5.4.24

Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández. Yo quiero ser, llorando, el hortelano...


Miguel Hernández (30 de octubre de 1910 en Orihuela). Hijo una familia campesina, fue un poeta y dramaturgo de especial importancia en la literatura española del siglo XX. Tuvo que dejar pronto sus estudios por orden de su padre y ponerse a trabajar en el campo. Aun así, leía mucho y participaba en la tertulia literaria organizada por su amigo Ramón Sijé, a quien dedica este poema tras su muerte. Durante la Guerra Civil española se posiciona en defensa de la República, lo que le llevará tras la derrota republicana a ser condenado. Lo detuvieron en Portugal a 30 kilómetros de la frontera española, cuando en su intento de vender un reloj de oro, que le había regalado el poeta Vicente Aleixandre, fue el propio joyero quien le denunció a la policía de frontera y, desde allí lo llevaron a la cárcel donde fue condenado a muerte. Intercedieron por él y se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de cárcel, pero murió de tuberculosis antes de poder salir el 28 de marzo de 1942.

El 10 de enero de 1936 escribe su «Elegía» tras la muerte repentina, a los veintidós años, de su amigo Ramón Sijé, seudónimo del escritor, periodista y abogado José Ramón Marín Gutiérrez. Sijé falleció el día de Nochebuena de 1935 víctima de una septicemia, cuando contaba solo veintidós años de edad. Como homenaje a su amigo, Miguel Hernández escribió esta elegía, un subgénero de la poesía lírica que designa un poema de lamentación. Es uno de los poemas más bellos y recordados del poeta donde se queja de la muerte repentina de su íntimo amigo. que le causó mucho dolor. El poema pertenece a su libro “El rayo que no cesa” (1936). Pertenece a su etapa neorromántica la que se caracteriza por el tema de los sentimientos y tratarlos de una forma dramática. Trata de su situación anímica y que no puede ser peor, por lo que se va más inclinado a la muerte que a seguir viviendo. Afirma que está solo y nadie le recuerda o le hace caso. Quiere enterrar a Sijé bajo las ramas de un almendro cerca del huerto y promete desenterrarlo para darle un último beso y despedirse. Está considerada una de las elegías más conmovedoras de la literatura española y ha sido definida como un grito desesperado que pretende invocar a la memoria de su amigo.



Se muestra la evolución de sus sentimiento, desde un principio que se queja de la tristeza y el dolor de la pérdida. Después se convierte en rabia y deseo de desenterrarlo.

En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte.

Y finalmente da un paso a la aceptación de la muerte. Es donde se expresa y nos habla de sus sentimientos y la pena que siente. Y la última es la alabanza. Se hacen elogios hacia el fallecido. Quiere que vuelva su amigo y dice que hará lo posible por enterrar a su amigo bajo el almendro del huerto en el que pasaron gran parte de su infancia.

Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


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Escuchar este poema nos elevan a otra dimensión por su sublimidad, es el escudo que nos protege de las miserias de este mundo

Fuente: Wikipedia, internet
Gonzalo Díaz-Arbolí

1 comentario:

LUIS MANZORRO BENITEZ dijo...

Aunque hayan pasado 85 años, aprovecho tu entrada para maldecir al relojero que lo denunció y a quienes lo condenaron, cuyas almas, si hay Dios, estarán vagando por el infierno.
Cuando pronuncio su nombre, "Miguel Hernández", como "García Lorca", a mi me suena a poesía, a muerte, a injusticia y a barbarie... LA ELEGIA es maravillosa y, aún así, gana cuando la recitas, amigo Gonzalo
Muchas gracias.

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