23.6.23

Presentación del poemario de la poeta, Teresa Moncayo López: “Sólo soy un latido”

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Buenas tardes, queridos amigos. "Desde lo alto del Santo, hasta la profunda Barca, te saludo mil veces Vejer". Vejer de mis entrañas, de mis escapadas, de mis recuerdos y nostalgias y de mi ayer siempre presente. 

Vejer de la Frontera de "todas las fronteras", porque las tiene entre mar y tierra, entre moros y cristianos, entre llanura y monte, entre la realidad y el sueño. Vejer, altiva en tu cima de pinos y de piedras donde el viento es libre, es uno de esos pueblos de los que cada crepúsculo se despide con el inconfesado temor de que, durante la noche, se haya ido volando como un bando de grullas.

Tengo el honor de haber sido elegido por la Real Sociedad Española de Amigos del País de Vejer, para presentar este primer poemario de Teresa Moncayo: “Sólo soy un latido” editado por Vitrubio. Colección Baños del Carmen. (He de añadir que por indicación de la familia, debido a la amistad, cariño y admiración que nos profesábamos).

Teresa, Nació el 28 de enero de 1953 y falleció prematuramente, el 14 de junio de 2022. Su vida transcurrió entre Cádiz y Vejer de la Frontera, donde vivió los últimos 30 años.

Voy a ordenar mis pensamientos eligiendo, diluyendo o disfrazando ciertos párrafos de algunos de sus artículos que demuestran su amor por Vejer que exhibe y define su calidad de poeta. Lo haré, adentrándome por los umbrales de su poesía, con palabras sencillas sin pasadizos ni túneles secretos.


Su oficio: Las palabras:
Solo acierto a situarme en aquellas imágenes que han quedado impregnadas en mi memoria como actos sublimes, como tinta indeleble y que formarán para siempre parte de mi historia. Aprovechando el reposo de las tardes primaverales en el porche de mí casa del Monte de la Muela, - este monte hermano geológico del monte de Vejer, que la orogenia del Terciario levantó hace millones de años - , me sitúan en aquellas formas fantásticas, a veces místicas, líricas, o simplemente estéticas de versos, como aquellos del pintor y poeta, profesor Manuel Manzorro:
(Se refiere al monte de Patria)

Transparentes mañanas, tardes lentas
con tonos de perdices,
querencioso terreno del color de las liebres,
calientes cerros como toros rubios,
y piaras de lomas albarizas....

O como describe el poeta, Francisco Basallote, a nuestro Vejer.

Donde la luz

y el eco trazaron
las coordenadas de la dicha.

Y sigo con las palabras de Teresa: Aquellos campos de la Muela en flor, árboles rebosantes de naranjas y grandes pomelos caídos sobre la tierra húmeda con un variopinto paisaje no exento de águilas, búhos, verderones y mirlos que daban valor al paisaje, embelleciéndolo aún más donde los crepúsculos incendian las malezas de los campos y la brisa empuja desde las huertas de perfumes suntuosos.

Teresa amaba al Pago de Santa Lucía. Era su paraíso. 
Estas son sus palabras:
Recuerdo las tardes de lectura bajo la sombra de los álamos de hojas verdiblancas cercanos a la construcción conocida como “La Fábrica de la luz”, la entrada por la verja del jardín para acceder a mi hogar, ese olor a dama de noche que impregnaba las estancias de los cuartos, aparte de la albahaca que mi madre guardaba para dar olor y que se extendía por los alrededores de aquellas salas amplias y tan llenas de calor humano.
Aquellas huertas con árboles cargados de frutos, la multitud de retamas, lentiscos y arbustos en el camino de ida y vuelta a aquel pueblo blanco en lo alto del monte que parecía una paloma sostenida por los aleros del tiempo y aquellas bandadas de grajos y aves rapaces en su recorrido hacia el despeñadero de la Muela.

A LA VIDA

Aportamos a la vida, vida.

A los sueños, sueños.

Y tan diferente la vida

de los sueños.

El cielo asemejado a un polvillo

celeste.

Y lo dejamos escapar.

Unas nubes aladas.

Y las dejamos escapar.

Las mariposas nos escoltan.

La maleza se disuelve.

La oscuridad crece desmesuradamente.

Y yo, que hubiera preferido una penumbra reposada,

tiemblo en el sueño hecho cenizas

que evocaba un mundo mágico,

ahora roto

en el calor narcotizado de los pájaros.

Todo se corona de guirnaldas

en el voluptuoso reinado de la fantasía.

Mientras sacudo el polvo gris

que forma parches en la tierra verdosa,

certifico dos evidentes focos

que buscan la inmortalidad en lo vivo.


Recuerdo el manantial junto al Acueducto romano con sus impresionantes saltos de agua, las atarjeas aprovechadas para el riego de las huertas, zarzas y acantos frutales, los márgenes del carril rebosantes de cañaverales y sonidos de insectos escondidos tras el follaje y, ese olor a pan recién sacado del horno que mi madre compraba aún con las migas calientes, la recogida de la leche acabada de ordeñar…y ensimismada pensaba: amo a estos campos… amo a Vejer.
Trato de describir con ese temblor interno que surge al rememorar a la gran poeta que fue Teresa Moncayo, pero aquí la memoria no es nostalgia, sino la celebración de hechos vividos y trascendidos que nos llevan siempre a lo esencial y a los recuerdos. Cuando en el porche de su casa junto al poeta Eugenio Martínez, ese añorado y querido amigo, poeta grande también, que nos dejó hace apenas 5 meses y Teresa nos comentaba: Mí amor está dividido entre mis hijos, esposo y nieta, que son mi familia, tengo debilidad igualmente por los ancianos dejados de la mano de Dios y animales dejado de la mano del hombre. Podría parecer una declaración para enaltecerme, pero en el fondo es lo que siento y con una intención de despertar conciencias. Y yo me aferro a creer como creo en los Ángeles, como creo en la inmunidad del Paraíso.

AMOR ETERNO

Tímidamente acaricié su piel

mientras jugueteaban sus dedos,

que al instante enmudecieron.

Por un momento, la alegre charla se tornó silencio,

las miradas se fundieron entre ocultas vibraciones,

las manos se entrelazaron transpirando magnetismo.

Hasta el fin, hasta siempre, desde entonces.

 

Siempre en su poética hay una búsqueda constante y emocionada con pinceladas de filosofía-humanista que no pasa desapercibida a nadie. Su poesía está constituida con la tersura y nitidez de los poetas que buscan la intensidad expresiva y en este empeño creativo, se ve abocado a asumir las corrientes y estéticas de finales del Renacimiento.
¿Por qué aparece tanta premura en sus versos? ¿Sabía ya que apenas le quedaba tiempo? Acaso ¿qué se había dado cuenta de que no las había contado y que esas perdiciones eran suyas?
Por eso escribió: Voy en busca de un alivio para avivar mi fantasía y activar la paradoja de un fuego que no existe, ni siquiera estallidos de reducidos relámpagos ¿Dónde los arco iris? Dónde los crepúsculos? ¿Dónde las mariposas azules? ¿Dónde los ruiseñores? Sólo encuentro pullas afiladas y flotantes como escamas metálicas. Sólo luz fría y misteriosa sobre aquél árbol delineado en mi fantasía donde se alojan los convidados de piedras y en silencio. ¡Cómo duele el silencio!

¿SOÑAR?

Desde el escenario de la vida

tomo nota, a veces, meticulosamente, otras

improvisando, sustituyendo

frases, desgranando actitudes,

completando propósitos,

proclamando voluntades

para disipar las aguas turbulentas

(como nubes oscuras) ceñidas

a mi vida.

He sonreído entonces,

he mirado a la luna,

he pisado el verde,

he descubierto una estrella,

he soñado en la noche y

he transitado por mis sueños.

¿O estaba despierta? (vi un lucero sobre mi almohada).


"Decía María Zambrano que la naturaleza es una de las experiencias más precisas que los humanos podíamos tener de lo sagrado” y a mí siempre me ha acompañado, no como escenario sino como una presencia que acoge y protege.

Y Stendhal decía sobre la amistad que es una cantidad a cuenta de dulzura sobre los rigores de la vida. La amistad y el cariño junto a la ternura se ofrece sin pedir nada a cambio, la espontaneidad y la generosidad es lo más hermoso en una relación de amistad y, a partir de ahí, el tiempo deja de existir, porque ha adquirido carácter de eternidad.
Las circunstancias que fueron concurriendo en el desarrollo de nuestra amistad formaron en los dominios de mis cavilaciones un proceso mental que me llevó a la certera conclusión, de que todo lo que tus manos escribían adquirían valor de excelencia.

Distinguida dama, siempre ocuparás un lugar importante en la vida de los que tuvimos la suerte de conocerte. En mí corazón siempre ocuparás el lugar más soleado. Nunca entrarás en el campo del olvido.

Gracias por dejarnos tu incansable voz de poeta, que iluminan nuestras contradicciones haciéndonos soñar. Gracias por tu amistad.


Te recuerdo Teresa, cuando leo la carta IV de Bécquer donde describe esa extraña sensación de estar solo consigo mismo y cómo eso le ha permitido repensar sobre su vida y también sobre su obra. En esa carta también habla al lector sobre la importancia de la libertad y la necesidad de estar en contacto con la naturaleza.
Espero, mi querida amiga, que estés en ese paraíso que te acoge ahora, igual que el que te cobijó en vida, donde tu naturaleza mantuvo una buenísima relación con la Naturaleza.

Me alegro con creciente gozo de la publicación de este poemario y deseo que podamos seguir disfrutando, sin mucha demora, de próximos poemarios y sería maravilloso gozar de una antología.
Muchas gracias. Buen fin de semana y que vuelvan los ruiseñores a cantar en los atardeceres de la Corredera. 
 23  junio 2023.

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Algunas fotos del acto de presentación del poemario de Teresa Moncayo.



Gonzalo Díaz-Arbolí
Académico de Bellas Artes Santa Cecilia


2 comentarios:

Jesús Zamorano dijo...

Precioso y muy acertado

Lauri G. dijo...

Querido Gonzalo: en esta semblanza que haces de tu sensible paisana, aúnas el amor que tienes a tu tierra , con tu admiración a otros dos grandes poetas y amigos: Manuel y Eugenio. Todo ello en el marco de tu Vejer. Eres grande, jovencito. Cuando seas mayor serás un sabio reconocido en, al menos, la provincia.
Un abrazo de tu amiga.

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