14.4.21

José Luis Tejada Peluffo, prestigioso poeta de la Generación de los 50.


Nació el 4 de agosto de 1927, en El Puerto de Santa María y muere en Cádiz el 11 de mayo de 1988.
Culmina su licenciatura con un trabajo de investigación sobre Marinero en tierra, de Rafael Alberti. Se doctora en Filología Moderna por la Universidad de Sevilla con un estudio monográfico sobre la poesía del primer Alberti. Fue Profesor titular de la Universidad de Cádiz, Director del Departamento y del Aula de Poesía, Académico de la Real Sevillana de Buenas Letras, de la de Ciencias, Artes y Letras de San Dionisio de Jerez y de las más prestigiosas Academias de Andalucía.

Su producción poética se enmarca en la Generación del 50-60, heredera de la tradición del 27. Fue uno de los poetas mayores de dicha generación. Autor precoz aunque de muy tardía publicación. Se da la circunstancia de que aun antes de publicar su primer libro, ya figuraba en varias antologías.

Galardonado con numerosos premios, entre los que destacamos: Primera Medalla Nacional de Poesía Flamenca. Premio Nacional de Poesía de la “Vendimia de Jerez”. Poesía “Rafael Alberti de la Caja de Ahorros de Cádiz…etc. En cuanto al Premio Nacional de Poesía 1967 no quisiera silenciar una anécdota histórica que habla de su valía poética y de su calidad humana: Cuenta el académico, Luis Suarez Ávila, lo ocurrido en la concesión de dicho Premio:
Federico Muelas, secretario del Jurado, una vez votado y concedido el premio y firmadas las actas, telegrafía a José Luis diciendo: “Enhorabuena, Premio Nacional”.
Horas más tarde, Tomás Borrás, miembro del Jurado, le telefonea y le cuenta que han convocado de nuevo al Jurado, porque ahora proponen a Carmen Conde, por su “obra completa”.
Pasado poco más de un mes, Carlos Robles Piquer, Presidente del Jurado, dirige una carta a José Luis, que termina con estas palabras: “Como ya sabe, su obra fue la verdadera finalista, aunque pesó más la “obra completa” de Carmen Conde. Me permito animarle a seguir en la “brecha” poética.
José Luis, haciendo honor a su bonhomía, había telegrafiado a Carmen Conde dándole la enhorabuena. Su contestación fue significativa: “Agradecidísima generosa enhorabuena”.

Alternativa a  la lectura, del Discurso del Académico, Gonzalo Díaz Arbolí
  pulsar sobre la imagen.

Editó nueve poemarios en forma de libro entre ellos:
“Silencio Herido” 1951. Este primer poemario de juventud, me contó su hijo Pablo, fue posible gracias al entusiasmo del entonces novicio de los jesuitas, Fernando García Gutiérrez, que le ayudó en la selección de poemas y se editó para uso casi exclusivo del propio Noviciado de la Compañía de Jesús. Después vinieron: “Para andar conmigo”, “Razón de ser”, “El cadáver del alba”, “Aprendiz de amante”, “Del Rio del Olvido”... Hay un poema en este último libro titulado “Flora” que, con emocionada devoción, guardo celosamente en mi memoria y que nace o nació, pienso yo ahora, como fruto del sentimiento paterno, porque su título coincide con el nombre de una de mis hijas, mezclado, confundido o aderezado con el ideal femenino que tan delicada y bellamente expresa el poeta. Cuando me acerqué en la Feria del Libro de 1978 a pedirle que lo dedicara a mi hija, él mismo me leyó la primera estrofa:

En tu rodilla izquierda
puso un beso la tierra:
¡Yerbabuenas/te trepan las piernas!

Me gustaría reflexionar ahora sobre su poesía repasando los temas del amor y Dios, y refiriéndome a su valoración de los romances y el flamenco.
En primer lugar hablaré del tema amoroso. La poesía ha sido siempre un cauce expresivo de lo religioso y lo profano y no solo en los temas sino también en las formas: La soledad, el amor y la muerte han sido los preferidos por la poesía y JLT los ha tocado con clarividencia todos y los ha llenado de palabras que el pueblo conoce y reconoce, porque entran o han podido entrar en su vocabulario desde siglos.
Como apuntaba el desaparecido investigador y catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra, Ángel Raimundo Fernández González: “Dios es la referencia de todos sus amores: el amor del propio poeta que se sabe criatura de Dios, el amor entre él y la amada, el amor de los dos hacia sus hijos, el amor hacia los demás hombres y el amor hacia todo lo creado”.

José Luis era un poeta creyente y esa creencia constituye la base de todo su sistema poético, incluido también el amoroso. Elige la escritura como una forma de manifestar y canalizar la fuerza que le presta la pasión amorosa.

En 1985 publicó Poemía, una antología de sus primeros libros; recuerdo que cuando lo compré en la Navidad de 1985, me impresionó por su hermosura y profundidad. Especialmente me sobrecogió el poema: “Consolación por la carne”, que sin duda entiende mejor el amor como entrega y donde el poeta se mueve en el tono más íntimo de la confidencia. Quedé entusiasmado por su desbordamiento lírico y sensual. Y como muy acertadamente ha indicado Leopoldo de Luis, es pieza príncipe de la poesía amorosa. La pareja humana abrazada, frente a la eternidad, frente al misterio, por encima del odio y guareciéndose de la muerte.
He elegido, por ser los más intensos y transcendentes, los últimos versos del poema: 

No esperes a que venga qué amor a sostenernos
con su maná tan raro como efímero,
tal como nadie espera a la cosecha
para entonces sembrar.
Enterremos en huertos de presente
estas verdes adelfas que se irán expandiendo
cada una a su hora. No nos hablen de amor.
Ya vendrá si es de ley…
Hoy somos sólo un pulpo de ocho miembros
que raramente un tajo divino escindiría.
Tú yaces en la paz y entre mis manos
yo esgrimo el vellocino sagrado de tu sexo
donde acaso el amor duerma en simiente
o se vislumbre un sol de eternidad:
Anda, encaja en tus pechos mi corazón antiguo,
vamos, que aún sobra espacio entre nosotros,
acóplame a tus vanos como a un viento calino
y agáchate, que va a pasar la muerte:/ no nos vaya a rozar


Para 
oír
 el poema completo, pulsen:   AQUÍ




En segundo lugar voy a referirme a su poesía religiosa, porque en la poesía de JLT siempre aparecen como constante el amor y Dios. Todos sus libros están llenos de testimonios transcendentes referidos a estos dos temas. Cultiva una poesía religiosa que, a contracorriente, mantiene a partir de la década de los cincuenta, del pasado siglo, el tema religioso de forma muy explícita: invocando y nombrando a Dios, expresando el gozo de su encuentro o la tristeza de su ausencia.

HAMBRE Y SED TENGO
Quien se resigne a perecer del todo
perezca noramala, yo protesto
si no hay nada mejor detrás de esto.
Soy algo más que un salpicón de lodo

y, pues que soy, seré. No me acomodo
a jubilarme ni a ceder mi puesto
de aprendiz de inmortal. Con Dios me acuesto
y con Dios me he de alzar codo con codo.

Deje de ser quien a ello sea conforme;
no haya más vida para quien más vida
no necesite. Yo sí necesito
saciar mi sed desaforada, enorme,
de eternidad, mi hambre desmedida
de infinito elevado al infinito.

En cuanto a los romances, Flor Salazar Lacayo narra en el libro “JLT, Un poeta andaluz de la Generación del Medio Siglo” lo siguiente: En el verano de 1986 tuve la oportunidad de conocer a JLT, que se había acercado a Madrid a visitar, con su amigo Luis Suárez Ávila, (miembro del “Seminario Menéndez Pidal”) a Dámaso Alonso. En el transcurso de la conversación surgió el tema del Romancero, que José Luis conocía muy bien desde el punto de vista literario y, lo que era más importante, de forma tradicional, puesto que los había aprendido de niño, transmitidos por una mujer a la que recordaba vivamente. Inmediatamente le pregunté si quería comunicar su conocimiento, para que su repertorio quedara almacenado en el Archivo Sonoro del Romancero Oral. José Luis accedió al momento y, con toda generosidad, lo cantó para que se grabara.
Como consecuencia de este trabajo de campo quedó una cinta, cuya transcripción comienza así: “Viernes 29 de agosto de 1986. Encuesta hecha al poeta José Luis Tejada, de Cádiz, del romancero aprendido de su nodriza cuando era pequeño. Seminario Menéndez Pidal. La nodriza se llamaba Ángela Domínguez natural de El Puerto de Santa María.

              En este vídeo super8, acompaña a Dámaso Alonso en su visita a El Puerto de S. M.


El Romance , El Conde niño pertenece a lo que se llama –romances novelescos-.

El rey conde paseaba por la orillita del mar,
mientras su caballo bebe, el rey se puso a cantar.
La reina que lo está oyendo desde el palacio real:
- Mira, niña, que bien canta la sirenita del mar.
- No mamá, que no es sirena, ni tampoco sirená,
que es hijo del rey conde que por mí penando está.
-Si por ti penando está, cuatro tiros le viu’dar,
Y otros cuatro a su caballo a la orillita del mar. (repite)
La niña que ha oído esto, a casa de su tío va.
-¡Ay tío de mi alma!, yo no puedo vivir más,
que han matado a mis amores, a la orillita del mar.
Al niño, como era rey, le pusieron en un altar,
la niña, como era reina, un poquito más atrás.

Como verán, José Luis supo guardar inalterado el legado de tradición oral y traslada ese acervo de saberes a su estilo poético, tanto el que se refiere a los temas, como al discurso tradicional, transmutados en voz propia individual sin perder su condición de voz colectiva.


Y finalmente hay que hablar de su poesía flamenca, porque el flamenco no es solo una música sino que también es una literatura. José Luis era un gran aficionado al flamenco, un buen conocedor de los cantes, que por fidelidad a sus raíces, su profunda conexión con la poesía popular, con la copla flamenca y con otras expresiones vivas de nuestra tradición, la cultivó, la hizo suya y escribió piezas memorables, llamadas a perderse como anónimas, en la memoria del pueblo.
Esta fue la razón del nacimiento del libro póstumo, “Cuidemos este son” (1997), en espléndida edición de su esposa, Maruja Romero.
El libro comienza con un poema que es el que le da el título, en el que JLT ensaya una definición del flamenco, al mismo tiempo que nos plantea la necesidad de conservarlo como un tesoro.

Si escribir es llorar, ¿qué no es el cante
en este sur del sur tanto y tan puro?
Llanto preciosamente vertido contra el muro
de una agria realidad densa y flagrante.
….
Nunca te apagues, manantial de cobre,
lágrima inenjugable y rumorosa,
himno agujereado por mil puntas de lanza.
En ti encuentre el varón dolido y pobre
la materia diaria y generosa
para la rebelión y la esperanza

Académicos de Bellas Artes Santa Cecilia. En 1ª fila: 
Enrique G-Máiquez,  Antonio de la Banda, José L. Tejada y Rafael Alberti. 1985

Gonzalo Díaz Arbolí
Académico de Santa Cecilia



5 comentarios:

Julio de la R. dijo...

El otro día paseábamos Ana y yo por delante de la estatua que tiene en Bajamar. Te había oído hablar de JLT, pero ahora lo conozco mejor. Buen poeta y le haces mucho honor al declamar apasionadamente, su poesía.

Eugenio M. dijo...

La entrada me parece estupenda, suficientemente amplia dadas las exigencias del espacio, porque nos proporcionas la información oportuna para no cansar, aunque te cueste ponerle freno a tu devoción por José Luis cuyos méritos justifican todas las alabanzas.
Mi enhorabuena por la entrada, que he leído despaciosamente y con agrado

Ana M. Brea dijo...

Gran poeta, admiro sus poesías, y ha estado relacionado en algunos momentos de mi vida.

Teresa Moncayo dijo...

Gracias, Gonzalo, porque me has transportado a la època de cuando asistía a la Universidad de S. Antonio, en Cádiz y he recordado las clases que recibía de este genial poeta portuense José Luis Tejada. Y lo recuerdo en dos ocasiones especiales, todos y cada uno de los que estábamos en clase debíamos hacer una narrativa sobre algún tema para esa misma tarde, yo elegí escribir sobre Andalucía lírica (tres-cuatro folios) y cuando la leyó, se quedó pensativo y dijo: -¿Lo escribiste aquí, en clase?-, - sí, le dije. ahora mismo. y no dijo nada, sólo que en la próxima clase que tuvimos se me acercó y me regaló, dedicado, un poemario de Alberti (no recuerdo título) y tampoco por qué de Alberti, ahora sé que lo adoraba. La dedicatoria decía algo así como: "Recibiste el maravilloso don del verbo escrito" (confieso que me hubiera gustado más un poemario suyo...). El siguiente recuerdo fue una tarde que, estando dando las clases, se nos fue la luz, pero él seguía hablando como si nada y todos expectantes como si nada. Cuando se reanudó la luz estábamos de la misma posición, imbuidos con su clase "captándonos" (en el mejor sentido) con su emoción y sabiduría. Por todo esto, querido amigo, te agradezco muchísimo esta publicación. Un abrazo grande.

Carmen N. dijo...

Me ha gustado mucho la publicación. Conozco algo de su poesía, pero me has motivado a volver a leer sus versos. Muchas gracias.

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