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Nos estamos refiriendo a uno de los grandes marinos del siglo XVI, aunque no pueda asociarse a grandes victorias navales, Martín Padilla y Manrique, Adelantado mayor de Castilla, conde de Santa Gadea, conde de Buendía y Grande de España.
Oriundo de tierra adentro, nació en Calatañazor en 1540, era segundón en una familia noble que tenía sus propiedades por tierras de Soria y Burgos como señores de Santa Gadea del Cid, Padilla o Calatañazor. Su padre fue Antonio Manrique de Lara y Laso, almirante mayor del Reino de Castilla; su madre era Luisa de Padilla y Enríquez.
Comenzó su vida militar luchando en Flandes con los tercios, para más adelante tomar el mando de cuatro galeras de las doce del reino de Nápoles, cuyo capitán general era don Álvaro de Bazán. Años más tarde participó como figura destacada en la batalla de Lepanto formando parte del grupo de galeras de reserva del marqués de Santa Cruz. Bajo las órdenes de don Juan de Austria luchó, ahora en tierra, en la represión de la rebelión morisca de las Alpujarras granadinas.
En 1580, ya como Adelantado mayor de Castilla, formó parte del ejército que bajo el mando del duque de Alba entró en Lisboa para asegurar la corona lusa de Felipe II. En 1585 fue nombrado capitán general de las galeras de España. El Adelantado de Castilla con sus galeras se encargó de defender las costas españolas de los ataques turcos y berberiscos, realizando múltiples presas, además de escoltar a las flotas de Indias en su navegación final desde cabo San Vicente o las Azores, que eran lugares preferidos para la amenaza enemiga.
Durante la época invernal, en que la actividad corsaria y pirática desaparecían debido al mal estado de la mar, las galeras se refugiaban en El Puerto de Santa María para proceder a su mantenimiento y dar descanso a las tripulaciones. Durante el ataque a Cádiz de Drake en 1587 Padilla se encontraba ausente, pero una vez de regreso persiguió a la flota inglesa con un grupo de galeras hostigando su retaguardia hasta Lisboa, consiguiendo hundir cinco pequeñas embarcaciones. Lo que sí quedó claro en el ataque gaditano fue la enorme superioridad artillera de los galeones sobre las galeras. Ese mismo año el rey le concedía el condado de Santa Gadea.
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Durante la época invernal, en que la actividad corsaria y pirática desaparecían debido al mal estado de la mar, las galeras se refugiaban en El Puerto de Santa María para proceder a su mantenimiento y dar descanso a las tripulaciones |
Tras el fallecimiento del marqués de Santa Cruz, que era el propuesto para mandar la Gran Armada que pretendía invadir Inglaterra, Felipe II designó al duque de Medina Sidonia para reemplazarlo, pero este se excusó ante el secretario del rey Juan de Idiáquez “por lo poco que he andado en la mar que me mata, porque tengo muchas reumas…”. Curiosamente, también se quejaba de que estaba mal de dinero y sugería que, si se le forzara a ir a Lisboa para organizar los preparativos logísticos correspondientes, el rey debería designar a otra persona para gobernar la Armada. Recomendaba como sustituto a don Martín Padilla, “porque es muy cristiano y tiene mucha noticia de mar y se halló en la Batalla naval de Lepanto”. Añadía que el Adelantado había mandado la flota andaluza en Cádiz en 1587 y que podía ser asesorado por los consejeros del marqués de Santa Cruz.
Con ocasión de la Contra armada de Drake, Martín Padilla participó con nueve galeras transportando tropas por el Tajo para frenar el avance inglés sobre Lisboa. Cuando Drake regresaba a Inglaterra, Padilla lo persiguió hundiendo cuatro navíos. Tras el saqueo gaditano del conde de Essex en 1596, Felipe II nombró al Adelantado de Castilla como capitán general dela Armada del Mar Océano, dándole el mando de una gran armada de cien navíos para ayudar a los irlandeses, que se encontraban luchando contra Inglaterra. Un fuerte temporal dispersó la fuerza naval cerca de Finisterre, refugiándose en Ferrol tras perder 32 naves.
Al año siguiente una nueva armada se preparaba en dicho puerto con destino a Falmouth, pero ahora se disponía del puerto de Calais por si fuera necesario, así como varios en Bretaña. Una armada angloholandesa dirigida por el conde Essex trató de atacar a la española en Ferrol, pero un temporal, que no entendía de nacionalidades, los dispersó para llevarlos a las Azores, lugar establecido como punto de reunión; desde allí tratarían de capturar la flota de Indias. Con el canal de la Mancha despejado salió la armada de Padilla con 132 navíos y ocho mil soldados para encontrarse con una gran borrasca que dio al traste con la misión. Siete navíos desembarcaron a cuatrocientos hombres en tierras inglesas, pero al comprobar que los demás no llegaban, fueron reembarcados. Se perdía una nueva ocasión de asestar un duro golpe al territorio británico. Era como si el mago Merlín de la epopeya del rey Arturo mantuviese una esfera de protección sobre las tierras inglesas que hacía imposible el abordarlas.
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Derrota de la Armada Invencible’, Philippe-Jacques de Loutherbourg (1796). Fuente. El confidencial |
En 1599 el Adelantado de Castilla recibió de Felipe II la Grandeza de España. No tuvo mucha suerte en sus cometidos principales, ya que fuertes temporales arruinaron sus expediciones, que de haber finalizado con éxito hubieran elevado su nombre al olimpo español; pero ahí queda su determinación, liderazgo y tesón como su legado para la historia naval de España.
Martín Padilla falleció de un ataque de apoplejía en el Puerto de Santa María el 20 de mayo de 1602, siendo descrito el suceso por Cabrera de Córdoba:
El Adelantado de Castilla ha muerto en el Puerto de Santa María, al cual sobrevino un desmayo sin proceder otra indisposición; mandaronle sangrar los médicos y con la sangría se quedó muerto.
Dr. Enrique Tapias Herrero
Académico de Santa Cecilia
Artículo publicado en la "Voz de Cádiz"
Tribuna Libre. 20 de mayo 2025
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