25.6.22

Canto bizantino. Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad


El Blog "Desde mi rincón del arte" propone esta entrada para promover el estudio, la representación y la difusión de este arte vocal. Se centra principalmente en la interpretación de los textos eclesiásticos y, presumiblemente, debe su existencia a la necesidad de dar a conocer el verbo, la palabra, el logos, ya que cada componente de este elemento del patrimonio cultural vivo tiene por objeto difundir el mensaje sagrado. 

Nació al principio de la cristiandad, transmitido auditiva y oralmente de generación en generación, por un lado, gracias a la Iglesia ortodoxa, y por otro, a los numerosos expertos y aficionados –músicos, coristas, compositores, musicólogos y universitarios– que se dedican día tras otro a promover el estudio, la representación y la difusión.  

Podría definirse el Canto Bizantino como la expresión musical utilizada por la Iglesia Ortodoxa Griega en su liturgia y celebraciones.

Su carácter exclusivamente vocal (la única excepción es el empleo ocasional de campanas y un instrumento de madera también percutible denominado toaca) y monódico (en esto se aproxima al canto gregoriano, su equivalente aunque tan sólo sea en cuanto a función, en el ámbito de la Iglesia Occidental), son dos de sus rasgos más peculiares. El tercero, el hecho de estar vinculado de un modo absolutamente esencial a la lengua griega, lengua litúrgica por antonomasia para el cristianismo, pues en ella se escribieron sus textos fundacionales.

Asimismo es de especial importancia, para el tema que nos ocupa, la primera traducción del Antiguo Testamento a una lengua distinta del hebreo, la denominada Septuaginta o Biblia Griega (sobre este texto realizó San Jerónimo su versión latina de la Biblia, la denominada «Vulgata»).

Finalmente en lengua griega tuvo lugar durante los primeros siglos del cristianismo un brillante florecimiento de la himnografía religiosa llevada a cabo por poetas y músicos.


Una de las cuestiones más interesantes del Canto Bizantino es sin duda el hecho de que hunde sus raíces, y de una forma ininterrumpida a pesar de las inevitables modificaciones producidas por el paso de los siglos -en esto es equiparable a la propia lengua griega-, en la Antigüedad.
Efectivamente, aunque su periodo fundacional haya de establecerse obviamente a partir de los siglos II o III de nuestra era, el caso es que debido a un fenómeno de sincretismo advertible también en otros muchos aspectos, tales como el pensamiento teológico, la liturgia o el arte, en él se puede rastrear además de la existencia de abundantes vestigios paleocristianos, también la pervivencia de material procedente de la Grecia Antigua, así como del área siria y palestina.

Como es lógico suponer, las primeras expresiones musicales cristianas debieron de estar profundamente influidas por los cánticos propios del culto judío.

Sin embargo, con el tiempo y su incontenible expansión en el área cultural helénica, hubo de producirse el fenómeno de sincretismo antes apuntado mediante el cual con toda seguridad se introdujeron en el repertorio bizantino elementos propios de las expresiones musicales cultuales paganas, tanto de origen mistérico como del culto oficial, y asimismo de música profana. Señal de ello lo constituye la evidencia de que tanto la teoría musical como el complejo sistema de notación adoptado por el canto bizantino en sus comienzos fue el que utilizaban los griegos en la Antigüedad.

Evolución
Tras estos comienzos un tanto oscuros el Canto Bizantino tiene su primer gran periodo de expansión entre los siglos V al XI. Siguiendo el modelo de la hímnica griega (de Píndaro por ejemplo), aparece una pléyade de poetas músicos, que sientan las bases en torno a las cuales de un modo constante, se va a asentar el desarrollo posterior.
Entre ellos habremos de destacar a Romano el Melodista (siglo V-VI) y a Juan Damasceno (siglo VI-VII).
A este último se atribuye el establecimiento de los ocho modos o tipos melódicos que caracterizan al canto bizantino hasta nuestros días, el denominado «octoeco» bizantino: el I, II, III, IV (en griego se numeran de la letra alfa a la letra delta) y sus correspondientes modos «plagal».

Entre el siglo XII y la caída de Constantinopla tiene lugar una evolución un tanto peculiar; de un estilo de gran sobriedad y fundamentalmente silábico (a cada sílaba del texto musicado corresponde una nota melódica), se pasa paulatinamente a otro de carácter melismático denominado kalofónico, «de bello sonido», en el que predomina un gran barroquismo en la elaboración, pues en este caso a una sílaba del texto escrito puede llegar a corresponder hasta una frase musical completa.

El máximo representante de esta tendencia de gran éxito en la tradición bizantina posterior fue Juan Koukuzelis. Un nuevo tipo de composición, la Krátima, (un desarrollo musical de gran fantasía que por vez primera carece de texto litúrgico de referencia).

Ya en pleno siglo XVIII asistimos a un nuevo florecimiento de esta rica tradición. En este periodo cabe destacar a dos grandes personalidades.

En primer lugar a Pedro Lampadarios o Peloponesios, que además de ser un gran compositor, llevó a cabo una ingente tarea de exégesis y recuperación de toda la tradición anterior, labor que fue continuada por su discípulo Pedro de Bizancio. Y en un segundo lugar Pedro Bereketis; en él podemos apreciar una síntesis excepcional de los viejos modos y de influencias foráneas, provenientes tanto del ámbito turco, al que políticamente pertenecía Grecia en ese momento, como del occidental.

Durante los siglos XIX y XX con la independencia política del Estado griego asistimos a una revitalización constante de esta antiquísima tradición sin perder en ningún momento sus rasgos esenciales, así como al final del proceso de simplificación de la compleja notación musical bizantina en torno a la segunda década del siglo XIX.

            Aleluya, canto bizantino en español.


Modos de interpretación:
Con carácter general existen dos formas de interpretar el Canto Bizantino. La individual, por medio de un psaltis o cantor, y la colectiva a través de un coro tradicionalmente masculino.
En la mayoría de los casos, tanto el psaltis como el coro son acompañados por uno de los elementos más llamativos de este estilo para un oyente habituado a la música occidental y que le prestan un carácter que podríamos calificar de «místico y sobrecogedor», los isócrates, (quienes tienen como función emitir un bordón vocal que marca el tono predominante de la composición ejecutada).
Esta especie de «zumbido cósmico» representa para los teóricos de este estilo musical la propia unidad y concordia entre los creyentes.


Fuente: 

. ECWIKI Enciclopedia católica online  

. Al Mayyadeen Español

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Gonzalo Díaz-Arbolí

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