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Adolescentes en el río Iro de Chiclana |
Elena, una adolescente de trece años preciosa, llena de alegría, de risa fácil, viveza, adelantada a su tiempo, con una noción muy clara de lo que quería, caminaba diariamente por las mismas calles en su camino al Colegio.
Javier, un adolescente espigado de catorce años. Apasionado por la música, soñaba con convertirse en un famoso pianista. A pesar de las dificultades Javier mantenía viva su pasión por la música y compaginaba sus estudios de bachillerato con las clases que tomaba en horas extraordinarias de su abuelo profesor de música. En sus tardes libres paseaba solo por el silencioso parque de Las Quebradas donde reflexionaba sobre sus problemas: sus estudios y futuro, lástima que no se conserven los versos y las palabras que escribió para Elena. Esas palabras que han intervenido en todos los sueños, palabras que nos sobrevivirán y hablaran por nosotros cuando hayamos muerto. Las ilusiones perdidas que, cómo las ilusiones que se pierden no suelen ser reemplazadas por otras. Reflexionaba en cómo su mundo, propio e irrepetible, con sus minucias de sucesos se perderían con él. Algo único y prodigioso muere irreparablemente con cada un de nosotros.
Elena y Javier estudiaban en el mismo Colegio. Hablaban sobre los libros
que habían leído sentados en la Plaza de España, compartían sus sueños y esperanzas de
futuro, junto a las confidencias recíprocas o las promesas que se disipaban con
el mismo candor que las pronunciaban. El recuerdo inolvidable de un vestido
camisero a rayas blanco y rosa. Entre risas y conversaciones profundas,
comenzaron a enamorarse. (La risa la definía, contagiaba su felicidad).
Pero el amor de Elena y Javier no era fácil. La posguerra había creado divisiones y resentimientos en la sociedad, y sus familias no estaban exentas de ellos. Parecía que su amor era más fuerte que cualquier barrera. Eran otros tiempos, los recuerdo lleno de rencor y tristeza, pero con ataraxia.
Y después de tantos años he podido constatar que efectivamente fue así. De ahí, posiblemente, mi desdeño hacia esa clase supremacista de terratenientes. La memoria de lo vivido no se acaba nunca.
Evocación de momentos felices: Los paseos en pandilla a los Pinares de la
Barca o a las Huertas del Pago de Santa Lucía lanzándonos por la vereda de los
valientes; las niñas, con su típica sagacidad, dejaban solos a las parejas que
se atraían; en una ocasión para llegar a la cima Javier tomó de la mano a Elena
pese a la represión moral a que estaban sometidos en aquellos años. Hoy,
lamentan profundamente los besos y caricias robados por la estricta censura
eclesiástica y social de aquella época. En aquellos hermosos días, se vivía un amor, casto,
delicado, romántico, un amor cándido y lleno de ternura pero, con el corazón enardecido. Solo bastaba mirarnos, eso era todo. La memoria
de lo vivido no se acaba nunca.
Pero el destino siempre tiene sus propios planes.
Quizá el orgullo eligió, sin querer, lo menos doloroso y fue el culpable del
abandono de tanto amor, y así la oscuridad les llevó a los recuerdos tratando
de alejar los sueños sin conseguirlo.
Pasaron los años, Elena y Javier luchando contra las adversidades, a pesar
de la distancia, nunca olvidaron el primer amor que encontraron el uno en el
otro.
¿Quién decide el destino? ¿Por qué un amor tan firme no resistió el desafío
de la vida? ¿O son las circunstancias? En una época fueron los
más felices del mundo y esa etapa lo confirmó.
La vida es ese rastro de recuerdos que
deja
el estallido del amor primero,
cuyo resplandor se va acumulando en el
alma.
Pasa el implacable tiempo que quisiera detenido,
más, a pesar de la memoria culpable,
es imposible el olvido.
Adios a la juventud, a mis sueños, a mis errores...¡Dios mío!
Ayer leí una bonita reflexión que anoté: «El camino hacia adelante siempre existe, y con cada paso que des, la niebla se irá disipando poco a poco. Cruzar la niebla requiere coraje y fe, que provienen de la confianza en tus habilidades y la esperanza en el futuro. Incluso si no puedes ver claramente el camino, da el siguiente paso.»
Demos el siguiente paso. La claridad llegará.
5 comentarios:
Muy buena la historia. !!! Nada hay imposible para el amor
Enhorabuena Gonzalo por tus escritos y difusión cariñosa, no dejando, como dice Clint Eastwood, que el viejo entre en tu casa. Gracias….
Buenos días. Me has llevado, en el túnel del tiempo, a esa etapa de mi vida. Y lo he hecho sin nostalgia, pero con ternura. Un abrazo
Dolor, tristeza, melancolía, nostalgia...son diferentes peldaños a los que nos pueden llevar antiguos recuerdos.
Éste de hoy el del primer amor, creo que es el de una profunda nostalgia.
Nunca se olvida al primer amor!
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