Una de las cosas que más admiro en Cervantes es su idea del jardín del espíritu como relación entre escritores y lectores, que me parece apasionante y certera.
“Mi intento ha sido – dice en el prólogo de sus Novelas ejemplares -, poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos donde cada uno pueda llegar a entretenerse sin daño del alma ni del cuerpo (…) Horas hay de recreación en que el afligido espíritu descanse. Para ese efecto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con curiosidad los jardines.”
Esta definición ha guiado mi horizonte de escritor a lo largo de mi vida. Cuando era joven quería, como es lógico, cambiar el mundo, y lo más rápidamente posible, y a ese destino tan ambicioso iban dirigidas mis obras. Las años - y las canas - hicieron que mi intento se fuera reduciendo de tamaño, y hace tiempo que escribo intentando ser sólo, a la manera cervantina, un jardinero del espíritu.
Cervantes establece muchas veces en su obra un paralelismo entre el trabajo de los escritores y el de los jardineros, ya que unos cultivan los jardines de la tierra para que se recreen los paseantes, y otros cultivan los jardines del espíritu con su escritura, con el mismo fin. Añadamos a este planteamiento su irónica y agridulce mirada sobre el mundo, la caridad constante que muestra por sus criaturas de ficción, la gracia y soltura del diálogo de sus personajes, y sus intentos de ruptura con los gustos establecidos. Y, por encima de todo lo anterior, nuestro escritor intenta defender siempre el derecho humano al fracaso, como hace en el Quijote de la primera a la última línea, a la vez que defiende una ética de la bondad en un mundo malvado. Altas palabras, alta filosofía, altos principios.
Por eso es un placer para mí hablar de Cervantes, un humanista beligerante en búsqueda de las más autenticas dimensiones de lo humano en esta obra que ha sido toda mi vida una guía espiritual, a la vez que una fuente de placer, cálida enciclopedia del saber y libro de fábulas e historias fantásticas para coger fuerzas para poder enfrentarme a las batallas de cada día, bálsamo de Fierabrás capaz de suavizar y mejorar las fiebres del cuerpo y las del alma. El conjunto de voces amigas que desde él libro nos habla, nos ayuda a alejarnos de la visión plana, seca, pequeña y unilateral a que nuestra percepción se ve sometida en la cotidianidad de cada día, ya que este libro es un espejo que nos devuelve una imagen de nosotros mismos, y del mundo, infinitamente mejor de la que vemos con nuestros ojos, por su realidad oscilante, su pluralidad de perspectivas, su ironía, su humor, su ternura, su juego, su caliente y viva imaginación, y su grandeza que nos abre paso hacia el rico y curativo mundo del imaginario.
Cuando aparece la segunda parte de la novela tiene ya Cervantes 68 años, está en la miseria, enfermo, ha padecido desdichas de todo tipo, y ha recibido humillaciones sin fin en el ambiente literario y en la vida. A pesar ello, el buen humor, el ingenio y el donaire llenan las páginas de su Quijote, contagiando de esos bienes al lector que le disfruta.
Por ello Don Quijote de la Mancha debería entrar en la lista de medicinas a recetar por la Seguridad Social, así el médico cuando fuéramos a quejarnos de nuestro melancólico hígado o nuestras endurecidas arterias, nos diría: “léase un par de capítulos cada día de este libro después de comer, para relajar el espíritu y facilitar su doloroso contacto con la absurda vida que llevamos”.
Leer hoy El Quijote es disfrutar de esa maravillosa oportunidad que tenemos de salir de nosotros mismos para entrar en este jardín del espíritu que es esa gran e inmortal obra.
José Luis Alonso de Santos
Dramaturgo, director escénico y guionista
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Actúa, Flora Díaz Hurtado
5 comentarios:
Estupendo el artículo del académico D. José Luis Alonso de Santos con el que estoy de acuerdo de principio a fin, pero lo que también me llama mucho la atención, Gonzalo, son las dotes dramáticas de Flora. Su recitado es cabal
Gracias, MAESTRO.
Flora está fantástica en el papel.
Mi aplauso a la actuación de Flora. ¿Estudio artes escénicas?
Para mí, tu publicación de hoy me ha traído un doble placer. El primero, leer el fantástico artículo de J. Luís Alonso. Estoy de acuerdo con él en que la Seg. Social tendría que recetarlo, y en las escuelas se obligatorio. La frase "jardinero del espíritu" es maravillosa.
El segundo, escuchar a Flora interpretando, de forma maravillosa, a Altisidora. Enhorabuena a hija y padre.
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