras Philippe es la juventud, la vanidad, el encanto, el sexo, él es la pedantería y el defensor a ultranza de las películas clásicas europeas y sus directores. Por azares de la vida una joven doctora de la ciudad (Elena Anaya), casada con un hombre que la engaña (Sergi López) y que curiosamente contacta perfectamente con el intelectual.
“Rifkin´s Festival” es una declaración de amor al cine. Escenas de los grandes títulos de las películas admiradas por el protagonista, se presentan ante nosotros, magistralmente retratadas, sustituyendo a los personajes originales por los de la película. Ante nuestros ojos pasan “Citizen Kane”, “Amarcor”, “El Ángel Exterminador”, “Viridiana”, “Jules et Jim”, “El Séptimo Sello”, etc. y todas las escenas presentadas están impregnadas del socarrón e inteligente sentido del mejor humor de Woody Allen.
Si tienen ocasión de verla, no se la pierdan, amigos, es un tipo de cine en vías de extinción que merece la pena ver.
Jesús Almendros Fernández
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