Como saben, este blog le gusta recordar viejos episodios de nuestra Historia. Sobre todo si causan respeto por lo que algunos paisanos nuestros fueron capaces de hacer.
El "Glorioso", de Augusto Ferrer Dalmau |
Una primavera, cuando el tiempo de las estrellas toca la puerta de los ciclos, una fragata de última generación recién salida de los astilleros de La Habana en dirección a la península iba a protagonizar una de las hazañas bélicas más impresionantes de la historia naval.
Con una selecta y avezada tripulación harta de millas y tormentas, un capitán insuperable por su cultivado oficio en el arte de la navegación y la que probablemente fuera la nave más marinera de la época, con proa de cuchillo y una manga más estrecha de lo habitual, aspecto este que reforzaba su relación con las sólidas cuadernas y la hacía más rotunda si cabe. Así, emprendió su singladura evitando las rutas trilladas. Era el año de 1747 en rumbo al este.
El Glorioso, a la derecha, cañoneando al Russell durante su último combate. |
Pedro Mesía de la Cerda, el capitán al mando, firmó una de las páginas más brillantes para una nación bastante necesitada de ellas. Los ingleses tenían una clara visión estratégica en su apuesta por el control marítimo, por lo que sometieron a un castigo incesante nuestras líneas de abastecimiento, ora en tiempo de guerra u ora con su peculiar forma de entender los periodos de paz, dando carta blanca a la piratería para hacer el trabajo sucio.
Cabe señalar que, si hoy somos lo que somos, seamos lo que seamos, ha sido gracias al valor, osadía o audacia extrema de algunos hombres y mujeres de una genética muy especial hecha con los mimbres de una resistencia o resiliencia fuera de los límites de lo habitual. Podríamos estar hablando de hechos milagrosos, pero no, no es así; hablamos de acontecimientos que podrían estar rondando lo sobrenatural porque a veces ocurre que la rutinaria realidad es más creativa, original e impactante en sus expresiones que el anodino desarrollo de los hechos cotidianos tan teñidos de blanco y negro.
Don Pedro Mesía de la Cerda, comandante de El Glorioso (Fuente: Wikimedia) |
Mas ocurrió que El Glorioso al rebasar las Azores se dio de bruces con un entero convoy inglés.
Huelga decir que los anglos sabían que cualquier embarcación que viniera del oeste siempre era un bombón apetecible. Muy contentos los británicos ante esta hermosa visión tardarían en darse cuenta de que habían elegido la carta de la fatalidad.
Los expertos marinos al mando de Pedro Mesía despacharon expeditivamente a dos de las fragatas en hábiles maniobras de vuelta encontrada. La coreografía era casi torera. Un bergantín a la vista de lo ocurrido se dio a la fuga sin pensárselo dos veces. Cuando el Almirantazgo británico se hizo eco de la derrota envió presto a un consejo de guerra relámpago al comodoro Crooksanks que terminó sus días plantando coles en una desconocida isla escocesa.
Pero rumbo a Finisterre, otra flota inglesa agazapada como los cocodrilos del Nilo recibiría un importante correctivo que se tradujo en una experiencia bastante desagradable. Lo que prometía ser una 'meriendilla' se tornó en una sesión de gota malaya. Las tres naves británicas quedaron desmanteladas con una rapidez espectacular, los marinos ingleses no daban crédito, pues habían encontrado a su Némesis. Tras descargar en Corcubión su preciado tesoro, puso rumbo hacia el sur.
Nuevamente la fortuna parecía sonreír a los hombres de Pedro Mesía de la Cerda.
Vientos desfavorables obligaron a la sufrida nave a elegir una ruta hacia Cádiz empujados por las corrientes. Pero una suerte de lotería adversa les dio una ingrata sorpresa a la altura del Cabo San Vicente. La Royal Family, una flota corsaria integrada por cuatro fragatas bajo el mando del comodoro Walker, se dio de bruces con los escurridizos y hábiles marinos españoles. Esto era algo más que letra gruesa.
El entrenamiento de la selecta tripulación escogida por el capitán español era una garantía de triunfo, pero el cántaro había ido muchas veces a la fuente. Enzarzados, a las primeras de cambio el King George quedó en fuera de juego recibiendo una potente andanada justo en la línea de flotación, más cerca de la obra viva que de la obra muerta. Veinte impactos, veinte vías de agua. Vamos, que ni con calculadora.
Solo era un entrante de lo que vendría a continuación. La fragata Darmouth se acercó cándidamente por la otra amura pensando en que estaría desprotegida, nada más lejos de ser cierto. Un terrorífico impacto directo en la santabárbara se llevó la vida de trescientos marinos británicos de una tacada. Un silencio inenarrable embargó a ambos bandos. Si hay algo que devora sin consideración cualquier vestigio de humanidad (por lo general) es la guerra. Los principios o valores éticos tienden a volatilizarse ante la lluvia del horror mientras los números contables se escriben con la sangre de los inocentes. Los profesionales del “arte de la guerra“ navegan en fuertes contradicciones ante estos hechos, pero lamentablemente están en el guion.
Pero El Glorioso estaba tocado. El Russell, un poderoso navío de línea de tres puentes se había presentado con algo de retraso al escenario y la fragata española entretanto embarcaba mucha agua, la munición era inexistente y el aparejo había pasado a mejor vida. En realidad, aquellos restos eran más un pontón o cementerio que la digna y atrevida nave que había pasaportado a media docena de embarcaciones adversarias. En consulta con los oficiales se decidió arriar la bandera.
Ningún inglés navegó jamás a bordo de ese barco.
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En un país con una enfermiza inclinación a olvidar sus grandes logros mientras en otros pagos hacen películas monotemáticas sobre hechos descafeinados y encumbran por dar la vuelta a la esquina hasta al Tato, reconocer aquellos hitos que han sembrado nuestra historia hasta el día de hoy es. cuando menos. una terapia para redimirnos de nuestro proverbial pasotismo.
Hitos huérfanos de eco y reconocimiento merecen poblar de referencias nuestras calles y plazas y, más que ninguna otra cosa, los libros de educación.
La historia de hoy invita a la reflexión. Debemos de deshacernos de algunos complejos para volver a escribir nuestra historia con mayúsculas. Lo demás son zarandajas.
4 comentarios:
Muy interesante, como siempre 👍😊
Curioso, ameno, entretenido, interesante y con moraleja.
Me ha dejado un exquisito regusto de nuestros valores históricos y unas guerreras ganas de proclamar a los cuatro vientos los valores históricos que nunca hemos sabido ni defender ni proclamar.
Totalmente de acuerdo, tenemos una historia increíble en todos los ámbitos y parece que tengamos que pedir perdón por todo
Todos sabemos que los soldados españoles son de los más valorados del mundo. La hazaña del Glorioso es una más de las muchas que ha protagonizado este país llamado España; recordemos La Independencia o La Reconquista. No sé mucho de historia pero, en mi opinión, los gobiernos son los que, no se sabe por qué, siempre han sido reacios a enaltecer nuestros éxitos.
Gracias, Gonzalo, por traernos esta increíble historia.
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