Esa es la respuesta que le dio el admirado y nonagenario actor Clint Eastwood al cantante de country Toby Keith, cuando éste le preguntó qué cuál era su secreto para seguir activo y brillante a su edad.
“Cuando me levanto todos los días, no dejo entrar al viejo. Mi secreto es el mismo desde 1959: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa. He tenido que sacarlo a rastras, porque el tipo ya estaba cómodamente instalado, dándome el coñazo a todas horas, sin dejarme espacio para otra cosa que no fuera la nostalgia. Hay que mantenerse activo, vivo, feliz, fuerte, capaz. Está en nosotros, en nuestra inteligencia, actitud y mentalidad. Somos jóvenes, con independencia de nuestro DNI. Hay que aprender a luchar por no dejar “entrar al viejo”.
Ese viejo que nos aguarda, apostado y cansado a la orilla del camino para desanimarnos.
No dejo entrar al espíritu viejo, al criticón, hostil, envidioso, a ese ser que escudriña en nuestro pasado para anudarnos de quejas y remotas angustias, o de traumas revividos y de olas de dolor.
Hay que darle la espalda al viejo murmurador, lleno de rabia y quejas, de falta de valor, que se niega a si mismo que la vejez pueda ser creativa, decidida, llena de luz y de proyección.
Envejecer puede ser agradable, e incluso divertido, si sabes cómo emplear el tiempo si estás satisfecho de lo que has logrado y sigues conservando la ilusión, añade Clint Eastwood, una leyenda que lleva diez candidaturas al Oscar, de las que ha ganado cuatro estatuillas. Todas ellas después de haber cruzado el umbral de los sesenta. A eso se le llama "no dejar entrar al viejo a casa".
Estas palabras calaron tan hondo en el cantante de country Toby Keith, que lo inspiraron a componer la canción "Don’t Let the Old Man In (No dejes entrar al viejo), dedicada al legendario actor.
Breve biografía de Clint Eastwood
(San Francisco, 1930) Actor y director de cine estadounidense. Tras acabar los estudios primarios, en plena época de la Gran Depresión, tuvo que ganarse la vida en diversos trabajos: fue leñador, albañil y obrero metalúrgico. Después de pasar cuatro años en el ejército, a partir de 1954 trató de hacerse un lugar en Hollywood como actor secundario.
Pero fue en Italia donde hizo fama y fortuna, que lo catapultó al estrellato, ayudándolo a consolidar su imagen. Su carisma, su perfil alto y algo desgarbado y un rostro seco, con una reducida gama de gestos aunque de gran expresividad, le convertirían con el tiempo en uno de los actores más apreciados de Hollywood.
En el terreno de la interpretación, se convirtió en un actor que entroncaba con la antigua tradición de Hollywood, un artista cuya presencia se hacía sentir en la taquilla y que conseguía dotar de personalidad a las películas.
Como director, se ganó poco a poco el respeto de la crítica por su clásico enfoque de la realización y por su capacidad para manejar la acción con fluidez, sin restar por ello profundidad psicológica a los personajes ni fuerza dramática y humana a los conflictos planteados. En ocasiones sumó a su labor de director la de intérprete de sus propios filmes, sin que una actividad ahogase a la otra.
Los puentes de Madison es una valiente propuesta melodramática sustentada tan sólo en el amor al cine, un prolongado rondó entre dos personajes (el propio Eastwood y una excelente Meryl Streep) que evolucionan ante una cámara fascinada por cada uno de los gestos, de las miradas, de las palabras que se dirigen mutuamente.
La tremenda catarsis emotiva que es capaz de suscitar a través de la imagen queda transparentemente revelada en el arrebatador tercio final, en el que el suspense sentimental alcanza cotas de inusitada desnudez.
Escena final de 'Los puentes de Madison'
Gonzalo Díaz-Arbolí
2 comentarios:
Una definición perfecta de este actor, que es mi favorito y del que he visto todas las películas que he tenido la oportunidad de ver. Sí, lo has dicho muy bien "...su perfil alto y algo desgarbado y un rostro seco, con una reducida gama de gestos aunque de gran expresividad..."; así es C.E. En los western lucía de tal manera ese rostro seco y esa mirada que desprendía seguridad en sí mismo, que me hacía compadecer al pobre forajido que osaba enfrentarse a él.
Espero que siga protagonizando y dirigiendo películas durante los siete años que le queda para cumplir los cien, como mínimo, y, si es posible, que más allá de los 100 siga cerrándole la puerta en sus narices a ese viejo pesado que intenta instalarse en su casa.
Tu publicación es bonita y amena, y espero que le sirva, al que la lea, para hacerle lo mismo al viejo cascarrabias que todos llevamos dentro.
Gracias, Gonzalo.
Debería ser así, no dejándole entrar, o al menos no dejándole a su aire. Fascinante los puentes de Madison, no sé cuántas veces la he visto. Magistral el papel de ambos, ella es de mis favoritas.
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