3.3.23

En memoria de Eugenio W. Martínez Orejas. CUANDO LEO UN POEMA.

 

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? 
Poesía...eres tú
No ha existido doncella alguna, que en el estallido de su exuberante juventud, no haya disfrutado en su casto vientre de crisálida el ansia expectante, el húmedo deleite que siempre ha despertado en su sangre el febril murmullo de estos versos de Gustavo Adolfo Bécquer al mismo tiempo que milagreaban ante su mirada tierna y blanda la figura amada y azul del príncipe que su imaginación le creaba.

Esta inesperada creación, esta figuración irreal, que ni es pasado ni presente, pero que los funde a los dos en un mismo instante y hace que el alma galope a espacios infinitos, hasta “oír las constelaciones piafar en sus establos” y llegar a los confines donde las palabras se despojan de su ornato exterior y nos entregan la claridad transparente de sus almas... Esta profana transubstanciación de lo irreal genera una apariencia que se convierte en idea real en nuestra mente. 
¡Y este es el prodigio de la poesía!: La acción, deliberada y consciente, de llevar a una mente ajena una ilusión irreal, pero convertida en una experiencia real. 

A los que todavía no frecuenten el entorno de la poesía, les propongo un amistoso reto: Déjense llevar por la curiosidad y dediquen un minuto para escuchar este soneto.
Estoy seguro de que se sorprenderán tan agradablemente, que incluso se decidan a acrecentar el placer de sus lecturas. 

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El creador de este nuevo mundo, el artesano que ha de dar forma al pensamiento y pensador que ha de dar forma a la artesanía, el poeta, ha de conseguir la asociación de la palabra con la música y con la matemática y la correspondencia del conjunto, la textura fonética o trazos que nos dibujen una visión hermosa, añadiendo los paralelismos de rima y ritmo de las estrofas. 
En las creaciones actuales se oscurecen un tanto los procesos tradicionales, pero sin llegar nunca a ser sustancialmente distintos.
Sin embargo, para el lector, el auténtico prodigio, la excelencia del gozo y el pleno disfrute reside en la metáfora, aunque otros tropos, variantes de la propia metáfora, de la sinécdoque y de la metonimia, le sirvan también de sabroso deleite por sus alardes imaginativos. 
Quizás el soneto con mayor riqueza metafórica, cuya lectura traspasa cualquier descripción de emociones y donde los efectos estéticos se codean con la perfección, es la inspirada escena, el excelso monólogo de Gerardo Diego ante el ciprés de Silos. 
En este soneto Gerardo Diego funde dos sentimientos contradictorios, uno de crisis y otro de exaltación, para desembocar en una experiencia real y en una emocionada y emocionante glorificación lírica, añadiéndole la exquisita delicadeza de presentárnoslo enjaulado en el riguroso y dorado molde de un soneto. 
Tan solo un poeta de la magnitud de Gerardo Diego puede hacer accesible a cualquier lector “la ansiedad de diluirse en tanta belleza”. 



                                                                                                                                          
  No le toques ya más, / que así es la rosa.”

Siempre he querido ignorar si el pronombre del primer verso es le o quizás lo o tal vez la, porque me deleita añadirle un tormento más a las tribulaciones de Juan Ramón Jiménez, introduciendo la turbia duda de si el pronombre sustituye al poema, a la belleza o al demonio meridiano que inclementemente le hostigaba con el señuelo de alcanzar la “poesía desnuda”, “la pasión de mi vida.” 



Lo cierto es, que el destino de todos los poetas ha estado siempre marcado por un ansia irreprimible de perfección, como la increíble peripecia de entusiasmo y vocación de Miguel Hernández. 
Desde su alta frente como las palmeras de su Orihuela natal, la sensual Oleza de Gabriel Miró, y su rudo cuerpo que emerge, con peculiar desaliño, entre el polvo que viaja con el rebaño de cabras, se está iniciando la urgente metamorfosis de una crisálida que devora con apasionada diligencia, primero periódicos y revistas e inmediatamente los versos de Espronceda, Bécquer, Garcilaso, Zorrilla, Rubén Dario, San Juan de la Cruz, Góngora, Virgilio, Fray Luis de León, Verlaine..... 


Era apremiante culminar con presteza las etapas de su completo desarrollo, para conseguir diferenciar su voz entre la de los poetas coetáneos. 
Se diría que era consciente del corto espacio de tiempo de que iba a disponer, para alcanzar el lugar privilegiado que hoy ocupa en la historia de la poesía castellana. 


Miguel Hernández tenía un carácter alegre y unos redondos e inquietos ojos, alimentados con la luz de su artística Oleza y todo ello unido a una singular capacidad creadora y a su irrenunciable vocación poética, derivan en esa versificación luminosa, que nos produce el mismo estremecimiento que un rayo de luz palpitando en nuestras venas. 
La sonoridad, la emoción lírica que Miguel Hernández le imprime a su caudalosa profusión de metáforas, nos transporta a los dominios de lo inefable. 
En la metáfora, la palabra común no es la palabra común, aunque lo sea, porque abandona temporalmente, en pirueta lingüística, su función real, para instalarse, por relación de semejanza, en un escenario imaginativo. 

Detengámonos en el sortilegio metafórico con el que nos revela el pudor de su novia, Josefina Manresa, al usurparle su primer beso: “Yo te libé la flor de tu mejilla, / y desde aquella gloria, aquel suceso, / tu mejilla, de escrúpulo y de peso, / se te cae deshojada y amarilla.” 
O cuando, joven, ultrajado y herido, se transmuta en toro, al que abandona su tempestuosa furia y llora. Era el adiós a su tormentosa y apasionada relación con Maruja Mallo: “Bajo su frente trágica y tremenda, / un toro solo en la ribera llora / olvidando que es toro y masculino.” 

Los diferentes tipos de metáfora superan la veintena y aun podría aglutinar a otros tropos o figuras retóricas entre la cuales, a veces, resulta difícil la distinción. Pero no es necesario adentrarse en un análisis tan pormenorizado para disfrutar la emoción de un poema. 


Los poetas nunca mueren
Eugenio W. Martínez

                                                               

2 comentarios:

Julio dijo...

Gracias por la entrada Gonzalo.
Es enriquecedor aprender sobre "poesía", de la mano de un gran poeta como Eugenio.
Y me gusta la última frase de su artículo "pero no es necesario adentrarse en un análisis tan pormenorizado para disfrutar la emoción de un poema". Es así en mi caso...

Javier Díaz Arbolí dijo...

Realmente hermosa esta entrada. Llena de ternura, amor y belleza. Te has lucido, querido hermano.


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