21.1.23

Manuel Machado y Ruiz. Poeta y dramaturgo. Murió el 19 de enero de 1947


Porque se llama Manuel
y Machado se apellida,
en su verso Muerte y Vida
juegan partida y nivel.

¿Quién vence? Tablas. Y él,
banderillero de Apolo,
supo, cantó y está solo:
ese poeta chapado
que se apellida Machado
       y le llamaban Manolo.
                                                                                                                             Gerardo Diego

Primogénito del matrimonio formado por Ana Ruiz y el folclorista Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, y hermano de Antonio Machado. Nació en Sevilla, 29 agosto 1874. Tras la infancia sevillana, en 1883 se trasladó con su familia a Madrid porque al abuelo, Antonio Machado Núñez, le ofrecieron una cátedra en la Universidad Central. Machado fue instruido en los modernos métodos pedagógicos y en la moral laica de la Institución Libre de Enseñanza. En este tiempo, escribió sus primeros poemas y compartió con Antonio la atracción por el romancero y el teatro clásico español. En 1893, colaboró en el almanaque de Don Quijote, y, junto a Antonio y Enrique Paradas, en la revista La Caricatura, donde escribió poemas, un cuento y la crónica “La semana” junto a su hermano, con el seudónimo de Tablante de Ricamonte.

En 1895 volvió a Sevilla, a casa de su tío Rafael Ruiz, para acabar el bachillerato e ingresar en la Universidad, donde se licenció en Filosofía y Letras.
De regreso a Madrid, colaboró como secretario de redacción en el Diccionario de ideas afines y elementos de tecnología dirigido por Benot. En marzo de 1899 viajó a París para trabajar como traductor en la editorial Garnier. Allí permaneció hasta diciembre de 1900  enviando algunas crónicas al diario madrileño El País. Enrique Gómez Carrillo lo introdujo en la vida bohemia y literaria, y conoció los restos del simbolismo y a escritores como Pío Baroja, Laurent Tailhade, Georges Courteline, Ernest Lajeunesse, Constantin Balmont, André Gide, Paul Fort y, sobre todo, al poeta Jean Moréas, que le causó viva impresión, así como un breve encuentro con Oscar Wilde.

Su estancia parisina fue fundamental para su labor poética y en ella concibió su siguiente poemario. A su regreso a Madrid, entró en contacto con otros jóvenes modernistas, encabezados por Villaespesa y, cuando volvió de Francia, por Juan Ramón Jiménez; fue miembro fundador de las revistas Electra y Juventud, donde publicó poemas, traducciones, relatos, crónicas y artículos en defensa de la nueva estética. Su poemario Alma (1902) adaptaba, desde su mismo título, la poética simbolista, con gran intuición y excelente resultado, en un proceso modernista de síntesis creativa con la propia tradición, muy especialmente la popular.

“Antífona”, “Cantares”, “Castilla” o “Felipe IV” se convirtieron en poemas memorables, y “Adelfos”, en todo un himno modernista. El libro, por la cohesión y profundidad de su estructura y significado, es una obra fundamental de la tradición hispánica moderna. 
Adelfos, con este poema quería reivindicar el deseo de evasión, huir del mundo en el que le tocado vivir. Consiguiendo así un poema muy musical. Fue escrito en 1899 y está dedicado a Miguel de Unamuno.


Yo soy como las gentes que á mi tierra vinieron;
soy de la raza mora, vieja amiga del sol...
Que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el ama de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos,
...Y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos! ¡Gloria, la que me deben;
que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino á elegir.

¡Ambición! no la tengo. ¡Amor! no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón.
...Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. Ni os amo, ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí.
...Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!

Como verán el poema contiene ocho estrofas y cada estrofa contiene cuatro versos alejandrinos con rima par. Se puede dividir en tres partes, una primera que abarca desde la primera hasta la tercera estrofa; donde el poeta se lamenta de sí mismo, la segunda comienza en la cuarta estrofa y termina en la sexta estrofa; donde el poeta se elogia y realiza una valoración de sus actos y de cómo es, y la última que concurre entre las dos últimas estrofas, es el deseo, lo que el autor pide que hagan por él, como una forma de decir que “tira la toalla”.

No resisto la tentación de hacer referencia al poema "Castilla" del que decía Unamuno que, eran los mejores versos jamás escritos en lengua castellana. El poeta se propone ensalzar la figura del héroe de Castilla (el Cid Campeador) apoyándose en un episodio narrado por el poema del Cid.

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

«¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

El Cid. Destierro. "Castilla". Recita Manuel Dicenta

El 15 de junio de 1910, se casó con su prima Eulalia Cáceres en Sevilla. Establecidos en Madrid, participó en la Academia de la Poesía Española. Tres antologías se sucedieron: Alma (Ópera selecta) (1910), Trofeos (1911) y Poesías escogidas (1913).

En 1912 apareció Cante hondo. Cantares, canciones y coplas, compuestas al estilo popular de Andalucía, que tuvo una segunda edición, “corregida y aumentada”, en 1916. Con ambos libros huyó Machado del descarnado enfrentamiento consigo mismo de El mal poema, refugiándose en una poesía de prestigio cultural y folclórico que ya había practicado antes, donde el yo lírico no se problematizaba, y que fue muy bien recibida.

En 1913, aprobó las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinado a la biblioteca universitaria de Santiago de Compostela, aunque logró su traslado a Madrid, donde trabajó en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Municipal del Ayuntamiento.

Durante la Primera Guerra Mundial escribió a favor de los aliados y se adhirió al manifiesto de la Liga Antigermanófila. En 1915, vio la luz Canciones y dedicatorias, recopilación con numerosos poemas de circunstancias.

Tras la guerra fue enviado unos meses como corresponsal a París, y en 1919 participó en la fundación de La Libertad, diario de orientación socialista, donde fue cronista de actualidad, teatro y libros. En 1921 publicó Ars moriendi, libro confesional, de renunciamiento, expresión depurada y elegante tono elegíaco y meditativo, donde resurgía como auténtico poeta, que tuvo un caluroso recibimiento tanto por parte de la crítica más prestigiosa como de los jóvenes poetas.

En 1925, pasó a desempeñar el cargo de director de Investigaciones Históricas del Ayuntamiento, Biblioteca y Museo Municipal de Madrid, y escribió artículos eruditos, principalmente sobre Lope de Vega, en la Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo.

En 1932 Gerardo Diego lo incluyó en su Antología de la nueva poesía española, lo que supuso el reconocimiento por parte de la “joven literatura”.

Fue elegido miembro de la Real Academia Española y en 1938 leyó su discurso de ingreso, Semipoesía y posibilidad, sobre su propia obra. El mismo año, Horas de oro. Devocionario poético, recogía las nuevas composiciones, propagandísticas y religiosas, junto a otras ya conocidas, pero reinterpretadas en el nuevo contexto de forma tradicionalista.

Al conocer la muerte de su hermano, pidió permiso para viajar a Francia; en Collioure encontró también muerta a su madre. Acabada la guerra, volvió a Madrid y recuperó su puesto de funcionario. 


Murió el 19 de enero de 1947, a los setenta y dos años, siendo enterrado en el cementerio de la Almudena.



La ausencia es un fantasma que anida en rincones, tanto físicos como imaginarios.

 
No tienes quien te bese
tus labios de grana,
Ni quien tu cintura elástica estreche,
dice tu mirada.

No tienes quien hunda
Las manos amantes
en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros
no se asoma nadie.

Dice tu mirada
que de noche, a solas,
suspiras y dices en la sombra tibia
las terribles cosas...

Las cosas de amores
que nadie ha escuchado,
esas que se dicen los que bien se quieren
a eso de las cuatro.

A eso de las cuatro
de la madrugada,
cuando invade un poco de frío la alcoba
y clarea el alba.

Cuando yo me acuesto,
fatigado y solo,
pensando en tus labios de grana, en tu pelo
y en tus ojos negros.



«Ama y olvida,
y atrás no mires. Y no creas
que tiene raíces la dicha…»

Fuentes: Recopilación de la biografía de Manuel Machado de la Real Academia de la Historia, 
YOUTUBE.
Gonzalo Díaz-Arbolí


3 comentarios:

Eugenio W. dijo...

La entrada de D. Manuel Machado está muy bien y ya sabes mi opinión de que es mejor poeta que su hermano y como D. Antonio se manifestó muy significativamente de izquierdas, los críticos con falso criterio y los presuntos intelectuales, colocaron a Antonio delante de Manolo.
"Castilla" "El ciego solo se estrella / en las duras aristas de las armas....". De este poema decía Unamuno que eran los mejores versos jamás escritos en lengua castellana. Me encanta la voz y la forma de recitar. Es un poema perfecto.

LUIS MANZORRO BENITEZ dijo...

¡Que orgullo tener a tantos genios de la literatura!
La obra poética de los hermanos Machado es increíble. A pesar de que uno era republicano y el otra franquista y, según dicen, Manuel tuvo algún remordimiento, parece que se llevaron bien y trabajaron juntos. Me emociona saber que Antonio, que murió tal día como hoy, en 1939, al ser desterrado se llevó tierra de España para que, si moría en Francia, como así ocurrió, la echaran sobre su tumba; una pena que no esté descansando eternamente en su amada España.
La voz de Tomas Galindo Adelfos, es fantástica, como el poema de Manuel Machado.
Gracias, Gonzalo.

Anónimo dijo...

👏👏

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