29.6.25

El tren


      

Querido niño de cinco a noventa años. Soy el Rey Melchor (papá, mamá, hermano, hijo, suegro, cuñado, etc) y te ha dejado como regalo un tren, pero no cualquier tren, sino un tren eléctrico.

Es posible que no te acuerdes de esta carta preparada y escrita para el mes de enero y posiblemente la hayas recuperado entre un montón de papeles, cuando has estado rebuscando documentos al preparar la declaración de la renta.

Cuando eras más pequeño también tuviste tu tren, pero era de hojalata y había que darle cuerda con una llave en forma de mariposa para que se pudiese en marcha y la cuerda duraba tan poco...

El de ahora es distinto, funciona de verdad, todo seguido y todo el tiempo que quieras. Siempre ha sido tu juguete secreto, tu juguete favorito, tu juguete también inalcanzable en aquellos años en que el vivir o incluso ell supervivir ya era bastante.

Aquello era tan bonito que te hacía estar pegado al cristal del escaparate de esa tienda donde se mostraban los vagones y las máquinas con toda una gama de colores y, además, se movían.

Ya sé que han pasado algunos años y ese íntimo deseo hoy se ha cumplido, para que lo disfrutes, aunque ahora lo tienes que montar y tus manos están ya un poco perezosas y unir vía a vía resulta algo más difícil y tu paciencia a veces se agota sin darte cuenta de ello. Ese viaje circular u ovalado con destino a tu felicidad, con curvas, desvíos, semáforos, túneles, estaciones, farolas, te está esperando y solo tienes que darle un empujecito para que tengas un día maravilloso.


Tienes, además, que decidir donde lo pones y la elección no es fácil; si lo pones en el suelo, es difícil agacharse y no digamos volverse a poner en pie y además alguien lo puede pisar sin querer y todo se puede perder.

Otra opción, ponerlo en la mesa del comedor, pero alguien va a salir enseguida diciéndote: "eso en un estorbo" donde se va poner la comida", "a quien se le ocurre"...

Planea bien su colocación, porque montarlo y desmontarlo cada vez es una lata y además, un día en que estés muy cansado puede llegar la terrorífica frase. "Lo montaré mañana"y ese mañana se perpetuará hasta que algún nieto observe el abuelo compungido y con el corazón encogido y te obligue a montarlo y a darle vida de nuevo.

Por favor, es TU JUGUETE, no lo olvides, disfruta con él, encaríñate con él y conviértete, aunque sea por un rato, en jefe de estación, maquinista, pasajero o revisor, todo en una sola persona al mismo tiempo: tú.

Además, no olvides, que tus amigos están esperando como agua de mayo que completes tu tren, para ir todos juntos a jugar con él, porque ellos también siguen teniendo, en el fondo de su corazón, el sueño de ese tren que no llegó nunca.

Tu siempre Melchor

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La aventura de los juguetes


Sobre el autor del cuento:
RAFAEL RESINES LLORENTE es médico pediatra, ya jubilado, vallisoletano y afincado en El Puerto de Santa María desde hace 17 años. Sus 40 años de ejercicio profesional en Vitoria-Gasteiz en el campo de pediatría, han forjado un curriculum extenso e intenso. Por otra parte ha tenido una gran actividad docente en centros de formación diversos, entre otros la Escuela de Asistentes Sociales, Escuela de Enfermería del Colegio Universitario de Álava. Ha sido profesor en numerosos cursos programados por Colegio de Médicos de Álava, la Sociedad Vasco-Navarra de Pediatría e instituciones médicas. Miembro de Comités, Consejos e instituciones de la Comunidad Autónoma vasca en el entorno de Ciencias de la Salud y su especialidad la pediatría. Desde su jubilación en 2007 y habiendo trasladado su residencia a El Puerto de Santa María no ha cesado en su actividad en los temas de salud siendo divulgador de temas médicos en Radio Puerto desde hace 10 años y el Onda Cádiz entre 2014 y 2016. Secretario de la Junta Local de la Asociación Española Contra el Cáncer en el Puerto de Santa María desde 2007 y Presidente entre 2009 y 2013.

SABIDURÍA DE SANCHO PANZA A TRAVÉS DE REFRANES (10)

 



PAREMIA 10: “A cada puerco le llegará su San Martín” (Sancho, II, 62: 1251)
El tiempo, tarde o temprano, hace justicia

LECCIONES DEL QUIJOTE PARA VIVIR CADA DÍA
Hay refranes que, aunque parecen ásperos al oído, guardan en su interior una verdad antigua y poderosa. Aunque pueda parecer cruel, habla de algo que todos, en algún momento, hemos experimentado o intuido: que la vida tiene un modo particular de poner todo en su sitio. Que las acciones —buenas o malas— siempre terminan dando frutos. Y que, aunque la justicia tarde siempre llega.

Esta sabiduría popular no está tan lejos de las grandes obras literarias de Cervantes. No solo encontramos aventuras, humor y crítica social, sino también lecciones profundas sobre el tiempo, la justicia, la dignidad y el valor de actuar bien incluso cuando nadie parece verlo. Don Quijote es una guía, muchas veces irónica y siempre humana, sobre cómo vivir con conciencia cada día.

A lo largo de nuestras vidas vemos con frecuencia cómo algunas personas, que obran con soberbia o injusticia, parecen salir siempre airosas. Es tentador pensar que el mundo carece de equidad. Sin embargo, el paso del tiempo revela otras verdades.

El refrán tiene su origen en la tradición española de sacrificar y consumir cerdos en la festividad de San Martín, que se celebra el 11 de noviembre y que surgió en el Principado de Asturias Se convierte en una metáfora perfecta: todo llega cuando debe, ni antes ni después, Suele utilizarse para advertir que nadie está exento de enfrentar las consecuencias de sus actos, ya sean buenos o malos.

Esa justicia serena y sin estridencias también la vemos en la Segunda Parte del Quijote. Nos enseña que la vida da vueltas: los poderosos caen, los humildes, a veces, ascienden, las injusticias encuentran cauce, y la esperanza no siempre es un sueño ingenuo, sino una forma práctica de resistencia. No hace falta buscar ejemplos heroicos o dramáticos para entender estas lecciones.

Hace poco, en mi propio entorno laboral, fui testigo de algo revelador. Un compañero de trabajo —conocido por aprovecharse de los demás, evadir responsabilidades y atribuirse logros ajenos— fue finalmente criticado por un superior en una reunión importante. No hubo insultos ni escándalo. Solo una observación clara, directa y justa. Nadie lo defendió, pero tampoco hubo celebración. Fue simplemente el desenlace natural de años de conducta. Como si el tiempo hubiera ido tejiendo, poco a poco, esa escena.

Al salir de la reunión, pensé en cómo el hidalgo manchego defendía la verdad incluso cuando era risible. Esa justicia cotidiana —la que se revela sin necesidad de castigos ruidosos— es la que realmente transforma el alma.



LA HISTORIA QUE FUE
Esta idea no es solo teórica ni literaria. Hay hechos reales que la encarnan con fuerza. En un pequeño pueblo cercano a Almagro, vivía hace unos años un terrateniente que trataba con desprecio a sus trabajadores. Era altivo, poco empático y, muchas veces, injusto en el pago de los jornales. Se creía por encima del resto, sostenido por sus tierras y su posición. Pero los años, como la vida misma, no siempre favorecen a quien se cree invencible.

Una mala racha, una cosecha fallida y algunas decisiones equivocadas lo dejaron en bancarrota. Pasó de ser temido a ser ignorado, y luego olvidado.

Lo que ocurrió después no fue una venganza ni una caída celebrada. Fue algo más poderoso: las gentes que antes habían sido despreciadas se organizaron para ayudarlo. Le llevaron alimentos, ropa, e incluso lo acompañaron en sus días más oscuros. No hubo reproches. Solo un gesto de humanidad. Una mujer mayor, mientras dejaba una cesta con pan en su puerta, murmuró: “A cada cerdo le llega su San Martín…” No con odio, sino con una profunda comprensión de cómo funciona la vida.

Uno de los grandes legados de don Quijote es su capacidad para actuar desde la convicción, incluso cuando el mundo se burla de sus ideales. Vivir cada día con la conciencia tranquila, tratar a los demás con respeto, asumir nuestras responsabilidades y confiar en que el tiempo revelará lo que deba revelarse… es, quizá, la forma más noble y realista de vivir.

Vivir cada día a la manera de don Quijote no es luchar contra molinos, sino creer, con firmeza, que vale la pena ser justo, honesto y compasivo, aun cuando el mundo diga lo contrario. Porque a la larga, como en la mejor literatura y en la vida real, lo que siembras es lo que cosechas. Siempre.


Hay momentos en los que mirar hacia adentro es más valioso que seguir avanzando sin rumbo. 
N. La ilustración se ha recogido del estudio: AZULEJOS DEL QUIJOTE EN EL PARQUE CERVANTES ALCÁZAR DE SAN JUAN, 2016. CUARTO CENTENARIO DE LA MUERTE DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. 
Autor: Constantino López Sánchez-Tinajero, Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan.

ANTONIO LEAL JIMÉNEZ
Académico de Santa Cecilia
29/JUN/25
Artículo publicado en el Semanal de la Mancha
el 29 de junio de 2025

23.6.25

SABIDURÍA DE SANCHO PANZA A TRAVÉS DE REFRANES (9)


PAREMIA 9: “A buen entendedor, pocas palabras” (Sancho, II, 37:1224)
Hay refranes que no solo se pronuncian: se viven.


Lecciones del Quijote para vivir cada día

Algunos dichos populares son más que frases hechas: son formas de estar en el mundo. Una expresión que me recuerda a mi amigo Pedro, durante los tranquilos paseos que nos damos por la Castelar. Pedro es, sin lugar a duda, una de esas personas que dejan huella allí donde van.
Nacido en la emblemática Plaza de La Aduana, su infancia estuvo marcada por un entorno lleno de historia y carácter. Siendo aún muy joven, emprendió camino hacia una ciudad situada a orillas del Guadalquivir, al pie de Sierra Morena. Una tierra con alma, que sin duda supo acogerlo y enriquecer aún más su ya admirable esencia.
Lo que distingue a Pedro no es solo su agudeza, sino la fuerza con la que vive sus valores. Posee un altísimo sentido del deber, que guía cada uno de sus actos. En él, la integridad no es una palabra, sino una forma de estar en el mundo. Su formación moral es sólida, templada por la experiencia y una reflexión constante que se refleja en su modo de hablar, sereno y profundo. Escucharlo es, muchas veces, una lección de vida.
Conversador nato, su palabra fluye como el propio Guadalquivir: serena, honda, y siempre cargada de sentido. Es de esas personas que no solo hablan, sino que invitan a pensar, a mirar dentro de uno mismo, a comprender. Vive con la conciencia tranquila y el corazón dispuesto. Y eso, en estos tiempos, es todo un tesoro.

En esta mañana, que ya anuncia que nos cae encima un verano caluroso, me ha invitado a que visite La Platera. Ese lugar tan emblemático donde, siendo muy joven, veía como juraban los primeros Sanchos su ingreso en la Orden. Era el año 1964. Su objetivo fue llevar a las gentes la voz de la paz y del corazón.
Decía el gran Maestro de la Orden de los Escuderos llamados Sancho, que éste fue creado por Cervantes para asistir y cuidar a Don Quijote. Siendo un hombre bueno, discreto, filósofo, equilibrado, observador, sincero y leal, resultó ser la figura más vilipendiada de la Obra inmortal. De alguna manera, Pedro, también es un poco como Sancho: generoso sin alardes y con muchos amigos.

Hay refranes que se nos cuelan en la vida, y no siempre nos damos cuenta. A veces, vivimos alguno sin saberlo. Nos atraviesan como susurros antiguos en mitad de días corrientes. Se cuelan en una conversación, en un gesto, en un silencio. Porque lo más profundo rara vez se dice en voz alta. Se intuye. Se siente. Se comparte sin necesidad de traducirlo.

Este texto no es solo una reflexión: es una invitación a escuchar de otro modo. A mirar con otros ojos. A descubrir cuánto puede decir el silencio. Nos recuerda que, a veces, lo más valioso no se dice, pero se entiende. Que hay personas con las que basta una mirada para decirlo todo. Que existen silencios que abrazan mejor que cualquier discurso. Y es que cuando hay afecto genuino, empatía sincera y presencia verdadera, las palabras se vuelven accesorias. El lenguaje emocional se cuela entre gestos mínimos: un café, una mano en el hombro, una sonrisa… Pequeñas acciones que en realidad son enormes.

Lo aprendí entre un café y los silencios de mi madre. Tomar decisiones difíciles tiene un peso que no siempre se puede compartir con palabras. Fui a casa de mi madre. No sabía qué decirle. Solo necesitaba estar con ella. No hubo preguntas. No hubo consejos. Se levantó en silencio, fue a la cocina y preparó un café, justo como me gusta. Lo puso delante de mí, apoyó una mano en mi hombro y se quedó ahí, sin decir una sola palabra.
Y, sin embargo, en ese gesto estaba todo. Su presencia, su apoyo incondicional, su amor sereno. No necesitó decir "estoy contigo", porque ya lo estaba. Y yo lo sentí con una claridad que ninguna frase podría igualar. Ese día entendí que el silencio, cuando nace del amor, no es ausencia: es refugio.


La historia que fue

Un aula, un profesor, y un gesto que lo cambió todo. Ocurrió en un pequeño instituto guarda una historia que no necesita adorno. Andrés, un profesor querido por su humanidad, vio entrar a uno de sus alumnos con el rostro descompuesto. Era un chico que arrastraba problemas en casa. Los compañeros lo notaron. Andrés también. Pero no lo señaló, no le preguntó. Solo le dijo, con una voz tranquila, cargada de comprensión: "Te guardé el sitio."
El muchacho se sentó en silencio. No respondió. Pero desde aquel día, nunca más faltó a clase. Nadie supo qué cambió exactamente. Pero todos percibieron que, en ese gesto, aparentemente mínimo, se había dado algo grande. Un mensaje sin palabras que decía: “Aquí importas. Te veo.” Cuando alguien siente que su existencia cuenta, todo puede comenzar a cambiar.

Qué poderosas pueden ser esas pocas cuando no buscan impresionar. Porque al final, los silencios bien compartidos también son una forma de hablar. Quizá la más honesta.

Tres preguntas que nos invitan a detenernos
A veces, una sola pregunta puede abrir una puerta interior. Aquí van tres, sin prisa:
1.- ¿Con quién puedes quedarte en silencio y sentirte profundamente acompañado?
2.- ¿A quién lograste entender solo con una mirada?
3.- ¿Cuándo fue la última vez que el silencio fue tu forma más sincera de decir "te quiero"?

Fuente: Artículo publicado en El Semanal de Mancha, 22 junio 2025

Antonio Leal Jiménez
Académico de Santa Cecilia
23 junio 2025

21.6.25

Edad malvada... Leer poesía


Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche que se llama sueño
Jorge Luis Borges


La vejez en esta fotografía de Paco Basallote

Ahora comprendo la exactitud del aforismo escrito por Chrétien de Troyes hacia el año 1176 –el primer testimonio escrito en lengua romance-.
Prisionero de los años, cansado y sintiendo en mi propia carne sus consecuencias, 84 cumplidos, no atiné a valorar en su justa medida la verdad que esconde la máxima que glosa el escritor medieval.
“Destruyes todas las cosas alegres, edad malvada; quitas el ingenio, privas de vigor al cuerpo”. 

Aquí os confieso con tristeza, dos de mis íntimas experiencias que jamás podré repetir:
1) Volver a hacer el Camino de Santiago. Jamás fui tan feliz, como durante las inolvidables e interminables caminatas de reflexión y misticismo.
2) Me viene a la memoria el soneto que escribió Miguel Hernández, con su increíble pericia, entusiasmo y vocación, para El silbo vulnerado: Me tiraste un limón
Lean con atención el segundo cuarteto:

Me tiraste un limón, y tan amargo,

con una mano cálida y tan pura,

que no menoscabó su arquitectura

y probé su amargura, sin embargo.

                                                                               

Con el golpe amarillo, de un letargo

dulce pasó a una ansiosa calentura

mi sangre, que sintió la mordedura

de una punta de seno duro y largo.

 

Pero al mirarte y verte la sonrisa

que te produjo el limonado hecho,

a mi voraz malicia tan ajena,

 

se me durmió la sangre en la camisa,

y se volvió el poroso y áureo pecho

una picuda y deslumbrante pena.

 

La poesía de Miguel Hernández está cargada de imágenes y elementos simbólicos. En este poema, la sangre es el deseo sexual, la camisa es el sexo masculino y el limón es el pecho femenino. 
La certeza de que ya nunca podré sentir la dicha de colmar, de derramar libidinosamente mi deseo sexual entre los brazos de la mujer amada. 
Pero y ¡aquellos días de amor inolvidables y maravillosos! y, otra vez sigo con Miguel Hernández:

He poblado tu vientre de amor y sementera
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Nada ni nadie podrá quitarnos esos días de deleite, nos pertenecen, el destino pagó la deuda que con nosotros tenía.
Pero eso... nunca más... 
A hurtadillas le llega la muerte a lo vivo, la vejez a lo joven: Mientras preguntamos ¿Qué hora es?  ha huido ya la hora...
Todo lo bello deja un hueco......Rafael Guillén

La familia es el cimiento donde se construyen las bases para vivir en una sociedad equilibrada. 

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Algunos me dicen:
No estoy de acuerdo… a esa edad el ingenio florece y la paz inunda el alma.
Otros: Sí, es la nuestra una edad malvada. Pero hay que afrontarla, porque sino, nos hunde aún más.
Cicerón exalta la vejez, como un momento de creatividad fructífera, si la disciplina por seguir aprendiendo y dando fruto se impone «de manera tranquila, sosegada, plácida y soportable, como hemos oído decir de Platón, quien murió a los 81 años, cuando escribía un libro.

Pues sabéis lo que os digo: Escuchen poesía, para las emociones sutiles...


Y más poesía:
Jorge Manrique: Coplas por la muerte de su padre:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte 
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer, 
cualquiera tiempo pasado
fue mejor...

...Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos descansamos.

Lo cierto es, que el destino de todos los poetas ha estado siempre marcado por un ansia irreprimible de perfección.
Jorge Luis Borges:
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue?
(....)
¿Donde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy?

Termino con un comentario de mi recordado amigo del alma, el poeta Eugenio Martínez Orejas: 
Jorge Manrique en los versos a la muerte de su padre nos dulcifica el dramatismo de la edad maldita y da vida a toda una existencia que siempre, siempre, con sus pendientes y sus curvas merece la pena vivirla.
Un cordial abrazo
Gonzalo Díaz-Arbolí
diciembre 2022


En memoria de Eugenio W. Martínez Orejas. CUANDO LEO UN POEMA.

 

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? 
Poesía...eres tú
No ha existido doncella alguna, que en el estallido de su exuberante juventud, no haya disfrutado en su casto vientre de crisálida el ansia expectante, el húmedo deleite que siempre ha despertado en su sangre el febril murmullo de estos versos de Gustavo Adolfo Bécquer al mismo tiempo que milagreaban ante su mirada tierna y blanda la figura amada y azul del príncipe que su imaginación le creaba.

Esta inesperada creación, esta figuración irreal, que ni es pasado ni presente, pero que los funde a los dos en un mismo instante y hace que el alma galope a espacios infinitos, hasta “oír las constelaciones piafar en sus establos” y llegar a los confines donde las palabras se despojan de su ornato exterior y nos entregan la claridad transparente de sus almas... Esta profana transubstanciación de lo irreal genera una apariencia que se convierte en idea real en nuestra mente. 
¡Y este es el prodigio de la poesía!: La acción, deliberada y consciente, de llevar a una mente ajena una ilusión irreal, pero convertida en una experiencia real. 

A los que todavía no frecuenten el entorno de la poesía, les propongo un amistoso reto: Déjense llevar por la curiosidad y dediquen un minuto para escuchar este soneto.
Estoy seguro de que se sorprenderán tan agradablemente, que incluso se decidan a acrecentar el placer de sus lecturas. 

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El creador de este nuevo mundo, el artesano que ha de dar forma al pensamiento y pensador que ha de dar forma a la artesanía, el poeta, ha de conseguir la asociación de la palabra con la música y con la matemática y la correspondencia del conjunto, la textura fonética o trazos que nos dibujen una visión hermosa, añadiendo los paralelismos de rima y ritmo de las estrofas. 
En las creaciones actuales se oscurecen un tanto los procesos tradicionales, pero sin llegar nunca a ser sustancialmente distintos.
Sin embargo, para el lector, el auténtico prodigio, la excelencia del gozo y el pleno disfrute reside en la metáfora, aunque otros tropos, variantes de la propia metáfora, de la sinécdoque y de la metonimia, le sirvan también de sabroso deleite por sus alardes imaginativos. 
Quizás el soneto con mayor riqueza metafórica, cuya lectura traspasa cualquier descripción de emociones y donde los efectos estéticos se codean con la perfección, es la inspirada escena, el excelso monólogo de Gerardo Diego ante el ciprés de Silos. 
En este soneto Gerardo Diego funde dos sentimientos contradictorios, uno de crisis y otro de exaltación, para desembocar en una experiencia real y en una emocionada y emocionante glorificación lírica, añadiéndole la exquisita delicadeza de presentárnoslo enjaulado en el riguroso y dorado molde de un soneto. 
Tan solo un poeta de la magnitud de Gerardo Diego puede hacer accesible a cualquier lector “la ansiedad de diluirse en tanta belleza”. 



                                                                                                                                          
  No le toques ya más, / que así es la rosa.”

Siempre he querido ignorar si el pronombre del primer verso es le o quizás lo o tal vez la, porque me deleita añadirle un tormento más a las tribulaciones de Juan Ramón Jiménez, introduciendo la turbia duda de si el pronombre sustituye al poema, a la belleza o al demonio meridiano que inclementemente le hostigaba con el señuelo de alcanzar la “poesía desnuda”, “la pasión de mi vida.” 



Lo cierto es, que el destino de todos los poetas ha estado siempre marcado por un ansia irreprimible de perfección, como la increíble peripecia de entusiasmo y vocación de Miguel Hernández. 
Desde su alta frente como las palmeras de su Orihuela natal, la sensual Oleza de Gabriel Miró, y su rudo cuerpo que emerge, con peculiar desaliño, entre el polvo que viaja con el rebaño de cabras, se está iniciando la urgente metamorfosis de una crisálida que devora con apasionada diligencia, primero periódicos y revistas e inmediatamente los versos de Espronceda, Bécquer, Garcilaso, Zorrilla, Rubén Dario, San Juan de la Cruz, Góngora, Virgilio, Fray Luis de León, Verlaine..... 


Era apremiante culminar con presteza las etapas de su completo desarrollo, para conseguir diferenciar su voz entre la de los poetas coetáneos. 
Se diría que era consciente del corto espacio de tiempo de que iba a disponer, para alcanzar el lugar privilegiado que hoy ocupa en la historia de la poesía castellana. 


Miguel Hernández tenía un carácter alegre y unos redondos e inquietos ojos, alimentados con la luz de su artística Oleza y todo ello unido a una singular capacidad creadora y a su irrenunciable vocación poética, derivan en esa versificación luminosa, que nos produce el mismo estremecimiento que un rayo de luz palpitando en nuestras venas. 
La sonoridad, la emoción lírica que Miguel Hernández le imprime a su caudalosa profusión de metáforas, nos transporta a los dominios de lo inefable. 
En la metáfora, la palabra común no es la palabra común, aunque lo sea, porque abandona temporalmente, en pirueta lingüística, su función real, para instalarse, por relación de semejanza, en un escenario imaginativo. 

Detengámonos en el sortilegio metafórico con el que nos revela el pudor de su novia, Josefina Manresa, al usurparle su primer beso: “Yo te libé la flor de tu mejilla, / y desde aquella gloria, aquel suceso, / tu mejilla, de escrúpulo y de peso, / se te cae deshojada y amarilla.” 
O cuando, joven, ultrajado y herido, se transmuta en toro, al que abandona su tempestuosa furia y llora. Era el adiós a su tormentosa y apasionada relación con Maruja Mallo: “Bajo su frente trágica y tremenda, / un toro solo en la ribera llora / olvidando que es toro y masculino.” 

Los diferentes tipos de metáfora superan la veintena y aun podría aglutinar a otros tropos o figuras retóricas entre la cuales, a veces, resulta difícil la distinción. Pero no es necesario adentrarse en un análisis tan pormenorizado para disfrutar la emoción de un poema. 


Los poetas nunca mueren
Eugenio W. Martínez

                                                               

18.6.25

Día Europeo de la Música. Se celebra el 21 de junio de cada año.

La afirmación de que la música se originó en el Paleolítico hace unos 40.000 años y ha acompañado a la humanidad desde entonces es generalmente aceptada por la comunidad científica y musicológica. La evidencia arqueológica y las teorías sobre la evolución de la cultura humana apoyan esta idea.

Algunos musicólogos sugieren que la música surgió de la imitación de los sonidos de la naturaleza, como los cantos de los pájaros o los ritmos de los animales.
La música también podría haber sido utilizada para la comunicación y los rituales, como en las ceremonias de caza o guerra.
La música se ha diversificado y ha ido aumentando en complejidad a lo largo de la historia, adaptándose a las diferentes culturas y sociedades.
En resumen, la música ha sido parte de la experiencia humana desde sus orígenes más tempranos, y ha evolucionado junto con la cultura y la sociedad.

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               Historia de la Música

En el año 1594 Santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música. El padrinazgo de la música le fue otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.


En el año 1594 Santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música. El padrinazgo de la música le fue otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.

No obstante La Fiesta de la Música es una celebración internacional que se realiza el 21 de junio, el primer día del verano del hemisferio norte. Su objetivo es promocionar la música de dos maneras: La primera que los músicos aficionados voluntariamente salgan a tocar a la calle. La segunda es con la organización de conciertos gratuitos, en los que el público tenga la oportunidad de presenciar sus artistas preferidos sin importar estilo ni origen.

En 1982 comienza a celebrarse en Francia una fiesta que poco a poco va extendiéndose al resto de países europeos: la fiesta de la música. Tres años más tarde esta celebración se instituye como evento europeo y, coincidiendo con el solsticio de verano, en todos los países de la Unión Europea se dedica un día entero para celebrar la pasión por la música.
El solsticio de verano también tiene relación con las festividades paganas de la antigüedad, en las cuales se rendía culto a la naturaleza y sus transiciones.
Más de 40 años después, la fiesta sigue de plena actualidad, y todas las ciudades de España se llenarán de ritmo y color.

Para celebrarlo vamos a conocer una breve biografía de Brahms y escuchar y analizar el 4º. Movimiento de su Sinfonía Número. 1 que consta de
1. Adagio
2. Più Andante
3. Allegro non troppo, ma con brio (do mayor)



Breve Biografía
Johannes Brahms, Hamburgo, Alemania, 1833 - 1897. Cultivó un estilo propio, al que en muchas ocasiones se asocia a la añoranza, el otoño y cierta amargura, siguiendo los patrones establecidos por el Clasicismo y el Romanticismo germano-austriaco de Haydn, Mozart y Beethoven, al mismo tiempo que abrió su propio camino.
Su padre era músico, contrabajista, fue su primer maestro de música, le enseñó violín y violonchelo. A los 15 años se reveló como un gran ejecutante de piano.
Hace su primera gira de conciertos en 1853, como acompañante de Eduard Reményi, violinista húngaro. Esta gira sin duda lo ayudó a relacionarse favorablemente con otros personajes del medio, tal es el caso de: Joseph Joachim, violinista y Robert Schumann. Las composiciones de Brahms sorprendieron gratamente a Schumann, quien escribió un artículo apasionado refiriéndose al joven compositor. Donde decía: Ha llegado un hombre joven a cuya cuna dieron guardia las Gracias y los Héroes, su nombre: Johannes Brahms.
A pesar de su carácter reservado, su fama fue extendiéndose, y se hizo de muchos amigos. Viajó mucho dando conciertos en esas giras. Y luego se quedó a vivir en Viena, dedicándose sólo a componer. En 1865 a 1880 compuso sus danzas húngaras. 

Brahms no se aventuró en el campo de la sinfonía hasta que alcanzó la madurez, pues aunque el primer tiempo de su primera Sinfonía en Do menor se remonta a 1855, la dejó en el cajón, y por mucho que sus amigos le acuciaban a continuarla, Brahms les contestaba: Nunca compondré una sinfonía. No tenéis idea de lo que siente un hombre como yo, cuando camina tras un gigante como Beethoven.
En el verano de 1874 volvió a trabajar en serio en la sinfonía, y en octubre de 1876 se estrenó en Viena. El director alemán Hans von Bülow, contemporáneo de Brahms, dio a esta sinfonía el sobrenombre de la Décima, por considerarla una continuación y una consecuencia de la Novena de Beethoven. Como ésta termina en Do mayor, la de Brahms termina también con un brillante final en Do mayor.


Análisis musical  del 4º movimiento de la sinfonía Num. 1   
Este 4º movimiento es una inmensa forma de sonata. En la Exposición, el parecido del tema del Allegro con el tema de la "Oda a la Alegría de Beethoven" es lo bastante grande como para creer que Brahms era consciente de él, a pesar de sus malhumoradas respuestas a quien se lo hiciera notar. El movimiento de Brahms tiene sin embargo una estructura muy distinta a la de Beethoven.

El final es una extensa introducción que camina por territorio musical brumoso hasta que se topa con con un recurso que el compositor empleará posteriormente en todas sus sinfonías consistentes en una especie de “llamada de los Alpes”, el célebre, tema alpino: Una llamada de las trompas que ha de modificar la dirección del discurso. En una carta postal desde Suiza para Clara Schumann decía: "En lo alto de la montaña, en lo profundo del valle, te saludo mil veces"(Clara Schumann, una pianista reconocida en aquellos momentos, compositora también y con la que estableció una larga y profunda amistad que tuvo rasgos de amor platónico). Nunca se casó, aunque gozó de la admiración de muchas mujeres. Se dice, que a pesar de su simpatía y afabilidad, era muy tímido para acercarse a ellas.
En efecto, aquellas brumas se desvanecen y desde la altura de la montaña, la tonalidad de do mayor muestra un renovado optimismo y una energía con la que el compositor manifiesta que podrá enfrentarse a nuevos proyectos sinfónicos. Podría parecer que con este final triunfal, exacerbado en la imperial coda, el compositor estuviese diciendo a la posteridad: “No sólo he sido capaz de componer esta sinfonía, sino que ya tengo en mi cabeza bien clara la fórmula que he de seguir para escribir varias más”. Su estilo es el del más puro Brahms, con derroches de contrapunto, densidad orquestal, expresividad en todos los niveles y un componente melódico arrollador.
Tras el complejo epílogo, en lugar de seguirse con el Desarrollo, se llega a la Reexposición del primer tema, y es entonces cuando comienza el gran Desarrollo central. Con una extraordinaria elaboración se llega a un punto culminante con una nueva cita del 'tema alpino'.
El movimiento acaba en un Do Mayor radiante y en un triunfo sin dudas, en una recapitulación final durante la cual se cita todavía el Coral de la introducción.

Aunque Brahms pueda aparecer como el adalid de la música absoluta, elementos como el 'tema alpino', el Coral, y las citas y alusiones a Beethoven y a Schumann demuestran la existencia secreta de ser algo parecido a un 'programa'.

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Cuarto movimiento de la Sinfonía núm. 1 de Johannes  Brahms 
Fuentes: 
Haruki Murakami y Seiji Ozawa. MÚSICA SÓLO MÚSICA
Wikipedia
Gonzalo Díaz-Arbolí

16.6.25

Buscando a Pipo. Relato de Laurentina Gómez


Yo creo que todos tenemos algún momento en nuestra vida que es un tanto inconfesable. Yo tengo uno. Y hoy lo voy a contar.
Teníamos un perro negro, precioso. Era un cocker. Tuvimos que salir de viaje y lo dejamos al cuidado de un familiar. El perro estaba loco por salir a la calle pues estaba en celo. Se lo comentamos a este familiar para que no lo sacara del jardín. Lo sacó y se perdió.
Y aquí empieza la aventura para dar con el perro. Después de ir a las clínicas veterinarias y recorrer todos los días las urbanizaciones de las afueras, dimos por concluida la búsqueda. Pero yo no me di por vencida.

Había oído decir a una amiga que hay videntes que encuentran de todo. Ella misma me dijo que conocía a uno que había encontrado a un cochino, y que estaba “guardado” en el corral del cuñado (el del dueño, no del cochino). Y me dije a mí misma que si había encontrado a un cerdo, más fácil sería encontrar a un perro negro, pues se ve mejor.

Total, me enteré de dónde pasaba “consulta” y allí me presenté con mi cita previa. Oye, que no es broma: su salita de espera estaba llena. Ahí me sentí agobiada pues pensé en el bochorno que pasaría si encontraba esperando a algún padre de alumno. Pero no, no ocurrió tal cosa.
Cuando su secretaria me llamó, pasé a la consulta.


Él estaba sentado en la penumbra que provocaba la luz de un flexo que tenía dirigido hacia la mesa; su mesa de despacho. En ella tenía muchos cachivaches : libros apilados, un crucifijo con peana, una pequeña bola de cristal…

Nos miramos. Me pareció guapo y calculé que tendría unos cincuenta años. Me preguntó que qué podía hacer por mi y le conté lo ocurrido a mi perro. Mientras iba contando, iba pensando en que si era vidente, debía saber a qué iba yo, ¿no?

Se quedó callado, dejó pasar unos momentos de silencio y de pronto… ¡se transformó! Empezó a dar cabezadas contra su pecho al tiempo que farfullaba no sé qué retahíla. Se daba con los puños en el pecho con suavidad al tiempo que repetía su mantra. Paró en algún momento y miraba fijamente al techo, con los ojos vueltos. Yo sólo le veía lo blanco.

No sabía qué hacer sentada tan modosita; a veces bajaba la vista hacia mis manos entrelazadas y me culpaba por no estar más concentrada buscando a mi perro con él. Me sentía fatal, fuera de mi lugar, como ignorante y avergonzada.

De pronto aquel hombre se calmó y los aspavientos y ruidos cesaron de golpe. ¡Por fin!
Se aclaró la voz y me dijo que lo había visto cerca de mi casa, a menos de dos kilómetros, en un jardín con niños y pinos. Que estaba con una novia y se llevaría allí unos días y que volvería si yo seguía un ritual que me explicaba a continuación.

Tenía que buscar un rincón en la casa, y en el suelo pondría un círculo con arena de la playa y con piedras. Dentro pondría un plato con agua de la playa. Pondría, además dos velas junto a las piedras y rezaría todos los días unas plegarias que me dio escritas, como el médico que da una receta. Me levanté –lo estaba deseando- y me despedí.

Al salir me estaba esperando la secretaria, me pidió quinientas pesetas y me acompañó a la puerta. Cuando salí, respiré y me sentí libre y decidida a no hacer nada de lo que me había dicho. Creo que lo decidí al pensar que tuviera que decir oraciones raras.

El perro no apareció y perdí mis dineros. Pero la experiencia valió la pena; no siempre se está en la “consulta” de un vidente que encuentra animales… y que alivia a mucha gente, (según me contaron)...

Laurentina Gómez Rubio

14.6.25

SABIDURÍA DE SANCHO PANZA A TRAVÉS DE REFRANES (8)


PAREMIA 8: “A quien madruga, Dios le ayuda”
… Y a veces también la vida

Lecciones del Quijote para vivir cada día
Amanece en Alcázar de San Juan, y con las primeras luces también despierta Constantino, un hombre sereno, de esos que parecen venir de otro tiempo. Pero no por nostalgia ni por rareza, sino por elección. Él cree firmemente en valores que muchos dan por perdidos: que la palabra tiene peso, que la cultura transforma, y que la generosidad, —aunque no salga en portadas— es una forma silenciosa pero poderosa de heroísmo. Trabajador incansable, lector apasionado, enamorado de su tierra. Ha convertido el idealismo en su forma de estar en el mundo. De haberlo conocido Cervantes, seguro que le hubiera dedicado un capítulo.

Cada mañana, muy temprano, sigue el mismo ritual: camina hacia “La Llorona”, su café de siempre, a desayunar y charlar con los amigos. Hoy me ha dejado acompañarle. Mientras el aceite de oliva virgen extra cae sobre una tostada generosa, me dice con esa voz suya, templada por los años:

“Uno no lee el Quijote una vez. Uno vive dentro de él”. Y lo hace. Lo leyó por primera vez siendo joven, animado por un maestro, y desde entonces no lo ha soltado. Lo ha leído y releído, lo estudia, lo comenta, lo defiende con pasión. “En esas páginas encontré una brújula para entender el mundo”, los valores, el humor, la dignidad de los fracasos nobles” …, me comenta.

Camina por las calles de su pueblo como quien recorre su propia historia. Habla con emoción de las tradiciones, de los oficios que se desvanecen, de las pequeñas cosas que aún resisten. Siempre tiene una palabra amable, un gesto generoso, una anécdota lista para regalar una sonrisa. Vive con sencillez, da sin esperar nada, trabaja con entrega. Su vida entera es un homenaje a lo cotidiano bien hecho.

Como miembro activo de la Sociedad Cervantina, trabaja con ahínco en una hermosa iniciativa: que Don Quijote y Sancho Panza sean reconocidos como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Defenderlos es defender lo que somos.


Una lección para todos los días
Y hoy, al compartir con él esa primera hora del día, he comprendido lo que de verdad significa madrugar. No se trata solo de levantarse temprano, sino de ganarle un rato a la vida para estar presente, para disfrutar del silencio, de la conversación que reconforta. Es ese tipo de mañana que, sin darte cuenta, te recuerda por qué el refrán dice lo que dice. Y si no es Dios, es la vida. O un café. O una charla con alguien como Constantino. Que, en el fondo, es lo mismo.

En una época en la que todo va tan deprisa, donde empezamos el día revisando noticias antes de abrir bien los ojos, madrugar no es moda ni deber. Y ahí es donde entra ese viejo refrán que, de pronto, se presenta diferente. O, si prefieres: “Al que se levanta con calma, la vida le da una tregua.”

Y no se trata de volverse una persona super productiva de un día para otro. Se trata de algo más simple, más humano: empezar el día con calma, con intención, con un rato que sea solo tuyo antes de que todo empiece a correr.

Ese regalo silencioso llamado “tiempo para uno”. Tal vez no todos crean en Dios, pero algo tiene esa frase que se clava en la cabeza. Porque más allá de la religión, madrugar tiene algo de fe. Creencia en que el día puede ser distinto. Madrugar ayuda. Y no siempre porque vayas a hacer más, sino porque, tal vez, puedas ser más tú.

Nada más. Pero sentí como si me hubiese abrazado desde adentro.

Ese pequeño gesto cambió mi día. No porque hice más cosas, sino porque las hice desde un lugar más presente, más tranquilo. Madrugar no fue una hazaña. Fue un acto de cuidado. De esos que no se notan, pero se sienten.

En el fondo, madrugar también es eso: una forma de esperanza.

Una manera de decirle al mundo: “Estoy listo. Aquí estoy. Hoy puede pasar algo bueno”. No hace falta despertarte con las gallinas ni convertirte en una persona “mañanera”. Pero quizá haya un ratito ahí, al principio del día, que puedas hacer tuyo. Un rato sin correos, sin llamadas, sin expectativas. Solo tú, tu silencio, y lo que necesites.

Tal vez ese momento no cambie el mundo. Pero puede cambiar tu forma de estar en él. No necesitas cambiar tu vida ni levantarte a las cinco de la mañana. Basta con un rato a solas contigo antes del caos. Un café en silencio. Una página escrita sin que nadie te interrumpa. Un paseo lento…


Historia real: Ana, una panadera de barrio y una oportunidad inesperada
Ana tiene 54 años y una pequeña panadería en el centro del pueblo. Lleva más de veinte años amasando pan con las manos aún medio dormidas, abriendo el local cuando todavía ni amanece. No lo hace por “rutina millonaria”, lo hace porque aprendió que las mejores cosas se hacen cuando el mundo todavía no te interrumpe.

Una mañana, mientras preparaba sus piezas de pan dulce, vio parar un coche frente a su local. Bajó una mujer joven, le pidió un café y preguntó si vendía al por mayor. Resultó ser la responsable de cocina de un nuevo hotel que buscaba productos artesanales. Le ofreció probar sus panes, y semanas después, Ana estaba horneando para un desayuno gourmet en el famoso hotel de la capital.

¿Casualidad? Puede ser. Pero si Ana no hubiera estado ahí, tan temprano como siempre, esa casualidad nunca habría ocurrido. Porque a veces, las oportunidades no llegan con ruidos ni anuncios. Llegan en voz baja, como el amanecer, y solo las atrapa quien ya está despierto.


N. La ilustración se ha recogido del estudio: Azulejos del Quijote en el parque Cervantes Alcázar de San Juan, 2016. Cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. 
Autor: Constantino López Sánchez-Tinajero, Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan.

Antonio Leal Jiménez
Académico de Santa Cecilia