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| Apunte del artista alcazareño Antonio Tomás Romero |
Escribo estas líneas para recordar que aún estamos a
tiempo. Cuando el tren se detiene, no solo se detiene el viaje: se detiene
también la vida de la ciudad. El tren del futuro debe pasar por aquí.
He pasado media vida oyendo el silbido de los trenes.
En Alcázar de San Juan, ese sonido no es un rumor: es el latido de nuestra
historia. El tren nos despertaba y nos despedía, nos daba trabajo y esperanza,
nos conectaba con el mundo y con nosotros mismos. Durante más de siglo y medio,
la estación fue el corazón de la ciudad. Hoy late más despacio, pero aún late.
Quien creció aquí lo entiende sin palabras. En los
andenes aprendimos a esperar, a despedirnos y a mirar al horizonte con la
certeza de que siempre habría un tren de regreso. Casi todas las familias
tenían un ferroviario en casa. El tren no era solo transporte: era forma de
vida. Por eso duele ver cómo la estación se apaga poco a poco, como una lámpara
vieja sin bombilla.
En 2010, el ministro de Fomento José Blanco López y el
presidente José María Barreda Fontes, anunciaron que Alcázar de San Juan, sería
un gran eje logístico nacional. Se habló de plataforma intermodal, inversiones
millonarias y un futuro prometedor. Ese mismo año se firmó un protocolo para
construir una terminal de mercancías, destinada a ser centro neurálgico del
transporte ferroviario en España.
Pero el tiempo siguió su curso. Lo que prometía
progreso acabó en vía muerta. La estación, símbolo de movimiento, empezó a
cubrirse de silencio.
La ciudadanía tomó protagonismo: en 2006 nació la
Plataforma por el Tren en Madridejos y Consuegra; en 2010, la Plataforma por el
AVE de Alcázar; y en 2018, la Plataforma Regional en Defensa del Ferrocarril
Público, Social y Sostenible. Voces empeñadas en mantener vivo el tren como
servicio público, sostenible y vertebrador del territorio.
Han pasado quince años y los hechos hablan por sí
mismos: parte de las instalaciones permanece fuera de servicio. Donde antes
había vida, ahora hay memoria. El motor que impulsó generaciones se ha
convertido en símbolo de abandono.
Y la amenaza continúa. El proyecto del baipás de
Montoro, para las conexiones Jaén/Madrid, podría vaciar la estación casi por
completo. No sería un cierre repentino, sino una muerte lenta, discreta,
imperceptible.
Aun así, no todo está perdido. Con la mirada puesta en
un futuro más próspero, la alcaldesa Rosa Melchor y su equipo trabajan sin
descanso desde el Ayuntamiento para hacer realidad la Plataforma Logística
Intermodal de Transporte. El proyecto busca conectar los grandes corredores
ferroviarios del país: el central, que une Algeciras con Francia, y el
atlántico-mediterráneo, que enlaza Valencia con Portugal. Una iniciativa que se
perfila como símbolo de crecimiento, innovación y nuevas oportunidades para la
ciudad y la región.
Alcázar de San Juan tiene la ubicación, las vías y la
historia para volver a ser un nudo esencial del transporte sostenible. Deseamos
que la estación sea una puerta al futuro, no un vestigio del pasado. Solo
faltan decisiones valientes.
El artista local Antonio Tomás Romero, hijo de
ferroviario, lo expresó así: “Nosotros hemos ido desapareciendo, pero nuestra
estación seguirá ahí como la Puerta de Alcalá: testigo de generaciones que
crecimos con el Correíllo, el Rápido, el Automotor a Tomelloso…” Sus palabras
no son nostalgia: son memoria viva. Hablan de un pueblo que construyó su
identidad al compás del tren.
Cuando paso junto a la estación y veo los andenes
vacíos, siento tristeza y rabia. No quiero que nuestro lugar se convierta en un
edificio fantasma. Alcázar de San Juan sería menos Alcázar de San Juan sin su
estación.
Defenderla no es nostalgia, es justicia. El edificio
tiene enorme potencial, arquitectónico y simbólico. Sus espacios son amplios,
bien ubicados, con valor histórico y estratégico, idóneos para usos logísticos,
culturales y económicos.
Imaginemos la estación renacida: un lugar que vuelve a
latir al ritmo de la ciudad, un motor que mueve trenes, ideas y sueños. Un
espacio de creatividad y encuentros, donde cada persona encuentra inspiración.
Esta idea nace de la convicción de que los espacios pueden ser semillas de
creatividad, donde cada persona descubre su lugar para inspirarse.
Visualizamos un edificio vivo, abierto y dinámico,
donde ciudadanos, empresas y emprendedores se cruzan para compartir
experiencias y proyectos. Un gran acercamiento que celebra talento local,
innovación y una economía cercana que genera empleo y multiplica el bienestar.
Durante varios días, la estación se convierte en un
universo de descubrimientos: pasillos llenos de propuestas audaces, salas que
despiertan nuevas ideas, espacios que invitan a crear, aprender y colaborar.
Cada rincón es oportunidad de soñar y actuar, para conectar con otros y con el
futuro que podemos construir juntos.
No es solo un evento: es un latido que transforma la
ciudad, un puente entre personas y empresas, un recordatorio de lo que aún
podemos llegar a ser. Es una estación donde cada paso despierta la curiosidad,
y enciende la chispa del entusiasmo y cada instante deja un brillo de
inspiración que perdura mucho después de que el último tren haya partido. Tomás
Moro creó la palabra utopía; nosotros la convertimos en acción, acercando
sueños a la realidad.
Si de verdad queremos un modelo sostenible, no podemos
dejar morir nuestra estación. Invertir en Alcázar de San Juan no es
sentimental: es racional. El progreso no debe borrar la memoria. El impacto
esperado generará empleo logístico, tecnológico y turístico y reactivará la
ciudad.

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