2.6.22

Una Gloriosa Restauración

La creación de la obra de Miguel Ángel marcó un hito revolucionario en la historia del arte occidental.

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El reconocimiento de su enorme importancia estuvo oculto por quinientos años de hollín de velas, humo de incienso, polvo acumulado y barnices de malas restauraciones. La revolucionaria restauración llevada a cabo entre 1980 y 1994 por el experto en Museos Vaticanos, Pierluigi Vecchi, bajo el patronazgo de la Nippon Television Network Corporation, ha devuelto los espectaculares y vívidos colores a las pinturas del titán que fue Miguel Ángel. Los grises azulados han dado paso a rojos luminosos; naranjas, amarillos, verdes y morados.

Está sobradamente comprobado que el dominio del color de Miguel Ángel, igualaba sus habilidades como dibujante, escultor y arquitecto.

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La abrumadora belleza del techo de la Sixtina, con sus escenas de la Creación de Adán, el Diluvio y tantos hermosos detalles de profetas, sibilas, desnudos y otras sorprendentes figuras que él creó con la técnica de pintura al fresco que utilizó, para darles la forma tridimensional y expresar el significado de las imágenes, con las múltiples poses que las figuras adoptan.
La Capilla Sixtina tiene el reconocimiento de ser una de las supremas obra de arte del Renacimiento.

El principal restaurador Gianluigi Colalucci, en agosto de 1993 ante uno de los frescos 
de la Capilla Sixtina

La restauración de los frescos de la Capilla Sixtina constituye una de las restauraciones de arte más importantes del siglo XX.

¿Tuvo ayudantes Miguel Ángel?
Vasari, en la biografía de Miguel Ángel menciona, explícitamente, que el artista retrasó el comienzo de la obra a la espera de que ciertos amigos suyos, pintores florentinos, llegaran a Roma. Entre estos artistas estaban: Granacci, Giuliano Buguardini, Jacopo di Sandro, Indaco el Viejo y Aristotele de Sangallo.
Algunos de ellos eran experimentados artistas en el proceso de la pintura al fresco.
En palabras de Vasari, Miguel Ángel les hizo pintar una parte como muestra; pero lo que hicieron estaba lejos de aproximarse a las espectativas de lo que él esperaba para cumplir su propósito. Y una mañana tomó la decisión de destruir toda la obra. Luego se encerró en la capilla y no volvió a permitir la entrada en el edificio, e incluso rehusó ver a ninguno de ellos en su casa. Cuando a sus amigos les pareció que la broma había llegado demasiado lejos volvieron a Florencia.

Ascanio Condivi, su discípulo y biógrafo, no menciona ningún ayudante y afirma que Miguel Ángel ejecutó el techo en veinte meses sin ninguna ayuda; ni siquiera la de un "garzone" que moliera los colores. Con esta exagerada afirmación, Condivi quería rebatir la teoría de Vasari y mitificar la figura de Miguel Ángel.

Su posición en este asunto es similar a la que tomó al principio de la biografía, cuando rotundamente niega la afirmación de Vasari de que Miguel Ángel era aprendiz en el taller de Ghirlandaio.

En el Ricordi y correspondencia del artista, se encuentra la prueba definitiva de que varios asistentes llegaron a Roma y que fijó el salario de cada uno de los cinco en 20 ducados de oro. Paola Barocchi expone que a Miguel Ángel le habría sido muy difícil mantener a los cinco trabajando al mismo tiempo y a jornada completa.

En 1876, el estudioso Charles Wilson hizo que los eruditos Ernst Steinman, Biagio Biagetti y Wilson Wallace empezaran a reconsiderar la posibilidad de esos ayudantes. Biagetti se limitó a señalar áreas donde la mano de los asistentes podía ser identificada con relativa certeza, y exclusivamente decorativa, en las cornisas y en los ficticios relieves de los tronos.

Sin embargo, cada vez que los garzoni trabajaban bajo la estricta supervisión del maestro, éste ejercía un despiadado control sobre ellos, pintando pasajes de menor importancia decorativa, para demostrarles cómo debía de hacerse. 
Despiadado y contundente cuando les advirtió:  La Capilla estará terminada cuando yo quede satisfecho de sus cualidades artísticas. 

Y para finalizar una breve referencia a los putti (plural de putto en italiano);  en español son motivos ornamentales consistentes en figuras de niños, frecuentemente desnudos y alados, en forma de cupido, querubín o amorcillo. Acostumbran a tener la misión de sostener blasones. Son abundantes en el renacimiento y barroco italiano, y forman parte de la recuperación de motivos clásicos típico de la época.

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En la pared de la entrada de la Capilla Sixtina recuerda una especie de fachada coronada por un monumento notable y de gran valor plástico es el trono del profeta Zacarías, que parece recortarse contra el cielo.
Tras la restauración y la grabación de los resultados obtenidos con la ayuda de un ordenador, podemos seguir de manera precisa cómo procedieron el artista y sus ayudantes.
Según los expertos los putti de la derecha son, con muchas posibilidades, de Miguel Ángel; los de la izquierda  deben ser de sus ayudantes. 

Esperamos que con esta lectura puedan soñar y disfrutar de lo maravillosa que fue la Italia del "Quattrocento"


Fuente: 

The Sistine Chapel: A Glorious Restoration

Con la colaboración de la traductora, M. C.
Wikipedia, 
Youtube

Gonzalo Díaz-Arbolí

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sea como fuere la obra fue impresionante y admirarla nos transporta a otro mundo.....

Luis Muñiz dijo...

Gracias, tío. La historia de la restauración de la Sixtina la conocía. Durante años trabajé de traductor y corrector para la editorial Taschen, que tiene una monografía muy completa de Miguel Ángel.
Con lo otro ya no siento tanta afinidad. Mientras aquí nuestros supuestos filósofos e intelectuales debatían sobre el rosario o la virginidad de María, en otros lugares gente como Newton, Hume, Darwin, Kant, Leibniz... se ocupaban de cosas realmente importantes, que son las que han hecho progresar a la humanidad. Un abrazo

Patricia DA dijo...

Es completamente hipnótica. En Madrid tenemos una capilla maravillosa y un poco desconocida que me recuerda a ella, salvando las distancias.
Se llama San Antonio de los alemanes. Es muy recomendable

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