Les propongo que escuchen la sonata para piano nº 14 en do sostenido menor “Quasi una fantasía”, Op, 27, nº 2. Popularmente conocida como “Claro de luna”, fue escrita por Ludwing van Beethoven en 1801 y publicada en 1802. Se trata de una de las obras más conocidas del autor.
Les aconsejo que oigan con atención el tercer movimiento: Su dificultad es muy elevada. Supone un experimento de Beethoven consta de rápidos arpegios, escalas y un juego hábil de peguntas y respuestas entre las dos manos, es como una ráfaga de viento que azota los
árboles y envía a los espíritus a refugiarse a toda prisa, las notas
caen apresuradamente, arremolinándose, como suele hacerlo el viento. Las
nubes corren deprisa por el cielo, pero incluso ahora y entonces por
entre los claros, se ve la luna cabalgando majestuosamente, inundando el
tortuoso jardín con dulces y serenas melodías de luz.
Hay una vieja historia relacionada con la composición de esta sonata. Si bien ha sido desacreditada por muchos, ya es parte de la tradición de la sonata, y es muy interesante su lectura:
Se cuenta que una noche, Beethoven y un amigo estaban caminando por las calles de Bon, y, al pasar por uno de los barrios más pobres, se sorprendieron de oír música, bien interpretada, proveniente de una de las casas. Beethoven, con su usual intrepidez, cruzó la calle, abrió la puerta de un empujón, e ingresó a la casa sin anunciarse. La habitación era precaria, y estaba iluminada por una débil vela. Un hombre joven se encontraba trabajando sobre un banco de zapatero en un rincón. Una joven mujer, aún casi una niña, estaba sentada a un viejo piano cuadrado. Ambos se sobresaltaron por la intromisión, pero su sorpresa no fue mayor que la de Beethoven y su amigo al enterarse que la joven era ciega.
Beethoven, un tanto confundido, se apresuró para disculparse, y explicó que había quedado tan impresionado con la calidad de ejecución de la joven, que había apresurado por averiguar quien era que estaba tocando en ese mismo momento esa noche y en ese barrio de la ciudad. Luego, preguntó amablemente a la muchacha dónde había aprendido a tocar, a lo cual ella respondió que una vez habían vivido al lado de una mujer que estudiaba música, y quien pasaba gran parte de su tiempo practicando las obras del gran Maestro, Beethoven. Ella había aprendido a tocar muchas de las piezas del Maestro tan sólo oyendo practicar a su vecina. El hermano de la joven los interrumpió en ese momento para saber quiénes eran los intrusos, y que seguramente habían notado la pobre interpretación de su hermana. ¡Escucha! Dijo Beethoven, mientras caminaba hacia el piano, luego se sentó y tocó los acordes iniciales de su Sonata Claro de Luna.
Lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha al momento en que ella reconoció la música, y luego con una voz trémula, le preguntó a él si era posible que fuera el gran Maestro en persona. “Si” respondió Beethoven; “tocaré para ti”. Luego de unos momentos, mientras tocaba una de sus composiciones más viejas, la vela parpadeó, y se apagó. La interrupción pareció romper el tren de su memoria. Beethoven se levantó, fue hacia la ventana, y la abrió, inundando la habitación con la luz de la luna. Luego de meditar unos momentos, se volvió y dijo: “Improvisaré una sonata a la luz de la luna”. Luego siguió la maravillosa composición que conocemos tan bien.
La realidad parece ser otra:
El nombre "Moonlight Sonata" (Claro de luna) tiene su origen en las declaraciones del crítico musical y poeta alemán Ludwig Rellstab. En 1832, cinco años después de la muerte de Beethoven, Rellstab comparó el efecto del primer movimiento con el de la luz de la luna brillando sobre el lago de Lucerna.
La composición fue escrita hacia finales de la vida de su compositor,
luego de que su poder hubiera alcanzado la cima, y junto con la «Patética», y otras dos, marcan el punto más alto en la literatura pianística de la escuela clásica.
Fuentes: internet e InformaValencia.com
Gonzalo Díaz-Arbolí
4 comentarios:
Las leyendas suelen ser bonitas, las verdades históricas, son las que hacen grandes a los grandes y su belleza entonces es mayor, aunque menos tiernas.
¡Qué belleza de descripción!
No conocía esa leyenda, pero sí la sonata. Es una maravilla. Tengo un par de CDs con Barenboim y Emil Giles de intérpretes y las oigo con mucha frecuencia.
Después de leer la historia, o la leyenda, de Beethoven y la niña, me la quedo como verdadera, porque esa maravillosa música se merece, no solo haberla compuesto así, de una manera tan hermosa, sino también el precioso titulo.
La Luna es música y es poesía, que es lo que tú le has puesto a la fantástica descripción.
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