2.2.24

Palabras de Campo–Adentro. La poesía silenciada de un ilustre artista vejeriego: Manuel Manzorro.

Primavera en las Hazas de Suerte de Nájara,  (óleo de Manuel Manzorro)

Nacido en Vejer de la Frontera, (7 de junio de 1935) en el seno de una familia campesina, mantiene a pesar de su experiencia internacional, sólidos vínculos con las tradiciones y cultura de su tierra; su infancia, niñez y adolescencia transcurren en Patría, campo adentro por herencia o por destino. Cuando subía al cerro por cañadas y veredas, en sus ruinas con su torre desmochada, recuerdo de aquellos bravos andalusíes que allí vivían; en esas aventuras de la niñez, buscaba palmitos, sacándolos con dos o tres golpes y cuando salía disparada una liebre de entre los acebuches, la perseguía a peñascazos hasta cazarla.
La infancia, nuestra verdadera patria, enfatizaba Rilke. Donde nos reconocemos, donde nos encontramos; es un sentimiento positivo, primario y prácticamente inevitable de amor y de justo orgullo a nuestro terruño. Pero alejarse no es olvidar. 
Y esto es lo que le lleva a trascender su arte: el pozo, la perdiz, el toro y el cántaro, el galgo y la choza, la luna o el barbecho, los pájaros… el hombre.

Estas palabras definen, en esencia, la inspiración temática y el mundo plástico-poético de Manuel Manzorro.
Los temas de los campos de Vejer, estimulan su mundo artístico tanto en la pintura como en la poesía, siempre ha buscado lo más auténtico de sí mismo, su razón de ser en la totalidad del arte.



"Mural de mi contorno"

Transparentes mañanas, tardes lentas
con tonos de perdices,
querencioso terreno del color de las liebres,
calientes cerros con toros rubios,
y piaras de lomas albarizas.

Los montes parados, acorralaron mi casa,
como tercos alazanes vadeando el invierno;
broncas lejanías de caballos tordos
y el núbil plumaje de lo infantil perdido.
Sobre aquellos días como marzos templados
están mis fotos encharcadas
de asombro y de jilgueros,
y ásperos se alejaron
como avispados matacanes.

A golpes oscuros y a desgana
contra el yunque del tiempo
ya salobre, torvo y lacio
injerto el polen amargo
de los días caídos,
por ver si prendiera el imposible.



El perfume natal de la era mía
tiene su finca, allá por el recuerdo.
No escarmienta, que es algo...no me acuerdo
algo así, parecido a la alegría.
Uno se lo quisiera llevar todo,
el aire y los olores del terreno,
los besos y el amor a puño lleno
y llorar lo perdido de otro modo.
Quién se quita de encima los mordiscos
las hondas picaduras venenosas
que pega el alacrán de lo lejano.

Ahora, los matorrales y lentiscos,
las tardes, los trampales y otras cosas
no dejan mi tristeza de la mano.



...............
Te escapaste por cañadas
y dicen que te vieron, buen amigo,
persiguiendo a peñascazos a una sombra,
y acechando el revoque
del levante, para hablar con Dios.
.............
Se te quedó el tiempo fárfaro y encharcado
en las táviras cuencas de tu asombro,
destilando cuajarones de olvido y desamparo.
Caigo en la cuenta y veo
tu sombra y tus hechuras en tenguerengue,
igual que un mandil tirado en el secano,
y también recuerdo, Manuel,
amoratada y huérfana por dentro tu memoria.

Ni de la tierra ni del cielo
te vino un soplo a la cara,
mientras te crujía atribulada y oculta
toda la intemperie en carne-viva
entre el lagrimeo y la zozobra
..............
Hoy, resulta, que de repente
Te siento como quien no ha vivido,
Como si reclamaras desacostumbrarte a estar muerto
O despertaras de estar soñando a contra-arroyo,
Con zarzas y avispas, y lunas al contrario.


(Del poema: “Hablando con Manuel Estaca”)



“Vísperas de invierno”

Me lo ha venido contagiando el tiempo,
lo estoy padeciendo por lo bajo,
mientras noto que falta en el cortijo
tu voz y tus quehaceres.
Siento que huérfanas cimbrean
las cañas en la techumbre.
Fuiste el encorvado sufrimiento
que alegraba mis penas,
la altura humilde en el calor de la choza
aliviando el trigo y la intemperie.
Nunca vi alrededor del día
nada más parecido al pan, que tu mirada.

Tus pujidos y zozobras repetidos
fue el tono de la luz que nació conmigo.
Siempre vi húmedos tus párpados
como las brumosas lindes de la tarde.

Al llanto nos hicimos
como a la cuesta el relente;
ahora, huérfano de ti,
y tú, huérfana de todo para siempre,
sólo nos queda cumplir tiempo para nada.
Día a día, me falta inconsolable,
tu panificado gesto,
tu sonido y tu señal de vida.

Hoy, en el umbral del invierno,
la choza y el fuego nos requieren,
que “de nuevo están ahí las avefrías”.

    


ENTRE EL SUEÑO Y LA MEMORIA 

Hoy quisiera sentir borceguíes por mi patio,
sonidos de herraduras
o alguien que cantara hacia mi casa.

De golpe se despiertan
los perros del contorno,
las esquilas de enfrente
o golpes de herramientas sobre el monte.
Ahora imploro aparcería
para encender el fuego,
partir la leña a cuatro manos,
y repartir con tiento
el pan y la palabra,
el candil y el rescoldo.

¿Quién pasará al oriscán
cantineando por lo bajo hacia la hijuela?...
¿Quién después de pardear, cruzará el arroyo
y a-prima llegará fumando hasta el ejido?
Hace tristeza y humedad,
y harinea el tiempo.
Hace atmósfera para dar largura a los galgos
por terrenos atolladizos
con resabiadas liebres-matacanes.

Ocurre que no amaina la tristeza
que es un ventisquero dolorido
el estar solo.

Hoy trasteo mi sangre, como quien escurca
una descalichada zocarrena
o palpa la cimbra de una choza baldía
que despacio revira hacia la tierra,
crujiéndole sus apolilladas cañas
y sus húmedas berlingas.

El pulpejo de mis manos van rozando
las tomizas partidas y su cumbrera,
mientras sonámbulo toco entre la anea
y el verdín de su techumbre
los anzuelos, la almohaza y las espuelas,
y voy apartando escardillos,
cepos, lazos, leznas y lavijas,
cencerros angostos y esquilones,
calabozos, collares y frontiles.

Hoces liadas en entre-pechos,
riendas .y tenazas, manijas y corniles.
Amarillentas fotos de yeguas y avutardas,
de herraderos, de galgos y monturas.
Me están doliendo en este sueño
las delgadas coyunturas de los días
y las táviras palmadas que da el tiempo.
Entierro mis manos
en el dolorido costado del recuerdo
y es como si las hundiera
en un montón de trigo bien granado.

Cavilo y aforo,
hago memoria, escribo
mis lluvias y mis jilgueros,
anoto mis amapolas en sombra y mis penumbras,
y mientras voy tensando los alambres
de la melancolía.

Consulto a los trigales y a sus lunas,
a sus vientos y sus mareas
y veo el verdín sobre la foto
de un niño que sigue sonriendo todavía.




ENJAULANDO CLARIDADES

Qué ha podido ocurrir en mi comarca,
qué ha pasado en mi entorno madre-mía.
De todo aquello y todo esto
y todo lo demás, resulta
que de tanta disnea y tanta bruma
me escuece la memoria hasta cuando duermo.
Y ahora siento que mi sangre
ya no barrunta por derecho la alegría.
De tanto y tanto acordarme ocurre,
que de súbito me brota
de par en par un campo en la tristeza,
destilándome pájaros,
supurándome tercios doloridos,
broncas penurias y dulces claridades,
desconchadas ternuras
y arpegios de lluvias en la techumbre.
Pienso que he de morirme yo también, ¿sabes?
porque vengo aforando
que tanta verdad no tiene cura.
Y es, que no era de contar con estos males,
ni con tantos enconados esguinces y avisperos,
pero además, no quiero enterarme
de los apretados hornos de mis venas
que me van tapando el tiempo
como broncas esparragueras de verano.
Sólo te escribo madre, ahora, para decirte,
que yo aprendí marzo y sus nidos de memoria
cuando iba de tu mano a la alegría,
a los aromas de la tarde,
al resplandor del trigo y a esperar la luna.
Y de camino recordarte
el asombro, de linde a linde, de mis ojos
enjaulando claridades
entre cenizosos plumajes y carruseles de trinos,
bajo las nácares lunas y el perfume del horno,
y las azules umbrías de álamos blancos,
cuando mi risa buscaba
el socaire de tus brazos
y el rastro de tu aroma
a pan dormido y a rescoldo.




“Monólogo para el retorno”

A salobre sorbos y a punzadas
me viene asediando la melancolía,
igual que una ácida disnea
de asombro y de imposibles;
y es, porque no me encuentro bien
ni del tiempo ni del alma,
me trastorna ir tirando a la escondida,
y mantenerme de pie mientras sonrío.

Anónimo y a contra luz me aventaría
junto al dorado tamo
y al aire aquel del mar sobre la era.

Siento el troquel de mi ausencia
como un lastimado gramófono
que lentamente se despide.
Se ha quedado el tiempo en la estacada
junto a la pared del trigo
y el viento que lo ondula.
Los días, como súbitas bocanadas
hacia atrás caídos,
son ahora víboras de pronto
en la memoria.

Áspera y távira salta la pena
donde a golpes de relámpagos
brincaba la alegría,
igual que salta por la yerba un galgo nuevo.

De pronto amaneció y tuve enfrente
un mural de mareas con delfines
y sosegadas golondrinas.
Sentí mis tímpanos extenderse
hacia un rumor de chamarices y besanas
hacia aquella acuarela
de surcos y de jilgueros
con veladuras de pólenes y lluvias.

Me descuidé y me dio el alba
manoseando la textura del trébol
y el blandor de su aroma
como quien abraza a un océano dormido.
En vilo y con tiento, aprendí
el sol sobre la parva,
y en la comba azul del madrugón, la luna.

Aquello fue una efímera tertulia,
un resplandor, un alborozo
de espigas, de arroyos y de pájaros.
Allí germinaron en mi aliento
los tonos de la aurora y sus reclamos
entre alboradas y oriscanes dejé escrito
que de los púrpuras ramos de la zuya en flor
debieron succionar mis venas
el gramíneo aroma del arroyo
y la punzada vegetal que me aturde y me consuela.

Ahora no sé si es verdad o lo he soñado,
si me lo contaron cuando yo dormía,
o lo recuerdo con brumas como el que despierta.
Recuerdo haber cruzado las claras del día
desvelando bandadas de alondras
y cerniéndole el rocío
a la juncia en calma.
Entre reflejos y umbrías de álamos blancos
habitaron mis ojos embrocados
hacia un socaire de noviembre
y un invierno que huele a horno
y a pañolón de madre, todavía.




Cuando de golpe me prende la alegría

es tan caudalosa que me lastima y me sostiene,

llega  lo mismo que un denso rumor

de agua y luz

o un cante que desengaña.

Mi alegría se acerca con sigilo, como un sueño,

como una lástima o dulzor que duele

igual que un perfume malherido.

Es dolor y aliento, sueño no,

sombra musical de la tristeza,

sencilla como un álamo temprano;

pero resulta, que es madre de mi pena.

Es aquella verdad que aletea y no muere,

es un  sin-remedio en  carne-viva,

una historia acostumbrada

a brotar igual que el alba.


Sin ir más lejos,

mi alegría es un cante ya perdido,

es aquello que en vida escribió su anhelo.

En suma, mi alegría es un puñado

de cuatro cosas familiares:

El cañaveral, el pozo, la mañana,

tu nombre, los perros que laten en el monte,

aquel que canta a caballo,

el huerto y sus aromas,

el ruiseñor y el espino-majoleto.

En fin, es como un súbito arroyo

o como una texturada luz

que de repente se me hiela entre las manos.




Elegía a su padre, Diego Manzorro:
En una ocasión me contó mi amigo, Manolo que, su padre al presentir la muerte, fue visitando y despidiéndose de todos sus amigos y vecinos de Patría, abrazándolos como si todos fueran para él su familia. Diego Manzorro era un simple campesino, no un intelectual, que se despedía de este mundo con ese sencillo y a la vez transcendental gesto,  así entendía Diego la amistad.
A mí me parece una historia entrañable.

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Elegía a su padre. Realización y voz, Gondiazar 

Estos poemas que podrán escuchar en los siguientes vídeos están dedicados a su madre, y, me lleva a recordar la correspondencia que mantuve con Manzorro en el año 1956.  Con timidez escribo algunos párrafos:

Ha ocurrido lo definitivo, es un clavo tan increíble y doloroso como absoluto..

¡Quien fuera de lágrimas
Para evaporizarse con ella
En un llanto eterno!
Y aún así, no le pagara

Las palabras manchadas de tinta se caen sobre el papel por el peso del corazón y del alma…

Se han roto las madrugadas…
Al primer canto del gallo…
su cabeza en la almohada…

.


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        En recuerdo de su madre, allá por junio, de aquellos del comienzo. Realización y voz, Gondiazar 


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Hoy, en el umbral del invierno, la choza y el fuego nos requieren,
que "de nuevo están ahí las avefrías".


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Huérfanos de vida y de sosiego....




Manuel Manzorro es, sin duda, uno de los grandes, como pintor–grabador y poeta, y sin embargo, hay pocos hombres de tanta relevancia mundial que sean tan humildes y sencillos en cuanto a su trato. 
Profesor Dr. de la Universidad de Sevilla. Realiza sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, y culmina sus estudios artísticos en la especialidad de Grabado, Litografía y Pintura Mural en la Escuela Superior de Bellas Artes de París. Profesor en varios países europeos, entre los que cuentan Francia e Italia, así como los EE.UU. y Canadá. Director de la Calcografía Nacional.  Dirigió la edición de las planchas que Goya realizó copiando los cuadros de Velázquez.


Premio de la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural en la “XXII Exposición Internacional de Grabado”, en Madrid.
Seleccionado para la V y VI Bienal Internacional del Grabado de Florencia y para el “XXIII salón Internacional de Grabado y Sistemas de Estampación” de Madrid.
La Fundación Juan March, sin precedente y de forma excepcional, le concede por 3ª vez la beca de investigación para desarrollar el Tema: “Técnicas Tradicionales y Actuales del Grabado”.
Primer “Premio Nacional de Grabado del Ateneo de Sevilla”, en el Certamen Andaluz de Bellas Artes.
Galardonado con el Premio Honorífico Provincial de Cultura Vejer “Juan Relinque”.

He querido destacar su vena poética con la selección de estos poemas; su rica personalidad, expresada con maestría e inspiración, tanto en palabras como en imágenes, y que reflejan un mundo propio, campo dicho o pintado, que siente como nadie y como nadie expresa. (José A. Muñoz Rojas)

Palabras: la perfección de este armonioso soneto: 

Perdona tú si puedes aire mío
que no vaya contigo a media cuesta 
como un recio gañán de sangre presta
a la intemperie y al escalofrío. 

Bajo tu luz se tuesta el dolor mío,
mis ojos se me van hasta tu siesta.
Si vieras mi faena lo que cuesta
para domarla en pelo como un río.

De tu mismo acebuche es mi madera,
furtivos del reclamo y la besana
nos empujó la tierra como al trigo.

Viene la luz y da contra la era
tristona, amarillenta y con desgana
y allá por la memoria voy contigo.

  Pulsen la imagen para visualizar y escuchar el poema completo


Imágenes: Los pozos de los campos de Vejer, representan una parte importante de su obra, este que lo ilustra está situado en Patría, rodeado de cardos silvestres, hazas de suerte y al fondo la playa de El Palmar.


Gonzalo Díaz-Arbolí
Académico de Bellas Artes Santa Cecilia

Mi agradecimiento a su hija Ana por su apoyo a esta iniciativa. Estas son sus palabras: Gracias Gonzalo por iluminar esta consolidada y a la vez silenciada habilidad de mi padre.

PARA CONOCER MEJOR AL ARTISTA, PULSAR:  AQUÍ

13 comentarios:

I. Pantojo dijo...

Gracias por compartir tanto sentimiento, tanto conocimiento y tan hermoso y lírico vocabulario.
Tu buen amigo, Manuel Manzorro, bien se merece tu entrañable reconocimiento al que me uno y te agradezco.
Un abrazo.

Luis Manzorro dijo...

Gracias, amigo Gonzalo, por esta maravillosa publicación, por enseñarnos, un poquito más, la obra del gran Manolo; en pintura, en grabados, en poesía...Cuando oigo o leo su nombre, me viene la imagen de algunos de sus cuadros: un campesino, un toro, un pozo, una choza, una perdiz, un galgo.....

Laurentina. dijo...

Es una preciosidad tu trabajo sobre Manolo y tu lectura a su padre. Ha sido una sorpresa saber que Manolo es tan buen poeta como pintor.
Gracias por dedicar tu tiempo a todas estas muestras de cultura. Eres grande, amigo Gonzalo

Javier Díaz Arbolí dijo...

Realmente hermoso el contenido de este post, tanto por la obra que se expone como por la forma en que se hace. Es una extraordinaria sorpresa ir descubriendo poco a poco todo lo que representa Manolo en el arte poético y sobre todo, como nos lo descubres. Gracias hermano por tus grandes aportaciones y en especial, por ésta.

Olga dijo...

Gracias por mostrar sus poemas, Gonzalo. No conocía ninguno. La verdad es que su poesía es muy desconocida y es una pena, porque como tú dices se ve gran maestría e inspiración. Me gusta la búsqueda de las palabras. "Palabras terruñeras" como decía Unamuno. Suenan ellas mismas a campo agreste, a labores lentas, a artesanía ancestral. Escurcar, pulpejo, socaire... Esa sonoridad evoca a nuestras raíces. También nosotros somos tierra.

Manuel C. Díaz Arbolí dijo...

Si tuviese que calificar este artículo, hermano, le daría un sobresaliente cum laude.

Inmaculada M. dijo...

Lo conozco como excelente artista plástico. Habrá que interesarse por sus nuevos campos

AnaV dijo...

Gracias Gonzalo por iluminar esta consolidada y a la vez silenciada habilidad de mi padre. También se puede visitar su obra en www.manuelmanzorro.com

Luis Manzorro dijo...

Precioso texto, Gonzalo.
He leído los poemas y he visto los cuadros, y creo que el Gran Manolo recorrió el mundo sin salir de Patría. Me lo imagino paseando bajo los rascacielos de NY, mientras su mente estaba en la campiña, viendo correr las liebres y volar a la perdices; o descansando en el blanco brocal de un pozo; o, de espaldas en la grama de un trampal, contemplando las estrellas. Las de NY no brillan igual....

Teresa Moncayo dijo...

Yo lo definiría como un grandísimo poeta que canta desde el fondo de su alma (sentimientos puros) imprimiéndole a sus versos un lirismo que trasciende por los poros abiertos de cada verso. Es una actitud y aptitud propia de los grandes líricos que se inspiran en una naturaleza viva. Me atrevería a citar a Machado (campos de Castilla), mismo ardor amoroso, misma consagración hacia lo natural de la vida.

Paco Hacha dijo...

Poemas de la verdad del recuerdo limpio , sin más , pensamientos profundos para adentrarnos en nuestras raíces

Eugenio Martínez dijo...

Magnífica entrada, Gonzalo. Por mediación tuya conocía la obra plástica de Manolo Manzorro y aunque me habías hablado de su obra poética, en manera alguna podía imaginarme el emocionado gozo que me han regalado los poemas que nos has traído, como predios de una Arcadia recreados por Virgilio. Pero también me transportan a la finca de La Flecha, en las riberas del Tormes de la culta Salamanca, donde decía Fray Luis de León que "Del monte en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto..." Y allí me ha llevado Manolo Manzorro, para escarbar la tierra y hacer resurgir desde sus entrañas la palabra y la armonía que milagree sus versos

Antonio Muñoz dijo...

La charla que he vuelto a leerla despacio, te salió magistral. Bien medida, mucha hondura y pasión, pero a la par llena de contenido. Es para enmarcarla. Espero poder colgarla en nuestra Pág. web, independiente de todo el acto, igual que el video que también pueda figurar como algo independiente. Enhorabuena y muchas gracias. Todo me parece extraordinario. ¡No sabe Manolo la suerte que tiene al haber dado con el mejor intérprete de su obra!

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