21.4.23

23 DE ABRIL, Día Internacional del Libro: El desvío a Santiago de Cees Nooteboom

Uno de mis sobrinos, Luis Muñíz Babuglia, (asturiano de nacimiento) profesor de universidad en la ciudad alemana de Colonia, me recomendó este libro y dice: Es un libro extraordinario, yo se lo recomiendo mucho a mis  alumnos porque creo que es una introducción insuperable a la cultura y a la historia españolas. 
Para celebrar el Día Internacional del Libro 2023 y como agradecimiento a dicha recomendación dedicamos esta entrada a Asturias, dedicado también en otro amante de su terruño, mi gran amigo, el ovetense Dr. Julio de la Rúa.

El desvío a Santiago es un  libro de viajes  escrito por un holandés enamorado profundamente de España y dueño también de una erudición poco común: Cees Nooteboom,  (La Haya, 1933) encarna al viajero que siempre se deja tentar por los caminos laterales, y aunque su destino es Santiago de Compostela, se detiene en Aragón, pasa por Granada, busca en Soria el ábside de una iglesia, hace escala en la isla de La Gomera o en los pasillos vacíos del Museo del Prado. También su prosa se desvía y se interna por gozosas digresiones, a veces literarias, a veces políticas, irónicas, eruditas o melancólicas. Hay en su mirada un asombro que transfigura la realidad y convierte esta obra en una minuciosa guía para recorrer el corazón de España.
Pocos —o ninguno— de quienes lo hayan leído cuestionará que encarna la figura del escritor viajero contemporáneo, es fundamentalmente un viaje en el tiempo, no lo olvidemos. 


Así comienza el libro:
No se puede demostrar y, sin embargo, lo creo; en algunos lugares del mundo tu llegada o salida se amplían de un modo misterioso por las emociones de todos aquellos que han salido o llegado antes que tú. Nuestros viajes ya no duran años, sabemos exactamente adónde vamos y nuestra probabilidad de regreso es mucho mayor. A la entrada de la Catedral de Santiago hay una columna de mármol en el pórtico con profundas impresiones digitales, una garra emocional y expresionista realizada por millones de manos, entre ellas la mía. Pero al decir “entre ellas la mía” no estoy expresando toda la verdad, porque yo nunca agarré con tanta emoción esa columna al final de un viaje de más de un año de duración. Yo no era un hombre medieval, no era un creyente y llegué en coche. Si se prescindiera allí de mi mano, si yo no hubiera estado nunca allí, esa garra seguiría estando allí, desgastada por los dedos de todos esos muertos en el duro mármol. Sin embargo, al poner mi mano en esa mano en negativo, yo estaba implicado de una manera misteriosa en una obra de arte colectiva. Un pensamiento se materializa, esto es siempre sorprendente. La fuerza de una idea llevó a príncipes, campesinos y monjes a posar su mano justamente en ese lugar, en esa columna cada mano individual…


El desvío a Santiago, es una recopilación de artículos sobre España y los españoles. Muy interesante por su gusto por el románico, buscando a los que tienen las llaves de pequeñas iglesias perdidas en medio de la nada para que le abran las puertas y pueda ver el edificio por dentro. También son muy interesantes sus análisis de las pinturas de Velázquez y las de Zurabarán en Guadalupe. 

Tres de los capítulos transcurren por Asturias: las tituladas «Quizá la paloma lo sepa», «¿Por qué la gente no va más allá de la costa este?» y «Hay siempre pasado, y no lo hay»,  son de 1986. El desvío, por consiguiente, como vía. Y el viaje como un desvío de desvíos porque los caminos se escinden como cuerda y los años se le van amontonando a un viajero que cada vez se halla más apartado de su meta, más y más enredado en una España que cambiaba y en un paisaje que no cambiaba y al que no vacilaba en calificar de un peregrinaje o una meditación.


Es justamente al abandonar Asturias —yendo hacia el sur, hacia León, por las montañas— cuando en Nooteboom aflora la citada meditación. El viajero había llegado al Principado un mes de mayo, y nevaba en los Picos de Europa. «Dientes de dragón, mandíbulas de un dios, piedra con hilachas, muescas, heridas», es lo primero que anota sobre el paisaje que le rodea. Y, al poco, añade: «Suena misterioso, y parece una exageración, pero el que esto escribe está en armonía con su entorno». Irá el viajero divisando, tras los inexpugnables muros que lo rodean, las águilas, los osos y urogallos que habitan esos parajes. Más adelante, remansada la mirada, recordará los puertos que ha venido recorriendo —el de San Glorioso, el Desfiladero de los Reyes— y trazará el siguiente cuadro: Las montañas mismas parecen animales sin ojos, el suelo es gris, negro, marrón, amarillo, el viento sopla por donde quiere, el clima quiere gastar estas montañas, un bosque ridículo se engancha crispado a esas piedras grises, figuras fantasmales, hombres que vagan por la niebla, franjas negras contra la pared montañosa…

Los Picos de Europa le parecerán, así, la decoración granítica de un teatro sin representación, un telón semicircular de piedra gris mordisqueada bajo el cual todo se vuelve absurdo. En los valles y los puertos de Asturias, en el gigantesco escenario de las gestas bélicas que cambiaron la historia de España, de Europa, y con ella la del mundo, 

Y es que este holandés errante había venido observando la presencia en el arte prerrománico asturiano de las formas del Oriente Medio traídas a ese escenario donde no penetró el Islam por cristianos del sur que habían vivido en esa esfera de influencia y que llegaban al norte huyendo de la invasión árabe: arcos de herradura, animales mitológicos de Persia, plantas estilizadas que nunca se habían visto en el frío norte, formas geométricas y obsesivas, y tantas otras repeticiones inversas que el viajero observa talladas en la piedra. La piedra de Santa María del Naranco le parece diáfana: la luz y el aire pueden atravesarla, y por ello también se transforman, se ven afectados, y este cambio conmueve al visitante, que se encuentra durante un tiempo en otro tipo de luz, en otro aire, se vuelve meditabundo, pero también eufórico, alegre y jubiloso…
Cuando desde la galería oriental de Santa María del Naranco se sienta a mirar «la ciudad que yace allí en la lejanía, la ciudad de los reyes astures», no es aquel borroso estrato histórico el que emerge. La edificación de carne que se le representa la monarquía astur —engendrada en desconcertantes series de alianzas y casamientos, en el acoplamiento y el enredo de armas, blasones, cuarteles y sables, entre hombres de verdad, mujeres muertas de parto, hermanos repudiados, enemistades hereditarias, traición, nombres que siempre significan tierra…— no emerge en el presente de uno de sus escenarios más emblemáticos, sino más tarde, ya en León. 


En Oviedo, pasa varios días. Los locales donde bebe sidra y come fabada le parecen agradablemente oscuros. Y la gente, alegre, una especie independiente, una región propia. Visita la catedral y examina meticulosamente las cruces, estudiando su evolución. La Cruz de los Ángeles se ha convertido en su propia contradicción, extremadamente simple, de forma griega, los extremos de los brazos ensanchados, madera de cedro aunque cubierta de oro y filigrana, engastada con cabujones y camafeos. La Cruz de la Victoria hace pensar en las decoraciones carolingias de la cámara del tesoro del Rin, oro, piedras preciosas por encima como gotas de melaza solidificada, representaciones extremadamente pequeñas y exóticas de plantas y animales en pirograbado.


También visita el Museo arqueológico de la ciudad, donde lee las armas y los nombres, las perlas en las coronas, las anclas en la cruz, las runas sobre las tumbas. No hay nadie y sigo con mis dedos la escritura de las ilegibles palabras. 
Es decir, historia. Y es que también en Asturias la prosa de Nooteboom adquiere el ritmo algo vertiginoso y levemente onírico que tiñe este desvío a Santiago, esta ruta que se le antoja una de las arias de locura de la ópera: una gigantesca migración de ida y vuelta, un movimiento de millones de peatones, una corriente interminable de peregrinos de todas las tierras de la cristiandad… Un ejército en una Europa donde el pie era la medida… el sueño de todos los románticos, no en ese, sino en tiempos posteriores.


En este libro Nooteboom materializa el suyo propio. Y no es casual que sea en tierras asturianas donde exclame:
¡Qué desatino que la mayoría de la gente no vaya más allá del horno de la costa este española!


HA OBTENIDO LOS SIGUIENTES PREMIOS: Premio Europeo Aristeion de Literatura 1993, XIII Premio Grinzane Cavour,  Bordewijk y Pegasus de Literatura, Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, En Francia ha sido nombrado Caballero de la Legión de Honor.
La crítica ha dicho: Un escritor que sabe más que nosotros mismos, de nuestra historia, de nuestro tiempo y de nuestra gente. El País.
Un libro fascinante y revelador. ABC

Fuente. Wikipedia, youtube y El desvío a Santiago (Siruela, 1993) 


Día Internacional del Libro 2023. Radio Puerto

Gonzalo Díaz-Arbolí

Comentarios: 
Julio de la R. : Acabo de escuchar el programa de Radio Puerto con motivo del Día del Libro.
Me ha gustado mucho, es profundo, emocionante muchas veces y muy ameno. Estuvisteis todos a un gran nivel.

Luis Manzorro: Me han entrados ganas de comprar algún libro de James Joyce, porque entre tus comentarios y lo poquito que he leído de él, no tengo dudas de que disfrutaré leyéndolo.


2 comentarios:

Julio dijo...

Muchas gracias Gonzalo por esta entrada, acercándonos al libro "El desvío a Santiago" del holandés Cees Nooteboom.
No es infrecuente el hecho de que un observador externo vea más que los locales y es que el viajero de verdad mira con ojos de niño y se prepara con conocimientos de adulto informado. Y de ahí, los resultados.
No conocía ese libro, pero es atrayente.
Muchas gracias por dedicar la entrada a Asturias y a este amigo tuyo.

Luis M. dijo...

Interesante tu publicación de hoy, como interesante será el libro de CN.
Ocurre con bastante frecuencia que los extranjeros, como CN, se enamoran de España y hablan de ella con más pasión que nosotros mismo, y también es frecuente, -esto lo entiendo menos- que muchos españoles no conozcan gran parte de nuestro país y, sin embargo, han viajado por Europa, Asia, América...Quizás sea porque nos gusta presumir, y no es lo mismo decir que he estado en Pontevedra, que decir acabo de llegar de París.

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