12.12.21

JOHANN SEBASTIAN BACH

 

Es sin duda, el más grande de todos los músicos, plantea graves y difíciles problemas de recepción, como si entre él y nosotros se abriera un grieta insalvable de historicidad y de interpretación. 
Era un compositor espiritual y radicalmente humano. Un hombre normal, modesto, que quiere pasar desapercibido, se definía a sí mismo como un artesano. 

Ha sido necesaria la reconstrucción de instrumentos originales, para que el espacio sonoro de Bach pudiera parecernos próximo a nuestra sensibilidad acústica y musical, esos instrumentos peculiares que tanta expresividad y significación conceden a sus piezas musicales, con el sentimiento barroco que les caracteriza. 

Su excepcional talento como organista, clavecinista y compositor, representa la cima musical en la historia de la música, inspiran tanto respeto y reverencia que, su nombre es sinónimo de algunas de las obras musicales más bellas e intelectuales del canon occidental. 

J. S. Bach nació en Eisenach, lugar de nacimiento también de Martín Lutero, en el seno de una familia eminentemente musical, pues su padre y todos sus tíos eran músicos, por lo que Johann y sus hermanos recibieron una continua formación musical. 

A los 14 años recibió una beca para estudiar en Luneburgo, al norte de Alemania. Al acabar sus estudios, en 1703, obtuvo el cargo de organista en una iglesia de Arnstad. Allí desarrolló su estilo personal en la cantata y compuso gran cantidad de obras. Cuando la vida musical de esta ciudad empezaba a declinar, Bach solicitó uno de los cargos musicales más prestigiosos de Alemania, el de Director musical de la Escuela de Santo Tomás de Leipzig, desde 1723 hasta 1750. 

La producción musical de Bach cubre un amplio espectro de géneros en el que tienen cabida lo religioso y lo profano, lo vocal y lo instrumental, conciertos y cantatas, obras teóricas y pedagógicas. La mayoría de su música para teclado fue compuesta para dedicarla a la enseñanza; la de cámara por encargo y para entretenimiento de sus regios señores; y la sacra para los servicios religiosos. Su persona mostraba una profunda y serena religiosidad que se trasluce en sus composiciones. 

J.S. Bach fue más variado que cualquier otro compositor y alcanzó la perfección en casi todas las antiguas formas musicales. Sigue siendo maestro de maestros en sus Pasiones, en sus cantatas corales, en su música para órgano, en sus motetes corales y en los cuarenta y ocho preludios y fugas que constituyen su obra Clave bien templado. Su clara, pura y fluida polifonía surge, con especial nitidez, en las suites orquestales y en los Conciertos de Brandeburgo. Por último, reunió el conjunto de sus conocimientos en esa catedral del sonido que él tituló “El arte de la fuga” 


De su vastísima obra, la Misa en Si menor, está considerada por muchos como la cumbre, no sólo de la obra de J.S. Bach, sino de la música en general. Su composición abarca unos treinta años de la vida del maestro, quien, en principio, la concibió como una misa en honor de la ascensión al trono del rey Augusto II de Polonia. Más tarde la amplió hasta convertirla en una obra de tales dimensiones que nunca se interpretó de forma integral hasta bien entrado el siglo XIX. 
 

Otra de sus grandes obras es El Oratorio de Navidad, una obra sacra atípica, compleja y extensa, compuesta para ser interpretada durante las fiestas de Navidad. La obra pertenece a un grupo de tres oratorios compuestos hacia finales de la carrera de Bach en 1734 y 1735 para fiestas importantes. 

Está definida con respecto a los requerimientos particulares del calendario de la iglesia para la navidad de 1734/35. Bach abandonó su práctica usual al escribir cantatas para iglesia que consistía en basar el contenido en la lectura del Evangelio correspondiente a ese día, con la finalidad de lograr una estructura narrativa coherente. 
La estructura de la “historia luterana”, que es su base ideológica, pone en música textos de la Sagrada Escritura, en lengua vulgar, con destino a su interpretación en la iglesia en el curso de los oficios litúrgicos. Junto al recitativo que reproduce el texto bíblico, en la voz del Evangelista. 

El Oratorio de Navidad, es uno de los más grandes monumentos musicales erigidos en honor de la Natividad. Su perfecta geometría y la emoción que recorre toda la partitura exigen una audición y una interpretación absolutamente devotas.


El Aria para la cuerda de sol es un arreglo musical hecho por el violinista August Wilhelmj del segundo movimiento de la Suite orquestal nº 3 en re mayor, escrita por Bach para el príncipe Leopoldo de Anhalt Cöthen. 
Actualmente se la conoce con el título “para la cuerda de sol”, aunque se toque tal como la escribió Bach. 

Para terminar les propongo escuchar la serenidad y belleza del 2º movimiento, aún más popular que la suite completa. 


En estos días de recalcitrante pandemia y confinamiento perimetral, les ofrecemos el milagro de la música de Johann Sebastian Bach, como un regalo, como un prodigio; al escucharla sentirán una elevación de espíritu, una sensación de grandeza, la misma esencia de Dios.
Que la disfruten.
Gonzalo Díaz Arbolí

4 comentarios:

Eugenio Martínez dijo...

Un verdadero placer, Gonzalo, el texto y las grabaciones sobre la vida y obra de este milagro musical que fue J. S. Bach.
Este artículo es para producir adición, con el valor añadido, para mi, de transportarme a mi época de El Escorial, cuando el organista del Monasterio interpretando, con exquisita técnica y extraordinario sentimiento, la Sonata y Fuga de Bach, nos elevaba hasta la gloria que Lucas Cambiasso, Luchetto, había pintado en la bóveda del coro

maría dijo...

Tus amigos Juan y Mary la estamos disfrutando en esta tarde lluviosa para que nos dé calor. Gracias.

Luis Manzrro Benitez dijo...

Suelo escuchar música clásica, pero no toda la que me gustaría. Para mi hoy has traído al mejor, el que más me gusta. Tengo CDS de Liszt, Haydn, Mahler, Dvorák,... Chopin, cómo no, y siempre acabo poniendo a Bach.
Muchas gracias.

Gondiazar dijo...

Buena elección, amigo. Abrazo

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