1.5.23

Día de la Madre. 7 de mayo 2023

La Madre es ese ser que ama a su hijo tal como es, aunque no sea como ella quisiera
León Tolstoi. Escritor ruso, 1828-1910

Leyendo el siguiente poema escrito en prosa, El principio, que forma parte del poemario de Rabindranath Tagore, “La Luna Nueva”, nos muestra a una madre hablándole a su hijo sobre su concepción, y sobre la curiosidad de un niño ante un mundo nuevo y maravilloso que comienza a desplegarse ante él. El niño hace preguntas a su madre para intentar comprender su entorno, y las respuestas le llegan desde el corazón de quien le ha dado la vida. El texto es de una belleza lírica tan extraordinaria, que enaltece, si cabe, la belleza de la maternidad:


¿De dónde vine yo? ¿Dónde me encontraste?’, pregunta el niño a su madre.
Ella llora y ríe al mismo tiempo, y estrechándolo contra su pecho le responde: Tú estabas escondido en mi corazón, amor mío, tú eras su deseo.
Estabas en las muñecas de mi infancia; y cuando, cada mañana, yo modelaba con arcilla la imagen de mi dios, en verdad te hacía y deshacía a ti.
Has vivido en todas mis esperanzas, en todos mis amores, en toda mi vida y en la vida de mi madre. El Espíritu inmortal que preside nuestro hogar te ha albergado en su seno desde el principio de los tiempos. 
En mi adolescencia, cuando mi corazón abría sus pétalos, tú lo envolvías como un flotante perfume. Tu delicada suavidad aterciopelaba mis carnes juveniles, como el reflejo rosado que precede a la aurora. Tú, el predilecto del cielo; tú, que tienes por hermana gemela la prima luz del alba has sido traído por la corriente de la vida universal, que al fin te ha depositado sobre mi corazón. Mientras contemplo tu rostro, me siento sumergida en una ola de misterio: tú, que a todos perteneces, te has echo mío. 
Te estrecho contra mi corazón, temerosa de que escapes. ¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?

Traducido por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, consiguieron hacer una autentica recreación de Rabindranath Tagore, que tuvo enorme eco en los escritores de lengua española de todo el mundo,  y  por mi parte experimenté un remolino de emociones que desbordaron mis sentimientos. 
"La historia de todo hombre ya viene escrita en el corazón de su madre”.
 
A mi madre, María Luisa Arbolí Romaríz, que está en su cielo, en representación de todas las madres:


Confesión.
Me arrepiento, en lo más hondo de mi alma, de no haberte dicho más veces te quiero, de no abrazarte, de no besarte, de no ayudarte lo suficiente; de no haberte valorado, de no haberme dado cuenta de la entrega y del sacrificio extremo que hiciste por tus nueve hijos; de no contarte mis sueños, de no haberte preguntado por los tuyos, de tantas preguntas y ansiadas respuestas que se quedaron demoradas en el sendero de mi adolescencia y juventud. Y siento con intensidad y tristeza, no haber sido consciente de mi responsabilidad y que, mi más sentido y ardoroso último beso ya no pudieras percibirlo.
Hoy, llegado el momento en que ya no hace daño la vida que se pierde, sigo añorando tu dulzura.
¡Qué gran señora fuiste!, mamá.

“Hay almas que tienen azules luceros,
mañanas marchitas entre hojas del tiempo,
y castos rincones que guardan un viejo
rumor de nostalgias y sueños. 
F. García Lorca
Recuerdos.
Los olores: El aroma de la alhucema automáticamente me transporta a la infancia, me recuerda tu ternura, cuando me bañabas y el rezo del “bendita sea tu pureza…”ese olor que lo impregnaba todo como no creo que exista otro igual.
También el olor del jazmín de la maceta del balcón del comedor de nuestra casa en Vejer, especialmente en las tardes de primavera y verano cuando permanecía abierto todo el día. El recuerdo del aroma que llenaba aquella mesa grande para nueve hermanos, la abuela Ana y una de sus hermanas, Tití, que nos visitaba con mucha frecuencia. Papá esperaba, a las dos en punto, para que todos estuviésemos sentados alrededor de la mesa, solo Servando era capaz de llegar tarde y después de la reprimenda, la respuesta de nuestro llorado y añorado hermano le arrancaba una sonrisa cómplice; Manolo, el valiente, bajaba todos los días la basura en la oscuridad de la noche, a cambio, pedía siempre para comer a mediodía patatas fritas con huevos. Desde aquel balcón vimos un día, asombrados, a Javier con ocho años, a lomos de un enorme elefante anunciando un circo que por aquellos días actuaban en el pueblo.
Cuando hacía el servicio militar y llegaba el viernes por la tarde a pasar el fin de semana en casa, el olor del puchero que a diario hacía mi madre lo inundaba todo.
Mis hermanas haciendo las tareas de la casa, -nunca aprendí a hacer una cama-. Las sacrificadas y heroínas jóvenes de entonces. Eran otros tiempos felizmente hoy superados.
Colegio del Divino Salvador. Hermanas de la Caridad.
Sor María Delgado, mi profesora de Bachillerato Elemental, nunca la he olvidado.
Y allí apareció el primer amor, ese amor que se experimenta por primera vez, esa emoción nueva, intensa y profunda, que no habíamos sentido antes, que son difíciles de olvidar. 
Fue a los 13 años, desde aquel momento su recuerdo ha quedado vivo en mi memoria para siempre, junto a las confidencias recíprocas o a las promesas que se disipaban con el mismo candor que las pronunciábamos.



Quizá la mayor tristeza de nuestra niñez, y que anuncia su fin, son estos recuerdos, a veces pienso que no he superado el drama de dejar de ser niño, y que todo lo que hago lleva la marca de una infancia prolongada en el tiempo. Al final, estos recuerdos infantiles, nostálgicos e íntimos, en los que asoma el arrepentimiento de lo que ahora ya está consumado, lo comparto con vosotros mis lectores en este "Día de la Madre".
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma.    (Julio Cortázar, escritor)

¡Qué cosa es la vida! Ahora advierten mis hijos que yo también he sido hijo y, me siento dichoso.

Una recomendación a todas las personas que aún conservan a sus padres: Nunca dejéis de decirles cuánto los queréis; abrazadlos con mucha frecuencia; sentiros orgullosos de ellos y sabed que siempre estarán a vuestro lado cuando lo necesitéis.
No olviden que el tiempo no se puede abrir y cerrar como un libro, apenas da tiempo para mirar un árbol.

Gonzalo Díaz-Arbolí

¿Y si Dios fuera mujer?
Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno
con sus brazos abiertos y su amor para rescatarnos.
¡Qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia!

11 comentarios:

Rebeca Chambers dijo...

Belo….tú confesión me ha inspirado tanto. Añoro los momentos cuando eres niña que te hace tanta ilusión cuando se oye a alguien llegar a casa. Corres hacia la entrada para darle un abrazo fortísimo y tierno, sean tus padres/tus abuelos/tus tíos. Pero me has hecho recordar que nunca es tarde para ser tan cariñoso como los niños. Hablando de decir te quiero, TE QUIERO “kokua” 😘

Eva Díaz Hurtado dijo...

Precioso papá! Se me ha puesto la carne de gallina, lo he leído hoy, día de la madre y es un regalo. Muchísimos besos!!!

Flora Díaz-Arbolí Hurtado dijo...

Vuelvo a emocionarme tras releer esta bonita carta a la abuela. Me emociono por haberla perdido sin haberla disfrutado y conocerla lo suficiente, me emociono por la idea de verte como hijo y no sólo como padre y me emociono por la idea de no valorar lo suficiente lo que tenemos y pensar que es sobre todo al perderlo cuando nos damos cuenta de que lo más cercano es siempre lo más valioso.

Inma Díaz Hurtado dijo...

Ay, Papá, precioso, me he emocionado. Muchos besos

Tete dijo...

Tío Gonzalo, ¡qué bonito! emociona. Muchos besos

Gondiazar dijo...

Al releer los comentarios, me siento dichoso, sobre todo, por los de mis hijas que han advertido que también fui hijo. Muchísimas gracias a todos.

Anónimo dijo...

Que grande Gonzalo, siempre comento con Eva la felicidad tan enorme de teneros a ti y a Inma, me han emocionado tus palabras, muchos besos , sois una maravillosa familia!

Anónimo dijo...

Muy bonito y emotivo hermano, como siempre me emocionas.

Anónimo dijo...

Qué bonito y emotivo 😢 . Cuánta sensibilidad 💫

LUIS MANZORRO BENITEZ dijo...

Imposible no emocionarse con tu publicación, amigo Gonzalo, por lo que cuentas, por como lo cuentas y, sobre todo, porque los que, como yo, hemos vivido una niñez semejante a la tuya, sabemos bien de lo que hablas. En mi opinión, fue una época, la de nuestra niñez, que no se repetirá, y no porque no hayamos sido, y los sigamos siendo, unos padres ejemplares, sino porque fueron unos años, -desde niño hasta casi la mayoría de edad-, en donde las más pequeñas cosas, el más pequeño detalle, era un tesoro. Por poner un ejemplo, te diré que, cuando mi padre iba a Vejer, y ya de vuelta aparecía por la loma con su burra, para mí era como si viera a Dios; siempre me traía unos caramelos de colores, redondos como las canicas, y eso nunca lo olvidaré. Tampoco olvidaré el pequeño camión de madera que cargaba con las pequeñas talegas que me hacia mi madre y que yo llenaba de trigo..., o el cofre de madera giratorio, con lápices, el sacapuntas y la goma de borrar...Ahora nada de eso tiene valor, porque los niños tienen todos los caramelos, helados, chocolate...que quieran, y su habitación esta llena de juguetes: bicicletas, patines, balones..., Y con ochos años, o menos, ya tienen teléfono móvil, Ipad, ordenador... Se supone que ha sido un cambio positivo, pero aunque no lo fuera, poco podemos hacer para evitar el progreso.

Mercedes dijo...

Bellísimo....como todo lo que escribes, con esa delicadeza que te define,y que impregna nuestros corazones,y en definitiva llega el al alma....
Gracias, gracias, gracias....querido amigo Gonzalo

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