ACADEMIA DE BELLAS ARTES SANTA CECILIA
DOS POETAS ACADÉMICOS:
José Luis Tejada Peluffo e Inmaculada Moreno Hernández
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL ILMO. SR. D. GONZALO DÍAZ ARBOLÍ EL DÍA 3 DE JULIO DE 2015 CON MOTIVO DE SU PÚBLICA RECEPCIÓN COMO ACADÉMICO DE NÚMERO DE LA DE BELLAS ARTES SANTA CECILIA
EL PUERTO DE SANTA MARÍA
Ilustrísima Sra. Presidenta, Ilustrísimos Señores Académicos, Dignisimas Autoridades, Señoras y Señores, familiares y amigos.
A veces, el azar distribuye regalos y favores de manera caprichosa. Estar aquí esta tarde, en esta iglesia fortaleza edificada sobre los cimientos de una mezquita del siglo X, que hizo erigir el monarca Alfonso X El Sabio, en honor de la Virgen, tras la toma de la ciudad, constituye para mí un favor altamente valioso. Nunca me lo hubiera imaginado, hasta que ilustres miembros del Cuerpo de Académicos y de la Junta Directiva de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, me distinguieron con el inmenso honor de proponer y aceptar mi nombre, para ocupar una silla en el Cuerpo de Académicos. Ello me ha provocado una especie de inquietud, ya que, unirme a las tareas que realiza el Cuerpo de Académicos, supone para mí un honor inigualable e imprevisto, por el esfuerzo que he de realizar, para corresponder a la confianza depositada en mí persona.
En una ocasión como ésta, quisiera ser capaz de transmitir, a todas las personas que forman parte de la comunidad académica, mi más profundo y emocionado agradecimiento por permitirme colaborar en los trabajos de los habitantes de esta honorable casa de Academo, el héroe en torno a cuya estatua reunía Platón a sus discípulos.
Me gustaría dirigir mi agradecimiento, en primer lugar, al Dr. D. Antonio Leal Giménez, que ha tenido a bien apadrinarme en este acto y a cuyo entusiasmo nunca seré capaz de corresponder. Decía Richard Bach: “La vida es, en parte, lo que nosotros hacemos de ella y, en parte, lo que hacen de ella los amigos que escogemos“.
En varias ocasiones me has comentado, amigo Antonio, cómo el agradecimiento está muy presente en la novela de D. Miguel de Cervantes, D. Quijote de la Mancha: En la escena en la que deja en libertad a los penados, que llevaban a las galeras, dice: “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”. Por eso es para mí un privilegio tener un amigo como tú. Gracias.
Quiero recordar también al Profesor D. Francisco González de Posada, quien, tiempo atrás, ya había sustentado mi propuesta y a los que ya en la cercanía, me apoyaron desde las primeras reuniones en las que surgió mi candidatura, como, Dña. Carmen Cebrián, D. José Luis Alonso de Santos, D. Emilio Flor, D. Enrique García Máiquez, D. Juan Gómez, Dña. Inmaculada Moreno, D. Ignacio P. Blanquer, D. Javier Maldonado y a D. Joaquín Solís, quien, antes de emprender su viaje sin retorno, dejo constancia escrita de su apoyo a mi candidatura. He de añadir, también, al Dr. D. Ángel Salvatierra y a los profesores D. Juan José Iglesias, D. Pedro Salvatierra y D. José M. Sevilla.
Mi profundo agradecimiento al poeta, Eugenio Martínez Orejas, que ha tenido a bien leer este discurso y ofrecerme su opinión enriquecedora.
Y no puedo dejar al margen de mis agradecimientos a la Junta Directiva, de donde procedo, con la cual he compartido los trabajos diarios propios de la misma. Mi reconocimiento, también, a vosotros, familiares y amigos, que me acompañáis, por vuestro cariño, por vuestro apoyo constante y porque no me cabe la más mínima duda de que el orgullo que yo siento hoy, lo sentís también vosotros en igual medida.
Gracias a todos.
Quisiera hacer un apunte urgente de mi andadura personal en la órbita que el destino me tenía designada:
En el año 1972 la barquilla de mi familia, empujada por las misteriosas olas de la nostalgia, llegó a El Puerto, para anclarse definitivamente en la orilla del Guadalete y regresar a la tierra de mis ancestros, para que, a partir de ese momento, fuésemos parte indivisible de ella y de ella retomásemos los recuerdos de mi abuela Ana Romaríz, de mis bisabuelos y mis tatarabuelos, todos naturales de esta ciudad que nos acogió con la certeza de recibir a uno de los suyos, y así percibir (parodiando a Tomas Tranströmer) las oscilantes lámparas subterráneas del poderoso sistema de mis raíces y que más cercanamente, y más unidas a estas tierras, vincularon a mi esposa y a mis hijos a la Academia, como estudiantes de música y pintura y a mí como socio colaborador.
Y ahora, con el pasar de los años, me veo aquí, dentro de los muros del Castillo de San Marcos, cuyas torres y almenas recortan su geometría sobre el cielo de la ciudad. Estoy seguro de que las almas de estas piedras guardan los monótonos bordones de las suras del Corán y las melodías de las Cantigas de Santa María do Porto, (cuyo tema está relacionado con la imagen de Santa María de El Puerto, su devoción, su santuario y sus milagros) y que también guardan las voces de los sabios judíos, musulmanes y cristianos de los que se hizo rodear el Rey Sabio y que fueron dando forma a un balbuciente castellano, desde la acabada arquitectura del latín, el árabe y el hebreo, hasta que posterior y definitivamente fue sometido a la disciplina gramatical por Don Elio Antonio de Nebrija y que con aquella novicia gramática, salida también, de una jovencísima imprenta, zarpó desde este Puerto de Santa María, en compañía de otros puertos y otras gentes, a la conquista del Nuevo Mundo.
Todo este conjunto de circunstancias, que confluyen en, la construcción de esta iglesia-fortaleza, quedaron reflejadas en las Cantigas de Alfonso X y nos podría conducir a la hipotética y emocionante sospecha de que fuesen la causa o el germen de la abundante proliferación de tantos poetas como ha habido y hay en El Puerto.
Pensando en el tema que elegiría para mi discurso, me asaltó la idea de que muchos de esos poetas han estado y están en relación con nuestra Academia. Y sin dudarlo decidí entonces que podría tratar de dos de estas figuras, conocidas especialmente por mí, que pertenecen a las dos últimas generaciones: José Luis Tejada, que nos dejó en 1988, e Inmaculada Moreno, miembro actual de nuestra corporación. Evidentemente comuniqué a la profesora Moreno Hernández mi intención… y no puedo agradecer colaboración alguna suya, porque rechazó mi idea y me ofreció otros temas. Le recordé que cada vez que leía sus poemas hacía que amase más la poesía. Y en cierta ocasión ella había manifestado que “La poesía es un intento desesperado de romper la soledad”. Seguí por tanto con mi proyecto, porque, afortunadamente, coincidió conmigo en la oportunidad del mismo su marido, el también profesor Eduardo del Pino, que sí me facilitó parte del material a hurtadillas de su mujer, cosa que le agradezco.
De la profesora, Inmaculada Moreno espero su benevolencia y no perturbar su modestia.
EL PUERTO DE SANTA MARÍA, TIERRA DE POETAS.
Quisiera comenzar con una introducción en la que haré una breve reseña de los poetas relacionados con la Academia.
El destino, las circunstancias o el prodigio han convertido a nuestra Ciudad en un generoso semillero de poetas.
Cuando en 1962 Don Manuel Martínez Alfonso, Académico de Santa Cecilia, presentó su tesis doctoral, la tituló. "El Puerto de Santa María en la Literatura Española" y, como no podía ser de otra manera, indudablemente el recorrido literario de su tesis partió desde las Cantigas que el Rey Sabio dedicó a la Virgen de los Milagros y llegó hasta las últimas creaciones de la joven poesía portuense. Esta obra, junto a la Antología poética de Autores Portuenses, que la profesora Rosario Guardiola Garijo publicó en 1991, (y que amablemente me dedicó) es de obligada consulta para todo aquel que quiera conocer los poetas y escritores que ha dado El Puerto de Santa María.
Por mi parte y, de manera más modesta, pero como prueba de admiración y reconocimiento, quiero recordar a los poetas académicos de nuestra ciudad refiriéndome, en primer lugar, a los que, infortunadamente, ya no se encuentran entre nosotros, como Juan Ignacio Varela, José Luis Tejada, Rafael Alberti, Manuel Martínez Alfonso y Manuel Pérez Casaux, pero sin olvidar a los que hoy, felizmente, siguen regalándonos su cercanía y su magisterio, como Javier Ruibal, e Inmaculada Moreno, quienes persisten en continuar dando esplendor a nuestra Academia y a El Puerto de Santa María.
Juan Ignacio Varela Gilabert, Poeta, Pregonero y Conferenciante. Nació en el El Puerto en 1924 y murió en 1997.
Una de las figuras más ilustres que ha dado nuestro Puerto a la cultura española en el siglo XX es el poeta, escritor, pintor, ilustrador y cartelista, Rafael Alberti. Nace y muere en El Puerto de Santa María. (1902 -1999). Fue Premio Cervantes en 1983. Estuvo propuesto, en varias ocasiones, para el Nobel de Literatura y formó parte de la Generación del 27, a la que algunos quisieron denominar nuestro segundo Siglo de Oro de la Literatura.
Manuel Martínez Alfonso fue profesor, escritor y poeta y el primer secretario del Cuerpo de Académicos. Nació en Valencia en 1924 y falleció en El Puerto en 2003.
Por su abundante producción literaria dudo en calificarlo como poeta, dramaturgo y ensayista o como dramaturgo, poeta y ensayista.
Me estoy refiriendo a Manuel Pérez Casaux, como dramaturgo ha escrito 27 obras. Como poeta nos ha regalado 16 poemarios. Su obra narrativa abarca 6 novelas y diversos ensayos. Por todo ello ha obtenido numerosos premios.
De los actuales Académicos, que también son poetas, me llama la atención la poesía melódica, compuesta para ser cantada, de Javier Ruibal de Flores Calero. Javier es poeta, compositor, guitarrista y cantante y nació en El Puerto en el año 1955.
Sería excesivamente extenso relacionar a todos los poetas que han colaborado con la Academia, pero sí me veo obligado a citar a Francisco del Castillo, que perteneció a la Junta Directiva y a Juan Villareal, a quien siempre que fue necesario lo hemos tenido a nuestro lado.
Para finalizar esta introducción quiero recordar, que esta realidad es la que dio lugar a la Exposición que, el pasado año, coincidiendo con la festividad de su patrona Santa Cecilia, la Academia ofreció con el título de "Poetas en el recuerdo", donde presentó una selección de la obra poética de los autores portuenses, que ya no están con nosotros.
Todo lo que hasta aquí he expuesto constituye el impulso que me ha llevado a dedicar mi discurso de ingreso en esta Academia a los dos poetas y académicos citados, José Luis Tejada e Inmaculada Moreno, cuya cercanía ha sido para mí siempre motivo de júbilo.
Hoy mi deseo es poner de relieve la importancia que nuestra Institución ha tenido para la poesía portuense y el anhelo de que esta mi modesta contribución pudiera albergar el germen de una posterior historia de la Academia de Santa Cecilia. Historia, que espero ardientemente, que en un próximo futuro alguien escriba: “La Historia de la Academia y sus poetas”
Paso ya a abordar el tema de mi discurso:
Mi aspiración con este discurso es recuperar, para gloria de la Academia de Santa Cecilia, a uno de los grandes poetas de los cincuenta y al mismo tiempo, resaltar, para la memoria colectiva, a uno de nuestros académicos más querido y admirado y demostrarle el cariño que le profesamos, especialmente, los que tuvimos la suerte de conocer a José Luis Tejada y al mismo tiempo, manifestar mi admiración por la poesía y sobre todo por sus ensayos de crítica literaria y de traducción, de la académica Inmaculada Moreno.
José Luis Tejada Peluffo nació el 4 de agosto de 1927 en El Puerto de Santa María y muere en Cádiz el 11 de mayo de 1988.
Inicia su escolarización en el colegio de las Carmelitas de El Puerto y comienza el Bachillerato, interno en el colegio San Felipe Neri en Cádiz y lo termina en la Academia Poullet de El Puerto de Santa María.
Culmina su licenciatura con un trabajo de investigación sobre Marinero en tierra, de Rafael Alberti. Se doctora en Filología Moderna por la Universidad de Sevilla con un estudio monográfico sobre la poesía del primer Alberti. Fue Profesor titular de la Universidad de Cádiz, Director del Departamento y del Aula de Poesía, Académico de la Real Sevillana de Buenas Letras, de la de Ciencias, Artes y Letras de San Dionisio de Jerez y de las más prestigiosas Academias de Andalucía.
Su producción poética se enmarca en la Generación del 50-60, heredera de la tradición del 27. Fue uno de los poetas mayores de dicha generación. Autor precoz aunque de muy tardía publicación. Se da la circunstancia de que aun antes de publicar su primer libro, ya figuraba en varias antologías.
Galardonado con numerosos premios, entre los que destacamos: Primera Medalla Nacional de Poesía Flamenca. Premio Nacional de Poesía de la “Vendimia de Jerez”. Poesía “Rafael Alberti de la Caja de Ahorros de Cádiz…etc. En cuanto al Premio Nacional de Poesía 1967 no me es posible silenciar una anécdota histórica que habla de su valía poética y de su calidad humana: Cuenta el académico, Luis Suarez Ávila, lo ocurrido en la concesión de dicho Premio.
Federico Muelas, secretario del Jurado, una vez votado y concedido el premio y firmadas las actas, telegrafía a José Luis diciendo: “Enhorabuena, Premio Nacional”.
Horas más tarde, Tomás Borrás, miembro del Jurado, le telefonea y le cuenta que han convocado de nuevo al Jurado, porque ahora proponen a Carmen Conde, por su “obra completa”.
Pasado poco más de un mes, Carlos Robles Piquer, Presidente del Jurado, dirige una carta a José Luis, que termina con estas palabras: “Como ya sabe, su obra fue la verdadera finalista, aunque pesó más la “obra completa” de Carmen Conde. Me permito animarle a seguir en la “brecha” poética.
José Luis, haciendo honor a su bonhomía, había telegrafiado a Carmen Conde dándole la enhorabuena. Su contestación fue significativa: “Agradecidísima generosa enhorabuena”.
Hasta aquí la anécdota histórica
Editó nueve poemarios en forma de libro entre ellos:
“Silencio Herido” 1951. Este primer poemario de juventud, me contó su hijo Pablo, fue posible gracias al entusiasmo del entonces novicio de los jesuitas, Fernando García Gutiérrez, que le ayudó en la selección de poemas y se editó para uso casi exclusivo del propio Noviciado de la Compañía de Jesús. Después vinieron: “Para andar conmigo”, “Razón de ser”, “El cadáver del alba”, “Aprendiz de amante”, “Del Rio del Olvido”... Hay un poema en este último libro titulado “Flora” que, con emocionada devoción, guardo celosamente en mi memoria y que nace o nació, pienso yo ahora, como fruto del sentimiento paterno, porque su título coincide con el nombre de una de mis hijas, mezclado, confundido o aderezado con el ideal femenino que tan delicada y bellamente expresa el poeta. Cuando me acerqué en la Feria del Libro de 1978 a pedirle que lo dedicara a mi hija, él mismo me leyó la primera estrofa:
En tu rodilla izquierda
puso un beso la tierra:
¡Yerbabuenas/te trepan las piernas!
Me gustaría reflexionar ahora sobre su poesía repasando los temas del amor y Dios, y refiriéndome a su valoración de los romances y el flamenco.
En primer lugar hablaré del tema amoroso. La poesía ha sido siempre un cauce expresivo de lo religioso y lo profano y no solo en los temas sino también en las formas: La soledad, el amor y la muerte han sido los preferidos por la poesía y JLT los ha tocado con clarividencia todos y los ha llenado de palabras que el pueblo conoce y reconoce, porque entran o han podido entrar en su vocabulario desde siglos.
Como apuntaba el desaparecido investigador y catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra, Ángel Raimundo Fernández González: “Dios es la referencia de todos sus amores: el amor del propio poeta que se sabe criatura de Dios, el amor entre él y la amada, el amor de los dos hacia sus hijos, el amor hacia los demás hombres y el amor hacia todo lo creado”.
José Luis era un poeta creyente y esa creencia constituye la base de todo su sistema poético, incluido también el amoroso. Elige la escritura como una forma de manifestar y canalizar la fuerza que le presta la pasión amorosa.
En 1985 publicó Poemía, una antología de sus primeros libros; recuerdo que cuando lo compré en la Navidad de 1985, me impresionó por su hermosura y profundidad. Especialmente me sobrecogió el poema: “Consolación por la carne”, que sin duda entiende mejor el amor como entrega y donde el poeta se mueve en el tono más íntimo de la confidencia. Quedé entusiasmado por su desbordamiento lírico y sensual. Y como muy acertadamente ha indicado Leopoldo de Luis, es pieza príncipe de la poesía amorosa. La pareja humana abrazada, frente a la eternidad, frente al misterio, por encima del odio y guareciéndose de la muerte.
He elegido para leer, por ser los más intensos y transcendentes, los últimos versos del poema:
No esperes a que venga qué amor a sostenernos
con su maná tan raro como efímero,
tal como nadie espera a la cosecha
para entonces sembrar.
Enterremos en huertos de presente
estas verdes adelfas que se irán expandiendo
cada una a su hora. No nos hablen de amor.
Ya vendrá si es de ley…
Hoy somos sólo un pulpo de ocho miembros
que raramente un tajo divino escindiría.
Tú yaces en la paz y entre mis manos
yo esgrimo el vellocino sagrado de tu sexo
donde acaso el amor duerma en simiente
o se vislumbre un sol de eternidad:
Anda, encaja en tus pechos mi corazón antiguo,
vamos, que aún sobra espacio entre nosotros,
acóplame a tus vanos como a un viento calino
y agáchate, que va a pasar la muerte:/ no nos vaya a rozar
En segundo lugar voy a referirme a su poesía religiosa, porque en la poesía de JLT siempre aparecen como constante el amor y Dios. Todos sus libros están llenos de testimonios transcendentes referidos a estos dos temas. Cultiva una poesía religiosa que, a contracorriente, mantiene a partir de la década de los cincuenta, del pasado siglo, el tema religioso de forma muy explícita: invocando y nombrando a Dios, expresando el gozo de su encuentro o la tristeza de su ausencia.
HAMBRE Y SED TENGO
Quien se resigne a perecer del todo
perezca noramala, yo protesto
si no hay nada mejor detrás de esto.
Soy algo más que un salpicón de lodo
y, pues que soy, seré. No me acomodo
a jubilarme ni a ceder mi puesto
de aprendiz de inmortal. Con Dios me acuesto
y con Dios me he de alzar codo con codo.
Deje de ser quien a ello sea conforme;
no haya más vida para quien más vida
no necesite. Yo sí necesito
saciar mi sed desaforada, enorme,
de eternidad, mi hambre desmedida
de infinito elevado al infinito.
En cuanto a los romances, Flor Salazar Lacayo narra en el libro “JLT, Un poeta andaluz de la Generación del Medio Siglo” lo siguiente: En el verano de 1986 tuve la oportunidad de conocer a JLT, que se había acercado a Madrid a visitar, con su amigo Luis Suárez Ávila, (miembro del “Seminario Menéndez Pidal”) a Dámaso Alonso. En el transcurso de la conversación surgió el tema del Romancero, que José Luis conocía muy bien desde el punto de vista literario y, lo que era más importante, de forma tradicional, puesto que los había aprendido de niño, transmitidos por una mujer a la que recordaba vivamente. Inmediatamente le pregunté si quería comunicar su conocimiento, para que su repertorio quedara almacenado en el Archivo Sonoro del Romancero Oral. José Luis accedió al momento y, con toda generosidad, lo cantó para que se grabara.
Como consecuencia de este trabajo de campo quedó una cinta, cuya transcripción comienza así: “Viernes 29 de agosto de 1986. Encuesta hecha al poeta José Luis Tejada, de Cádiz, del romancero aprendido de su nodriza cuando era pequeño. Seminario Menéndez Pidal. La nodriza se llamaba Ángela Domínguez natural de El Puerto de Santa María.
El Romance que a continuación recitaré, El Conde niño pertenece a lo que se llama –romances novelescos-.
El rey conde paseaba por la orillita del mar,
mientras su caballo bebe, el rey se puso a cantar.
La reina que lo está oyendo desde el palacio real:
- Mira, niña, que bien canta la sirenita del mar.
- No mamá, que no es sirena, ni tampoco sirená,
que es hijo del rey conde que por mí penando está.
-Si por ti penando está, cuatro tiros le viu’dar,
Y otros cuatro a su caballo a la orillita del mar. (repite)
La niña que ha oído esto, a casa de su tío va.
-¡Ay tío de mi alma!, yo no puedo vivir más,
que han matado a mis amores, a la orillita del mar.
Al niño, como era rey, le pusieron en un altar,
la niña, como era reina, un poquito más atrás.
Como verán, José Luis supo guardar inalterado el legado de tradición oral y traslada ese acervo de saberes a su estilo poético, tanto el que se refiere a los temas, como al discurso tradicional, transmutados en voz propia individual sin perder su condición de voz colectiva.
Y finalmente hay que hablar de su poesía flamenca, porque el flamenco no es solo una música sino que también es una literatura. José Luis era un gran aficionado al flamenco, un buen conocedor de los cantes, que por fidelidad a sus raíces, su profunda conexión con la poesía popular, con la copla flamenca y con otras expresiones vivas de nuestra tradición, la cultivó, la hizo suya y escribió piezas memorables, llamadas a perderse como anónimas, en la memoria del pueblo.
Esta fue la razón del nacimiento del libro póstumo, “Cuidemos este son” (1997), en espléndida edición de su esposa, Maruja Romero.
El libro comienza con un poema que es el que le da el título, en el que JLT ensaya una definición del flamenco, al mismo tiempo que nos plantea la necesidad de conservarlo como un tesoro.
Voy a recitaros la primera y la última estrofa:
Si escribir es llorar, ¿qué no es el cante
en este sur del sur tanto y tan puro?
Llanto preciosamente vertido contra el muro
de una agria realidad densa y flagrante.
….
Nunca te apagues, manantial de cobre,
lágrima inenjugable y rumorosa,
himno agujereado por mil puntas de lanza.
En ti encuentre el varón dolido y pobre
la materia diaria y generosa
para la rebelión y la esperanza
Continúo con la poeta y académica: Inmaculada Moreno Hernández, nacida en El Puerto en 1960 fue alumna de José Luis Tejada. Su profesor la vio además llegar, cuando era una jovencísima estudiante, a la célebre Tertulia del Ermitaño, junto con otros jóvenes poetas nacidos en esta tierra, como Enrique García-Máiquez y Ángel Mendoza.
La joven portuense se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Es profesora de Enseñanza Secundaria en la rama de Lengua española y literatura y ha ejercido como tal en diversos centros de nuestra provincia. Ha realizado estudios de inglés y alemán que le han permitido ampliar sus conocimientos literarios y realizar una estancia docente en West Kirby (Reino Unido) en el curso 2007-2008. Efectuó sus estudios de doctorado en la Universidad de Valladolid y en la actualidad lleva a cabo su tesis doctoral en la de Cádiz. Como crítica literaria ha publicado ensayos en revistas y obras colectivas. Ingresó en nuestra Academia con un discurso sobre LA NEGACIÓN DEL AMOR Y OTRAS NEGACIONES EN EL ARTE DEL SIGLO XX.
En 1998 irrumpe, estalla, la sorpresa de su poesía. La colección Calle del Aire de la Editorial Renacimiento publica su primer poemario, Son los ríos, que merecía la reseña elogiosa, entre otras, de Guillermo Carnerero. Había ganado con esta obra el Premio Ciudad de San Fernando de aquel año. Pocas voces resultaban tan seguras como la suya en una primera publicación. En el libro rememora las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, inaugurando una poesía intimista y reflexiva, que tiene como contenidos esenciales el tiempo, el amor y el recuerdo, los grandes temas de la literatura universal.
Aunque su pluma se ha movido en estos ámbitos hasta ahora, su entorno portuense (y en particular su infancia) se vislumbra entre sus versos. Así, en el poema "Materia inexacta", sobre el recuerdo, nos dice:
un azote de blanco en la azotea;
la herida de la luz de un mediodía
entre el follaje denso de los pinos
y en su poema "Siestas" rememora:
(…) por entre los olores
de albaricoque y plancha de los sábados.
Salmodiaban el cierro
melopeas de higos y salitre.
Me acogía la casa,
la penumbra, la cal fresquisima, el serial
de la radio entre blandos
murmullos hormigueros de mayores.
En este otro poema, titulado “Antigua Fábrica de Tabacos”, encontramos el recuerdo de su juventud estudiantil en Sevilla:
De la misma manera
que el imán de la ola en retroceso
sobre los pies mojados en la orilla,
ese mareo blando que te arrastra...
así,
pasear por aquellos corredores,
sorprender mis resquicios y mis luces
tomados por extraños,
y resistir de pie
la resaca del tiempo y sus ardides.
De su estancia en Gran Bretaña nace el libro Donde la hoguera verde con el que en 2011 nuestra académica ganó la décimo quinta edición del Premio Internacional de poesía en español "Antonio Machado". El libro comienza así:
Vivir como lo hicieron los antiguos:
con esos ritos lentos que daban a los días
la dimensión de un Amazonas
y rodeada de esas gentes
que guardan las distancias y veneran
los signos más sutiles,
el artificio más baldío,
la más escrupulosa hipocresía.
Recoge en él su experiencia británica y en él se suceden las mujeres que toman té, los cielos llenos de nubes, los verdes radiantes, cuando un sol pasajero los alumbra. Si su primer libro, Son los ríos, está dedicado a sus padres, este es un homenaje a su hermana Cristina, que prematuramente nos fue arrebatada:
¿Adónde nos levanta esta miseria?
Esta marginación ¿de qué nos salva?
Porque el dolor aísla: él defiende
los límites donde gobierna
con su desolación estéril
y ya todo es dolor,
todo es el rayo,
todo desolación y terremoto (…)
Pero el libro más profundo de Inmaculada Moreno es Igual que lava oscura. Esa lava es el miedo de todo hombre, miedo que se desarrolla en cuatro momentos: miedo al paso del tiempo, a la soledad y la incomprensión, al misterio y al dolor. Aquí ya la autora no se nos muestra como una joven encandilada por la vida, sino como una mujer, ya madura, que sabe de dolores e interrogantes sin respuesta.
Veamos el poema "La vida no es tan bella":
La vida no es tan bella
como nos auguraban los sueños de la infancia.
No es tan bella la vida, tan remota.
Pasa el tiempo y nos vemos,
como al volver la esquina de los días,
en la edad de los firmes desengaños
—y la vida resulta que es el sueño
que no tuvimos nunca—
No era hermosa la vida ni era inmensa.
La vida es esta sed,
el runrún de las horas, los latidos,
la tinta y el silencio,
la memoria culpable y, sin embargo,
esquiva y azarosa,
una casa sin techo;
el verdor de una rama
que no florece nunca.
Los poemas de este libro recogen versos en los que los hombres, cito textualmente, "se reúnen en bares bulliciosos" por "constatar la propia / existencia en el gesto de los otros" porque "la soledad fue su condena", cierro la cita. Y sin embargo surge una palabra de esperanza, la palabra robusta del padre:
De una manera extraña
esa palabra dice todavía
que voy a ser feliz
y yo le creo.
En la poesía de la profesora Moreno la importancia del recuerdo se da la mano con una fuerte dimensión familiar, hasta el punto de haber dado lugar al libro Poemas para sobrinos que el editor Jesús Munárriz publicó en la Colección Ajonjolí de poesía para niños de la editorial Hiperión. Ya el crítico, también portuense, Enrique García-Máiquez hizo ver que este libro para niños mostraba un saber hacer poético muy maduro.
Leeré un divertido poema titulado "Dos ratones":
Dos ratones, dos ratones
que se escapan, que se esconden
tras las patas de la mesa.
Se han metido en la despensa
y se suben y se bajan
por los botes, por las latas
por paquetes y botellas.
Han mordido las galletas,
han abierto los garbanzos,
han salido y han entrado,
han corrido por el suelo,
han saltado hasta el frutero,
sin pararse se han cagado
y se han ido como entraron.
Y este otro, para un sobrino enfadado, con el título de "Elegía primera":
Ahora que estás triste y a la vez enojado,
que el dolor te parece tan enorme y eterno,
ten en cuenta que existe eso que llaman tiempo,
que todo pasa, Ale, todo acaba pasando.
Como se filtra lenta en la tierra la lluvia,
igual que se descuelga una gota indecisa,
de la misma manera que el hielo en tu bebida,
este día, lo sabes, no va a volver ya nunca.
Por último quiero dejar constancia de que los estudios de Inmaculada Moreno han permitido que nuestra académica sea la introductora en España de la poesía de la alemana Mascha Kaléko. La editorial Renacimiento y la Fundación Göthe publicaban en 2012 una antología de la poesía de esta judía viajera, traducida en verso por la profesora Moreno y con el título de Tres maneras de estar sola.
Hoy, pues, abrumado por tantos y tan intensos sentimientos y ante el caudal científico y los altos valores que atesora esta Institución, emerge desde mi fuero interno, alimentado por la más honesta sinceridad, el capricho de convertir el viejo epifonema latino de "primus inter pares" en el de "novissimus inter pares", pero con el deseo de corresponder a la confianza que depositan en mí los que son desde hoy mis nuevos compañeros, y con la firme promesa, por mi parte, de exigirme el mayor de los esfuerzos. Lo que, en definitiva, sería mi mejor agradecimiento a la Institución y a las personas que me han honrado al depositar en mi su generosa confianza y, por mi parte, haber cumplido el aforismo de Severo Boecio cuando decía que la nobleza impone al hombre la necesidad de no desmerecer de ninguna de las virtudes.
En conclusión, me gustaría haber puesto de manifiesto con estas palabras la riqueza poética que atesora El Puerto y su Academia de Santa Cecilia. Reitero mis agradecimientos a la Academia, a su Cuerpo de Académicos, a la Junta Directiva, y a todos los familiares y amigos que me han acompañado en estos años.
Muchas gracias.
Bibliografía:
Guardiola Garijo Rosario . Antología poética de autores portuenses, editado por la UCA, 1991
Ángel L. Prieto de Paula. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Ana-Sofía Pérez-Bustamante Mourier, Enrique R. Baltanás, Flor Salazar Lacayo (ed.): José-Luis Tejada (1927-1988): Un poeta andaluz de la generación del Medio Siglo, Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2000. ISBN:84-89141-30-4
Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier. La poesía de José Luis Tejada (1927-1988): Crónica de una rareza y perfil de una razón.
Luis García Jambrina y Mercedes Gómez Blesa. La poesía amorosa de José Luis Tejada. Editores: Ed: Biblioteca Nueva, S.L. Madrid. 2005 ISBN: 84-9742-510-3
Manuel Ángel Vázquez Medel. Catedrático de Literatura Española. Universidad de Sevilla
DEL AMOR Y DEL OLVIDO EN LA POESÍA DE JOSÉ LUIS TEJADA
Wikipedia. La Enciclopedia libre. Biografía de Inmaculada Moreno Hernández
Son los ríos, Renacimiento, Premio Ciudad de San Fernando 1998. Los hombros vulnerables [Plaquette], Cuadernos de la Chancillería, Jerez, 2005 Poemas para sobrinos, Hiperión 2006. Como lava Oscura [Plaquette], Alla Pasticceria del pesce, Milán 2006. Igual que lava oscura, Renacimiento, 2008. Donde la hoguera verde, Hiperión, Premio Internacional Antonio Machado en Baeza 2011. Mascha Keléko. Tres maneras de estar sola, Renacimiento, 2012.
Tomas Tranströmer. “El cielo a medio hacer”. Colección Letras Nórdicas.
Rchard Bach. “Ilusiones”. Ediciones Bergara.
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