Cartagena de Indias 1.741: Más que una victoria.
Es un buena ocasión para recordar las hazañas del héroe nacional Blas de Lezo y Olavarrieta (también conocido como el Almirante "patapalo" .
El insigne marino guipuzcoano residió con su familia en el número 70 de la calle Larga, de El Puerto de Santa María, en el año 1736 y su viuda e hijos permanecieron en la vivienda hasta el fallecimiento de la mujer, Doña Josefa Mónica Pacheco Bustios, pertenecía a una familia de hacendados del valle de Locumba, en el reino del Perú, donde nació el 6 de mayo de 1709; en el año 1743 fue enterrada en el Convento de Santo Domingo, situado en la calle del mismo nombre. En El Puerto fue conocida como "La Gobernadora".
Su elevación a la máxima categoría de héroe español por la victoriosa defensa de Cartagena de Indias, el gesto militar del 19 de abril de 1741, frente a la “formidable flota jamás vista en la historia” (a excepción de la utilizada en el desembarco de Normandía), al mando del Almirante inglés Edward Vernon, que estaba formada por 195 navíos, 3.000 cañones y unos 25.000 ingleses apoyados por 4.000 milicianos más de las colonias norteamericanas, mandados éstos por Lawrence, hermanastro del que sería Presidente Washington.
Nos hemos venido preocupando desde entonces de la ‘leyenda negra’, de la ‘maldición del inglés’ a Lezo, de la hipocresía de los políticos desde el ya entonces Reino Unido celebrando la victoria (?) y acuñando monedas conmemorativas. Sí, una desvergüenza, ¡cómo no!
Pero nos olvidamos de lo que nos atañe más directamente, a modo también de punible hipocresía española, de la lamentable conducta de entonces perpetuada hasta los aledaños del presente. Debemos recordar la actuación nefasta del virrey Sebastián de Eslava, quien, al menos presupuestamente por celos profesionales, no soportando la magnitud del triunfo de su subordinado. Tras acabar la guerra, escribió un diario atribuyéndose la victoria contra Inglaterra, falseando datos, que envía a primeros de junio al Rey y días más tarde le cursa una carta pidiendo el ajusticiamiento de Lezo. Don Blas muere, tras una epidemia de peste, en septiembre de 1741. Y aún más, se le entierra en una tumba desconocida y sin el reconocimiento merecido. En la actualidad se busca el lugar donde reposen sus restos.
Obra del pintor, Juan Herrador Granero
En España, entre cuyas características de conducta social pueden señalarse la ingratitud y la envidia, Lezo sería olvidado. Bienvenida la recuperación de la memoria, pero que ésta sea completa, que incluya la desvergüenza de nuestro tradicional comportamiento. ¡Son tantos los casos! ¡Civiles y militares! ¡Religiosos y laicos! ¡De reyes y súbditos! … Y a todo lo largo de la historia. La culpa principal nos corresponde a nosotros. El caso de Blas de Lezo sólo es paradigmático. Pero no miremos a Inglaterra. ¡Ya está bien!
Francisco González de Posada
Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y en
Teología, Filosofía, Sociología, Medicina y Filosofía Hispánica
Extracto de una de sus conferencias
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2 comentarios:
Nieves Correas Cantos
Buenos días,Gonzalo. Es muy interesante el artículo. Gracias por traerlo.
La hazaña de Blas de Lezo es tan soberana y grandiosa como mezquina nuestra tradicional envidia y quedamos perfectamente retratados en el título de esta entrada
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