9.3.25

Después de lo que vemos día tras día manifiesto que:


En tiempos de incertidumbre, donde la humanidad se enfrenta guerras devastadoras, corrupción rampante, ansias desmedidas de poder, inmoralidad flagrante, egoísmo exacerbado, falta de compasión y persecuciones criminales contra los cristianos, se hace evidente que nos encontramos en una encrucijada extremadamente peligrosa, incluso de catástrofe nuclear. No soy, ni mucho menos, un cristiano ejemplar, mi fe no es robusta ni sigo preceptos; más bien soy un heredero orgulloso de una civilización construida sobre el cristianismo que ha sido faro del mundo. No obstante, cada día me convenzo más de que sin Dios y sin principios poderosos, la humanidad está destinada al caos y a destrucción.

Vivimos en tiempos de lucha y de Cruz, momentos que ponen a prueba la fe y la resistencia. Pero así como la Cruz representa el sacrificio, también simboliza la esperanza y la redención. Es en este contexto donde el cristianismo, con su mensaje de amor, compasión y redención, emerge como una solución única y válida para la deriva moral y ética que enfrentamos. En un mundo donde la violencia y la injusticia parecen prevalecer, el mensaje de Jesucristo nos recuerda la importancia del perdón y la reconciliación. Las enseñanzas cristianas nos instan a amar a nuestro prójimo, a actuar con integridad y a buscar la justicia.

En lugar de seguir el camino de la autodestrucción, pienso que debemos volver nuestra mirada hacia los valores que el cristianismo promueve. Es imperativo recordar que somos responsables no sólo de nuestras propias almas, sino también de la comunidad global. La paz, la compasión y la justicia no son meros ideales; son principios fundamentales que pueden guiar a la humanidad hacia un futuro mejor.

En estos momentos críticos del mundo en que vivimos, me gustaría invitar a todos mis lectores y amigos a reflexionar sobre el papel del cristianismo en nuestras vidas y a considerar cómo sus enseñanzas pueden ayudarnos a superar los desafíos que enfrentamos. No se trata de imponer una fe, sino de reconocer la sabiduría y la guía que nos ofrecen las enseñanzas de Cristo para vivir de manera más humana y justa.

Que encontremos en la esperanza, la fe y en la práctica de los valores cristianos la fuerza para enfrentar nuestros desafíos y construir un mundo más compasivo y justo para todos.


Ignacio Pérez Blanquer

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