2.10.20

JUAN ANTONIO VILLARREAL PANADERO. Poeta.



Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla
Profesor de Lengua y Literatura Españolas. 
Profesor titular del ISCRA, Diócesis Asidonia-Jerez. 
En la actualidad preside la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

Ha formado parte de la ponencia de la asignatura de Literatura Universal para el control y seguimiento de las pruebas de Selectividad como representante de los institutos de la provincia de Cádiz.

Ordenado diácono permanente en el año 1992 por el obispo de la diócesis de Jerez, D. Rafael Bellido, tras recibir formación teológica durante seis años.
Desde 1995 presta sus servicios como capellán del Centro Penitenciario Puerto I, en el Puerto de Santa María.

Como escritor ha publicado poemas en revistas literarias y en diversas antologías. En el año 2013 publicó el poemario Desde lo hondo, libro de sonetos que pretende reflejar su experiencia como capellán en prisiones durante más de veinte años.


Dos primeros cuartetos de uno de sus poemas
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Está convencido de que, el cristianismo no está en la cabeza sino en el corazón. No está en el credo, ni tiene que ver con lo que puedas decir o pensar. Está en cambiar tus hábitos de vida. 

Se trata de la entrega hacia los necesitados. Acuérdense de la parábola del buen samaritano (Evangelio de Lucas 10.29-37): El sacerdote y el levita pasan de largo. Quien recoge al judío apaleado es el samaritano, lo lleva a una posada para que pudiera restablecerse completamente. A la mañana siguiente, el samaritano le dio dos denarios al posadero para que lo cuidara y le prometió que le pagaría en el camino de regreso por cualquier otro gasto. En esta parábola la respuesta de Jesús no es abstracta sino que señala claramente quien es el prójimo: el necesitado.

El cristianismo es amar a tu prójimo, al igual que la poesía, simple y compleja como el amor. 
¡Qué inmensa alegría descubrir a Dios en un preso!

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5 comentarios:

Flora dijo...

La belleza del ser humano. Antaño mi profesor,como de tantos otros, alguien que podía darte un aprobado o un mero suspenso por no superar las expectativas, alguien que nos sorprendía con su pasión y entusiasmo en sus explicaciones, alguien que nos inculcaba el amor a las "Coplas por la muerte de su padre" de Jorge Manrique o nos reclamaba que estudiáramos las figuras estilísticas. De lo que no éramos tan conscientes por aquel entonces era de que además de todo eso, detrás,o más bien dentro de ese profesor había un poeta y un buen samaritano. La de cosas que se aprenden con el tiempo.....

Gondiazar dijo...

Hay profesores que dejan una huella imborrable. Flora (mi hija), residía en Roma cuando decidió casarse, llamó a su profesor, Juan Villarreal para que presidiese la ceremonia litúrgica. Y aceptó inmediatamente, pronunció una homilía memorable.

Eugenio Martínez dijo...

Haces, Gonzalo, una cautivadora semblanza de Juan Antonio a la que Flora le pone un broche de oro con su hermoso comentario de agradecimiento sentido y sincero y merecido para quien ha dicho de sí mismo que "los dos pilares sobre los que se sustenta mi vida son: la Palabra y el Amor"

Ana María Brea Ramírez dijo...

Me ha cautivado, ¿lo puedo compartir?

A. O. dijo...

¡Excelente aportación de Juan Antonio Villarreal!

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