18.4.21

LA MUSICALIDAD EN LA PINTURA. Las meninas de Velázquez. Cap III



El vocablo griego del cromatismo (chromos en griego quiere decir color) se emplea a partir de la Edad Media en la música, hasta llegar a su cenit en los últimos años del siglo XIX, en el periodo final del Romanticismo. El color es la base de la pintura y, de forma similar, irá adquiriendo intensidad y vibración con el tiempo por el mejor uso de los pigmentos y aglutinantes en las mezclas. 
Tendrá siempre una dinámica particular y dependerá del tema que se desarrolle y del tono mayor o menor, intenso o apagado que quiso darle el autor. Esta dinámica, de suma importancia en la interpretación musical, referida a niveles del sonido, parte de cuatro principios esenciales: suave, crescendo, fuerte y decrecendo. Todos estos vocablos juegan el mismo papel relevante en la ejecución de un cuadro, en lo que se refiere al color y al conjunto de la composición, como sucede en una partitura.


La medida, el fraseo, el marcar bien el compás, la puntuación de la música en consonancia con los acentos, como puntos de inflexión que nos señala el compositor, las modulaciones que nos hacen cambiar la tonalidad al ejecutar una partitura a través de una progresión armónica, son esenciales en la interpretación musical de la misma manera que también lo son en la pintura, en la que además se utiliza el canon, el ritmo a través de las figuras y los otros elementos que la integran, y en la que se señalan acentos para resaltar detalles precisos con toques de blancos u otros colores que conducen nuestra mirada hacia aquello que quiere destacar el pintor. Los sostenidos, bemoles, becuadros y beduros vendrían a definir las diferentes variaciones de cada tono, como las mezclas de los pigmentos. Sin olvidar los puntos de fuga, palabra que define toda una forma musical, en la que varias voces van entrando en juego hasta llagar juntas a un mismo final, igual que sucede en los trazados de perspectiva de los cuadros. Las escalas y los arpegios musicales podíamos asimilarlos con esas líneas de fuga de la pintura. En ambas disciplinas la perfecta orquestación armónica será esencial para un buen resultado del conjunto.

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La escala diatónica musical se compone de siete notas con sus sostenidos y bemoles. Esos semitonos, que sirven para elevar o disminuir medio tono en cada nota, son en total veintiuno, aunque en la realidad sólo se utilizan doce, ya que como sabemos, en un piano -no en todos los instrumentos- resulta igual un sol # mayor que en la b menor. Los doce semitonos es lo que conocemos como la escala cromática. 
Cada clave tiene sus sostenidos y bemoles y marca su tonalidad mayor y menor. Para poder llevar a cabo una composición tonal o escala de color tenemos, por tanto, doce claves mayores y doce menores, las que condujeron a Johan Sebastian Bach a realizar sus magistrales veinticuatro fugas y preludios del clave bien temperado. El Clave es el arte de la fuga que podíamos compararlo, por su perfección, con el arte desarrollado por Velázquez para crear el espacio en sus distintos niveles, trazar sus líneas de perspectiva, en ocasiones con el solo apoyo de un ligero y genial restregón de pincel o una sombra, sus acentuaciones para dirigir en un sentido u otro nuestra mirada y un sinfín de detalles que consiguen sugerir hasta la más mínima precisión dentro de sus obras. La representación de Las Meninas sería el cenit de todo lo antes descrito.

Carmen Garrido


2 comentarios:

Julio dijo...

Gracias Gonzalo, cada día un paso más hacia la cultura.

Eugenio M. dijo...

Me encantan estos artículos sobre La Musicalidad en la Pintura de Carmen Garrido y cómo conjuga la dinámica del sonido con la de los colores de un cuadro y el sentido en que funcionan ambas armonías, para conseguir la realización de una obra de arte.

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